J. Robb - Una muerte inmortal

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Una muerte inmortal: краткое содержание, описание и аннотация

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Una top model muere brutalmente asesinada Para investigar el caso la teniente Eve Dallas debe sumergirse en el clamoroso mundo de la pasarela y no tarda en descubrir que no es oro todo lo que reluce. Tras la rutilante fachada de la alta costura los desfiles y las fiestas encuentra una devoradora obsesión por la eterna juventud y el éxito, rivalidades encarnizadas, profundos rencores y frustraciones. Un excelente caldo de cultivo para el asesinato en especial si se añade a la mezcla un desenfrenado consumo de las mas sofisticadas drogas.

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– ¿Y tú qué vas a hacer?

– Mi trabajo. Soy muy buena en eso, Mavis. Recuér?dalo bien, y confía en que yo lo aclare todo.

– ¿Aclararlo todo? -repitió con amargura-. Querrás decir demostrar mi inocencia. ¿No dicen que uno es inocente hasta que se demuestra lo contrario?

– Ésa es una de las grandes mentiras de la vida. -Eve se puso en pie y la condujo hacia el pasillo-. Haré lo que esté en mi mano para cerrar el caso rápidamente. Es lo único que puedo decirte.

– Podrías decir que me crees.

– Eso también te lo digo. -Pero no podía dejar que esa idea interfiriera en su investigación.

Siempre había papeleo. Al cabo de una hora había hecho firmar a Mavis dejándola bajo arresto voluntario en casa de Roarke. Oficialmente, Mavis Freestone constaba como testigo. Extraoficialmente, como Eve sabía, era el primer sospechoso. Con la intención de poner pronto re?medio, entró en su despacho.

– Bueno, ¿qué es eso de que Mavis se ha cargado a una modelo?

– Feeney. -Eve podría haberle besado hasta la última arruga. Estaba sentado a su mesa con su sempiterna bolsa de cacahuetes sobre el regazo y el ceño bien instalado en la frente-. Los rumores corren.

– Ha sido lo primero que he oído al pasar por el res?taurante. Cuando detienen a la amiga de uno de nuestros mejores polis, enseguida se sabe.

– No está detenida. De momento, es testigo de un caso.

– Los media ya se han enterado. Aún no tienen el nombre de Mavis, pero sí la cara de la víctima desparra?mada en la pantalla. Mi mujer me sacó de la ducha para que lo viese. Pandora era todo un personaje.

– Sí, viva o muerta. -Cansada, Eve se apoyó contra la esquina de su mesa-. ¿Quiere un informe detallado de la declaración de Mavis?

– ¿Para qué cree que he venido, si no?

Eve se lo dio escrito en la taquigrafía policial que ambos comprendían y le dejó cejijunto.

– Caramba, Dallas, su amiga lo tiene crudo. Usted misma las vio peleando.

– Sí, en directo y en persona. A saber por qué diablos se le ocurrió enfrentarse otra vez a Pandora… -Se paseó por la habitación-. Eso empeora las cosas. Espero y de?seo que el laboratorio consiga alguna cosa. Pero no pue?do contar con ello. ¿Cómo anda de trabajo, Feeney?

– No me lo pregunte. -Feeney desechó la idea-. ¿Qué necesita?

– Una investigación de su cuenta de crédito. El pri?mer sitio que recuerda es el ZigZag. Si podemos locali?zarla allí, o en alguno de los otros locales a la hora en que se produjo la muerte, ella es inocente.

– De eso puedo encargarme, pero… Alguien estuvo rondando la escena del crimen y le dio un mamporro a Mavis en la cabeza. Es posible que no haya mucho des?fase.

– Lo sé. No puedo dejar ningún cabo suelto. Seguiré la pista de las personas que Mavis reconoció en la fiesta de la víctima, conseguiré declaraciones. He de localizar a un bailarín con una polla enorme y un tatuaje.

– Para que luego digan que este oficio no es divertido.

Ella casi sonrió.

– Necesito encontrar gente que pueda testificar que ella estaba destrozada. Incluso con una dosis de Sober Up, Mavis no pudo serenarse lo suficiente para haber eliminado a Pandora si no paró de beber camino del cen?tro de la ciudad.

– Ella asegura que Pandora se había metido algo.

– Otra cosa que he de comprobar. Luego está Leo?nardo, el escurridizo. ¿Dónde coño estaba? ¿Y dónde está ahora?

Capitulo Cinco

Leonardo estaba estirado cuan largo era en el piso del salón de Mavis, donde había caído horas antes presa de un estupor etílico provocado por una botella de whisky sintético y un cargamento de autocompasión.

Estaba empezando a despertar y temía haber perdi?do media cara en algún momento de aquella noche des?dichada. Cuando levantó una cautelosa mano para com?probarlo, sintió alivio al encontrarse la cara entera en su sitio de siempre, si bien algo entumecida de haber estado contra el suelo.

No recordaba mucho. Ésa era una de las razones de que nunca abusara del alcohol. Era proclive a amnesias y espacios-en blanco siempre que empinaba el codo más de lo debido.

Creía recordar que entró trastabillando en el edificio de Mavis, usando la llave de código que ella le había dado cuando comprendieron que no sólo eran amantes sino que se habían enamorado.

Pero Mavis no estaba. Casi podía asegurarlo. Tenía una vaga imagen de sí mismo dando tumbos por la ciudad y echando tragos de la botella que había com?prado: ¿o robado? Mierda. Intentó incorporarse y des?pegar los ojos. Lo único que sabía con certeza era que llevaba la maldita botella en la mano y el whisky en las tripas.

Debía de haberse desmayado, cosa que le repugna?ba. ¿Cómo podía esperar que Mavis lo comprendiera si se presentaba tambaleante en su apartamento, borracho como una cuba?

Era una suerte que ella no hubiera estado allí.

Ahora, por supuesto, tenía una resaca de órdago que le hizo ovillarse y llorar de pena. Pero Mavis podía vol?ver, y él no quería que le viera en un estado tan lamenta?ble. Consiguió ponerse en pie, buscó unos analgésicos y programó el AutoChef de Mavis para hacerse un café, fuerte y solo.

Entonces reparó en la sangre.

Estaba seca y le corría por el brazo hasta la mano. Tenía una herida en el antebrazo, larga y profunda que había formado costra. Sangre, pensó otra vez nervioso, al ver que le manchaba la camisa y el pantalón.

Respirando con dificultad, se apartó del mostrador y se contempló a sí mismo. ¿Había estado en una pelea?, ¿había hecho daño a alguien?

Las nauseas le subieron por la garganta mientras su mente saltaba enormes vacíos y recuerdos confusos.

Dios del cielo, ¿es que había matado a alguien?

Eve estaba mirando taciturna el informe preliminar del forense cuando oyó un golpe a la puerta de su despa?cho. Antes de que se diera cuenta, la puerta ya se había abierto.

– ¿Teniente Dallas? -El hombre tenía aspecto de cowboy tostado por el sol, desde su sonrisa de gilipollas hasta sus botas de gastados tacones-. Caracoles, es una suerte ver al personaje de leyenda en carne y hueso. He visto su foto, pero es más guapa al natural.

– Me anonada usted. -Eve se retrepó en la silla, entrecerrando los ojos. Él sí era realmente guapo, con su pelo rizado color de trigo en torno a una cara curtida que se arrugaba atractivamente junto a los ojos color verde botella. Una nariz recta y larga, el guiño de un ma?licioso hoyuelo en la comisura de una boca sonriente. Y un cuerpo que, en fin, parecía que podía montar muy bien a caballo o lo que hiciera falta-. ¿Quién demonios es usted?

– Casto, Jake T. -Extrajo una placa del ajustado bol?sillo delantero de sus Levi's descoloridos-. Ilegales. Me be enterado de que me estaba buscando.

Eve examinó la placa.

– ¿De veras? ¿Y sabe por qué podría estar buscándo?le, teniente Casto, Jake T.?

– Por nuestro soplón mutuo. -Acabó de entrar en el despacho y posó una cadera contra la mesa de Eve en actitud de colega. Ella captó el agradable aroma de su piel-. Qué mala suerte lo del pobre Boomer. El muy desgraciado era inofensivo.

– Si usted sabía que Boomer era mío, ¿cómo ha tar?dado tanto en venir a verme?

– He estado ocupado en otro asunto. Y, a decir ver?dad, no pensaba que hubiera gran cosa que decir o hacer. Entonces supe que Feeney estaba husmeando. -Sus ojos sonrieron otra vez, ahora con un deje de sarcasmo-. Feeney también es bastante suyo, ¿no?

– Feeney es de Feeney. ¿En qué tenía trabajando a Boomer?

– Lo normal. -Casto cogió de la mesa un huevo de amatista, admiró sus inclusiones y lo cambió de mano-. Información sobre ilegales. Cosas de poco calibre. Boomer quería pensar que era muy importante, pero siempre se trataba de elementos dispersos.

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