Poul Anderson - Tau cero

Здесь есть возможность читать онлайн «Poul Anderson - Tau cero» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 1997, ISBN: 1997, Издательство: Ediciones B, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Tau cero: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Tau cero»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La época es el siglo XXI. Los personajes son cincuenta especialistas: hombres y mujeres elegidos tras un largo y cuidadoso proceso de selección destinado a incorporar sólo personal particularmente entrenado en el viaje espacial y excepcionalmente apto para desarrollar con éxito una nueva colonia. La nave es la
, la más reciente de su clase. Y todos los esfuerzos están puestos al servicio de una única misión: viajar a través del espacio interestelar hasta un lejano planeta donde debe establecerse una colonia terrestre.
Sin embargo dos años después de su partida, la
colisiona con una nube de desechos del espacio, se avería y la ruta se altera. Todos se ven irremediablemente sin fin hacia lo desconocido.

Tau cero — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Tau cero», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—Volverá pronto —dijo Chi-Yuen—. No lo sabe. Es mi regalo para él. Al menos una noche: para decirle y demostrarle lo que siempre sentiste por él.

Había separado las camas. Ahora bajó la división. No pudo evitar las lágrimas.

Lindgren la abrazó por un momento, la besó y terminó de dividir el camarote. Entonces Lindgren esperó.

19

—Por favor —imploró Jane Sadler—. Ayúdale.

—¿Tú no puedes? —preguntó Reymont.

Ella negó con la cabeza.

—Lo he intentado. Y creo que ha sido para peor. En su condición actual y como yo soy una mujer… —Se ruborizó—. ¿Lo captas?

—Bien, no soy un psicólogo —dijo Reymont—. Sin embargo, veré qué puedo hacer.

Salió del emparrado donde ella lo había pillado descansando. Los árboles enanos, las vides caídas, el musgo y las flores lo convertían en un lugar de curación para él. Pero había notado que comparativamente muy pocos iban ya a aquellas habitaciones. ¿Les recordaban demasiadas cosas?

Ciertamente no se habían hecho planes para celebrar el equinoccio de otoño que se acercaba en el calendario de la nave —o cualquier otra fiesta, ahora que lo pensaba—. El festival de San Juan había sido descorazonadoramente silencioso.

En el gimnasio se celebraba un juego de balonmano a cero g de esquina a esquina. Pero estaban jugando los astronautas, y más por cabezonería que por diversión. La mayor parte de los pasajeros solamente iban allí para realizar poco más que los ejercicios obligatorios. Tampoco demostraban mucho interés en las comidas: y no es que Carducci estuviese haciendo un trabajo muy inspirado en esos días. Uno o dos transeúntes saludaron indiferentes a Reymont.

Más adelante en el pasillo, había una puerta abierta en un taller de hobbies. Se oía un torno, un soplete brillaba azul en las manos de Kato M'Botu y Yeshu ben-Zvi. Aparentemente estaban haciendo algo para el proyecto ecológico de Fedoroff-Pereira retomado recientemente, y habían tenido que salir de las facilidades en las cubiertas interiores porque no había sitio suficiente para todos.

Estaba bien por el momento, pero no avanzaba demasiado. Tenías que asegurarte con precisión de lo que hacías antes de alterar los sistemas sobre los que se apoyaba la vida. Por ahora, y sin duda durante años por venir, el tema estaba en fase de investigación. La tarea sólo podía ocupar la atención completa de unos pocos especialistas, hasta que comenzase la construcción.

Las mejoras instrumentales de Nilsson habían sido excelentes generadores de trabajo. Ahora eso estaba completándose, a menos que el astrónomo pudiese pensar en nuevos inventos. La mayor parte del trabajo había terminado; se había movido carga, la cubierta Número Dos se había convertido en un observatorio electrónico y su desorganización había sido ordenada. Los expertos podían manipular y mejorar, así como enfrascarse en prodigiosos estudios del universo externo. Pero para la mayoría del equipo, ya no había trabajo que hacer.

Nada quedaba por hacer sino aguantar.

A cada crisis, la gente se había reunido. Aun así, cada pico de esperanza era menor que el anterior, cada retirada a la tristeza resultaba más profunda. Por ejemplo, había esperado más reacción al cambio de la regla sobre niños. Exactamente dos mujeres habían pedido ser madres, y el efecto de sus últimas inyecciones no pasaría en meses. Las demás, sin duda, estaban interesadas en cierta forma…

La nave se estremeció. El peso atrapó a Reymont. Apenas pudo evitar caerse al suelo. El ruido metálico recorrió el casco, como un bajo profundo. Pasó pronto. El vuelo libre volvió. La Leonora Christine había atravesado otra galaxia.

Esos pasos se hacían más frecuentes cada día. ¿Jamás encontraría la configuración adecuada para detenerse? ¿Deberían desacelerar, aunque sólo fuese por hacer algo diferente?

¿Se habían equivocado en los cálculos Nilsson, Chidambaran y Foxe-Jameson? ¿Estaban empezando a darse cuenta? ¿Habían estado trabajando por eso hasta tan tarde en el observatorio las pasadas semanas, y por eso tenían ese aire tan preocupado y taciturno cuando iban a buscar comida o a dormir?

Bien, sin duda Lindgren le sacaría información a Nilsson cuando lo confirmasen, fuese lo que fuese.

Reymont flotó por la escalera hasta el nivel de tripulación. Después de una pausa en su camarote, encontró la puerta que buscaba y llamó. No obtuvo respuesta e intentó abrirla. Estaba bien cerrada. La puerta de Sadler no lo estaba. Entró. La división entre su lado y el de su hombre estaba bajada. Reymont la abrió.

Johann Freiwald flotaba al final del cordón de seguridad. La figura fornida estaba doblada como un feto. Pero los ojos demostraban que estaba consciente.

Reymont se afianzó en un agarre, fijó la mirada y habló sin comprometerse.

—Me preguntaba por qué no te había visto por ahí. Entonces me dijeron que no te sentías bien. ¿Puedo hacer algo por ti?

Freiwald lanzó un gruñido.

—Tú puedes hacer mucho por mí —le siguió diciendo Reymont—. Te necesito. Has sido mi mejor ayudante, policía, consejero, jefe de equipo y hombre de ideas que he tenido durante todo este tiempo. No puedo trabajar sin ti.

Freiwald habló con esfuerzo.

—Tendrás que hacerlo.

—¿Por qué? ¿Qué pasa?

—Yo no puedo hacer nada más. Es así de simple. No puedo.

—¿Por qué? —insistió Reymont—. Las tareas que tenemos no son trabajos físicamente duros. Y de cualquier forma, eres fuerte. La ingravidez nunca te ha molestado. Eres un chico de la era de las máquinas, un tipo práctico, un alma fuerte y con los pies en la tierra. No uno de esos personajillos delicados que tienen que ser mimados cada minuto porque sus frágiles espíritus no pueden soportar un viaje largo —dijo con mofa—. ¿Eres uno de ellos?

Freiwald se movió. Sus mejillas sin afeitar se oscurecieron un poco.

—Soy un hombre —dijo—. No un robot. Con el tiempo empiezo a pensar.

—Amigo mío, ¿supones que habríamos podido sobrevivir tanto tiempo si los oficiales, al menos, no pasasen cada hora de conciencia pensando?

—No me refiero a las malditas medidas, cálculos de ordenador, ajustes de ruta y modificaciones de equipo. Eso no es sino el instinto por permanecer vivos. Una langosta que intenta salir del caldero tiene la misma dignidad. Me pregunto por qué. ¿Qué estamos haciendo realmente? ¿Qué sentido tiene?

Et tu, Brute —murmuró Reymont.

Freiwald se giró hasta que su mirada se clavó directamente en la del condestable.

—Porque tú eres tan insensible… ¿Sabes que año es?

—No. Ni tú tampoco. Los datos son demasiado imprecisos. Y si te preguntas qué año sería en Sol, eso no tiene sentido.

—¡Cállate! Me sé todo el rollo de la simultaneidad. Hemos recorrido unos cincuenta mil millones de años luz. Estamos viajando por toda la curva del espacio. Si volviésemos ahora mismo al Sistema Solar, no encontraríamos nada. Nuestro sol murió hace mucho tiempo. Se hinchó y brilló hasta devorar la Tierra; se convirtió en una variable, parpadeando como una vela al viento; se hundió hasta ser una enana blanca, ascuas y cenizas. Y las otras estrellas hicieron lo mismo. Nada puede quedar de nuestra galaxia sino enanas rojas, si acaso. En cualquier caso escoria. La Vía Láctea ha desaparecido. Todo lo que conocíamos, todo lo que nos hizo, está muerto. Empezando por la especie humana.

—No necesariamente.

—Entonces se habrá convertido en algo que no podríamos comprender. Somos fantasmas. —El labio de Freiwald temblaba—. Huimos y huimos como monomaníacos… —De nuevo la aceleración recorrió la nave—. Mira. Escucha. —Sus ojos estaban blancos como si tuviese miedo—. Hemos atravesado otra galaxia. Otros cientos de miles de años. Una fracción de segundo para nosotros.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Tau cero»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Tau cero» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Tau cero»

Обсуждение, отзывы о книге «Tau cero» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x