– No me jodas, Bosch. Si llego tarde es porque he estado ocupado desde temprano por culpa de tus jueguecitos.
– ¿Qué quieres decir?
– Déjalo. Mira, no me gusta que me vean hablando contigo. Irving me ha dado instrucciones estrictas respecto a ti. No formas parte de la investigación; métetelo en la cabeza. Nos ayudaste la otra noche y punto.
Estaban en el pasillo delante de las oficinas de Robos y Homicidios. A Bosch no le gustaba el tono de voz de Sheehan. Nunca había visto a Frankie bajarse los pantalones ante los jefes de aquella manera.
– Venga, Frankie, vamos a tomar un café y me cuentas qué te trae de culo.
– Nada me trae de culo, tío. ¿Te olvidas de que he trabajado contigo y sé que cuando muerdes algo no lo sueltas? Te estoy diciendo cómo está el asunto; tú estabas el día que encontramos el fiambre, pero la cosa acaba ahí. Vuelve a Hollywood.
Bosch dio un paso hacia él y bajó la voz.
– Pero los dos sabemos que la cosa no acaba ahí, ni mucho menos. Si quieres, ya puedes decirle a Irving que lo he dicho yo.
Sheehan lo miró fijamente unos segundos, pero luego Bosch vio que su determinación se evaporaba.
– Muy bien, Harry, entra. Me voy a arrepentir, pero bueno.
Los dos caminaron hasta la mesa de Sheehan y Bosch se acercó una silla de la mesa de al lado.
Sheehan se quitó la chaqueta y la colgó en un perchero junto a la mesa. Después de sentarse, se ajustó la funda de la pistola, cruzó los brazos y dijo:
– ¿Sabes dónde he pasado toda la mañana? En la oficina del forense, intentando negociar un trato para tapar esto durante unas horas. Parece ser que anoche hubo una filtración a la prensa; esta mañana han llamado a Irving diciendo que estamos ocultando el homicidio de uno de nuestros propios agentes. Por casualidad tú no sabrás nada de todo esto, ¿verdad?
– Lo único que sé es que he estado pensando en la escena del motel y en que la autopsia no era concluyente y…, bueno, he llegado a la conclusión de que no es suicidio.
– Tú no has llegado a ninguna conclusión porque no estás en el caso, ¿recuerdas? -le corrigió Sheehan-. ¿Y qué me dices de esto?
Sheehan abrió un cajón y sacó una carpeta. Era el archivo sobre Zorrillo que Rickard le había mostrado el día antes.
– No te molestes en decir que no lo habías visto porque si lo haces lo llevaré a la policía científica para que saquen las huellas dactilares. Me apuesto el diafragma de mi mujer a que encontraría las tuyas.
– Pues lo perderías.
– Pues tendría más hijos -dijo Sheehan-. Aunque no perdería, Harry.
Bosch esperó un momento a que Sheehan se tranquilizase.
– Toda esta bronca que me estás metiendo significa una cosa: que tú tampoco crees que sea suicidio. Así que corta el rollo.
– Tienes razón; no creo que lo sea. Pero tengo un subdirector controlándome al que se le ha ocurrido la brillante idea de colgarme un buitre de Asuntos Internos. Así que tengo los dos pies metidos en mierda antes de empezar.
– ¿Me estás diciendo que no quieren que esto salga de aquí?
– No, no estoy diciendo eso.
– ¿Qué van a decirle al Times ?
– Hay una rueda de prensa esta tarde. Irving declarará que estamos considerando la posibilidad (sólo la posibilidad) de que se trate de homicidio. Daremos la noticia a todo el mundo; a la mierda el Times . Además, ¿cómo sabes que fueron ellos?
– Por suerte, supongo.
– Ten cuidado, Bosch. Si vuelves a cagarla así, Irving te meterá un puro que no veas. Le encantaría, con tu historial y toda la experiencia que ha tenido contigo. De momento ya me ha encargado que investigue lo de este expediente. Tú le dijiste a Irving que no conocías a Moore y resulta que tenemos pruebas que demuestran que estaba investigando algo para ti.
En ese momento Bosch se dio cuenta de que había olvidado despegar la nota adhesiva que Moore había puesto en la carpeta.
– Dile a Irving lo que quieras. Me importa un pimiento. -Bosch miró la carpeta-. ¿Qué piensas tú?
– ¿De este expediente? Yo no pienso nada en voz alta.
– Venga, Frankie. Le pedí a Moore que me ayudara con un caso de homicidio relacionado con drogas y acabó en un motel con la cabeza hecha trizas en la bañera. Fue un trabajo tan perfecto que no dejaron ni una sola huella en toda la habitación.
– ¿Y qué pasa si fue perfecto y no había otras huellas? Hay tíos que se merecen lo que les pase, ¿me entiendes?
Ahí se rompió la defensa de Sheehan. Intencionadamente o no, le estaba contando a Bosch que Moore había cruzado la línea.
– Necesito más -susurró Bosch-. Tú tienes todo el peso sobre ti, pero yo no. Trabajo por libre y voy a resolverlo. Puede que Moore se hubiera pasado al otro bando, sí, pero nadie tenía derecho a cargárselo de esa manera. Los dos lo sabemos. Además, hay más muertos.
Harry notó que aquello había capturado la atención de Sheehan.
– Podemos hacer un trueque -susurró Bosch.
– Sí, vamos a tomarnos ese café -contestó Sheehan, al tiempo que se levantaba de su silla.
Cinco minutos más tarde estaban sentados en la cafetería del segundo piso y Bosch le estaba contando lo de Jimmy Kapps y Juan 67. Le explicó las conexiones entre Moore y Juan 67, Juan y Mexicali, Mexicali y Humberto Zorrillo, Zorrillo y el hielo negro y el hielo negro y Jimmy Kapps. Todo estaba relacionado. Sheehan no hizo preguntas ni tomó notas hasta el final.
– ¿Qué opinas entonces? -preguntó Sheehan.
– Lo mismo que tú -respondió Bosch-. Que Moore se había pasado al otro bando. Tal vez estaba trabajando para Zorrillo, el hombre del hielo negro, y se metió tanto que no pudo salir. Todavía no sé la explicación, pero estoy barajando algunas posibilidades. Se me ocurren unas cuantas. Quizá Moore quería dejarlo y por eso se lo cargaron. O tal vez lo mataron porque estaba recopilando información para mí. También puede que corriera la voz sobre la investigación de tu colega de Asuntos Internos, Chastain, y que de pronto vieran a Moore como un peligro y lo eliminaran.
Sheehan dudó un momento. Era la hora de la verdad. Si mencionaba la investigación de Asuntos Internos estaría rompiendo suficientes reglas departamentales como para que lo expulsaran permanentemente de Robos y Homicidios. Tal como le había ocurrido a Harry.
– Podrían echarme por hablar sobre eso -le recordó Sheehan-. Acabaría como tú, en «la cloaca».
– Todo es una cloaca, tío. Sigues nadando en la mierda, tanto si estás arriba como abajo.
Sheehan bebió un sorbo de su café.
– Asuntos Internos recibió un aviso, hace unos dos meses, de que Moore estaba involucrado en el tráfico de drogas en el Boulevard. Posiblemente ofreciendo protección o tal vez algo peor. La fuente no era más clara.
– ¿Hace dos meses? -se sorprendió Bosch-. ¿Y no encontraron nada en todo ese tiempo? ¿Nada para al menos retirar a Moore de la calle?
– Mira, tienes que recordar que Irving me ha endosado a Chastain en esta investigación, pero no trabajamos mucho juntos; él apenas habla conmigo. Sólo me ha dicho que la investigación estaba en sus inicios cuando Moore desapareció. Todavía no tenía nada para probar o desmentir la acusación.
– ¿Sabes si dedicó mucho tiempo al caso?
– Supongo que sí. El tío es de Asuntos Internos; siempre está buscando una chapa que arrancar. Y esto parecía algo más que una simple infracción del reglamento; seguramente habría ido al fiscal del distrito y todo. Me imagino que el tío estaría deseando cargárselo; simplemente no encontró nada. Moore debía de ser muy bueno.
«Evidentemente, no lo suficiente», pensó Bosch.
– ¿Quién era la fuente?
– Eso no lo necesitas.
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