– Cuando vuelvan a entrar en esa sala, tendrán que decidir si ésta es la clase de policía que quieren para su ciudad. Se supone que la policía tiene que ser el espejo de la sociedad a la que protege. Sus agentes deberían ejemplificar lo mejor de nosotros. Cuando deliberen, pregúntense qué ejemplifica Harry Bosch. ¿De qué segmento de nuestra sociedad muestra él la imagen? Si las respuestas a estas preguntas no les preocupan, entonces vuelvan con un veredicto favorable al demandado. Si les inquietan, si creen que nuestra sociedad merece algo mejor que el asesinato a sangre fría de un potencial sospechoso, entonces no tendrán otra alternativa que fallar a favor de la demandante.
Chandler hizo una pausa para ir a la mesa de la demandante y beber un vaso de agua. Belk se acercó a Bosch y susurró:
– No está mal, pero le he visto hacerlo mejor.
– ¿La vez que lo hizo peor ganó? -replicó Bosch, también en un susurro.
Belk miró su libreta, dejando la respuesta clara. Mientras Chandler volvía al estrado Belk se inclinó de nuevo hacia Bosch.
– Es su rutina. Ahora hablará de dinero. Después de entrar en materia, Money siempre habla de dinero.
Chandler se aclaró la garganta y empezó de nuevo.
– Ustedes doce se hallan en una rara posición. Tienen la capacidad de hacer un cambio social. No hay mucha gente que disponga de esa oportunidad. Si creen que el detective Bosch estaba equivocado, en el grado que sea, y fallan a favor de la demandante, estarán haciendo un cambio porque estarán enviando una señal clara, un mensaje a todos los agentes de policía de esta ciudad. Desde el jefe a los administradores del Parker Center, a dos manzanas de aquí, hasta todos los agentes novatos que patrullan en la calle, el mensaje será que no queremos que actúen de esta manera. Que no lo aceptaremos. Ahora bien, si ése es su veredicto tambien tienen que establecer daños pecuniarios. No es una tarea complicada. La parte complicada es la primera, decidir si el detective Bosch actuó bien o mal. Los daños pueden ser cualquier cosa desde un dólar a un millón de dólares o más. No importa. Lo importante es el mensaje. Porque con el mensaje haremos justicia para Norman Church. Harán justicia con su familia.
Bosch miró hacia atrás y vio a Bremmer en la tribuna con el resto de periodistas. Bremmer le sonrió con astucia y Bosch le devolvió la sonrisa. El periodista tenía razón respecto a Money y el dinero.
Chandler volvió a la mesa de la demandante, cogió un libro y regresó al estrado. Era viejo y sin sobrecubierta, con la piel verde resquebrajada. Bosch creyó distinguir una marca, probablemente un sello de biblioteca en la parte superior de sus páginas.
– Ahora, al concluir-dijo ella-, me gustaría referirme a una preocupación que ustedes podrían tener. Sé que yo la tendría si estuviera en su lugar. Se preguntarán ¿cómo es que hemos llegado a tener a gente como el detective Bosch en nuestra policía? Bueno, no creo que podamos tener la esperanza de responder a eso y no es la cuestión de este caso. Pero si recuerdan, cité al filósofo Nietzsche al principio de la semana. Leí sus palabras acerca del lugar oscuro que él llamaba abismo. Parafraseándolo decía que tenemos que tener cuidado de que aquel que lucha contra los monstruos no se convierta en un monstruo. En la sociedad actual no es difícil aceptar que hay monstruos, y muchos. Y así no es tan difícil creer que un agente de policía podría convertirse él mismo en un monstruo.
Después de que se levantó la sesión ayer, pasé la tarde en la biblioteca.
Chandler miró a Bosch al decirlo, alardeando de su mentira. Bosch le sostuvo la mirada y rechazó el impulso de mirar a otro lado.
– Y me gustaría acabar leyendo algo que Nathaniel Hawthorne escribió acerca del mismo tema con el que estamos tratando hoy. En su libro El fauno de mármol, Hawthorne escribe: «El abismo era simplemente uno de los orificios de ese pozo de oscuridad que yace debajo de nosotros… en todas partes.»
Damas y caballeros, tengan cuidado en sus deliberaciones y sean sinceros con ustedes mismos. Gracias.
El silencio era tal que Bosch oyó el sonido de los tacones de Chandler en la moqueta cuando la abogada volvió a su silla.
– Amigos -dijo el juez Keyes-, vamos a descansar quince minutos y será el turno del señor Belk.
Mientras se levantaban cuando salía el jurado, Belk susurró:
– No puedo creer que haya usado la palabra orificio en su alegato final.
Bosch lo miró, Belk parecía desbordante de alegría, pero Bosch reconoció que simplemente estaba agarrándose a algo para animarse y prepararse para su turno en el estrado. Porque Bosch sabía que al margen de las palabras que hubiera usado, Chandler había estado francamente bien. Mirando al hombre gordo y sudoroso que tenía al lado, no sintió el menor asomo de confianza.
Bosch salió a la estatua de la justicia y se fumó dos cigarrillos durante la pausa, pero Honey Chandler no apareció. En cambio, Tommy Faraway sí pasó y chasqueó la lengua de manera aprobatoria cuando encontró el cigarrillo casi entero que ella había dejado antes en el cenicero. Continuó sin decir nada más. Bosch pensó que nunca había visto a Tommy Faraway fumarse una de las colillas que seleccionaba de la arena.
Belk sorprendió a Bosch con su alegato final. No estuvo nada mal. Simplemente no estaba en la misma liga que Chandler. Su alegato final fue más una reacción al de Chandler que un tratado autónomo acerca de la inocencia de Bosch y la injusticia de las acusaciones que se vertían contra él. Dijo cosas como:
– En todo lo que Chandler ha dicho acerca de los dos posibles fallos, ha olvidado completamente un tercero, que no es otro sino que el detective Bosch actuó con propiedad y prudencia. Correctamente.
Eso anotaba puntos para la defensa, pero también era un cumplido para Chandler reconocer que había dos posibles fallos a favor de la demandante. Belk no lo vio, pero Bosch sí. El ayudante del fiscal municipal estaba dando al jurado tres elecciones, en lugar de dos, y sólo una absolvía a Bosch. En ocasiones quería arrastrar a Belk a la mesa y reescribir su guión. Pero no podía. Tenía que agacharse como hacía en los túneles de Vietnam cuando las bombas caían en el suelo y esperaba que no hubiera derrumbamientos.
La parte central del alegato de Belk se centró en las pruebas que relacionaban a Church. con los nueve asesinatos. Machaconamente recalcó que el monstruo de la historia era Church y no Bosch y que las pruebas respaldaban eso claramente. Advirtió a los miembros del jurado que el hecho de que asesinatos similares continuaran no tenía relación con lo que Church había hecho ni con cómo Bosch había reaccionado en el apartamento de Hyperion.
Finalmente tomó lo que Bosch supuso que era la carrerilla final. Una inflexión de auténtica ira entró en su voz cuando criticó la descripción que Chandler había hecho de Bosch, como un hombre que había actuado imprudentemente y con un desprecio absoluto por la vida.
– La verdad es que la vida era lo único que el detective Bosch tenía en mente cuando entró por aquella puerta. Sus acciones estuvieron basadas en la creencia de que allí había otra mujer, otra víctima. El detective Bosch no tenía elección. Su única opción era entrar por esa puerta, asegurar la situación y lidiar con las consecuencias. Norman Church murió cuando rechazó repetidamente órdenes de un agente de policía e hizo el movimiento hacia la almohada. Fue su jugada, no la de Bosch, y finalmente tuvo que pagar el precio definitivo.
Pero piensen en Bosch en esa situación. ¿Pueden imaginarse estar allí? ¿Solo? ¿Asustado? Hay un único tipo de individuo que se enfrenta a esa clase de situación sin pestañear, es lo que nuestra sociedad llama un héroe. Creo que cuando vayan a la sala de deliberaciones y sopesen cuidadosamente no las acusaciones sino los hechos de este caso, llegarán a la misma conclusión. Muchas gracias.
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