—¡Por el amor de Dios!
—Creo que habla correctamente. Usted es Dios y yo soy Dios…, y le necesito. Le ofrezco el agua. ¿Quiere que la compartamos y nos acerquemos?
—Hum. Mire, jovencita, si entiendo lo que me está ofreciendo…
—Asimila, Jubal. Compartir todo lo que tenemos. Nosotros mismos. Nuestro propio ser.
—Eso pensé. Querida, usted tiene mucho que compartir…, pero yo… Bueno, ha llegado usted con algunos años de retraso. Lo lamento sinceramente, créame. Gracias. Muy profundamente. Ahora márchese y deje dormir a un viejo.
—Dormirá, cuando la espera se haya llenado. Jubal…, yo podría prestarle vigor. Pero asimilo claramente que no es necesario.
Maldita sea…, ¡que no era necesario!
—No, Dawn. Gracias, querida.
Ella se puso de rodillas y se inclinó sobre él.
—Sólo una palabra más, entonces. Jill me aconsejó que, si se resistía, me pusiese a llorar. ¿Debo dejar que mis lágrimas inunden su pecho? ¿Y compartir agua con usted de esa manera?
—Cuando la vea, voy a darle a Jill una buena azotaina…
—Sí, Jubal. Comenzaré a llorar.
No produjo ningún sonido pero, al cabo de tan sólo uno o dos segundos, una gruesa lágrima golpeó contra su pecho…, fue seguida rápidamente por otra…, y por otra…, y muchas más. La muchacha sollozó, casi en silencio.
Jubal maldijo, tendió las manos hacia ella…, y colaboró con lo inevitable.
Jubal se despertó alerta, descansado y feliz. Se dio cuenta de que se sentía mucho mejor antes del desayuno de lo que se había sentido en años. Desde hacía mucho, mucho tiempo, pasaba el negro período entre el instante de abrir los ojos y la primera taza de café consolándose a sí mismo con el pensamiento de que a la mañana siguiente la cosa resultaría un poco más fácil.
Esta mañana se sorprendió a sí mismo al descubrirse silbando. Al darse cuenta se interrumpió, lo olvidó y empezó de nuevo.
Se vio a sí mismo en el espejo, esbozó una sonrisa sesgada, luego sonrió más ampliamente.
—Eres un viejo chivo incorregible. En cualquier momento vendrán a buscarte.
Observó un pelo blanco de su pecho, lo arrancó, sin preocuparse de los muchos más que había allí tan blancos como el primero, y siguió preparándose para hacer frente al mundo.
Cuando salió, Jill estaba junto a su puerta. ¿Accidentalmente? No, ya no creía en las «coincidencias» en aquel lugar; todo estaba organizado como un ordenador. La muchacha se arrojó directamente a sus brazos.
—¡Oh, le queremos tanto! Usted es Dios.
Jubal devolvió el beso con el mismo calor con que lo había recibido, mientras asimilaba que sería hipócrita no hacerlo así…, y descubrió que besar a Jill difería de besar a Dawn de una manera inconfundible, pero que estaba más allá de toda posible descripción.
Finalmente la apartó, sin dejarla marchar.
—Mesalina en pañales… Me preparó usted una trampa.
—Jubal, querido… ¡estuvo usted maravilloso!
—Hum. ¿Cómo diablos supo que yo aún era capaz?
Jill le lanzó una mirada que rezumaba franca inocencia.
—Oh, vamos, Jubal, he estado segura de ello desde el primer día que Mike y yo llegamos a su casa. Verá, incluso entonces, mientras estaba dormido en trance, Mike podía ver a su alrededor, en un radio bastante amplio, y a veces miraba en el interior de usted, en busca de la respuesta a una pregunta o algo, para comprobar si estaba usted dormido.
—¡Pero yo dormía solo! Siempre.
—Sí, querido. Pero no es eso lo que quería decir. Siempre he tenido que explicarle a Mike cosas que no entendía.
—Uf —Jubal decidió no seguir ahondando en el tema—. Bueno, no importa. No tuvo que prepararme esa trampa.
—Asimilo que, en el fondo de su corazón, no siente lo que está diciendo, Jubal…, y usted asimila que hablo correctamente. Hubiéramos debido tenerle en el Nido desde un principio. Le necesitamos. Puesto que es tan tímido y tan humilde en su corrección, hicimos lo que debía hacerse para darle la bienvenida sin lastimar sus sentimientos. Y no los hemos lastimado, como usted mismo asimila.
—¿Qué significa ese «nosotros»?
—Fue un Compartir el Agua del Nido en pleno, como usted seguro que asimila: estaba allí. Mike interrumpió lo que estaba haciendo y se despertó para asistir también, y asimiló con usted y nos mantuvo a todos juntos.
Jubal se apresuró a abandonar también aquel tema.
—Así que Mike se ha despertado por fin, ¿eh? Por eso brillan tanto esos ojos.
—Sólo en parte. Por supuesto, siempre nos sentimos contentos cuando Mike no se halla retraído, es una alegría. Pero de todos modos nunca se encuentra lejos. Jubal, asimilo que no ha asimilado usted la plenitud de nuestra forma de Compartir el Agua. Pero la espera se llenará. Al principio ni el propio Mike lo asimilaba; pensaba que sólo era un medio para la aceleración ovípara, como en Marte.
—Bueno…, ése es el propósito primario, el más evidente: bebés. Lo cual hace que sea un comportamiento más bien estúpido por parte de una persona como yo, por ejemplo, que a mi edad no alberga la menor intención ni deseo de promover tal incremento.
Ella agitó la cabeza.
—Los bebés son el resultado evidente, pero en absoluto el propósito primario. Los bebés dan significado al futuro, y eso es una gran corrección. Pero sólo tres o cuatro o una docena de veces se produce la aceleración de un bebé en la vida de una mujer, de entre los miles de veces que puede compartir…, y ésa es la finalidad primaria de que lo hagamos tan a menudo, cuando necesitaríamos hacerlo muy de tarde en tarde si fuera sólo para reproducirnos. Es el compartir y el acercarse, para siempre y siempre. Jubal, Mike asimiló esto porque en Marte las dos cosas, la aceleración ovípara y el acercamiento, son dos funciones separadas por completo, y asimiló también que nuestro sistema es mejor. Y para él es un motivo de felicidad no haber eclosionado marciano, sino humano…, ¡y que haya mujeres!
Jubal la miró atentamente.
—Chiquilla, ¿está usted embarazada?
—Sí, Jubal. Asimilé al fin que la espera había terminado y que era libre de quedar embarazada. La mayor parte de las mujeres del Nido no necesitan esperar, pero Dawn y yo hemos tenido mucho trabajo. Pero cuando asimilamos la inminencia de este punto crítico culminante me di cuenta de que dispondríamos de tiempo después de él, y puede ver que lo tendremos. Mike no reconstruirá el Templo de la noche a la mañana, así que las sumas sacerdotisas no estarán tan atareadas y podrán gestar. La espera siempre se llena.
Jubal extrajo de entre aquel revoltijo de palabras el hecho central, o la creencia de Jill relativa a tal posibilidad. Bueno, sin duda había tenido todas las oportunidades necesarias y más. Decidió mantener su atención sobre el asunto e intentar llevarse a Jill a casa para que pasase allí el embarazo. Los métodos de superhombre que tenía Mike estaban muy bien, pero no se perdería nada con tener a mano el mejor instrumental y técnicas. Perder a Jill por culpa de la eclampsia o cualquier otro contratiempo era algo que no estaba dispuesto a dejar que ocurriese, aunque tuviera que ponerse duro con los chicos.
Pensó en otra posibilidad…, pero decidió no mencionarla.
—¿Dónde está Dawn? ¿Y dónde está Mike? La casa parece espantosamente tranquila.
No había aparecido nadie por el pasillo donde estaban y no había oído ningún tipo de voces…, y, sin embargo, aquella extraña sensación expectante y feliz era incluso más fuerte que el día anterior. Cabía esperar una cierta relajación después de la ceremonia en la que, aparentemente, había participado sin saberlo, pero el lugar estaba más cargado que nunca. De pronto recordó lo que había sentido cuando era muy pequeño, mientras aguardaba que pasase el desfile de su primer circo, cuando alguien exclamó: «¡Ahí vienen los elefantes!».
Читать дальше