Robert Silverberg - La señorita Found en una máquina del tiempo abandonada

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La señorita Found en una máquina del tiempo abandonada: краткое содержание, описание и аннотация

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—Alexander, ¿quieres a este hombre como fiel y legítimo esposo?

—Sí, quiero.

—George, ¿quieres a este hombre como fiel y legítimo esposo?

—Sí, quiero.

—Entonces, George y Alexander, por el poder que me ha sido conferido por el Estado de Nueva York, como ministro ordenado de la Primera Comunión Congregacional Gay del Alto Manhattan, yo os declaro esposo y esposo, desposados ante Dios y ante los ojos de los hombres, y os deseo que viváis felices en vuestro amor.

Se ha hecho todo con la ayuda de un montón de instrumentos de ciencia ficción. No voy a pedir disculpas por lo que se refiere a esa parte; las disculpas no son necesarias. Si se necesitan artilugios para salir y librarse, pues se utilizan esos artilugios; los superficiales no pasan a considerar en momento alguno cómo lograste llegar adonde deseabas llegar, procedente desde donde estás. El objetivo consiste en erradicar los bien conocidos males de nuestra sociedad; y si tenemos que llegar a eso por medio de máquinas del tiempo, por bandas mentales de amplificación del pensamiento, por rayos antiimpermeables, por haces moleculares interpenetradores, por barras de levitación superheterodinas y por medio de todo el resto de brillantes instrumentos de cómics, que sea así. Son los resultados los que cuentan.

Tal y como digo, tomen por ejemplo el día que le volé la mente al presidente. ¿Creen que podría haberlo hecho sin disponer de todos esos artilugios? Escuchen: el simple hecho de entrar en la Casa Blanca ya es todo un problema. No puede uno prescindir de un mapa de toda confianza del interior de la Casa Blanca, de esa parte que no se permite ver a los turistas; los mapas que existen son falsos y, en realidad, están cambiando continuamente las habitaciones, de modo que los agentes de espionaje y los asesinos no encuentren el camino que deben seguir. Lo que hace un mes era un dormitorio, se ha convertido al mes siguiente en un despacho y en una sala de conexiones al otro mes. Algunas habitaciones pueden ser recogidas y cambiadas al mismo tiempo, y en un instante. Todo cambia frenéticamente. Así es que instalamos nuestra pantalla ultrasónica de intercavitación en el Parque Lafayette, y obtuvimos una representación holográfica digna de toda confianza del interior del edificio. Esta información me permitió saber dónde me encontraba, y qué camino debía seguir una vez allí.

Pero también necesitaba encontrar al presidente con rapidez. Nuestro método consistió en colocarle un diminuto emisor-receptor bip en su cuerpo. Y así lo hicimos, cogiendo al jefe ensaladero de la Casa Blanca, envolviéndole en aromas narcolépticos y programándole para que ocultara la diminuta pieza en el interior de un tomate. El presidente se comió el tomate en la cena, y a partir de este momento pudimos seguir sus pasos con facilidad. El modelo de interferencia comunicado por el emisor-receptor también nos indicaba si había alguien con él.

Asi es que esperé a que estuviera solo una noche, en la Sala Malva, repasando su archivo de fotografías autografiadas de estrellas de fútbol americano, y levité entonces hacia un punto situado justo a treinta metros por encima de aquella habitación, utilizando nuestro desintetizador de flujo de neutrinos para eliminar el escudo de seguridad electrónica de la Casa Blanca. A continuación, descendí directamente por medio del haz interpenetrador. Aterricé justo delante de él.

Pueden creerme una cosa: ni siquiera empezó a gritar. Se retiró un poco hacia atrás y quiso mover una mano hacia un botón de alarma, pero yo le dije:

—Déjelo, señor presidente. No va a sufrir usted ningún daño; sólo quiero hablar. ¿Puede dedicarme cinco minutos? Hemos de mantener una pequeña charla —y le lancé el rayo conceptutrón para relajarle y hacerle receptivo a mis deseos—. ¿De acuerdo, jefe?

—Puedes hablar, hijo —replicó—. Siento verdadera ansiedad por escuchar la voz del público y me siento particularmente preocupado por ser responsable de las necesidades y problemas de nuestra generación más joven, nuestra galante gente joven que…

—Con calma, Dick. Muy bien, escucha esto. El país se está desmoronando, ¿de acuerdo? La ecología se deteriora; las ciudades se desmoronan, los negros se levantan en armas, la ultraderecha está almacenando napalm, los jóvenes están siendo diezmados en una loca guerra extranjera tras otra, las prisiones no hacen más que crear criminales en lugar de rehabilitarlos, los códigos sexuales victorianos están transformando a millones de seres humanos potencialmente hermosos en enfermos mentales, las leyes contra la droga no tienen ningún sentido, las mujeres siguen realizando un papel de madre-chófer-cocinera-criada, mientras que los hombres cumplen un papel de borrachos-huevudos-fulaneros, la población sigue aumentando y llenando los limpios espacios abiertos, la estructura económica es de naturaleza autodestructora, puesto que el capital y la mano de obra actúan de acuerdo para atornillar al consumidor, y así sucesivamente.

»Estoy seguro de que conoce usted los problemas, puesto que es el presidente y lee un montón de periódicos. Muy bien. ¿Cómo nos hemos metido en este embrollo? ¿Por accidente? No. ¿A través de un mal karma? Realmente, no lo creo así. ¿A través de fuerzas deterministas, de las que no podemos escapar? ¡Qué tontería! Nos hemos metido en todo esto por estupidez, avaricia e inercia. Somos tan avariciosos que ni siquiera nos damos cuenta de que nos estamos robando a nosotros mismos. Pero todo eso se puede arreglar, Dick, ¡se puede arreglar! ¡Sólo tenemos que despertarnos! Y tú eres el hombre que puede hacerlo.

»¿No quieres pasar a la historia como el hombre que ayudó a este gran país a recuperarse a sí mismo? Tú, y treinta congresistas con influencia, y cinco miembros de la Corte Suprema podéis hacerlo. Todo lo que debéis hacer es empezar a reformar la conciencia nacional a través de algunas directrices ejecutivas apoyadas por la acción del Congreso. Vamos, hombre, empieza a trabajar y dile a tu mayoría silenciosa que comience a adquirir forma. Proclama el reino del amor. Nada de guerras, ¿me oyes? Ya es pasado mañana. Nada de un mayor crecimiento económico: simplemente nos arreglaremos con lo que tenemos, y empezaremos a limpiar los ríos, los lagos y los bosques. Nada de tener más niños para utilizarlos como símbolos de status y pacificadores para las aburridas amas de casa; a partir de ahora, la gente sólo tendrá niños por el placer de traer al mundo a seres humanos sanos y nuevos, con un máximo de dos o tres por pareja. En cuanto a mañana mismo, aboliremos todas las leyes que vayan en contra de la gente, de lo que hace la gente sin causar daño alguno a otra gente. Y así sucesivamente. Proclamaremos una nueva Carta de Derechos, garantizando a cada individuo el derecho a llevar una vida plena y productiva, de acuerdo con su propio estilo. ¿Harás todo eso?

—Bueno…

—Déjame que te aclare perfectamente una cosa —le dije—: vas a hacerlo. Vas a decretar un final a todos los desperdicios que se están produciendo en este país. ¿Y sabes cómo sé yo que lo vas a hacer? Porque tengo en mi mano este pequeñito tubo de metal que emite vibraciones. Es una cosa realmente fuerte; vibraciones que te van a poner la cabeza en su sitio en cuanto apriete este botón. Así es que, preparado o no, allá voy… Uno, dos, tres… zap .

—Muy bien muchacho —dijo el presidente.

El resto, ya es historia.

¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! ¡Oh, Dios! ¡Si pudiera ser así de fácil! Uno, dos, tres, zap . Pero no funciona así. No poseo ninguna varita mágica. ¿Qué te hizo pensar que la poseía? ¿Cómo fui capaz de engañarte y pasar a una suspensión de incredulidad? Me dirijo a ti, lector, sentado ahí, sobre tu trasero: ¿qué te crees que soy realmente? ¿Un hombre milagroso? ¿Alguna clase de superser, procedente de la Galaxia Diez? Te voy a decir quién soy realmente: yo, Thomas C…, soy un montón de símbolos sobre un trozo de papel. Sólo soy algo abstracto atrapado en una simple ficción. Un «héroe» en una «historia». Desamparado, incorpóreo, irreal. ¡IRREAL! Mientras que tú, ahí… tú tienes ojos, pulmones, pies, brazos, un cerebro, una boca y todo eso. Tú puedes funcionar. Tú puedes moverte. Tú puedes actuar. ¡Trabajar para la revolución! ¡Esforzarte por el cambio! Tú estás actuando en el mundo real; ¡tú eres el único que puede hacerlo, si es que alguien puede! Esfuérzate por avanzar hacia… ¡Eh!… ¿qué es esto?… ¡Eh! Aparte sus sucias manos de encima… ¡Poder para el pueblo! ¡Abajo los cerdos fascistas!… ¡Eh! ¡Suélteme!… ¡Socorro!… ¡SOCORRO!

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