Ted Dekker - Negro

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Nada es como parece cuando se estrellan los sueños y la realidad.
Huyendo de sus agresores por callejones abandonados, Thomas Hunter apenas se escapa yéndose al techo de un edificio. Luego una bala silenciosa de la noche roza su cabeza… y su mundo se vuelve negro. De la negrura surge la asombrosa realidad de otro mundo, un mundo donde domina el mal. Un mundo en el que Thomas Hunter se enamora de una mujer hermosa. Pero luego se acuerda del sueño en el que lo perseguían por un callejón mientras extiende su mano para tocar la sangre en su cabeza.? ¿Dónde termina el sueño y comienza la realidad? Cada vez que se queda dormido en un mundo, se despierta en otro. Pero en ambos, le aguarda un desastre catastrófico… quizás incluso sea causado por él.

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– Pero podrías, ¿verdad?

Es posible. Él no podía traer una pistola aquí, desde luego. Nada físico lo había seguido alguna vez en sus sueños. Pero el conocimiento…

– Tal vez.

– Entonces piensa en eso. Debo concordar en que podría ser una idea inútil. Pero arrasar a muchas de esas bestias es un pensamiento que vale la pena saborear. Tengo algo más que debes ver, Thomas. Ven.

Llevó a Tom al bosque, no se desanimaba ni en lo más mínimo por el rechazo de Tom a sus ideas.

– ¿Ahora? ¿Dónde?

– Exactamente aquí por el río que viene del lago. Tengo un invento que debes ayudarnos a probar.

Tanis se dirigió al bosque, y Tom se apresuró a alcanzarlo.

– ¿Quién más está involucrado? -preguntó Thomas.

– Johan. Él es mi primer recluta. Hemos hecho algo que valoraría un alma aventurera como tú. Rápido. Él se nos unirá allá -informó Tanis comenzando a correr.

***

FUERON A parar a la orilla de un río ligeramente más pequeño que el del bosque negro. Johan se hallaba sobre un enorme tronco amarillo que habían grabado. De un salto se puso en pie y corrió hacia Thomas.

– ¡Thomas! Primero volamos y ahora flotamos -exclamó, abrazando a Tom-. ¿Viste la vara que hizo Tanis? ¿Dónde está la vara, Tanis?

– La tiré dentro del bosque -contestó el mayor-. Thomas aseguró que era una idea terrible, y estuve de acuerdo. No funcionaría.

– ¿Cómo entonces haremos…?

– ¡Exactamente! -exclamó Tanis, levantando un dedo-. ¡No lo haremos!

– ¿No flotaremos nuestro enorme tronco río abajo para atacar a los shataikis?

– ¿Es eso lo que estaban planeando? -quiso saber Tom.

Miró el árbol y vio que le habían ahuecado la mitad. Él había soñado con una de estas. Era una canoa.

– Se trataba de una idea -informó Tanis-. Lo hablamos ayer y le dimos forma a este tronco para que pudiera flotar, pero aseguraste que la espada era una mala idea. No me digas que quieres que cree otra, porque ahora estoy teniendo mis dudas al respecto. A menos que podamos enviar una bomba río abajo en este tronco.

Los dos miraron a Tom con ojos verdes bien abiertos. Inocentes hasta la médula. Pero aún llenos de deseos. Deseo de crear, deseo de fantasear, de comer, de beber, de nadar en el lago de Elyon.

Sin duda la tensión entre satisfacción y deseo era extraña. La insatisfacción también lleva a lo bueno además de lo malo.

– ¿Quieres meter esta canoa al agua? -inquirió, mirando a Johan.

– Sí -contesto Johan levantando la mirada.

– ¿Y serías infeliz si no lo intentáramos?

– ¿Infeliz? -exclamó Johan con la mirada en blanco.

– ¿De qué estás hablando, amigo? -preguntó Tanis en voz alta-. Aquí estás hablando en clave. ¿Es este un juego de inteligencia?

El parecía sorprendido con la idea.

– No, no es juego. Sólo mi memoria. Una manera de ayudar a recordar cómo son las cosas. Existe felicidad, por tanto debe haber infelicidad. Hay bondad, por tanto debe haber maldad. Simplemente le preguntaba a Johan si le haría infeliz no meter la canoa en el agua.

– Sí, existe maldad, y la tratamos regularmente. Y puesto que hay felicidad, también debe haber «felicidad. Capto lo que dices. Siento ira de |0s murciélagos, desde luego, ¿pero infelicidad? Me tienes confundido, Thomas Hunter. Ayúdame.

Tom pensó que ellos sentían deseo sin insatisfacción. Lo mejor de l0s dos mundos.

El, por otra parte, sentía decepción. O al menos «satisfacción. Quizá por haber estado en el bosque negro. No había tomado ni una gota del agua, pero había estado allí, y su mente se había afectado de alguna manera.

Era eso, o él no era en absoluto de este lugar. Había venido en una nave espacial.

– Sólo una historia, Tanis -expresó Tom-. Sólo una idea.

Tanis intercambió una mirada con el niño. Luego retrocedió. Una idea.

– Bien entonces, ¿debemos intentarlo?

Johan empezó a saltar en expectativa. El invento era un gran acontecimiento. Thomas pasó la mano a lo largo de la canoa.

– ¿Cómo la dirigirán?

– Con la espada -respondió Tanis-. Pero creo cualquier buena vara lo haría.

– ¿Y cómo derribaron el árbol?

– Como siempre hacemos. Con nuestras manos.

– Está bien, intentémoslo.

Ataron una enredadera alrededor de la proa y luego a un árbol en la orilla. Tom se apuntaló.

– ¿Están listos?

– ¡Listos! -gritaron los dos al unísono.

Halaron juntos y vieron la resplandeciente canoa amarilla deslizarse en el agua que corría.

– ¡Funciona! -exclamó Tanis.

Pero casi tan pronto como lo dijo, la canoa comenzó a hundirse. A los pocos segundos había desaparecido bajo las burbujeantes aguas verdes.

– Es demasiado pesada -declaró Tom frunciendo el ceño. Tanis y Johan miraban las burbujas que aún subían a la superficie.

– Se hunde otra historia -expresó Tanis.

Johan encontró esto tan divertido que cayó primero de rodillas y luego ¿e espaldas en ataques descontrolados de risa. Tanis se le unió pronto, y rápidamente convirtieron los ataques de risa en una clase de juego: Quién reía por más tiempo sin respirar. Tom lo intentó, a instancias de ellos, y participó en gran manera.

– Bien, ahora -anunció finalmente Tanis-, ¿qué opinan si lo intentemos de nuevo mañana?

– Yo podría averiguar algo más -comentó Tom-. De todos modos no creo que flotar hasta el bosque negro sea una gran idea.

– Tal vez tengas razón.

– ¿Tanis?

– Sí, dime.

– Rachelle me habló de una fruta que te hace dormir tan profundamente que no recuerdas tus sueños.

– Tan profundo que ni siquiera sueñas -corrigió él-. ¿Te gustaría que te encuentre algunas?

– No. No, debo soñar. Pero ¿hay también una fruta que sólo te haga dormir?

– ¿Y aún soñar?

– Sí.

– ¡Por supuesto!

– ¡La nanka! -gritó Johan-. ¿Quieres un poco? Una idea asombrosa. Poder entrar a sus sueños a voluntad. O desconectarse de ellos al no soñar.

– Sí. Sí, me gustaría. Quizá una de cada una.

26

– ¿QUÉ? -EXCLAMÓ Tom sentándose en el sofá.

– Lo siento, dijiste cinco horas, pero me quedé dormida- informó Kara-. Han sido ocho.

– ¿Qué hora es?

– Casi mediodía. ¿Qué pasa? Te ves como si hubieras visto un fantasma. La cabeza le daba vueltas.

– ¿Soy un fantasma?

– Averiguaste algo, ¿verdad? -interrogó Kara, haciendo caso omiso de la pregunta de él-. ¿Qué?

– Creo que puedo desconectarme de mis sueños -enunció deslizándose del sofá y poniéndose de pie.

– ¿Por completo?

– Sí. Por completo. No aquí. Allá. Puedo dejar de soñar en esto.

– ¿Y qué bien te haría eso? Esto es muy importante.

– También es una distracción importante para mí. Estoy tratando de recordar mi vida, y en vez de eso me la paso topándome con esto.

– ¿Así que simplemente duermes, despiertas y no vuelves a soñar nada de esto? ¿Sólo… desaparecerías?

– Sí, creo que lo haría.

– Bueno, ni te atrevas a desconectarte de tus sueños, Thomas. No sabes qué pasaría. ¿De qué más te enteraste?

El resto de su sueño le vino en una descarga de imágenes que termina' ron con Rachelle diciéndole dónde le gustaría ser rescatada.

– ¡Eso es! -exclamó él, volviéndose a ella, con ojos desorbitados.

– ¿Qué pasa?

– Es un mapa. ¿Está despierto Raison? -anunció Tom corriendo hacia la puerta-. ¡Un mapa, Kara! Debemos encontrar un mapa..-¿Qué está pasando? -exigió saber ella.

– Creo que ella me dijo dónde encontrar a Monique. ¿Está Jacques despierto?

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