La expresión volvió al rostro de Chandler durante una fracción de segundo. Había patinado y quizá eso fue para ella un shock tan grande como cualquier cosa que había dicho él. Hundió el cigarrillo en la arena después de dos caladas. Tommy Faraway se alegraría cuando lo encontrara después.
– Empezamos dentro de un minuto, detective. No sé nada de ninguna nota. ¿Entendido? Nada en absoluto. No hay ninguna nota. Si trata de causar algún problema con esto, yo le causaré más a usted.
– No se lo he dicho a Belk, ni voy a hacerlo. Sólo quiero la nota. No tiene relación con el caso que se juzga.
– Es fácil para…
– ¿Para mí decirlo porque no la he leído? Está patinando, abogada. Será mejor que sea más cuidadosa.
Ella no hizo caso del comentario y cambió de asunto.
– Otra cosa, si cree que mi…, eh, acuerdo con Edgar es una base para una moción de juicio nulo o una queja por mala conducta, descubrirá que se equivoca de plano. Edgar consintió a nuestra relación sin provocación ninguna. De hecho, él la sugirió. Si presenta alguna queja le demandaré por calumnias y enviaré comunicados de prensa cuando lo haga.
Bosch no creía que nada de lo que hubiera ocurrido fuera por sugerencia de Edgar, pero lo dejó estar. Le dedicó su mejor sonrisa asesina, después abrió la puerta y desapareció por ella.
Bosch apuró el cigarrillo, con la esperanza de que su jugada al menos hubiera frenado la inercia de Chandler durante su alegato final. Pero sobre todo estaba satisfecho por haber tenido la confirmación tácita de su teoría. El discípulo le había enviado una nota.
El silencio que descendió sobre la sala cuando Chandler se acercó al estrado era la clase de silencio cargado de tensión que acompaña el momento anterior a la lectura de un veredicto. Bosch sentía que esto era porque en muchas de las mentes de la sala el veredicto estaba cantado y las palabras de Chandler servirían de golpe de gracia. El golpe final y letal.
La abogada empezó con el agradecimiento ineludible al jurado por su paciencia y atención al caso. Dijo que tenía plena confianza en que deliberarían a conciencia para obtener un veredicto justo.
En los juicios a los que Bosch había asistido como investigador, los dos abogados siempre decían eso al jurado, y él siempre pensó que era una estupidez. La mayoría de los jurados tenían miembros que estaban allí simplemente para evitar ir a trabajar a la fábrica o la oficina. Sin embargo, una vez se iniciaba el juicio, las cuestiones eran o demasiado complicadas o aterrorizantes o bien soberanamente aburridas, y los miembros del jurado pasaban los días en la tribuna tratando de permanecer despiertos entre los recesos, que aprovechaban para tonificarse con azúcar, cafeína y nicotina.
Después del saludo inicial, Chandler fue rápidamente a la raíz del asunto.
– Recordarán que el lunes me presenté ante ustedes y les di el mapa de carreteras. Les dije lo que presentaría para probar lo que necesitaba probar y ahora es su turno de decidir si lo he conseguido. Y creo que cuando sopesen los testimonios de la semana no tendrán ninguna duda de que lo he logrado.
Y hablando de dudas, el juez ya les instruirá, pero quiero dedicar un momento a explicarles otra vez que se trata de una cuestión civil y no de un caso penal. No se trata de Perry Masón ni de nada que hayan visto en la tele o en el cine. En un caso civil para que fallen a favor del demandante sólo es preciso que una mayoría de las pruebas estén a favor de los argumentos del demandante. Una mayoría, ¿qué significa eso? Significa que las pruebas que apoyan el argumento del demandante superan a las pruebas en contra. Una mayoría. Puede ser una mayoría simple, el cincuenta por ciento más uno.
Dedicó mucho tiempo a este asunto porque era ahí donde se ganaba o se perdía el caso. Tenía que coger a doce personas legalmente ineptas -hecho garantizado en el proceso de selección del jurado- y liberarlas de las creencias y percepciones inculcadas por los medios de comunicación de que los casos se decidían por dudas razonables o más allá de toda sombra de duda. Eso era para los casos penales. Éste era civil, y en un caso civil el acusado pierde la ventaja de la que goza en uno penal.
– Piensen en ello como un conjunto de pesas. Las pesas de la justicia. Y cada elemento probatorio o testimonio presentado tiene un peso determinado, en función de la validez que le den. En un plato de la balanza están los argumentos de la demandante y en el otro, los del demandado. Creo que cuando hayan ido a la sala del jurado a deliberar y hayan sopesado adecuadamente las pruebas de este caso, no habrá duda de que la balanza se inclina del lado de la demandante. Si creen que ése es realmente el caso deben fallar a favor de la señora Church.
Una vez cumplidos los preliminares, Bosch sabía que Chandler tenía que afinar el resto, porque la acusación estaba esencialmente presentando un caso con dos partes, con la esperanza de ganar al menos una. La primera parte era que tal vez Norman Church sí era el Fabricante de Muñecas, un asesino en serie monstruoso, pero, aun así, las acciones de Bosch amparado por su placa fueron igualmente abyectas y no deberían perdonarse. La segunda parte, la que sin duda reportaría riquezas sin par si el jurado la creía, era que Norman Church era un hombre inocente al que Bosch había asesinado a sangre fría, privando a su familia de un marido y padre ejemplar.
– Las pruebas presentadas esta semana apuntan a dos posibles conclusiones -dijo Chandler al jurado-. Y ésa será la tarea más difícil que tendrán, determinar el grado de la culpabilidad del detective Bosch. Sin duda alguna está claro que actuó precipitadamente, imprudentemente y con un absoluto desprecio por la vida y la segundad la noche en que Norman Church murió. Sus acciones fueron imperdonables y un hombre lo pagó con su vida. Una familia pagó esa actitud con la pérdida de un marido y un padre.
– Pero deben ver más allá de eso al hombre al que mataron. Las pruebas (desde el vídeo, que es una clara coartada para uno de los asesinatos atribuidos a Norman Church, si no para todos ellos, al testimonio de sus seres queridos) deberían convencerles de que la policía se equivocó de hombre. Si no, el propio reconocimiento del detective Bosch en la tribuna de los testigos deja claro que los asesinatos no se detuvieron, que mató a un hombre inocente.
Bosch vio que Belk estaba escribiendo en su libreta. Con un poco de suerte, estaría tomando nota de todos los elementos del testimonio de Bosch y otros que Chandler estaba dejando convenientemente fuera de su argumentación.
– Por último -estaba diciendo ella-, deben ver más allá del hombre que murió y mirar al homicida.
Homicida, pensó Bosch. Sonaba espantoso aplicado a él. Repitió la palabra una y otra vez en su mente. Sí, había matado. Había matado antes y después de Church, pero llamarlo simplemente homicida sin las explicaciones necesarias parecía horrible. En ese momento se dio cuenta de que a pesar de todo sí le importaba. Pese a lo que le había dicho antes a Belk, quería que el jurado sancionara lo que había hecho. Necesitaba que le dijeran que había hecho lo que tenía que hacer.
– Tienen a un hombre -dijo la abogada- que repetidamente ha mostrado su gusto por la sangre. Un cowboy que mató antes y después del episodio con el desarmado señor Church. Un hombre que dispara primero y busca pruebas después. Tienen a un hombre con un asentado motivo para matar a una persona de la que pensaba que podía ser un asesino en serie de mujeres, de mujeres de la calle… como su propia madre.
Dejó que esta afirmación flotara en el aire un rato mientras pretendía estar comprobando algo en las notas de su libreta.
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