Robert Heinlein - Forastero en tierra extraña

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Forastero en tierra extraña: краткое содержание, описание и аннотация

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Objeto de escándalo tras su publicación, libro de cabecera de la cultura hippie, biblia de Charles Manson y sus seguidores, Forastero en tierra extraña es la novela más polémica e iconoclasta del género de ciencia ficción. Humano por parte de padres, marciano por nacimiento y educación, Valentine Michael Smith llega a la Tierra como un auténtico forastero. Pese a su ascendencia terrestre, Smith piensa y siente como un marciano y no tiene nada en común con los seres humanos. Su peripecia en nuestro planeta se convertirá en motivo de asombro y escándalo allá donde vaya…
Autor de novelas tan célebres como “Historia del futuro”, “El número de la bestia” y la presente, Robert A. Heinlein (1907–1988) es, junto con Asimov y A. C. Clarke, uno de los máximos exponentes de la ciencia ficción clásica.

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—Pero Ben, ése podría ser el caso de todas las formas. Esta idea de un hombre propietario de todo un planeta… ¡resulta fantástica!

—No utilices esa palabra con un abogado; no te entenderá. Atar mosquitos y engullir camellos son requisitos indispensables para obtener el título en cualquier facultad de Derecho. Además, existe un precedente. En el siglo XV el papa repartió todo el hemisferio occidental entre España y Portugal [2] Mediante el Tratado de Tordesillas. (N. del Rev.) , y nadie prestó la menor atención al hecho de que aquellos territorios estaban ya ocupados por varios millones de indios con sus propias leyes, costumbres y derechos de propiedad. Su concesión, además, fue tremendamente efectiva. Echa en cualquier momento un vistazo a un mapa del hemisferio occidental y observa dónde se habla español y dónde portugués… y cuánta tierra les ha quedado a los indios.

—Sí, pero… Ben, no estamos en el siglo XV.

—Díselo a un abogado. Aún siguen citando a Blackwell, el Código de Napoleón o incluso las leyes de Justiniano. Mira, Jill: si el Tribunal Supremo dictamina que la Resolución Larkin es aplicable, Smith se hallará en posición de otorgar o retirar concesiones sobre Marte que pueden valer millones, más probablemente miles de millones. Si entrega sus derechos territoriales a la Administración actual, entonces el secretario Douglas será el hombre que lo controle todo. Lo cual es precisamente lo que Douglas intenta conseguir. Ya has visto la transcripción.

—¿Por qué puede desear una persona ese tipo de poder, Ben?

—¿Por qué vuela la polilla hacia la luz? El impulso hacia el poder es menos lógico aún que el impulso sexual… y más fuerte. Pero te he dicho que la tuya era una pregunta con dos vertientes. Los activos financieros de Smith son casi tan importantes como su posición especial como rey y emperador nominal de Marte. Posiblemente más importante aún, puesto que una resolución del Tribunal Supremo podría arrebatarle sus derechos de propiedad sobre Marte, pero dudo de que haya nada en este mundo que pueda privarle de sus derechos de propiedad sobre el impulsor Lyle y un importante paquete de acciones de la Lunar Enterprises: los ocho testamentos son asunto del dominio público, y en los tres casos más importantes hereda con o sin testamento.

»¿Qué sucederá si muere? No lo sé. Surgirán mil pretendidos primos, por supuesto, pero la Fundación para la Ciencia lleva veinte años luchando con un montón de esos parásitos hambrientos de dinero. Parece posible que, si Smith muere sin haber hecho testamento, su enorme fortuna revierta al Estado.

—¿Al Estado? ¿Te refieres a la Federación o a Estados Unidos?

—Otra buena pregunta para la que no tengo respuesta. Sus padres naturales proceden de dos países distintos miembros de la Federación, y él nació fuera de los dos… y eso va a significar una diferencia crucial para algunas de las personas que tienen voto decisivo en esos paquetes de acciones y explotan bajo licencia esas patentes. No va a ser Smith; es incapaz de distinguir a un agente de bolsa de un cobrador de los transportes públicos. Será probablemente aquel que consiga agarrarle o colgarse de él. Mientras tanto, dudo de que la Lloyd's le suscribiera una póliza de seguro de vida; me parece un riesgo demasiado grande.

—¡Pobre niño! ¡Pobre, pobre criatura!

6

El restaurante en Hagerstown tenía «ambiente» además de buena comida, lo que significaba que disponía de mesas diseminadas no sólo en un prado que conducía hasta el borde de un pequeño lago, sino también en las ramas de tres enormes árboles. Por encima de todo el conjunto había un campo de fuerza que formaba un techo, para mantener la zona del comedor al aire libre en un perpetuo verano, aunque lloviera o nevara.

Jill quería comer en los árboles, pero Ben la ignoró y sobornó al maitre d'hótel para que les buscase una mesa cerca del agua en un lugar elegido por él; luego pidió que situaran en su mesa una estéreo portátil.

Jill se sintió mortificada.

—Ben, ¿para qué molestarse en venir aquí y pagar estos precios si no podemos comer en los árboles y además tenemos que soportar esa horrible caja de luz y ruidos?

—Paciencia, pequeña. Todas las mesas de arriba en los árboles tienen circuitos microfónicos; los necesitan para el servicio. Ésta no tiene ninguno, confío, ya que vi al camarero cogerla de un montón de reserva para traerla aquí. En cuanto al tanque, no sólo resulta antinorteamericano comer sin ver la estéreo, sino que puede servirnos para crear toda la interferencia necesaria en caso de que haya algún micrófono direccional apuntado hacia aquí…, suponiendo que los investigadores del señor Douglas hayan empezado ya a interesarse por nosotros, cosa que no dudo que han hecho.

—¿Crees de veras que nos están siguiendo, Ben? —Jill se estremeció—. No estoy hecha para una vida de crimen.

—¡Bah, te acostumbrarás pronto! Cuando estaba trabajando en los escándalos de sobornos de la General Synthetics, nunca dormía dos noches seguidas en el mismo sitio, y sólo me alimentaba de alimentos envasados que había comprado yo mismo. Al cabo de un tiempo te acostumbras a ello… estimula el metabolismo.

—Mi metabolismo no lo necesita, gracias. Todo lo que me hace falta es un paciente particular, viejo y rico.

—¿No vas a casarte conmigo, Jill?

—Después de que mi futuro esposo se vaya al otro mundo, sí. O quizá cuando sea tan rica que pueda permitirme el lujo de tenerte como animalito de compañía.

—Es la mejor oferta que he tenido en meses. ¿Qué te parece si empezáramos esta noche?

Después de que me quede viuda.

Durante los cócteles, el espectáculo musical —más los estridentes comerciales que habían estado martilleando sus tímpanos desde el tanque estéreo— se interrumpió de pronto. La cabeza y los hombros de un locutor llenaron el tanque; sonrió con sinceridad profesional y dijo:

—La NWNW, New World Networks, y el patrocinador de esta emisión, las Píldoras Maltusianas Chica Lista, se sienten honrados y privilegiados de ceder los siguientes minutos de este espacio a una emisión histórica del Gobierno de la Federación. Y recuerden: toda chica lista utiliza píldoras Chica Lista. Fáciles de llevar, agradables de tomar, garantizadas contra todo fallo y aprobadas para su venta sin receta por la Ley Pública 1.312. ¿Por qué correr el riesgo de emplear métodos anticuados, antiestéticos, perjudiciales e inseguros? ¿Por qué exponerse a perder su amor y respeto? Recuerden… —el simpático y lobuno anunciador lanzó una ojeada hacia un lado y apresuró el resto de la publicidad—: les ofrezco las píldoras Chica Lista, que a su vez les ofrecen la presencia del secretario general… ¡y del Hombre de Marte!

La imagen tridi se fundió a la de una joven tan sensual, tan increíblemente pechugona, tan seductora, que con sólo verla cualquier espectador masculino tenía que sentirse automáticamente insatisfecho de los talentos locales. La señorita se desperezó, se contoneó y dijo, con una ronca voz de tórrido dormitorio:

—Yo siempre uso píldoras Chica Lista.

La imagen se fundió de nuevo y una orquesta interpretó los compases de apertura de Bienvenidos a la paz soberana .

—¿Tú usas las píldoras Chica Lista? —preguntó Ben.

—¡No es asunto tuyo! —Jill pareció enojada, luego añadió—. No es más que un curalotodo de charlatán. De cualquier forma, ¿qué te hace pensar que lo necesito?

Caxton no respondió; el tanque se había llenado con los rasgos paternales del secretario general Douglas.

—Amigos —empezó—, compañeros ciudadanos de la Federación, esta noche me caben un honor y un privilegio únicos. Desde el regreso triunfal de nuestra llameante nave Champion

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