—Maryam —reprochó Patricia, sonriente—. Ésa no es forma de hablar.
—Lo siento, Patty. No hablaría así si fuese tu hija. Tía Patty es una dama, y asimilo que yo no.
—Yo también asimilo que no lo eres, pequeña diablilla —aseveró Jubal—. Pero si Fátima está en venta, te ofrezco el doble de lo que pueda dar el mejor postor.
—Tendrá que cerrar el trato con tía Patty; a mí sólo me dejan verla ocasionalmente.
—Y tú no has engordado, así que puede que desees conservarla contigo. Aunque, hum…, podría ser.
—Lo es. Mike ha asimilado muy cuidadosamente, y le ha dicho a Stinky que ha fabricado un muchacho.
—¿Cómo puede asimilar Mike una cosa así? Imposible. Ni siquiera yo estoy seguro de que hayas quedado embarazada.
—Oh, claro que lo está, Jubal —confirmó Patricia.
Miriam le miró serenamente.
—El escéptico de siempre, ¿eh, jefe? Mike lo asimiló mientras Stinky y yo estábamos aún en Beirut, antes incluso de que nosotros estuviéramos seguros de que había prendido. Mike nos telefoneó. Stinky dijo en la universidad que nos tomábamos un año sabático para efectuar trabajo de campo…, o que renunciaba a su puesto. Y aquí estamos.
—¿Haciendo qué?
—Trabajando. Trabajo mucho más de lo que nunca me hizo trabajar usted, jefe… Mi marido es un negrero.
—¿Haciendo qué?
—Están escribiendo un diccionario marciano —intervino Patty.
—¿Marciano-inglés? Eso debe de ser más bien difícil…
—¡Oh, no, no, no! —Miriam pareció casi sorprendida—. Eso no sería difícil, sería imposible. Un diccionario marciano en marciano. Nunca ha habido ninguno antes; los marcianos no necesitan tales cosas. Oh, mi contribución es puramente de oficina; paso a máquina lo que hacen ellos. Mike y Stinky…, sobre todo Stinky, preparan un alfabeto fonético marciano de ochenta y un caracteres. Disponemos de una fonoescritora IBM adaptada a esos caracteres, tanto mayúsculas como minúsculas… Jefe, querido, estoy estropeada como secretaria; ahora escribo al tacto por el sistema marciano. ¿Me querrá de todos modos, cuando usted grite: «¡Primera!», y yo no valga para nada? De todos modos, aún sé cocinar…, y me han dicho que poseo otros talentos.
—Aprenderé a dictar en marciano.
—Lo hará, en cuanto Mike y Stinky le den un buen repaso. Lo asimilo. ¿Verdad, Patty?
—Hablas correctamente, hermana.
Regresaron a la sala de estar, y Caxton acudió a su encuentro; sugirió encontrar algún lugar más tranquilo, lejos de la enorme caja de parloteos, y condujo a Jubal por un pasillo hasta otra sala de estar.
—Parece que tienen ocupada la mayor parte de este piso.
—Todo él —asintió Ben—. Cuatro suites: la secretarial, la presidencial, la residencial y la del propietario, abiertas unas a otras y sólo accesibles a través de nuestra propia plataforma de aterrizaje…, excepto un vestíbulo que no es muy seguro sin ayuda. ¿Le advirtieron al respecto?
—Sí.
—No necesitamos mucho espacio en estos momentos, pero acaso nos haga falta en el futuro; está llegando más gente.
—Ben, ¿cómo pueden ocultarse de los polis de esta manera tan abierta? El personal del hotel les denunciará…
—Oh, hay formas. El personal del hotel no sube aquí. Verá, Mike es el propietario del hotel.
—Me atrevería a decir que eso es mucho peor todavía.
—No, es mucho mejor, a menos que nuestro valeroso jefe de policía tenga al señor Douglas en su nómina, cosa que dudo. Mike pasó la propiedad a través de una cadena de cuatro eslabones de hombres de paja…, y Douglas nunca se mete en los procedimientos de Mike. Desde que Os Kilgallen se hizo cargo de mi columna, Douglas dejó de aborrecerme, supongo; pero tampoco quiere entregarme el control, así que hace lo que Mike quiere. El hotel es una inversión sólida; hace dinero…, pero el propietario, según el registro, es un miembro clandestino de nuestro Noveno Círculo. De modo que si el propietario desea habitar esta planta para la temporada, el gerente no hace preguntas sobre cómo y por qué o cuántos huéspedes va a albergar, o quién entra y sale: le gusta su trabajo, y Mike le paga más de lo que vale realmente el puesto. Es un buen escondite, por el momento. Hasta que Mike asimile adónde podemos ir a continuación.
—Suena como si Mike hubiera anticipado la necesidad de un escondite.
—Oh, estoy seguro de que sí. Hace casi dos semanas Mike evacuó a todos los polluelos del nido, excepto Maryam y su bebé. Maryam es imprescindible para el trabajo que está haciendo. Mike envió a las familias con hijos a otras ciudades…, sitios donde piensa abrir templos, me parece…, y cuando llegó el momento había menos de una docena de personas que trasladar. No hubo problemas.
—Pero, tal como fueron las cosas, tengo entendido que tuvieron bastante trabajo para salvar el pellejo… —Jubal se preguntó cómo habrían tenido tiempo de buscar sus ropas, teniendo en cuenta que probablemente no iban vestidos—. ¿Perdieron todo el contenido del Nido? ¿Todas sus pertenencias personales?
—Oh, no, nada que realmente deseáramos. Cosas como las cintas de lenguaje de Stinky y una fonoescritora especial que utiliza Maryam…, incluso ese horrible cuadro de usted que merecería estar en el museo de Madame Tussaud. Y Mike tomó nuestras ropas y algo de dinero, que estaban a mano.
—¿Dice que Mike hizo eso? —objetó Jubal—. Tenía entendido que estaba en la cárcel cuando se inició el fuego.
—Oh, estaba y no estaba. Su cuerpo estaba en la cárcel, contraído y en pleno retraimiento. Pero en realidad, él se encontraba con nosotros. ¿Comprende?
—Hum. No, no asimilo.
—Afinidad. Se hallaba principalmente dentro de la cabeza de Jill, pero todos nos encontrábamos unidos íntimamente. Jubal, no puedo explicárselo; tiene que vivirlo . Cuando se produjo la explosión, él nos trasladó aquí. Luego regresó y salvó las otras cosas, menos importantes, que valieran la pena.
Jubal frunció el entrecejo. Caxton dijo, impaciente:
—Teleportación, por supuesto. ¿Por qué le parece tan difícil de asimilar, Jubal? Usted mismo me recomendó que viniera aquí y mantuviera los ojos abiertos, y supiera reconocer un milagro cuando viera uno. Le obedecí, y ahí estaban. Sólo que no son milagros, del mismo modo que la radio tampoco es un milagro. ¿Asimila usted la radio? ¿O la estereovisión? ¿O los ordenadores electrónicos?
—¿Yo? No.
—Ni yo. Nunca he estudiado electrónica. Pero estoy seguro de que podría, si dispusiera del tiempo y las ganas de aprender el lenguaje de la electrónica. Creo que no es milagroso; es únicamente complejo. La teleportación es sencilla también, una vez aprendes el lenguaje; es el lenguaje lo que resulta difícil.
—Ben, ¿puede usted teleportar cosas?
—¿Yo? Oh, no, no enseñan eso en el parvulario. Soy diácono por cortesía, simplemente porque soy un «Primer Llamado» y por eso estoy en el Noveno Círculo, pero mis progresos se limitan al Cuarto Círculo, camino del Quinto. Apenas estoy empezando a conseguir el control de mi propio cuerpo. Patty es la única de nosotros que recurre a la teleportación con cierta regularidad…, y no estoy seguro de que lo haga sin el apoyo de Mike. Oh, Mike afirma que es perfectamente capaz de hacerlo, pero Patty es una persona tan ingenua y humilde que siente que su genio depende absolutamente de Mike. Cosa que no necesita en absoluto.
»Jubal, asimilo esto: en realidad no necesitamos a Mike. Oh, no estoy intentando desprestigiarle; no me interprete mal. Pero usted podría haber sido el Hombre de Marte. O incluso yo. Mike es como el primer hombre que descubrió el fuego. El fuego estaba allí durante todo el tiempo…, y una vez que él demostró que podía usarse, todo el mundo pudo utilizarlo… Al menos, cualquiera con el suficiente sentido común como para no quemarse los dedos. ¿Me sigue?
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