Dick Francis - Fuerza Maligna

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No en todos los deportes o competencias hípicas se puede permanecer más allá del tiempo natural de actividad. Cada uno exige cierto límite. Uno de esos oficios es ser jinete de caballos entrenados para carrera de obstáculos y, para Freddy Croft, con haber pasado los treinta años resultó suficiente.
Encara entonces el negocio de transporte de caballos con cierta fortuna, hasta que un día, dentro de su camión, encuentra un cadáver.
No toda esa complicación termina todavía cuando, de pronto, asesinan a uno de sus empleados y, el ex jockey, ya no tuvo ninguna duda de que alguien lo quería perjudicar.
Inicia una investigación por su cuenta, creyendo que podrá llegar hasta las puertas mismas del extraño complot.

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Le di las gracias y salí al patio. Nina me siguió.

– Esto es un laberinto -comentó Nina-. ¿Cómo logras recordar todo eso?

– No puedo. Se me escapan fragmentos -además de que todavía quería ir a dormirme, lo que no ayudaba.

Mientras tanto la flotilla salía constantemente. Sólo quedaban tres camiones en algunos espacios separados, silenciosos, limpios; se veían majestuosos a su manera.

– Estás orgulloso de ellos -exclamó Nina al ver mi rostro.

– Será mejor que no lo esté, o algo les sucederá. Me encantaba mi Jag… ¡Pero, igual, ya no importa!

Isobel se acercó a la puerta de la oficina y mostró un claro alivio al encontrarme todavía ahí. Tenía a la secretaria de Benyi Usher en la línea telefonea, me informó. ¿Podría hacer el favor de enviar otro camión de inmediato, debido a que el señor Usher había olvidado que tenía un par de caballos que iba a participar en las carreras de vallas para novatos en Lingfield?

– Lewis ya salió para allá con los dos primeros -explicó- y el señor Usher dice que no le dará tiempo de regresar.

– Dile que enviaremos otro camión en este momento.

– ¿Vas a conducir tú? Todos los demás ya se fueron.

– Yo lo haré -se ofreció Nina-. ¿En qué camión?

Observamos los que quedaban.

– Puedes ir en el de Pat -dije, y señalé el camión para cuatro caballos-. El que condujiste el primer día. Hay un "llanero solitario” debajo, no lo olvides, aunque creo que eso ya no importa.

– De todos modos me mantendré alerta -Nina sonrió-. ¡Es increíble que un entrenador se olvide de sus corredores!

Revisé el mapa con ella, me cercioré de que llevara los documentos correctos y después conduje por delante hasta las caballerizas de Benyi. El hombre estaba asomado por la ventana del piso superior cuando llegamos, profiriendo una sarta de invectivas e instrucciones a sus desafortunados mozos de espuela.

Nina ayudó a los mozos de cuadra para subir al camión a los dos inquietos y jóvenes saltadores de vallas, que reaccionaban con temblores y ponían los ojos en blanco ante la confusión general. Nina, me di cuenta, les transmitía un efecto tranquilizador tan poderoso y natural como el que también tenía Dave, de manera que, al final, las criaturas nerviosas subieron dócilmente por la rampa sin necesidad de colocarles vendas en los ojos. Benyi dejó de quejarse. Cuando Nina y el jefe de mozos de espuela cerraron la rampa, un par de mozos de cuadra subió a los asientos de pasajeros, y el circo estuvo listo para ponerse en marcha.

Nina se rió conmigo a través de la ventana.

– Dicen que hay un nuevo jefe de mozos de cuadra en el camión de Lewis que nos lleva la delantera y que no está enterado de que estos dos caballos van en camino. Tiene que registrara os y ensillarlos. ¿Qué vamos a hacer?

– Llama a Isobel por teléfono y pídele que ponga a Lewis al tanto -indiqué.

– Sí, jefe.

Ella se puso en camino de buen talante y descubrí que me resultaba lamentable que su estancia fuera temporal. Nina Young era muy competente y una buena compañía.

Cuando llegué a mi casa, el estacionamiento estaba repleto de autos, en torno al Jaguar y al Robinson 22. Sus conductores intentaron presentarse al mismo tiempo.

– ¡Oigan! -protesté-. ¿Quién llegó primero?

Un sencillo orden de procedimiento me permitió identificar a varios agentes de seguros, inspectores de accidentes aéreos, el representante de una empresa que enviaría el helicóptero a Escocía y el cerrajero que iba a abrir la caja fuerte.

A este último lo introduje en primer término en la casa, a pesar de que, en apariencia, era quien había llegado al final. Contempló el trabajo realizado por el hacha, se rascó la cabeza y pensó que el caso ameritaba un taladro.

– Perfórela -repuse.

El resto de las personas que permaneció afuera sacó su libreta de notas. El transportista del helicóptero hizo algunas preguntas, al igual que el inspector de accidentes aéreos. Los agentes de seguros, tanto el de Lizzie como el mío, comentaron que nunca se habían encontrado con algo así. Estudiaron el informe de Sandy.

Me pidieron que firmara varios papeles. Firmé.

El enjambre de cuadernos regresó a los vehículos y se alejó. Sólo se quedó la camioneta del cerrajero a un lado de los destrozos en la zona asfaltada. Entré para verificar los progresos que había hecho y encontré la puerta de la caja abierta, pero sin su mecanismo de cierre, que estaba sobre el piso. Me pidió que revisara que el contenido de la caja estuviera intacto y cuando lo hice me dio a firmar su orden de trabajo. Volví a firmar.

Cuando el empleado se retiró, saqué de la caja el paquete de dinero y los discos flexibles con las copias de seguridad y me dirigí a la cocina para telefonear al mago de las computadoras. De muy buen agrado me indicó que cuando quisiera llevara los discos para revisarlos, iba a estar en su taller toda la tarde.

Preparé café, bebí y reflexioné un poco. Unos minutos después llamé a la oficina local de derechos e impuestos aduaneros. Les informé que, puesto que mis camiones viajaban con regularidad al otro lado del Canal, deseaba una lista actualizada de lo que podía transportarse en ellos, en vista de las siempre cambiantes reglamentaciones europeas.

¡Ah!, respondieron comprensivamente. Necesitaba, entonces, ir a ver al representante de relaciones comerciales, cuya oficina regional se localizaba en Portsmouth. Sugirieron que fuera en persona, pero que llegara antes de las cuatro de la tarde.

Agradecí la información y consulté la hora en mi reloj. Faltaba mucho tiempo.

Primero conduje a Newbury y allí busqué al mago por todo el taller. Una mesa colocada a lo largo de una pared tenía un teclado, dos o tres computadoras, una impresora láser y un monitor a color, que mostraba una hilera brillante de naipes en miniatura en un juego de solitario sin terminar.

– Sota negra sobre reina roja -comenté.

– Sí -sonrió y la apagó-. ¿Trajo sus discos?

Los entregué en un sobre.

– Hay cuatro. Uno por cada año desde que me hice cargo de este negocio.

Asintió con la cabeza.

– Empezaré por el más reciente -lo metió en la ranura de la unidad de disco de una de las computadoras y en seguida abrió el directorio de archivos guardados del año corriente. Murmuró algunas palabras inaudibles, después oprimió una serie de teclas y en un momento la pantalla empezó a destellar rápidamente con letras y números, mientras examinaba el disco para detectar extraños mortíferos.

– ¡Listo! -exclamó cuando el destello en la pantalla se convirtió en un solo mensaje que informaba: "Revisión completa. No se encontraron virus". Me sonrió-. No halló a Miguel Ángel. Está a salvo.

– Es muy interesante -repuse-. La última vez que utilicé el disco para respaldar el trabajo que se hizo en la computadora principal de la oficina fue ayer hace una semana. El tres de marzo.

Los ojos del experto saborearon la información.

– Entonces, eso fue el tres de marzo -repitió-. Se podría decir que Miguel Ángel no había aparecido todavía en su oficina. ¿Está de acuerdo?

– Así es.

– De manera que lo pescaron el viernes o el sábado -reflexionó-. Pregunte a sus secretarias si introdujeron los discos de alguna persona en su máquina. Es decir, por ejemplo, si alguien les prestó un disco con un juego, como el del solitario. Miguel Ángel debe de haber estado acechando en el disco del juego y saltó a su computadora de manera instantánea.

– Muchas gracias.

– Creo que será mejor que examine también los demás discos, sólo para estar seguros -introdujo los otros tres y los sometió al proceso de revisión, todos obtuvieron resultados negativos-. Bueno, ya está. Por el momento están limpios.

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