David Baldacci - A Cualquier Precio
Здесь есть возможность читать онлайн «David Baldacci - A Cualquier Precio» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:A Cualquier Precio
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
A Cualquier Precio: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «A Cualquier Precio»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
A Cualquier Precio — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «A Cualquier Precio», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Lee Adams identificó la línea que iba a la residencia de los Thornhill con un dispositivo especial de su equipo particular. Su experiencia con los equipos de telecomunicaciones le estaba resultando útil. La casa de los Thornhill poseía un buen sistema de seguridad. No obstante, todos los sistemas de seguridad tenían un talón de Aquiles: la línea telefónica. Gracias, señor Bell.
Lee repasó los pasos en su cabeza. Cuando un intruso entraba en la casa de alguien, la alarma se disparaba y el ordenador marcaba automáticamente el número del centro de control para informar del posible robo. Acto seguido, el encargado de seguridad del centro telefoneaba a la casa para saber si había algún problema. Si respondía el propietario, tenía que dar una clave especial o, de lo contrario, la policía acudía a la casa. Si nadie contestaba, se enviaba a la policía a la casa de inmediato.
Por decirlo llanamente, Lee se estaba encargando de que en el sistema de seguridad de la casa la llamada de teléfono del ordenador nunca llegara al centro de control aunque el ordenador «creyera» que sí. Lo estaba consiguiendo mediante un componente en línea o simulador telefónico. Había desconectado la casa de los Thornhill de la alimentación de línea alámbrica, con lo cual había cortado toda comunicación telefónica externa. Ahora tenía que manipular el ordenador de alarma para que creyera que efectuaba las llamadas necesarias. Para ello, instaló el componente en línea y se deshizo del conmutador, a fin de que la residencia de los Thornhill dispusiera de un tono de marcado y una línea telefónica que no iba a ninguna parte.
Asimismo, había descubierto que el sistema de alarma de los Thornhill no tenía refuerzo celular, sólo la línea alámbrica normal. Aquello constituía un punto débil importante. El refuerzo celular no podía manipularse ya que se trataba de un sistema inalámbrico que habría impedido que Lee accediese a la línea de alimentación. Prácticamente todos los sistemas de alarma del país poseían el mismo eje de líneas de tierra y de datos. Así pues, se podía acceder a todas por la «puerta trasera». Lee acababa de hacerlo.
Recogió sus utensilios y se abrió camino por el bosque hasta la parte posterior de la residencia de los Thornhill. Encontró una ventana que no resultaba visible desde la calle. Contaba con una copia del plano de la casa y del sistema de alarma. Fred Massey se lo había proporcionado. Si entraba por esa ventana, llegaría al panel de alarma de la planta superior sin pasar por ningún sensor de detección de movimiento.
Extrajo una pistola de descargas eléctricas de la mochila y la sostuvo contra el travesaño. Lee sabía que todas las ventanas estaban cableadas, incluso las de la segunda planta. Además, tanto los travesaños superiores como inferiores de la ventana disponían de contactos. En la mayor parte de las casas sólo había contactos en el marco inferior de la ventana; si aquél hubiera sido el caso, Lee sólo habría tenido que forzar el cierre y bajar la hoja superior sin tener que romper los contactos.
Apretó el gatillo de la pistola de descargas y la colocó en otra posición en la ventana, allí donde pensó que se encontraban los elementos del contacto. En total realizó ocho disparos contra el marco de la ventana. La descarga eléctrica de la pistola fundía los contactos, de forma que quedaban inutilizados.
Forzó el cierre del marco, contuvo la respiración y subió la hoja. No saltó la alarma. Entró rápidamente por la ventana y la cerró. Encontró las escaleras con ayuda de una pequeña linterna que extrajo del bolsillo y subió por las mismas. Enseguida se percató de que los Thornhill vivían rodeados de toda clase de lujos. Casi todas las piezas del mobiliario eran antigüedades, óleos auténticos colgaban de las paredes y los pies se le hundían en una alfombra tupida y también cara, supuso.
El panel de la alarma se encontraba en el lugar habitual para ese tipo de dispositivos: el dormitorio principal de la planta superior. Desatornilló la placa protectora y encontró el cable del timbre. Dos tijeretazos y el sistema de alarma contrajo laringitis. Ahora podía recorrer la casa a sus anchas. Fue a la planta baja y pasó frente al detector de movimiento, agitó los brazos en un acto de desafío, e incluso hizo un corte de mangas, como si Thornhill estuviera frente a él con el ceño fruncido, incapaz de impedir esa intrusión. Se encendió la luz roja y el sistema de alarma se activó, aunque sin lanzar advertencias sonoras. El ordenador enseguida llamaría a la central pero la llamada nunca llegaría a su destino. Marcaría el número ocho veces, no recibiría ninguna respuesta y entonces dejaría de intentarlo y se desconectaría. En la central de control todo parecería normal: aquél era el sueño de cualquier ladrón.
Lee observó que la luz roja del detector de movimiento se apagaba. Sin embargo, cada vez que pasara frente a él se pondría en marcha el mismo mecanismo, con igual resultado. Ocho llamadas y luego nada. Lee sonrió. Por el momento todo iba bien. Antes de que los Thornhill regresaran a casa tenía que volver a conectar los cables de la alarma para que Thornhill no sospechara si no oía el característico pitido al abrir la puerta. No obstante, a Lee todavía le quedaba mucho por hacer.
55
La cena en la Casa Blanca resultó memorable para la señora Thornhill. Su esposo, por el contrario, siguió trabajando. Se sentó a la larga mesa y charló sobre temas intrascendentes cuando fue necesario pero se pasó la mayor parte del tiempo escuchando atentamente al resto de los comensales. Aquella noche había varios invitados extranjeros y Thornhill sabía que las noticias más jugosas podían proceder de las fuentes más insospechadas, incluso en una cena en la Casa Blanca. No estaba seguro de si los convidados extranjeros sabían que él pertenecía a la CIA. Sin duda no se trataba de algo que fuera del dominio público. En la lista de invitados que publicaría el Washington Post a la mañana siguiente aparecerían identificados simplemente como señor y señora Thornhill.
Paradójicamente, su presencia en la cena no se debía al cargo que ocupaba él en la CIA. El criterio que se empleaba para seleccionar a los invitados a actos como aquél representaba uno de los mayores misterios de la capital de la nación. Sin embargo, los Thornhill habían recibido su invitación en reconocimiento a la labor filantrópica para los pobres de la ciudad, actividad benéfica en la que la primera dama también participaba. Thornhill debía reconocer que su mujer se entregaba en cuerpo y alma a esa causa. Cuando no estaba en el club de campo, por supuesto.
El viaje de regreso a casa transcurrió con normalidad; la pareja habló de temas mundanos mientras Thornhill no dejaba de pensar en la llamada de teléfono de Howard Constantinople. Perder a sus hombres había sido todo un golpe para Thornhill, tanto desde el punto de vista personal como profesional. Había trabajado con ellos durante años. No acababa de entender que hubieran muerto los tres. Había enviado a algunos de sus hombres a Carolina del Norte para que averiguasen lo sucedido.
No había vuelto a recibir noticias de Constantinople. Desconocía si el hombre había huido. Pero Faith y Buchanan estaban muertos, al igual que la agente del FBI, Reynolds. Por lo menos estaba prácticamente seguro de que estaban muertos. El hecho de que no hubiera aparecido ninguna noticia en los periódicos sobre el hallazgo de seis cadáveres en una casa de la playa en una zona rica de los Outer Banks resultaba especialmente inquietante. Ya había transcurrido más de una semana. Quizá fuera obra del FBI para ocultar lo que empezaba a convertirse en una pesadilla para su departamento de relaciones públicas. Sí, no le extrañaría que lo hicieran. Por desgracia, sin Constantinople carecía de ojos y oídos en el FBI. Tendría que hacer algo al respecto cuanto antes. Conseguir a un nuevo topo le llevaría tiempo, aunque todo era posible.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «A Cualquier Precio»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «A Cualquier Precio» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «A Cualquier Precio» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.