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Robert Heinlein: Forastero en tierra extraña

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Robert Heinlein Forastero en tierra extraña

Forastero en tierra extraña: краткое содержание, описание и аннотация

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Objeto de escándalo tras su publicación, libro de cabecera de la cultura hippie, biblia de Charles Manson y sus seguidores, Forastero en tierra extraña es la novela más polémica e iconoclasta del género de ciencia ficción. Humano por parte de padres, marciano por nacimiento y educación, Valentine Michael Smith llega a la Tierra como un auténtico forastero. Pese a su ascendencia terrestre, Smith piensa y siente como un marciano y no tiene nada en común con los seres humanos. Su peripecia en nuestro planeta se convertirá en motivo de asombro y escándalo allá donde vaya… Autor de novelas tan célebres como “Historia del futuro”, “El número de la bestia” y la presente, Robert A. Heinlein (1907–1988) es, junto con Asimov y A. C. Clarke, uno de los máximos exponentes de la ciencia ficción clásica.

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—¿Qué clase de tarea?

—Oh, sólo una secuela de la fuga de la cárcel. Unos cuantos individuos de los que estaban también encerrados y a los que no podía dejarse sueltos por ahí; eran perversos. Así que tuve que desembarazarme de ellos antes de eliminar los barrotes y las puertas. Pero, durante meses, he estado asimilando lentamente toda esta ciudad, y algunos de los peores no estaban en la cárcel. Así que me mantuve a la espera, redactando una lista, asegurándome hasta la plenitud en cada caso.

»Y ahora que nos marchamos de esta ciudad…, ellos dejarán de vivir aquí también. Eliminados. Necesitaban ser descorporizados y enviados de vuelta al pie de la línea, para que vuelvan a intentarlo. Incidentalmente, ésa fue la asimilación que cambió la actitud de Jill, de los escrúpulos a la aprobación entusiasta: cuando asimiló por fin que es absolutamente imposible matar a un hombre…, que todo lo que estábamos haciendo se parecía mucho a la decisión de un arbitro que expulsa del campo a un jugador por «dureza innecesaria» en el juego.

—¿No teme atribuirse el papel de Dios, muchacho?

Mike sonrió con desvergonzada jovialidad.

Soy Dios. Usted es Dios…, y cualquier necio al que extirpo, es Dios también. Jubal, se dice que Dios observa a cada gorrión que cae. Y así es. Pero la forma más aproximada en que puede expresarse esta idea en nuestro idioma, es decir que Dios no puede evitar darse cuenta de la caída del gorrión porque el gorrión es Dios. Y cuando un gato atrapa a un gorrión, ambos son Dios, y realizan los pensamientos de Dios.

Otro aerocoche fue a aterrizar, y se desvaneció antes de tocar el suelo.

—¿A cuántos jugadores expulsó anoche del campo?

—Oh, a unos cuantos. Alrededor de cuatrocientos cincuenta, supongo; no los conté. Ésta es una ciudad grande, ¿sabe? Pero por un tiempo va a ser también una ciudad inusualmente decente. No es una cura definitiva, por supuesto…, no hay ninguna cura, excepto adquirir una férrea disciplina —Mike pareció desdichado—. Y ése es un tema sobre el que debo interrogarle, padre. Temo haberme confundido con la gente que me ha seguido. Con todos nuestros hermanos.

—¿En qué sentido, Mike?

—Son demasiado optimistas. Han visto lo bien que ha ido todo para nosotros; todos han comprobado lo felices que son, lo fuertes y sanos que se sienten, lo profundamente que se aman unos a otros. Y ahora creen asimilar que sólo es cuestión de tiempo el que toda la raza humana alcance idéntica beatitud. Oh, no mañana; algunos de ellos asimilan que tendrán que transcurrir dos mil años antes de que empiece a cristalizar un experimento así. Pero consideran que finalmente ocurrirá. Y al principio yo opinaba así también. Incluso les incité a creerlo.

»Pero, Jubal, había pasado por alto un punto clave: los humanos no son marcianos. Cometí este error una y otra vez…, me corregí…, y aún sigo cometiéndolo. Lo que funciona perfectamente para los marcianos no funciona necesariamente con los humanos. Oh, la lógica conceptual que sólo puede expresarse en marciano sirve para ambas razas. La lógica es invariable…, pero los datos difieren. Así que los resultados son diferentes.

»No consigo comprender por qué, si la gente tenía hambre, algunas personas no se ofrecieron voluntarias para ser sacrificadas y que el resto pudiera comer. En Marte esto es algo obvio…, y es un honor. Tampoco logro entender por qué los bebés son tan mimados. En Marte, nuestras dos pequeñas serían simplemente arrojadas a la intemperie para que muriesen o sobrevivieran…, y en Marte nueve de cada diez ninfas mueren en su primera temporada. Mi lógica era correcta, pero me había equivocado en los datos: aquí los bebés no compiten pero los adultos sí; en Marte los adultos no compiten en absoluto, la competencia está reservada a la primera niñez. Pero, de una forma u otra, la competencia y la eliminación tienen que producirse…, ya que de otro modo la raza iniciaría su decadencia.

»Pero, tanto si me equivocaba como si no al tratar de eliminar la competencia en ambos extremos, últimamente he empezado a asimilar que la raza Humana no va a permitirme hacerlo, sea lo que fuere.

Duque asomó la cabeza en la habitación.

—Mike, ¿has echado un vistazo fuera? Hay una muchedumbre concentrándose alrededor del hotel.

—Lo sé —asintió Mike—. Diles a los demás que la espera aún no se ha llenado.

Se dirigió a Jubal.

— La frase «tú eres Dios» no es un mensaje de alegría y esperanza, Jubal. Es un desafío…, y una suposición atrevida y desvergonzada de responsabilidad personal… —su expresión se hizo triste—. Pero rara vez exijo que se acepte. Unos cuantos, muy pocos…, sólo los que están aquí con nosotros hoy, nuestros hermanos…, me han comprendido y han aceptado lo amargo y lo dulce, se han puesto en pie y lo han bebido…, lo han asimilado. Los demás, los centenares y miles de otros, insisten en considerarlo como un premio sin competición, una «conversión», o lo ignoran enteramente. No importa lo que les haya dicho; han insistido en pensar en Dios como algo fuera de ellos mismos. Algo que anhela tomar en brazos a todo imbécil indolente, llevárselo al pecho y consolarlo. La idea de que el esfuerzo tiene que ser suyo…, y de que todos los problemas que tienen son obra suya…, es algo que no quieren o no pueden albergar.

El Hombre de Marte agitó la cabeza.

—Y mis fracasos son tan superiores en número respecto a mis éxitos que estoy empezando a preguntarme si la asimilación completa no me mostrará que sigo un camino equivocado: que esta raza debe vivir escindida, odiándose los unos a los otros, luchando eternamente entre sí, constantemente infelices y en guerra incluso consigo mismos…, sólo para que se produzca el proceso de eliminación que toda raza debe sufrir. Dígame, padre. Debe decírmelo.

—Mike, ¿qué demonios le induce a creer que soy infalible?

—Quizá no lo sea. Pero cada vez que he necesitado saber algo, usted fue capaz de explicármelo…, y la plenitud demostró siempre que había hablado correctamente.

—¡Maldita sea, me niego a esta apoteosis! Pero comprendo una cosa, hijo. Usted fue quien instó siempre a todo el mundo a que no se apresurara… «La espera se llenará», decía.

—Eso es correcto.

—Ahora está violando su propia regla primaria. Ha esperado sólo un poco…, muy poco según los estándares marcianos, calculo…, y ya quiere arrojar la toalla. Ha demostrado que su sistema puede funcionar para un grupo pequeño, cosa que me alegra confirmar; nunca había visto personas tan felices, sanas y alegres. Eso debería ser suficiente para el poco tiempo en que lo ha realizado. Vuelva cuando haya multiplicado por mil este número, con todos trabajando y felices y no celosos, y hablaremos de nuevo del asunto. ¿Le parece razonable?

—Habla correctamente, padre.

—Pero todavía no he terminado. Le ha estado preocupando el hecho de que, si había fracasado en conseguir más del noventa y nueve por ciento de los éxitos, era porque la raza no podía seguir adelante sin sus actuales perversidades, y entonces habría que hacer una selección. Pero… maldita sea, muchacho, ya ha estado haciendo esa selección…, mejor dicho, los fracasos han estado haciendo la selección por usted, dejando afuera las personas que no le han escuchado. ¿Había planeado eliminar el dinero y la propiedad?

—¡Oh, no! Dentro del Nido no los necesitábamos, pero…

—No los necesita ninguna familia que funcione como es debido. La suya solamente es más grande. Pero afuera son necesarios, para tratar con las demás personas. Sam me dijo que nuestros hermanos, en vez de olvidarse del mundo, se habían mostrado más hábiles que nunca con el dinero. ¿Es eso cierto?

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