Robert Silverberg - La señorita Found en una máquina del tiempo abandonada

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La señorita Found en una máquina del tiempo abandonada: краткое содержание, описание и аннотация

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Ahora empieza la reunión del Consejo. La pipa pasa de unas manos a otras. Se escuchan gruñidos de aprobación. El poderoso jefe navajo, Hosteen Dollars, es el principal orador. Habla en nombre de la más fuerte de las tribus, porque los poderosos navajos son propietarios de moteles, tiendas de regalos, pozos de petróleo, bancos, minas de carbón y supermercados. Tienen en sus manos la lucrativa distribución nacional de la excelente cerámica de sus vecinos, los hopi y los pueblo. Tranquilamente han ido acumulando grandes riquezas y poder, que han dedicado subrepticiamente al bienestar de sus parientes menos afortunados de otras tribus. Ahora el arsenal está completamente abarrotado: los tanques, los lanzallamas, los rifles automáticos, los camiones semi-orugas, las recolectoras llenas de napalm. Sólo falta la Big Bang. Pero esa falta, declara Hosteen Dollars, se ha remediado ahora gracias a una intervención milagrosa.

—¡Este es nuestro momento! —grita—. ¡Hiawatha! ¡Hiawatha!

Solemnemente desciendo de los cielos, trazando una lenta espiral hacia abajo, aterrizando suavemente sobre mis pies. Estoy desnudo excepto por un taparrabos; mi piel cobriza brilla lustrosamente. Guardada entre mis brazos, sostengo una bomba de hidrogeno, armada y preparada.

—¡La Big Bang! —grito—. ¡Aqui está, hermanos!

A la caída de la noche, Washington es un montón de cenizas radiactivas. Al amanecer, el presidente en funciones capitula. Hosteen Dollars aparece en la televisión nacional para explicar cuál será el nuevo sistema de reservas, y se inicia la redada de rostros pálidos.

Bruce Bales, fiscal del distrito del condado de Marin, que se incapacitó a si mismo como fiscal acusador de Angela Davis, dijo ayer que se sentía «absolutamente conmocionado» ante la absolución.

Dejándose llevar por una amarga reacción, Bales dijo:

—Creo que el jurado cayó en la trampa emocional ofrecida por la defensa. Ella ni siquiera subió al estrado para negar su culpabilidad. A pesar de lo ocurrido, sigo manteniendo que ella fue la responsable de la muerte del juez Haley y de la mutilación de mi ayudante, Gary Thomas, como Jonathan Jackson. Indudablemente, esto es tanto más así debido a la edad de ella, a su experiencia e inteligencia.

Según dijo un portavoz en la capital, el gobernador Ronald Reagan no estaba disponible para hacer ningún comentario sobre el veredicto.

El día que inutilizamos el Pentágono fue sencillamente maravilloso, un hito en la historia del Movimiento. Nos costó años de planificación y un tremendo esfuerzo cooperativo, pero los resultados demostraron que valió la pena realizar el heroico esfuerzo.

Así es como lo hicimos:

Con la ayuda de nuestra IBM 2020 multifásica establecimos un anillo de puntos de acceso alrededor de todo el distrito de Columbia. Había tres lugares en Maryland —Hyattsville, Suitland y Wheaton— y otros dos del lado de Virginia, en McLean y Merrifield. En cada uno de los puntos de acceso, excavamos un pozo vertical de doscientos metros de profundidad, utilizando nuestro escariador rotativo Hughes de absorción de fluido, acoplado con una unidad extractora de núcleo gemelo de la General Motors. Cada noche transportábamos los residuos a Kentucky y Tennessee por camión, desembarazándonos de ellos en antiguos vertederos de minas.

Cuando alcanzamos el nivel de los doscientos metros, empezamos a tender una tubería de noventa y un centímetros que se dirigía rectamente hacia el Pentágono a partir de nuestros cinco puntos de acceso, para lo que empleamos un compactor molecular LTV para convertir el terreno en forma semi-líquida. Los desperdicios los bombeamos a cinco enormes depósitos subterráneos adyacentes que excavamos con nuestra excavadora retroactiva hemisférica de sub-superficie, del tipo Gardner-Denver. Una vez tendidas las tuberías, empezamos a bombear los residuos almacenados hacia el Pentágono, a una velocidad constante calculada por nuestra pequeña computadora XDS y controlada a intervalos de quinientos metros a lo largo de la ruta por un sistema sensor Control Data 106a.

Las bombas, desde luego, eran del tipo pesado, de Briggs y Stratton, 580. Durante un período de ocho meses, tuvimos éxito en ir sustituyendo el subsuelo debajo del Pentágono por un inmenso estanque de desperdicios, llevando cuidado, sin embargo, de evitar el causar cualquier perturbación sismológica que pudiera detectar el propio equipo del Pentágono. Para esta parte de la operación empleamos espectrofotómetros de Bausch & Lomb y exploradores Perkin-Elmer, conectados en serie con un integrador de vibración-amortiguación Honeywell 990.

Nuestro esquema de tiempo era perfecto. La noche del 3 de julio derribamos los tres puntos clave de sostenimiento. Ahora, el Pentágono estaba flotando sobre un lago de barro de cerca de un kilómetro de diámetro. Un banco triple de estabilizadores autónomos Dow mantuvieron el edificio a su elevación normal; utilizamos un equipo de homeostasis Ampex para regular las presiones de flotación.

Al mediodía del cuatro de julio, Katherine y yo celebramos una conferencia de prensa en las escalinatas de la Biblioteca del Congreso, a la que asistieron principalmente representantes de los medios de comunicación underground , aunque también había unos pocos periodistas casuales. Exigí que se pusiera fin inmediatamente a todas las aventuras militares norteamericanas en el exterior y concedí al presidente una hora de tiempo para contestar. No hubo respuesta de la Casa Blanca, desde luego, y a la una menos cinco activé los diques de contención silbando tres estrofas de Estrellas y Barras en un teléfono público situado en las afueras del cuartel general del FBI. Al hacerlo, inicié un proceso de desplazamiento de residuos de barro, y a la una y cinco el Pentágono ya se estaba hundiendo. Lo fue haciendo con la lentitud suficiente como para que no hubiera pérdida de vidas: la evacuación se completó en el término de dos horas, y el piso más alto del edificio no se hundió en el barro hasta las cinco de la tarde.

Dos leones que mataron a un joven en el Zoológico de Portland, el sábado por la noche, aparecieron muertos hoy, víctimas de un tirador nocturno provisto de un rifle.

Roger Dean Adams, de diecinueve años de edad, natural de Portland, fue el joven devorado. El Zoológico estaba cerrado el sábado por la noche, cuando él y dos compañeros penetraron en el recinto saltando una verja.

Los compañeros dijeron que el joven Adams se descolgó sobre la parte del foso del oso pardo, agarrándose con las manos al borde del muro, y después elevándose a pulso. Después de haber permanecido sentado en el borde del muro del foso de los leones, intentó hacer lo mismo allí.

Kenneth Franklin Bowers, de Portland, uno de los compañeros del joven Adams, dijo que éste se descolgó sobre el borde del foso y que, mientras permanecía colgado allí, agarrándose al borde con las manos, tiró una patada a los leones. Uno de ellos le lanzó un palmetazo, dándole en un pie, y el joven cayó al suelo del foso, cinco metros más abajo del borde del muro. Entonces los leones lo destrozaron, y al parecer se desangró hasta morir, después de que le desgarraran una arteria en el cuello.

Uno de los leones -César, un macho de dieciséis años- fue muerto la pasada noche de dos balas disparadas por un rifle de fabricación extranjera. Sis, una hembra de once años, fue alcanzada por un tiro en la espina dorsal. Murió esta mañana.

La policía dijo que disponía de muy pocas pistas para encontrar al tirador.

Jack Marks, el director del Zoológico, dijo que se perseguiría legalmente a cualquier persona que fuera acusada de haber hecho los disparos. «Tiene que estar uno enfermo para disparar contra un animal que no ha hecho otra cosa que seguir sus propias normas de conducta», dijo Mr. Marks. «Ninguna persona en su sano juicio entraría en el Zoológico en plena noche para matar a un animal en cautividad».

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