Arthur Clarke - Luz de otros tiempos

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Luz de otros tiempos: краткое содержание, описание и аннотация

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La historia de lo que sucede cuando un brillante industrial aprovecha los beneficios de la física cuántica. Así consigue que cualquier persona pueda ver lo que hace otra desde cualquier sitio en cualquier situación. Las esquinas y paredes ya no son barreras, todo momento de la existencia por muy privado o íntimo que sea queda expuesto a los demás. Esta nueva tecnología supone la súbita abolición de la intimidad humana… para siempre. Mientras que los hombres y mujeres afrontan el trauma de la nueva situación, esta misma tecnología demostrará ser capaz de mirar también en el pasado. Nada puede prepararnos para lo que vendrá después: el descubrimiento de lo que hay de verdad y mentira a lo largo de los miles de años de historia humana tal y como la conocíamos. Como consecuencia de este saber, los gobiernos son derribados, las religiones caen, las bases de la sociedad humana tiemblan desde su propia raíz. Marca un cambio fundamental en la condición humana provocando la desesperación, el caos, y quizás, también la oportunidad de trascender como raza. Luz de otros días es un tour de force, un evento para el próximo milenio y una narración que no olvidarás.

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La antepasada se había convertido en una criatura similar a un palmípedo y muy inclinada sobre el suelo, cubierta por una corta pelambre pardo grisácea. A medida que las generaciones se sucedían con celeridad, la mandíbula se alargaba; el cráneo cambiaba de morfología, estirándose hacia atrás y, al final, pareció haber perdido los dientes, para terminar con una boca parecida a un pico. Ahora la pelambre se había reducido por completo y el hocico se había alargado más, y la antepasada se transformó en un ser que, para el ojo sin experiencia de Bobby, resultaba indiferenciable de una lagartija.

Advirtió que se estaban acercando a una profundidad tan grande en el tiempo que las grandes familias de animales terrícolas —las tortugas, los mamíferos y lagartijas, cocodrilos y pájaros— estaban volviendo a fusionarse formando el grupo madre, los reptiles.

Entonces, después de más de trescientos cincuenta millones de años más atrás, la antepasada volvió a cambiar su morfología: la cabeza se redujo, sus miembros fueron más cortos y gruesos; el cuerpo se hizo más estilizado. Quizás ahora era un anfibio. Finalmente, esos miembros rechonchos se convirtieron en simples aletas lobuladas que se fundían en el cuerpo.

—La vida está en regresión sobre la Tierra —explicó David—. El último de los invertebrados, probablemente un escorpión, está arrastrándose de vuelta hacia el mar. En tierra, las plantas pronto perderán las hojas y ya no van a ser erectas. Y después de eso, la única forma de vida que quedará sobre la tierra serán simples formas incrustadas.

De pronto, Bobby estuvo sumergido y su abuela en regresión lo llevó al interior de aguas poco profundas.

El agua estaba poblada de vida, abajo había un arrecife de coral que se extendía en el azul lechoso. A lo largo del banco de piedras había esparcidas lo que parecían ser flores de pecíolo largo, a través de las cuales nadaba una impresionante variedad de seres encerrados en conchas, moviéndose en busca de comida. Bobby reconoció los nautiloides, que se parecían a una amonita gigante.

La antepasada era un pez pequeño, parecido a una hoja de cuchillo y carente de rasgos notables, una más de un cardumen que salía disparado de un lado para otro, con desplazamientos tan complejos y nerviosos como los de cualquier especie moderna.

A lo lejos, un tiburón nadaba sin prisa, su silueta inconfundible aun con todo el tiempo que había transcurrido. El cardumen, asustado por el depredador, huyó a toda velocidad y Bobby sintió un impulso de empatia por sus ancestros.

Los dos hermanos aceleraron una vez más, cuatrocientos millones de años para atrás, cuatrocientos cincuenta.

Hubo una gran actividad de experimentación evolutiva, cuando variedades de armadura ósea pasaron como parpadeo sobre los cuerpos blandos de los ancestros, algunos de los cuales parecieron durar poco más que unas pocas generaciones, como si aquellos peces primitivos hubieran perdido las mañas para desarrollar el plan de un cuerpo adaptativo. Para Bobby resultaba claro que la vida era una acumulación de información y de complejidad, datos almacenados en las estructuras mismas de los seres vivos, que se habían obtenido con gran esfuerzo en el transcurso de millones de generaciones, a costa de dolor y muerte y que, ahora, se estaban esparciendo en forma casi descuidada.

En ese momento, el feo pez primigenio desapareció. David volvió a retrasar el retroceso cronológico.

No había peces en este antiguo mar. La antepasada ya era un animal pálido parecido a un gusano, que se agazapaba en un lecho marino de arena ondulada.

David comentó:

—A partir de ahora, las cosas se vuelven más simples: solamente hay pocas algas y por fin, mil millones de años en el pasado, nada más que vida unicelular, que se mantiene así hasta el principio.

—¿Cuánto más atrás?

David le contestó con tranquilidad:

—Bobby, apenas hemos comenzado. Tenemos que viajar el triple de profundidad temporal que la que tenemos en este instante.

Se reanudó el descenso.

La antepasada era un gusano burdo cuya forma mutaba y pasaba titilando ante la vista… y ahora, de repente, se marchitaba hasta convertirse en una mera mancha de protoplasma engastada en una maraña de algas.

Y cuando cayeron un poco más, únicamente quedaban las algas. Bruscamente se vieron lanzados hacia la oscuridad.

—Mierda —dijo Bobby—. ¿Qué pasó?

—No lo sé.

David dejó que cayeran aún más profundamente, un millón de años, dos. Sin embargo, la oscuridad universal continuaba.

Por fin, David rompió el vínculo con la antepasada de este período, un microbio o un alga primitiva y llevó el punto de vista fuera del océano, para que flotara mil kilómetros por encima del centro de la Tierra.

El océano era blanco, cubierto por hielo desde los polos hasta el ecuador, con grandes mantos surcados por las cicatrices de pliegues y arrugas de centenares de kilómetros de largo. Más allá del limbo de hielo del planeta, una Luna en cuarto creciente ascendía con su faz de cráteres inmutables como en los tiempos de Bobby, sus rasgos ya inimaginablemente antiguos. Pero la nueva Luna brillaba, bajo la luz reflejada por la Tierra, casi con la misma intensidad que la Luna creciente bajo la luz directa del Sol.

La Tierra había adquirido un brillo que encandilaba, quizá más intenso que el de Venus si pudiese apreciarse igualmente.

—Mira eso —susurró David. En alguna parte próxima al ecuador de la Tierra había una estructura circular de hielo, cuyas paredes se hallaban muy ablandadas y, en su centro, un montículo bajo erosionado.

—Ése es un cráter cuyo impacto es de tiempo remoto. Esa cobertura ha estado ahí desde hace mucho.

Reanudaron su descenso. Los detalles del desplazamiento de los mantos de hielo, las grietas, las crestas arrugadas y las líneas de montículos de nieve parecidos a dunas, se volvieron borrosos, hasta convertirse en una suavidad perlada. Pero aún persistía la congelación de todo el globo.

De repente, luego de una caída de otros cincuenta millones de años más, el hielo se despejó, como escarcha que se evapora de encima de una ventana calentada. Pero, justamente cuando Bobby sentía una oleada de alivio, el hielo volvió a cerrarse otra vez, cubriendo el planeta de polo a polo.

Hubo tres interrupciones más en la glaciación, antes de que por fin se despejara por completo.

El hielo reveló un mundo que era casi parecido al planeta Tierra, tenía océanos azules y continentes, pero los continentes eran absolutamente desérticos, dominados por ásperas montañas con cumbres cubiertas de hielo o por desiertos rojo herrumbre, continentes cuya forma era por completo desconocida para Bobby.

Pudo contemplar los lentos movimientos de los continentes al reunirse, ante la impronta tectónica, originando una sola masa continental gigantesca.

—Ésta es la respuesta —dijo David con tono severo—. El supercontinente, el aglutinarse y separarse alternativamente, es la causa de la glaciación. Esa enorme madre al separarse origina una mayor área litoral, lo que estimula la producción de mucha más vida, vida en este preciso momento restringida a microbios y algas que viven en mares interiores y aguas costeras poco profundas; además esa vida capta el exceso de dióxido de carbono que hay en la atmósfera. El efecto invernadero se desploma y el Sol es un poco más mortecino que en nuestra época…

—Y entonces, la glaciación.

—Sí. Encendido y apagado, durante doscientos millones de años; en donde no puede haber fotosíntesis ahí durante millones de años. Es asombroso que la vida lisa y llanamente se hubiera podido mantener.

Los dos descendieron una vez más hacia el interior del vientre del océano, y pusieron su atención en el seguimiento del adn sobre una maraña indiferenciada de algas verdes: ahí, en alguna parte, estaba engarzada la extraordinaria célula, antecesora de todo ser humano que hubiera vivido jamás.

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