—Que es lento hasta la irritación, proclive a cometer errores de entendimiento y que, de todos modos, enmascara un sistema jerárquico de almacenamiento de datos propio de la era victoriana. Archivadores. Bobby, no tengo la desenvoltura necesaria como para usar el motor de búsqueda. Soy nada más que un simio evolucionado al que le gusta usar sus manos y ojos para encontrar las cosas. Esto puede parecer un lío, pero sé con exactitud dónde se encuentra cada cosa.
—Pero, aun así, podrías estudiar este asunto del seguimiento de partículas un poco mejor si fueras un virtual. Si me permites, ensayaré para ti mi más reciente prototipo de Ojo de la Mente. Podemos llegar a más zonas del cerebro, conmutar con más rapidez a…
—Y todo sin necesidad de hacer una trepanación.
Bobby sonrió.
—Muy bien —dijo David—. Agradecería eso.
La mirada de Bobby recorrió la habitación en esa manera ausente y desconcertante que era propia de él.
—¿Es cierto? ¿Lo que le dijiste a papá, que esto no era un fracaso sino otro paso?
—Puedo entender la impaciencia de Hiram. Después de todo, es él quien está pagando por todo esto.
—Y está trabajando bajo presión por parte de la plaza comercial —dijo Bobby—; ya algunos de sus competidores están afirmando que tienen cadenas de datos de una calidad comparable con la de Hiram. Es indudable que no habrá de pasar mucho tiempo antes de que a uno de ellos se le ocurra la idea de un visor a distancia… de manera independiente, si es que alguien no lo dejó trascender ya.
—Pero la presión comercial no viene al caso —dijo David con irritación—. Un estudio como éste tiene que marchar a su propio ritmo. Bobby, no sé cuánto sabes de física.
—Parte de la base de que no sé nada. Una vez que tienes un agujero de gusano, ¿qué tiene de difícil expandirlo?
—No se trata de fabricar un auto más grande y mejor: estamos tratando de embutir espacio-tiempo dentro de una forma que no adoptaría de manera natural. Mira, los agujeros de gusano son intrínsecamente inestables. Sabes que, para mantenerlos abiertos, en primer lugar tenemos que enhebrarlos con materia exótica.
—Antigravedad.
—Sí. Pero la tensión que se produce en la garganta de un agujero de gusano es gigantesca. Constantemente estamos equilibrando una de las inmensas presiones contra otra. —David cerró los puños y los apretó uno contra otro, con fuerza. —En tanto estén en equilibrio, bien. Pero la perturbación más pequeña… y se pierde todo. —Dejó que uno de los puños se deslizara sobre el otro, rompiendo el equilibrio que había establecido. —Y esa inestabilidad fundamental se vuelve peor a medida que aumenta el tamaño. Lo que estamos tratando de hacer es vigilar las condiciones que existen en el interior del agujero de gusano y ajustar el bombeo de la materia de energía exógena para compensar las fluctuaciones. —Volvió a apretar los puños entre sí; esta vez, mientras desplazaba el izquierdo con movimientos cortos hacia atrás y hacia adelante, hacía una compensación con desplazamientos del derecho, de modo tal que los nudillos de ambos puños se mantuvieran apretados entre sí.
—Ya lo entiendo —dijo Bobby—, es como si estuvieras enhebrando el agujero de gusano con un soporte lógico.
—O con un gusano inteligente —dijo David, sonriendo—. Sí. Es muy exigente, desde el punto de vista del procesador y, hasta ahora, las inestabilidades han sido demasiado rápidas y catastróficas como para manejarlas.
—Mira esto. —Extendió la mano hacia la tapa del escritorio y, con el toque de la punta del dedo, extrajo una imagen nueva de una cascada de partículas: tenía un fuerte tronco púrpura, el color mostraba una ionización intensa, con enjambres de chorros rojos, anchos y angostos, algunos rectos; otros, curvos. Pulsó una tecla y la aspersión rotó en tres dimensiones; el software suprimió elementos que estaban en primer plano, para permitir que detalles de la estructura interna del chorro se volvieran visibles. El chorro central estaba rodeado por números que mostraban la energía, la cantidad de movimiento y las lecturas de carga ionizante.
—Acá estamos mirando un evento complejo y de alta energía, Bobby. Toda esta basura exótica se vomita antes de que el agujero de gusano desaparezca por completo. —Suspiró. —Es como si tratáramos de resolver la manera de reparar un auto, haciéndolo volar en pedazos y revisando minuciosamente los restos después.
—Bobby, fui honesto con nuestro padre. Cada ensayo es la exploración de otro ángulo de lo que denominamos espacio entre parámetros, mientras intentamos diferentes maneras de hacer que nuestros visores por agujero de gusano sean amplios y estables. No hay ensayos desperdiciados; cada vez que actuamos aprendemos algo.
De hecho, muchos de mis ensayos son negativos: en realidad, los diseño para que fracasen. Un solo ensayo que pruebe que alguna parte de la teoría está equivocada es más valioso que cien que demuestren que la teoría podría ser cierta. Con el tiempo llegaremos… O demostraremos que el sueño de Hiram es imposible con la tecnología actual.
—La ciencia exige paciencia.
David sonrió.
—Sí. Siempre la exigió. Pero para alguna gente resulta difícil mantener la paciencia frente al meteoro negro que se nos acerca a todos.
—¿El Ajenjo? Pero se halla a siglos de distancia.
—Pero los científicos no están solos en absoluto, en lo concerniente a verse afectados por el conocimiento de la existencia del Ajenjo. Existe el impulso de apurarse, de reunir tantos datos y formular nuevas teorías, de aprender tanto como fuere posible en el tiempo que queda… porque ya no estamos tan seguros de que habrá alguien que emplee nuestra obra como base de sus investigaciones, como siempre supusimos en el pasado. Por eso los investigadores toman atajos y el proceso de revisión de lo que hicieron por parte de sus pares está sometido a presión…
En ese momento, una luz roja de alerta empezó a destellar en lo alto de la pared de la sala de cómputos, y los técnicos empezaron a ingresar otra vez.
Bobby miró a David con gesto de curiosidad.
—¿Estás disponiendo el equipo para que vuelva a funcionar? Le dijiste a papá que realizabas nada más que un ensayo por día.
David le guiñó el ojo.
—Una mentira inocente, una efectiva forma de sacármelo de encima.
Bobby rió.
Resultó que era hora de ir a buscar el café antes de que empezara el nuevo ciclo de ensayo. Los dos hermanos fueron juntos a la cafetería.
Bobby está tardando en irse, pensó David, como si quisiera tomar parte en esto. En esa actitud, David percibía una necesidad, una necesidad que no entendía. Quizás hasta de… ¿Envidia? ¿Era eso posible?
Era un pensamiento deliciosamente maligno: Bobby Patterson, fabulosamente rico, este play boy , me envidia, a mí , a su honesto y flojo hermano. O, quizá, no es más que rivalidad entre hermanos por parte mía.
Mientras caminaban de vuelta, David buscó iniciar una conversación.
—¿Así que tienes una licenciatura, Bobby?
—Claro que sí, pero de la FCEU.
—¿La FCEU?… Oh, Harvard…
—Sí, la facultad de Ciencias Económicas de Harvard.
—Como parte de mi primer título hice unos estudios en ciencias económicas —dijo David, y sonrió —. Los cursos tenían el propósito de “equiparnos para el mundo moderno”. Todas esas matrices de dos por dos, la moda de esta teoría o de aquella, de un gurú de la administración empresaria o de otro…
—Bueno, pues, el análisis financiero no es la ciencia de la balística, como solíamos decir —murmuró Bobby con tono conciliador—, pero nadie en Harvard era un pelele. Gané mi lugar ahí sobre la base de mis méritos. Y la competencia allá era feroz.
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