– Entendido.
– Ahora. -Polochek aspiró una bocanada de aire-. Vamos a remontarnos a la noche del 15 de junio, en Savannah. La noche en que Andrew Capra golpeó tu puerta principal. Dime qué sucede en la pantalla.
Moore observaba sin atreverse a respirar.
– Está parado en la galeria delantera de mi casa -dijo Catherine-. Dice que necesita hablar conmigo.
– ¿De qué?
– De los errores que cometió. En el hospital.
Lo que dijo a continuación no difería de la declaración que había hecho al detective Singer en Savannah. Sin entusiasmo invitó a pasar a Capra a su casa. Era una noche de calor, y él dijo que tenía sed, de modo que ella le ofreció una cerveza. Ella también se abrió una cerveza. Él estaba agitado, preocupado por su futuro. Sí, había cometido errores. ¿Pero acaso no lo hacía todo médico? Eliminarlo del programa sería echar a perder su talento. Conocía a un joven estudiante de Emory, un joven brillante que por un solo error había arruinado su carrera. No era justo que Catherine tuviera el poder de hacer o deshacer una carrera. La gente merecía siempre una segunda oportunidad.
Aunque ella trató de razonar con él, percibió su ira en aumento, vio cómo le temblaban las manos. Finalmente fue al baño, dejándole tiempo para que se calmara.
– ¿Y cuando regresaste del baño? -preguntó Polochek-. ¿Qué sucede en la película? ¿Qué es lo que ves?
– Andrew está más tranquilo. No tan enojado. Dice que entiende mi postura. Me sonríe cuando termino mi cerveza.
– ¿Sonríe?
– Es extraña. Una sonrisa muy extraña. Como la misma que le vi en el hospital…
Moore pudo oír que su respiración comenzaba a agitarse. Aun como observadora distanciada, mirando la escena en una película imaginaria, no era inmune al horror que se aproximaba.
– ¿Qué sucedió después?
– Me quedo dormida.
– ¿Puedes ver esto en la pantalla de cine?
– Sí.
– ¿Y entonces?
– No veo nada. La pantalla está negra.
«Es el Rohypnol. No tiene memoria de esta parte».
– Está bien -dijo Polochek-. Vamos a adelantar la parte en negro. Ubiquémonos en la siguiente parte de la película. En la siguiente imagen que ves en la pantalla.
La respiración de Catherine continuaba agitándose.
– ¿Qué es lo que ves?
– Yo… estoy sobre la cama. En mi cuarto. No puedo mover los brazos ni las piernas.
– ¿Por qué no?
– Estoy atada a la cama. No tengo ropa, y él está encima de mí. Está dentro de mí. Se mueve dentro de mí…
– ¿Andrew Capra?
– Sí. Sí… -Su respiración era ahora errática y el sonido del miedo se percibía en su garganta.
Moore apretaba los puños con fuerza y su propia respiración se aceleraba. Luchó contra el impulso de golpear la ventana y poner fin a los procedimientos. Apenas podía tolerar escuchar esto. No debían forzarla a revivir la violación.
Pero Polochek ya era consciente del peligro, y la guió rápidamente fuera del doloroso recuerdo de esta horrorosa experiencia.
– Sigues sentada en tu silla -dijo Polochek-. Estás segura en ese cuarto con la pantalla de cine. Es sólo una película, Catherine. Le está sucediendo a otra persona. Tú estás segura. A salvo. Con confianza.
Su respiración volvió a calmarse, bajando a un ritmo estable. Otro tanto sucedió con la de Moore.
– Está bien. Veamos la película. Presta atención a lo que tú haces. No a Andrew. Dime qué sucede a continuación.
– La pantalla ha vuelto a ponerse negra. No veo nada.
«Todavía sigue bajo el efecto del Rohypnol».
– Adelanta la película, pasa de largo la parte negra. Pasa a lo siguiente que ves. ¿De qué se trata?
– Luz. Veo luz…
Polochek hizo una pausa.
– Quiero que te alejes, Catherine. Quiero que des un paso atrás, que veas más de la habitación. ¿Qué hay en la pantalla?
– Cosas. Sobre la mesa de luz.
– ¿Qué cosas?
– Instrumentos. Un escalpelo. Veo un escalpelo.
– ¿Dónde está Andrew?
– No lo sé.
– ¿No está en la habitación?
– Se ha ido. Puedo escuchar agua que corre.
– ¿Qué sucede después?
Volvía a respirar rápido, con la voz agitada.
– Tiro de las cuerdas. Trato de liberarme. No puedo mover los pies. Pero mi mano derecha… la cuerda está floja alrededor de mi muñeca. Tiro. Sigo tirando y tirando. Mi muñeca sangra.
– ¿Andrew sigue fuera de la habitación?
– Sí. Lo escucho reír. Escucho su voz. Pero hay alguien más en la casa.
– ¿Qué pasa con la cuerda?
– Está cediendo. La sangre la hace más resbaladiza, y mi mano se desliza…
– ¿Qué haces a continuación?
– Tomo el escalpelo. Corto la cuerda de mi otra muñeca. Todo lleva mucho tiempo. Siento el estómago revuelto. Mis manos no funcionan correctamente. Están lentas, y la habitación sigue oscura y luminosa y oscura. Todavía puedo oír su voz, hablando. Me incorporo y libero mi tobillo izquierdo. Ahora escucho sus pasos. Trato de bajar de la cama, pero mi tobillo derecho sigue atado. Ruedo a un costado y caigo al piso. Sobre mi cara.
– ¿Y entonces?
– Andrew está allí, en el umbral. Parece sorprendido. Busco debajo de la cama. Y siento el revólver.
– ¿Hay un revólver debajo de tu cama?
– Sí. El revólver de mi padre. Pero mi mano está tan torpe que apenas puedo sostenerlo. Y las cosas comienzan a oscurecerse de nuevo.
– ¿Dónde está Andrew?
– Está caminando hacia mí…
– ¿Y qué ocurre, Catherine?
– Empuño el revólver. Y hay un sonido. Un sonido muy fuerte.
– ¿El revólver se disparó?
– Sí.
– ¿Tú lo disparaste?
– Sí.
– ¿Qué hace Andrew?
– Cae. Con las manos sobre el estómago. La sangre se derrama entre sus dedos.
– ¿Y qué sucede a continuación?
Una larga pausa.
– ¿Catherine? ¿Qué es lo que ves en la pantalla de cine?
– Negro. La pantalla se puso negra.
– ¿Y qué ves cuando aparece la siguiente imagen en esa pantalla?
– Gente. Mucha gente en la habitación.
– ¿Qué clase de gente?
– Policías…
Moore casi gruñó de desilusión. Se trataba de la laguna vital en su memoria. El Rohypnol, combinado con los efectos posteriores a su golpe en la cabeza, la habían arrastrado de vuelta a la inconsciencia. Catherine no recordaba haber disparado el segundo tiro. Todavía no sabían cómo Andrew Capra había terminado con una bala en el cerebro.
Polochek miraba por la ventana, con una pregunta en los ojos. ¿Estaban satisfechos?
Para sorpresa de Moore, Rizzoli abrió de golpe la puerta y le hizo a Polochek una seña para que pasara al otro cuarto. Él obedeció, dejando a Catherine a solas, y cerró la puerta.
– Haga que vuelva atrás, antes del disparo. Cuando todavía está en la cama -dijo Rizzoli-. Quiero que se concentre en lo que ella escucha en la otra habitación. El agua que corre. La risa de Capra. Quiero conocer cada sonido que escucha.
– ¿Por alguna razón en particular?
– Sólo hágalo.
Polochek asintió y volvió al consultorio. Catherine no se había movido; estaba absolutamente inmóvil, como si la ausencia de Polochek la hubiese dejado en animación suspendida.
– Catherine -dijo con amabilidad-, quiero que rebobines la película. Vamos a volver atrás, antes del disparo. Antes de que liberaras tus manos y cayeras rodando al piso. Estamos en un momento de la película en el que todavía yaces en la cama y Andrew no está en la habitación. Dijiste que escuchabas agua corriendo.
– Sí.
– Dime todo lo que escuchas.
– Agua. La escucho en las cañerías. El siseo. Y la escucho borboteando en el desagüe.
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