C. Cherryh - El orgullo de Chanur

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El orgullo de Chanur: краткое содержание, описание и аннотация

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Los comerciantes hani y sus antiguos enemigos, los kif, coexisten en precaria paz en la estación Punto de Encuentro. Hasta que el Extraño aparece y provoca la gran conmoción que acabará poniendo en peligro el pacto interestelar entre diversas especies. La capitana hani Pyanfar Chanur deberá afrontar la persecución de los kif, con la ayuda de los mahendo sat y la constante presencia de los misteriosos knnn. Y todo ello sin olvidar la defensa de la mismísima casa de Chanur en su planeta natal.
Una saga espacial que moderniza lo mejor de la clásica
y que da inicio a una tetralogía que hará historia dentro del genero.

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—Sí, capitana.

Pyanfar cortó la comunicación y preparó el sensor para que sintonizara el canal del traductor, recibiendo una vez más la incomprensible estática formada por los vocablos hani. Todo parecía aguardar en silencio y, finalmente, Pyanfar oyó ruido en el ascensor y después pasos en el corredor que llevaba al puente.

La alta y angulosa silueta del intruso brotó como una aparición recortada contra la luz del pasillo: detrás de él venían dos siluetas hani. Entró caminando con paso vacilante en la penumbra del puente y Pyanfar pudo distinguir su rostro, la sorprendente palidez de su melena y barba, la piel cerúlea cubierta de moretones y las huellas de su herida, aún enrojecidas pese a estar cubiertas con gel cicatrizante. Llevaba los pantalones de trabajo de color azul de alguna tripulante, atados a la cintura y con las perneras descosidas para acomodarse un poco mejor a su gran talla, Andaba con la cabeza algo encorvada para no rozar el techo del puente, ligeramente más bajo que el del resto de la nave, aunque si la hubiera erguido tampoco hubiera llegado a darse con él. El intruso se detuvo, con Hilfy y Haral flanqueándole.

—Ven —le dijo Pyanfar, abandonando su asiento para apoyarse en la consola del ordenador con los brazos cruzados. El Extraño tenía un aspecto aún algo débil y su paso no era muy seguro pero Pyanfar extendió la mano hacia el ordenador, poniendo de nuevo en acción el código de cierre, y luego se volvió a mirarle. El intruso no estaba observándola: tenía los ojos clavados en el puente y lo examinaba con una expresión anhelante, parecida a la de quien hubiera perdido recientemente la libertad de andar por un lugar semejante.

Así que venía de una nave, pensó Pyanfar. Debía ser eso.

Hilfy permanecía inmóvil detrás del intruso. Haral se apartó un poco, bloqueando su camino por si se le ocurría algún acto impulsivo. De ese modo le habían encerrado en un triángulo protector formado por ella, Hilfy y Haral: el intruso se apoyó con aire cansado en el asiento que tenía más cerca y no dio ninguna señal de que pensara salir corriendo, Llevaba el sensor en la cintura y también el auricular, por muy incómodo que pudiera resultarle dada su anatomía. Pyanfar alzó la mano asegurándose el suyo y puso el sensor en posición de recibir, mirándole nuevamente desde su posición en la consola.

—¿Todo bien? —le preguntó, y él se volvió a mirarla—. Me entiendes —dijo—. Ese traductor funciona en los dos sentidos. Has trabajado mucho con él y tengo la impresión de que sabías muy bien lo que hacías. Así pues, ahora tienes delante lo que tanto deseabas conseguir. Nos entiendes. Puedes hablar y hacer que te entendamos. ¿Quieres sentarte? Por favor.

El intruso pasó la mano con cierta vacilación por el respaldo del asiento y acabó instalándose en él.

—Eso está mejor —dijo Pyanfar—. ¿Cuál es tu nombre, Extraño?

Un fruncimiento de labios. Ninguna respuesta.

—Escúchame bien —dijo Pyanfar sin alzar la voz—. Desde que subiste a mi nave he perdido el cargamento y han muerto varias hani a manos de los kif. ¿Me entiendes? Quiero saber quién eres, de dónde vienes y por qué te metiste en mi nave cuando podías haber escogido cualquier otra nave del muelle. Eso es lo que vas a decirme. ¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿Qué pretendes de mi nave y cuál es tu relación con los kif, Extraño?

—No sois amigas de kif.

Claro y perfectamente inteligible. Pyanfar tragó aire, metió las manos en el cinturón y se quedó mirando al Extraño con una tensa sonrisa.

—Ya… Bien. No, ya lo hemos dicho. No trabajo para los kif y no soy amiga suya. Negativo. ¿Comprendes la palabra polizón? ¿Pasajero ilegal? ¿Gente que viaja en una nave sin pagar?

El intruso meditó durante unos instantes sobre ello o, al menos, sobre lo que había podido entender, pero no le contestó. Su respiración era ronca y agitada, como si estuviera cansado; por el comunicador llegó de pronto una breve ráfaga de transmisión knnn que le hizo dar un salto. Sus ojos fueron ansiosamente hacia la consola y sus manos aferraron los brazos del asiento.

—Nuestros vecinos —dijo Pyanfar—. Quiero una respuesta, Extraño. ¿Por qué acudiste a nosotras en vez de a otra nave?

Había logrado atraer nuevamente su atención. Sus ojos la examinaron cautelosamente mientras se mordía el labio para acabar haciendo lo que quizá fuera un gesto de cansancio o indiferencia.

—Nave lejos de nave kif. Y reíais.

—¿Reíamos?

Un gesto vago hacia Hilfy y Haral.

—Tu tripulación trabajaba fuera de la nave, reían. Me dijeron fuera, fuera -=, no armas hacia mí -=. Vuelvo -.

—Quieres decir que volviste a la rampa —dijo Pyanfar, frunciendo el ceño—. Ya. ¿Qué planeabas hacer en mi nave? ¿Robar? ¿Coger algún arma? ¿Era eso lo que pensabas hacer?

—--= no --.

—Despacio. Habla más despacio para el traductor. ¿Qué deseabas hacer en la nave?

El intruso tragó una honda bocanada de aire y cerró los ojos un segundo como si intentara encontrar las palabras o estuviera pensando en qué decir. Sus ojos volvieron a abrirse.

—No pregunto por armas. Veo la rampa…, ahí con hani, pequeño miedo.

—¿Quieres decir que nos temías menos a nosotras? —La idea no le resultó precisamente halagadora—. ¿Cuál es tu nombre? Nombre, Extraño.

—Tully —dijo él. Al igual que las ocasionales transmisiones del ordenador, el nombre le llegó por el auricular como una extraña mezcla del flujo natural de su lenguaje, una serie de ronroneos y gemidos combinados con sonidos aún más incomprensibles.

—Tully —repitió Pyanfar y él asintió, evidentemente reconociendo el esfuerzo que le suponía pronunciarlo, Pyanfar se llevó la mano al pecho—. Mi nombre es Pyanfar Chanur. El traductor no puede ayudarte con los nombres. Py-an-far. Chanur.

Lo intentó y el Pyanfar resultó reconocible. Al menos había logrado imitar el ritmo del ronroneo necesario con su lengua.

—No está mal —dijo ella, instalándose de un modo menos envarado en su asiento y cruzando las manos sobre el regazo—. Civilizado. Seres civilizados que se entienden bien con sus nombres. Tully, ¿Vienes de una nave, Tully, o se te llevaron los kif de algún planeta?

Unos instantes para pensarlo.

—Nave —acabó admitiendo.

—¿Les disparasteis vosotros primero? ¿Les disparasteis primero a los kif, Tully?

—¡No! No armas. Mi nave no tener armas.

—Dioses, vaya modo de viajar. ¿Qué debo hacer contigo? ¿Te devuelvo a ese planeta, Tully?

Sus manos apretaron aun más fuerte los brazos del sillón y sus ojos, con expresión abatida, miraron más allá de Pyanfar.

—Quieres lo mismo que ellos, Yo no decir.

—Así que te metes en mi nave y no piensas decírmelo. Se han perdido vidas hani por tu culpa y no piensas decírmelo.

—Vidas.

—Los kif destruyeron una nave hani. Te buscaban, Tully. Te buscaban. ¿No te parece que debo hacerte estas preguntas? Ésta es mi nave y te has metido en ella. ¿No te parece que me debes algunas respuestas?

Silencio. Estaba claro que no pensaba contestarle. Tenía los labios fuertemente apretados y una película de sudor le cubría el rostro, brillando débilmente en la penumbra.

—Que los dioses se lleven a este traductor —acabó diciendo Pyanfar—. Muy bien, así que también a ti te trataron mal. ¿Te encuentras mejor a bordo de esta nave? ¿Te hemos dado la comida adecuada? ¿Tienes bastante ropa?

El intruso se alisó por un segundo los pantalones y asintió sin gran entusiasmo.

—No hace falta que me des la razón si no lo crees así. ¿Quieres alguna otra cosa?

—Quiero mi puerta -.

—Qué, ¿abierta?

—Abierta.

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