De pronto oyeron ruido de pasos detrás de ellas y el chirrido de unas garras hani impulsadas por una premura no muy digna. Pyanfar se volvió a mirar, igual que el resto de su grupo, y vio a una joven empleada de la estación, con sus pantalones negros, que se acercaba a la carrera, jadeando. La joven se apresuró a hacerle una reverencia y luego alzó los ojos hacia ella, con las orejas respetuosamente bajas.
—Capitana. Ana Khai. La estación os pide que vengáis. A todas vosotras. Deprisa y con la mayor discreción posible.
—La estación me dio permiso para atender a mis asuntos, que son muy urgentes, joven Khai. Tengo que tomar el trasbordador para el planeta y no pienso perder tiempo en conferencias.
—Es lo único que se me dijo —jadeó la mensajera, con sus ojos yendo nerviosamente de ella al resto del grupo—. Debo hacer que vengas. El decano Llun está aquí mismo. Deprisa, por favor.
Pyanfar la miró con cierto enfado y luego, con un gesto de asentimiento, les indicó a los demás que siguieran a la mensajera.
—No perdamos más tiempo —le dijo secamente y la joven se puso en marcha tan deprisa como podía, logrando a duras penas mantenerse un poco por delante de Pyanfar.
Tal y como les había dicho, no tuvieron que alejarse mucho: la mensajera les llevó a una de las salas de reunión secundarias y en su puerta se encontraron con un numeroso grupo de personal de la estación y bastantes comerciantes del sistema, que les abrieron paso al verles llegar para rodearles una vez hubieron entrado en la sala.
Y ahí estaba el decano, cierto: el anciano de la estación en persona, instalado en un gran sillón cubierto de almohadones y teniendo junto a él un compacto grupo de compañeras/hijas/nietas, aparte de algunos hijos aún pequeños y, por supuesto, todos los súbditos comerciales de la familia, el personal de la estación y las capitanas de naves. También estaba allí Kifas Llun, su primera esposa, a su lado, así como gente de otras casas.
La casa Llun estaba protegida; no podía ser desafiada, pues ocupaba un puesto demasiado importante, al igual que todos los encargados de puertos y vías fluviales y, en general, de todas las cosas que la especie hani utilizaba en común. El anciano ya había rebasado hacía mucho tiempo su madurez pero cuando se puso en pie aún resultaba impresionante y Pyanfar borró su fruncimiento de ceño para saludar con gesto respetuoso al anciano y a Kifas.
—Este problema… —dijo, haciendo temblar el aire con su sonora voz de bajo—, Este Extraño, dejad que lo vea.
Pyanfar se volvió cogiendo a Tully por el brazo. En sus ojos brillaba una luz aterrada, como si no deseara acercarse ni un paso más al anciano Llun.
—Amigo —le dijo ella—, él amigo.
Tully se dejó conducir y Pyanfar le pinchó levemente el brazo con las garras para que no olvidara sus buenas maneras. Tully hizo una reverencia, demostrando así que el pánico no le había hecho perder del todo la cabeza.
—Un macho, na Llun —dijo Pyanfar en voz baja y el Llun asintió lentamente, agitando con ello su impresionante melena, los labios fruncidos por el interés.
—¿Agresivo? —le preguntó el Llun.
—Civilizado —dijo Pyanfar—, pero semejante a los mahe. Armado, na Llun. Los kif le tuvieron prisionero durante un tiempo y mataron a sus compañeros de nave. Logró huir de ellos y eso fue el principio de todo. Tenemos una cinta de traducción para su lenguaje y estamos dispuestas a hacerla accesible con generosidad. Quiero dejar bien claro que él la grabó con toda libertad y por razones propias. En cuanto al asunto de Tahar, ése es un problema han. No confié en Dur Tahar para que hiciera de mensajera y pongo a los dioses por testigos de que me apena haber estado en lo cierto. Y ahora, na Llun, si me lo permitís, volveré luego para responder a vuestras preguntas. El tiempo es ahora muy importante, y ya se me había dado permiso para irme.
—El desafío ha sido proclamado —dijo Kifas Llun y Pyanfar se volvió bruscamente hacia ella, contemplándola con dureza—. La noticia acaba de llegar.
Pyanfar hizo retroceder a Tully, confiándolo nuevamente a Hilfy, y, sin decir palabra, giró para marcharse.
—Ker Chanur… —dijo Kifas y Pyanfar se volvió a mirarla con ojos que echaban fuego—. Hay un modo más rápido: escúchame.
—Quiero un enlace de comunicaciones —dijo Pyanfar—. Ahora mismo.
—Escucha, ker Chanur, escucha… —Kifas cruzó la estancia y la cogió del brazo para detenerla—. Nuestra neutralidad…
—Que los dioses se lleven vuestra neutralidad. Mantened a los kif bien lejos de mí, tengo cosas que hacer ahí abajo.
—Tengo una nave —dijo una de las capitanas sin que nadie se hubiera dirigido a ella. Era de edad media y aproximadamente tan grande como Haral—. Es vieja, ker Chanur, pero puede bajar directamente hasta Chamar y aterrizar ahí, cosa imposible para un trasbordador. Es un carguero de Tyo, la Suerte de Rau. Estoy dispuesta a correr el riesgo, si Chanur así lo decide.
Pyanfar tragó aire y la miró. Rau era una casa sin propiedades en el planeta. Las casas del sistema carecían de tierra o propiedades, aparte de sus naves, a no ser que estuvieran establecidas en Tyo, siendo llamadas entonces coloniales.
—Tu palabra sigue teniendo algún valor, Pyanfar Chanur —dijo Rifas—. Estamos sometidas al Pacto y no podemos hacer nada, salvo retener a esos kif en la estación el mayor tiempo posible. Cuentas con los mahe para que te ayuden y puedes hacer bastante más que nosotras. Chanur tienen dos naves más que podrían ser de utilidad. Tañar…
Kifas no llegó a terminar la frase—, sus orejas se agitaron con incómodo nerviosismo.
—Sí —dijo Pyanfar—, Tahar. No estoy demasiado segura de poder confiar en sus naves llegado el momento.
—No podemos ofrecer una defensa muy fuerte en estos momentos —dijo Kifas—. Tus capitanas están en el planeta con la mayoría de sus tripulaciones, al igual que ocurre en otras casas. Tendremos a los kif en el muelle tanto tiempo como nos sea posible retenerlos aquí, pero tú misma dijiste… dijiste que podía haber otros.
—Tenéis a las capitanas del sistema.
—Contra naves capaces de alcanzar velocidad de salto…
Pyanfar paseó la mirada por las capitanas presentes en la estancia.
—Coged todas las naves con capacidad de salto que tengáis a mano y reclutad tripulaciones. Aceptad las órdenes que se os den en el momento, no importa de qué casa procedan. Preparad esas naves para que estén listas y en condiciones de navegar. Traeré aquí de vuelta a las capitanas de Chanur y a todas las demás que pueda encontrar. Mientras tanto, tener las naves listas es lo mejor que podéis hacer en contra de los kif. —Miró a Kifas Llun con el rostro austero y serio—. Vuestra neutralidad ya ha sido hecha pedazos. Haz que me acompañe alguien de tu casa para que pueda decir en el planeta lo que está pasando. Tengo que irme ahora mismo. La Mahijiru y la Aja Jin mantendrán inmovilizados a los kif y se asegurarán de que el camino siga abierto. Ker Llun, si no actúo ahora mismo, los trastornos que sufrirá el han no afectarán solamente a la casa de Chanur. No me cabe duda de que Dur Tahar estará muy pronto ahí abajo, ocupando el primer lugar en la cola para recoger los despojos. Ya os encontráis metidas en ese problema y no pienso dejar que la casa Chanur pague las consecuencias.
—Rau —dijo Rifas Llun—, ¿estás dispuesta a ir?
—Ahora mismo —dijo la capitana Rau.
—Ginas —dijo Kifas, señalando hacia un miembro de su séquito—. Acompaña a la capitana Chanur y habla con ellas ahí abajo. Responde a todas sus preguntas. Te pongo a sus órdenes.
Читать дальше