De todas formas, a Peter Hobson nunca le habían gustado realmente los juegos. Prefería dedicar sus energías a cosas que representasen una diferencia, más que a concursos tontos que al final no cambiaban nada. Espíritu siguió buscando, repasando fichero tras fichero.
Y, al final, llegó a un subdirectorio llamado Vida-A. Allí evolucionaban peces azules, los que se decían que eran más adecuados para reproducirse. Espíritu contempló varias generaciones, fascinado por el proceso. Vida , pensó.
Vida.
Finalmente, Espíritu había encontrado algo que le intrigaba.
Sarkar pensó que había pasado tiempo suficiente para que los sims se hubiesen adaptado a las nuevas circunstancias. Era hora de empezar a plantear las grandes preguntas. Sarkar y Peter estaban atareados con otras cosas durante un par de días, pero finalmente se reunieron en Mirror Image, y se instalaron cómodamente en la sala de ordenadores. Sarkar trajo a Ambrotos foreground. Estuvo a punto de empezar a hacer preguntas, pero se lo pensó mejor.
—Es tu mente —dijo Sarkar—. Tú debes hacer las preguntas.
Peter asintió y se aclaró la garganta.
—Hola, Ambrotos —dijo.
—Hola, Peter —dijo la voz mecánica.
—¿Cómo es la inmortalidad?
Ambrotos se tomó mucho tiempo antes de contestar, como si primero contemplase toda la eternidad.
—Es… «relajante», supongo que es la mejor palabra. —Otra pausa. No había necesidad de apresurarse—. No había comprendido la presión que envejecer ejerce sobre nosotros. Oh, sé que las mujeres a veces dicen que el reloj biológico avanza. Pero hay un reloj aún mayor que nos afecta a todos; al menos a ti y a mí, a la gente con ambiciones, a la gente con la necesidad de conseguir algo. Sabemos que sólo tenemos una cantidad de tiempo limitada, y hay tanto que queremos hacer… Maldecimos cada minuto perdido. —Otra pausa—. Bien, ya no siento eso. Ya no siento la presión de hacer las cosas con rapidez. Todavía quiero hacer cosas, pero siempre está mañana. Siempre hay más tiempo.
Peter se lo pensó.
—No estoy seguro que considere una mejora ser menos ambicioso. Me gusta hacer cosas.
La respuesta de Ambrotos fue infinitamente tranquila.
—Y a mí me gusta relajarme. Me gusta saber que si quiero pasar tres semanas o tres años aprendiendo algo que me llame la atención puedo hacerlo, sin reducir de ninguna forma mi tiempo productivo. Si tengo ganas de leer hoy una novela en lugar de trabajar en un proyecto, ¿qué hay de malo?
—Pero —dijo Peter—, sabes, como yo, que hay una forma de vida después de la muerte. ¿No te intriga eso?
El sim rió.
—Ni tú ni yo hemos creído jamás en la vida después de la muerte. Incluso ahora, incluso sabiendo que, sí, algo sobrevive a la muerte física del cuerpo, no me siento atraído por la vida que pueda existir después de la muerte. Claramente, estaría más allá de la existencia física; implicaría al intelecto y no al cuerpo. Nunca me he considerado muy sensual, y ambos sabemos que no somos muy atléticos. Pero me gusta el sexo. Me gusta sentir el sol sobre la piel. Me gusta comer una comida realmente buena. Incluso me gusta comer malas comidas. Echaría de menos el cuerpo si no estuviese ahí. Echaría de menos la estimulación física. Echaría de menos… echaría de menos todo. La carne de gallina, y las cosquillas y tirarme un buen pedo y pasar las manos por la barba al final del día. Todo. Seguro, la vida después de la muerte será para siempre, pero también lo es la inmortalidad física… y me gusta la parte física.
Peter estaba en guardia; Sarkar escuchaba atentamente.
—¿Qué hay… qué hay de la relación con Cathy? Supongo que crees que todo el matrimonio no es sino un parpadeo en una vasta vida.
—Oh, no —dijo Ambrotos—. Es curioso… a pesar del chiste que hizo Colin Godoyo, yo pensaba que un inmortal lamentaría el día en que juró hacer algo hasta que la muerte nos separe. Pero no me siento en absoluto así. De hecho, esto ha añadido toda una nueva dimensión al matrimonio. Si Cathy también se hiciese inmortal, habría una oportunidad, una oportunidad real, de que al final llegase a conocerla completamente. En los quince años que hemos estado viviendo juntos, ya he llegado a conocerla mejor que a cualquier otro ser humano. Sé qué tipo de chistes verdes la harán reír, y que tipo la dejarán fría. Sé lo importante que sus cerámicas son para ella. Sé que no dice en serio que no le gustan las películas de terror, pero sí dice en serio que no le gusta la música rock de los cincuenta. Y sé lo brillante que es… más brillante que yo en muchos sentidos; después de todo, nunca he sido capaz de terminar el crucigrama del New York Times.
»Pero a pesar de todo eso, sólo conozco una fracción diminuta de ella. Seguro que es tan compleja como yo. ¿Qué piensa realmente de mis padres? ¿De su hermana? ¿Reza alguna vez en silencio? ¿Disfruta realmente de algunas de las cosas que hacemos juntos, o sólo las tolera? ¿Qué idea se le ocurre que, después de todo este tiempo, todavía no se siente lo bastante cómoda para compartir conmigo? Por supuesto, intercambiamos pequeños fragmentos de nosotros mismos cada vez que interactuamos pero, con el paso de las décadas y los siglos, llegaríamos a conocernos mejor. Y nada me agradaría más que eso.
Peter frunció el ceño.
—Pero la gente cambia. No puede llevarte mil años conocer a un individuo más de lo que podrías usar mil años para conocer una ciudad. Una vez que haya pasado ese tiempo, la vieja información será completamente inútil.
—Y ése es el aspecto más maravilloso de todo —dijo el sim, sin detenerse para nada esta vez—. Podría pasar para siempre con Cathy y nunca se acabarían las cosas que podría descubrir sobre ella.
Peter se recostó sobre la silla, pensando. Sarkar aprovechó la oportunidad de tomar el micrófono.
—¿Pero no es aburrida la inmortalidad?
El sim rió.
—Perdóname, amigo mío, pero ésa es la idea más estúpida que he oído nunca. Aburrida, ¿cuando tienes la totalidad de la creación por comprender? Nunca he leído una obra de Aristófanes. Nunca he estudiado una lengua asiática. No sé nada de ballet, o lacrosse, o meteorología. No sé leer música. No sé tocar la batería. —Risa de nuevo—. Quiero escribir una novela, y un soneto, y una canción. Sí, serán una mierda, pero con el tiempo aprenderé a hacerlo bien. Quiero aprender a pintar y a apreciar la ópera y entender finalmente la física cuántica. Quiero leer todos los grandes libros y todos los malos también. Quiero aprender sobre el budismo, y el judaísmo y los adventistas del séptimo día. Quiero visitar Australia, Japón y las Galápagos. Quiero ir al espacio. Quiero ir al fondo del océano. Quiero aprenderlo todo, hacerlo todo, vivirlo todo. ¿La inmortalidad aburrida? Imposible. Incluso la vida del universo podría no ser suficiente para hacer todas las cosas que quiero.
Peter y Sarkar fueron interrumpidos por una llamada del recepcionista de Sarkar.
—Perdóneme —dijo el pequeño hombre asiático desde la pantalla del videófono—, pero hay una llamada de larga distancia para el doctor Hobson.
Peter levantó una ceja. Sarkar se apartó para que pudiese ponerse frente al teléfono.
—Estoy aquí, Chi.
—Conecto —dijo.
La imagen de la pantalla cambió para mostrar a una mujer de mediana edad de pelo rojo: Brenda MacTavish, del Hogar de Retiro de Chimpancés de Glasgow.
—Ah, Peter —dijo—, llamé a tu oficina y me dijeron que estarías ahí.
—Hola, Brenda —dijo Peter. Miró de cerca la pantalla. ¿Había estado llorando?
—Perdóname por el estado en que me encuentro —dijo ella—. Acabamos de perder a Cornelius, uno de nuestros residentes más viejos. Tuvo un ataque de corazón; los chimpancés no los sufren con frecuencia, pero utilizamos a Cornelius durante años en la investigación sobre el tabaco. —Agitó la cabeza asombrada ante tanta crueldad—. Cuando hablamos por primera vez, por supuesto no sabía lo que buscabas. Ahora te he visto en la tele, y lo he leído en The Economist. En cualquier caso, tenemos la grabación que querías. Te enviaré los datos por la red, esta noche.
Читать дальше