Harlan Coben - Sólo una mirada

Здесь есть возможность читать онлайн «Harlan Coben - Sólo una mirada» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Sólo una mirada: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Sólo una mirada»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El mundo de una madre de clase media se desmorona por culpa de una simple instantánea. Cuando Grace Lawson recoge unas fotos de la familia recién reveladas descubre una, de hace al menos veinte años, en la que aparecen cinco personas. Grace no reconoce a cuatro de ellas, pero la quinta guarda un sorprendente parecido con su marido, Jack. Cuando éste ve la foto, niega ser él. Mas esa noche, mientras Grace lo espera en la cama, se marcha en coche sin dar explicación alguna y llevándose la foto. Conforme transcurren los días, ella duda cada vez más de sí misma y de su matrimonio y se plantea muchas preguntas acerca de su esposo.

Sólo una mirada — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Sólo una mirada», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Grace?

– Hola, señor Vespa.

– Por favor, llámame Carl.

– Sí, Carl.

– ¿Has oído mi mensaje? -preguntó él.

– Sí. -No le dijo a Carl Vespa que no era ésa la razón de su llamada. Se oía un eco en la línea. Preguntó-: ¿Dónde estás?

– En mi avión privado. Estamos a una hora de Stewart, más o menos.

Stewart era una base aérea militar y un aeropuerto civil situado aproximadamente a una hora y media de la casa de Grace.

Silencio.

– ¿Ocurre algo, Grace?

– Me dijiste que te llamara si alguna vez necesitaba algo.

– Y ahora, después de quince años, ¿necesitas algo?

– Creo que sí.

– Bien. No habrías podido ser más oportuna. Quiero enseñarte algo.

– ¿Qué es?

– Oye, ¿estás en casa?

– A punto de llegar.

– Te recogeré dentro de dos horas o dos horas y media. Hablaremos entonces, ¿de acuerdo? ¿Tienes a alguien que te cuide los niños?

– Encontraré a alguien.

– Si no, puedo dejar a mi ayudante en tu casa. Hasta luego.

Carl Vespa colgó. Grace siguió conduciendo. Se preguntó qué querría Carl Vespa ahora. Se preguntó si, para empezar, había hecho bien en llamar. Volvió a pulsar el primer número de las llamadas automáticas -el móvil de Jack-, pero siguió sin contestar.

A Grace se le ocurrió otra idea. Llamó a su amiga «antitríos», Cora.

– ¿Verdad que saliste con un tío que se dedicaba al envío de spam por correo electrónico? -preguntó Grace.

– Pues sí -contestó Cora-. Un obseso que se llamaba… no te lo pierdas… Gus. No sabes lo que me costó quitármelo de encima. Tuve que usar mi propia versión de arma antibúnker.

– ¿Y qué hiciste?

– Le dije a Gus que tenía el pito pequeño.

– Uf.

– Como te decía, el arma antibúnker. Es infalible, pero suele haber… esto… daños colaterales.

– Puede que necesite su ayuda.

– ¿Cómo?

Grace no sabía cómo explicarlo. Decidió centrarse en la rubia de la cara tachada, la que estaba segura de haber visto antes.

– Encontré una foto… -empezó.

– Ya.

– Y sale una mujer, de unos veinte años.

– Ajá.

– Es una foto vieja. Tendrá unos quince o veinte años. La cuestión es que necesito averiguar quién es esa chica. He pensado que a lo mejor podría enviarla a través de un spam, preguntando si alguien puede identificar a la chica para un proyecto de investigación o algo así. Sé que la mayoría de la gente borra esos mensajes, pero si unos pocos lo ven… no sé, a lo mejor alguien contesta.

– Es una posibilidad entre mil.

– Sí, lo sé.

– Y además, hablando de obsesos que salen como setas, ya te puedes imaginar las respuestas.

– ¿Se te ocurre alguna idea mejor?

– No, la verdad es que no. Podría dar resultado, supongo. Por cierto, ¿te has fijado en que no te he preguntado por qué necesitas averiguar la identidad de una mujer de una foto de hará quince o veinte años?

– Sí.

– Sólo quería que te constase.

– Me consta. Es una historia muy larga.

– ¿Necesitas contársela a alguien?

– Es posible. También es posible que necesite que alguien se quede con los niños un par de horas.

– Estoy disponible y sola. -Pausa-. Diablos, tengo que dejar de decir eso.

– ¿Dónde está Vickie? -Vickie era la hija de Cora.

– Esta noche duerme en la McMansion con mi ex y la cara de caballo de su mujer. O como yo prefiero decir, duerme en el bunker de Adolf y Eva.

Grace consiguió esbozar una sonrisa.

– Tengo el coche en el taller -dijo Cora-. ¿Puedes venir a buscarme de camino?

– Pasaré después de recoger a Max.

Grace fue a buscar a su hijo a la salida del taller de enriquecimiento Montessori. Max estaba al borde de las lágrimas porque había perdido varios cromos de Yu-Gi-Oh! en un juego tonto con un compañero de clase. Grace intentó animarlo, pero él no estaba de humor. Desistió. Lo ayudó a ponerse la chaqueta. Le faltaba el gorro. También un guante. Otra madre sonreía y silbaba mientras envolvía a su niño en una bufanda, un gorro y, cómo no, unos guantes de lana a juego de varios colores (todo tejido a mano, seguro). Miró a Grace y fingió una sonrisa comprensiva. Grace no conocía a esa mujer, pero le despertó una profunda antipatía.

Ser madre, pensó Grace, se parecía mucho a ser artista: una se sentía siempre insegura, falsa, sabía que las demás son mejores. Esas madres que prodigaban obsesivas atenciones a sus hijos, ésas que realizaban sus monótonas tareas con una sonrisa de mujer perfecta en los labios y una paciencia sobrenatural, en fin, esas madres que siempre, siempre, tenían a mano el material adecuado para la actividad extraescolar ideal… eran, sospechaba Grace, mujeres profundamente trastornadas.

Cora esperaba en el camino de entrada de su casa, pintada de un rosa chicle. Todos los vecinos de la calle detestaban el color. Una en particular, una cursi llamada muy apropiadamente Missy, se dedicó durante una época a recoger firmas para exigirle a Cora que cambiase de color. Grace encontró a Missy la Cursi pasando la hoja en un partido de fútbol del primer curso, le pidió que se lo enseñara y lo rompió, tras lo cual se dio media vuelta y se fue.

El color tampoco entusiasmaba a Grace, pero las Missys de este mundo debían tomar buena nota: más les valía enmendarse.

Cora se acercó tambaleándose con sus tacones de aguja. Iba vestida con un poco más de recato -una sudadera encima de unos leotardos- pero en realidad daba igual. Algunas mujeres rezumaban sexo aunque se vistieran con un saco de arpillera. Cora era una de ellas. Cuando se movía, se formaban curvas nuevas incluso mientras desaparecían las anteriores. Cada frase pronunciada con su voz ronca, por inofensiva que fuera, parecía tener doble sentido. Cada movimiento de la cabeza parecía una invitación.

Cora entró en el coche y se volvió hacia Max.

– Hola, guapetón.

Max gruñó, sin alzar la vista.

– Igual que mi ex. -Cora se dio la vuelta-. ¿Tienes la foto?

– Sí.

– He llamado a Gus. Lo hará.

– ¿Le has prometido algo a cambio?

– ¿Te acuerdas de lo que te dije sobre el síndrome de la quinta cita? Bien pues… ¿estás libre el sábado por la noche?

Grace la miró fijamente.

– Es broma.

– Ya lo sabía.

– En fin, la cuestión es que Gus me ha dicho que escanees la foto y se la envíes por e-mail. Puede abrirte una cuenta con una dirección de correo electrónico anónima para que recibas las respuestas. Nadie sabrá quién eres. Lo acompañaremos de un texto muy escueto; sólo diremos que un periodista está escribiendo un artículo y necesita conocer el origen de la foto. ¿Te parece bien?

– Sí, gracias.

Llegaron a la casa. Max subió al primer piso y luego gritó:

– ¿Puedo ver la tele?

Grace accedió. Como todos los padres, Grace imponía estrictas reglas respecto a la televisión, prohibiendo a sus hijos verla durante el día. Como todos los padres, sabía que las reglas estaban hechas para incumplirlas. Cora fue derecha al armario de la cocina y preparó café. Grace se preguntó qué fotografía podía enviar y decidió usar la ampliada de la derecha, la de la rubia con el aspa en la cara y la pelirroja a su izquierda. No incluyó la imagen de Jack (en el supuesto de que fuera realmente Jack). No quería involucrarlo todavía. Decidió que si había dos personas en la foto tenía más posibilidades de que las identificaran y su solicitud no parecería obra de un acosador demente.

Cora miró la foto original.

– ¿Me permites que haga una observación?

– Sí.

– Esto es muy raro.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Sólo una mirada»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Sólo una mirada» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Harlan Coben - Don’t Let Go
Harlan Coben
Harlan Coben - W głębi lasu
Harlan Coben
Harlan Coben - Ni una palabra
Harlan Coben
Harlan Coben - Motivo de ruptura
Harlan Coben
Harlan Coben - Tiempo muerto
Harlan Coben
Harlan Coben - Play Dead
Harlan Coben
Harlan Coben - Caught
Harlan Coben
libcat.ru: книга без обложки
Harlan Coben
Harlan Coben - The Innocent
Harlan Coben
Harlan Coben - Bez Skrupułów
Harlan Coben
Harlan Coben - Tell No One
Harlan Coben
Harlan Coben - Jedyna Szansa
Harlan Coben
Отзывы о книге «Sólo una mirada»

Обсуждение, отзывы о книге «Sólo una mirada» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x