Sacudo la cabeza, aplastado por lo que me pides. No puedo. Por favor, no esperes que haga una cosa así. Me veo atrapado entre tu pedido desesperado y mi pánico por escapar.
«Hazlo ahora», me ruegan tus ojos. «Antes de que vengan».
Miro tus piernas extendidas e inútiles. Considero los horrores que te esperan en el caso de que vivas. Puedo ahorrarte todo eso.
«Por favor».
Miro a la mujer. No se mueve, no registra mi presencia. Quisiera tomarla del pelo y sacudirlo hacia atrás, dejar su cuello desnudo y hundir profundo la hoja en su garganta, por lo que te ha hecho. Pero deben encontrarla viva. Sólo si está viva podré alejarme sin que me persigan.
Mis manos transpiran dentro de los guantes de látex, y cuando levanto el revólver lo siento torpe, ajeno a mi palma.
Me detengo al borde del charco de sangre, y bajo los ojos hacia ti. Pienso en aquella tarde mágica, cuando paseábamos por el templo de Artemisa. Estaba neblinoso, y a través del crepúsculo que nos envolvía obtuve efímeros fragmentos de ti, caminando entre los árboles. Te detuviste de repente, y me sonreiste en el ocaso. Y nuestras miradas parecieron encontrarse a través del gran abismo que se extiende entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos.
Ahora observo ese abismo, y siento tu mirada sobre la mía.
Esto es por ti, Andrew, así lo pienso. Hago esto por ti.
Veo gratitud en tus ojos. Permanece allí aun cuando levanto el revólver entre mis manos temblorosas. Aun cuando aprieto el gatillo.
Tu sangre salpica contra mi cara, caliente como lágrimas.
Me doy vuelta hacia la mujer que todavía yace inconsciente en el piso, al borde de la cama. Acomodo el revólver en su mano. Tomo su cabellera y con el escalpelo corto un mechón cerca de la nuca, donde no se notará su ausencia. Con este mechón podré recordarla. Gracias a su olor recordaré su miedo, tan embriagador como el aroma de la sangre. Me mantendrá al acecho hasta que la vuelva a encontrar.
Salgo por la puerta trasera hacia la noche.
Ya no poseo ese precioso mechón de pelo. Pero ahora tampoco lo necesito, porque conozco su olor tan bien como el mío. Conozco el sabor de su sangre. Conozco la sedosa textura del sudor sobre su piel. Todo esto lo conservo en mis sueños, donde el placer grita como una mujer y camina con pisadas sangrientas. No todos los recuerdos pueden llevarse en una mano ni tampoco ser mimados con el tacto. Algunos únicamente podemos guardarlos en lo más profundo de nuestros cerebros, en nuestro corazón de reptil, de donde todos hemos surgido. Esa parte interior que tantos de nosotros niegan.
Yo nunca he renegado de ella. Conozco mi naturaleza esencial; la asumo y la adopto. Soy como Dios me ha creado, como Dios nos ha creado a todos.
Si el cordero es bendito, es bendito el león.
Y también el cazador.
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Nació en 1953 y se graduó por la Universidad de Stanford. Después de ejercer su carrera como médico, eligió sin embargo dedicarse por completo a la creación literaria durante su baja por maternidad. En 1987 publicó su primera novela Llamada a medianoche ( Call After Midnight ) un suspense romántico al que le siguió otras ocho novelas. También escribió el guión Adrift (1993) para la CBS.
Su primer trhiller médico, Donantes (Harvest), fue publicado en 1996 y con él debutó en las listas de bestseller de New York Time. A él le siguieron Life Support (1997), Bloodstream (1998), Gravity (1999), The Surgeon (2001), The Apprentice (2002), The Sinner (2003), Body Double (2004), Vanish (2005), The Mephisto Club (2006), y The Bone Garden (2007). Sus libros han sido traducidos a 31 idiomas y se han vendido más de 15 millones de copias siendo número uno en las listas de varios paises. Ganadora del premio Nero Wolfe (por Vanish ), del premio RITA (por The Surgeon), los críticos la han llamado «la reina del suspense médico».
Durante años estuvo viviendo en Hawai, y ahora vive en Camden, en Maine, con su marido, que es también médico, y sus dos hijos.
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