Lorenzo Silva - La niebla y la doncella

Здесь есть возможность читать онлайн «Lorenzo Silva - La niebla y la doncella» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La niebla y la doncella: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La niebla y la doncella»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

No siempre las cosas son como parecen y a menudo, lo obvio no resulta ser lo real. Al sargento Bevilaqua le encomiendan la tarea de investigar la muerte de un joven alocado en la Gomera. Todo apuntaba a Juan Luis Gómez Padilla, político de renombre en la isla, al que un tribunal popular absolvió a pesar de la aparente contundencia de las primeras pesquisas. El sargento y su inseparable cabo Chamorro intentarán esclarecer este embrollado caso, con presiones políticas y con la dificultad añadida de intentar no levantar suspicacias al reabrir un caso que sus compañeros daban por cerrado.

La niebla y la doncella — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La niebla y la doncella», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

En una de esas extrañas elucubraciones a las que uno se da de noche y con un par de copas, pensé en la parte que podía tocarme de responsabilidad en la paulatina paganización de mi compañera. Estaba claro que ni por mi carácter ni por la actividad que conmigo realizaba, le ofrecía un buen ejemplo de vida cristiana. Y se me ocurrió que, en caso de existir Dios, hipótesis que no tenía elementos suficientes para descartar, aquélla sería otra falta apuntada en la página de la libreta negra que iba a condenarme al infierno o, en el mejor de los casos, a algún departamento inferior del purgatorio.

A eso de las dos y media, nos dejaron en el hotel. Al día siguiente debíamos coger el barco a La Gomera y si queríamos aprovechar mínimamente el día teníamos que madrugar. Vendrían a recogernos. Guzmán propuso:

– ¿A las ocho?

– Con eso llegamos al barco de las nueve y algo, y entre diez y media y once estamos allí -calculó Anglada.

– Muy bien, a las ocho -dije-. Muchas gracias por el entretenimiento.

– De nada, hombre -dijo Guzmán-. Un placer.

– Que descanséis -añadió Anglada, con un deje equívoco en la voz.

Antes de entrar cada uno en su habitación, traté de averiguar lo que le sucedía a Chamorro. No era el lugar más apropiado, un pasillo de hotel, pero no siempre puede uno escoger el escenario óptimo.

– Perdona si me meto donde no me llaman -dije, cautelosamente-, pero has estado un poco rara todo el día.

– Pues anda que tú -replicó.

– ¿Yo?

– Por dónde quieres que empiece -dijo, irónica-. Has citado dos veces la cartilla del guardia civil, has largado sobre el tabú de tu época en el Norte…

– Vale, Chamorro. Hablo en serio.

– Y yo.

– ¿Tienes algún problema?

– Ninguno del que me apetezca hablar.

La sonrisa se le había esfumado del rostro.

– Está bien, tus asuntos son tus asuntos. Allá tú. Pero hay otros que me afectan, sobre todo de cara a los días que tenemos por delante. ¿Qué coño te pasa con Anglada? Parece que te hubiera robado un novio.

A veces uno es así de imbécil, pone justo el único ejemplo que no debería poner. Según Freud, es el enanito vengativo del inconsciente, que quiere castigarte por algo. Sea lo que sea, cuando pasa, tiene mal remedio.

– Verás -repuso Chamorro, mordiéndose la lengua-. A lo mejor un día te lo digo. Pero por ahora, no. Ni es el momento ni el lugar para contarte lo que pasa en una camareta femenina de la academia de guardias.

Confieso que mi curiosidad resultó al punto excitada en grado máximo. Pero ya se veía que no iba a satisfacerla en seguida y que además, por la naturaleza del asunto, carecía de autoridad para exigir que se me revelase nada. Opté por la única vía posible, velar por las necesidades del servicio:

– Bien. Tampoco me meto en eso. Pero tendrás que pensar si estás en condiciones de trabajar con ella. Si llegas a la conclusión de que no puedes, habrá que relevar a alguna de las dos. Y te hago notar que no tengo la posibilidad de obligar al teniente a que me asigne a quien a mí me apetezca.

– Recibido. A tus órdenes, mi sargento. Buenas noches.

El ruido que hizo su puerta al cerrarse fue un broche poco alentador para aquella jornada. Algo fuera de lo común le ocurría. Nunca la había visto así, nunca había permitido que sus problemas repercutieran en el trabajo. Con la preocupación corroyéndome, me desvestí y me metí entre las sábanas.

Lo último en lo que pensé antes de dormirme, sin embargo, fue otra cosa. Debo reconocerlo, aunque resulte en cierto modo vergonzante. Pensé que al día siguiente iríamos con Anglada a La Gomera, y que podría seguir mirando de hito en hito sus ojos negros. Para qué mentir. Me hacía ilusión.

Capítulo 6 LA MISIÓN DE LOS SARGENTOS

Cuando mi teléfono móvil, programado como despertador, lanzó al aire de la habitación la horrísona melodía que el fabricante había asignado a esa función odiosa, me dije una vez más que algún día tendría que intentar averiguar en el ilegible manual del aparato la manera de sustituirla. Antes que la que traía por defecto, creo que habría preferido cualquier cosa, desde la última canción de Julio Iglesias hasta el himno de la Gestapo. Aunque bien mirado, reflexioné, como la Gestapo era una policía secreta, no debía de tener himno. Quizá pudiera comprobarse de algún modo. Si existía, seguro que algún nazi paranoico lo habría colgado en su página de Internet. Permanecí enredado en esta clase de razonamientos espesos y absurdos durante unos minutos. Una vez que mi cerebro logró normalizar su funcionamiento y dejar de patinar, constaté que estaba hecho polvo y que sólo me quedaba un cuarto de hora escaso para adecentarme y conseguir donde fuera y como fuera un tazón de café. Tocaba, por tanto, afeitado de emergencia.

No sé a otros hombres, pero a mí me fastidia afeitarme rápido, es decir, mal. Para eso, prefiero no afeitarme. Cuando voy mal afeitado, siento cada uno de los pelillos que no he apurado bien, y eso me envenena la sangre. En consecuencia, salí de la habitación con el gesto torcido y una abominable sensación de picor facial. Llegué al buffet de desayunos del hotel a las ocho menos un minuto. Chamorro estaba sentada a una mesa. Había vaciado un plato de fruta y un yogur natural y terminaba puntualmente su café.

– ¿Con quién te has peleado? -preguntó.

La observé. Recién duchada, con el pelo aún húmedo y sin un gramo de maquillaje en la cara, ofrecía un aspecto irreprochable.

– Dame diez minutos antes de volver a obligarme a hablar -rezongué.

– Bien. No he dicho nada.

El buffet parecía decente, considerando que la categoría del hotel era lo bastante baja como para afrontarlo con nuestras dietas y no perder dinero. En todo caso, no tenía tiempo de probarlo. Me hice con una jarra de café y me la llevé a la mesa con intención de vaciarla. Mientras me servía aquel brebaje de decepcionante transparencia, Chamorro me advirtió:

– Está muy flojo. Si es café, que lo dudo.

La miré, con una ira que no le estaba destinada.

– No es necesario que me respondas -se defendió-. Sólo te informo.

Tenía razón. Si en aquel líquido había algo de café, se habían preocupado de mezclarlo con algo que impidiera notarlo. Pese a todo, me tragué dos tazas, por si de algo servía. Estaba a mitad de la segunda cuando irrumpieron en la sala Anglada y Morcillo. La mayoría de los concursantes habría errado al tratar de acertar cuál de las dos había trasnochado. Anglada, como Chamorro, poseía el arma secreta, el favor de los dioses: la feroz juventud. En Morcillo, en cambio, comenzaba a insinuarse el proyecto de un ser como yo, aunque debía admitir que en el mundo en que vivíamos a ella le iba a pesar todavía más de lo que me pesaba a mí. Ya empezaban a tocarle los efectos, si no me equivocaba respecto de quién era la favorita del teniente.

– Qué tal -gorjeó Anglada.

– Yo muy bien -dijo Chamorro, con una sonrisa hipócrita. Parecía haber meditado durante la noche y haberse impuesto un cambio de actitud.

– ¿Y tú, mi sargento?

Desde que ella había entrado, estaba algo mejor. Pero también un poco disperso. Seguía rumiando mi mal humor a la vez que reparaba, con interés, en su cambio de indumentaria. Traía vaqueros ajustados, calzado robusto y una camiseta que dibujaba con determinación su torso.

– Falto de café -respondí al fin-. ¿Hay algún sitio por el camino donde pueda tomarlo de verdad?

– Claro -dijo Morcillo.

– Olga nos acompaña al puerto de Los Cristianos -explicó Anglada, aunque nada le había preguntado-. Luego se trae el coche.

Condujo Anglada. Morcillo le indicó el camino hasta un bar de aspecto sospechoso, donde una máquina vieja y mugrienta expulsó para nosotros cuatro tazas de café denso y oloroso comme il faut. Confortados por el contundente aporte cafeínico, al menos yo, continuamos viaje. Recorrimos, en sentido inverso, la autopista del día anterior. Anglada, invariablemente, se mantuvo entre treinta y cincuenta kilómetros por hora encima del límite.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La niebla y la doncella»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La niebla y la doncella» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La niebla y la doncella»

Обсуждение, отзывы о книге «La niebla y la doncella» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x