Belk se había inclinado sobre el estrado, apretando su peso en él.
– Ya veo, pero entre estos momentos de compulsión en los que se producen los actos ¿este hombre tiene una vida normal o, no sé, está de pie en una esquina, babeando?
– No, nada de eso, al menos hasta que los intervalos se hacen tan cortos que literalmente no existen. Entonces sí que podría haber alguien en la calle merodeando permanentemente, como dice usted. Pero entre los intervalos hay normalidad. El acto sexual aberrante (violación, estrangulación, voyeurismo o lo que sea) proporciona al sujeto un recuerdo para construir su fantasía. Después puede usar ese acto para fantasear y estimularse durante la masturbación o un acto sexual normal.
– ¿Quiere decir que de algún modo reproduce el asesinato en su mente para poder excitarse sexualmente para tener una relación normal, digamos, con su mujer?
Chandler protestó y Belk tuvo que reformular la pregunta para no inducir la respuesta de Locke.
– Sí, reproduce en su mente el acto sexual aberrante de manera que pueda cumplir con el acto que está socialmente aceptado.
– Al hacerlo así, una esposa, por ejemplo, podría no saber de los deseos reales de su marido, ¿correcto?
– Es correcto. Ocurre con frecuencia.
– Y una persona así podría cumplir con su trabajo y estar con sus amigos sin revelar esa faceta de sí mismo, ¿correcto?
– De nuevo es correcto. Hay numerosas pruebas de ello en los historiales de sádicos sexuales que asesinan. La doble vida de Ted Bundy está bien documentada. Randy Kraft, el asesino de decenas de autostopistas aquí en el sur de California. Podría nombrar a muchos más. De hecho, es la razón de que maten a tantas víctimas antes de ser atrapados, y normalmente caen sólo porque cometen un pequeño error.
– ¿Como con Norman Church?
– Sí.
– Como ha testificado antes, no logró encontrar o recopilar suficiente información acerca del desarrollo temprano de Norman Church para incluirlo en su libro. ¿Ese hecho le disuadió de creer que era el asesino que la policía aseguraba que era?
– No, en absoluto. Como he dicho, esos deseos pueden ocultarse con facilidad en la conducta normal. Esta gente sabe que sus deseos no son aceptados por la sociedad. Créame, se esfuerzan mucho para ocultarlos. El señor Church no es el único personaje que examiné para mi libro y finalmente descarté por falta de información valiosa. Hice estudios preliminares de al menos otros tres asesinos en serie que o bien estaban muertos o no querían cooperar y también los descarté por la falta de registros públicos o de historial.
– Ha mencionado antes que las raíces de estos problemas se plantan en la infancia. ¿Cómo?
– Debería haber dicho que pueden plantarse en la infancia. Es una ciencia difícil y no hay nada que se sepa con certeza. Yendo a su pregunta, si tuviera una respuesta definitiva supongo que no tendría trabajo. Pero lo que creemos los psicoanalistas como yo es que la parafilia puede estar causada por un trauma físico, emocional o ambos. Básicamente es una síntesis de éstos, algunos posibles determinantes biológicos y aprendizaje social. Es difícil de señalar, pero creemos que ocurre muy pronto, normalmente entre los cinco y ocho años. Uno de los personajes de mi libro fue acosado por un tío a la edad de tres años. Mi tesis, o creencia o como quiera llamarlo, es que este trauma lo puso en la senda de convertirse en un asesino de homosexuales. En la mayoría de los asesinatos emasculaba a sus víctimas.
La sala había quedado tan en silencio durante el testimonio de Locke que Bosch oyó el ligero golpe de una de las puertas posteriores al abrirse. Miró hacia atrás y vio a Jerry Edgar tomando asiento en la última fila. Edgar saludó con la cabeza a Harry, quien miró el reloj. Eran las cuatro y cuarto, faltaban quince minutos para que concluyera la sesión. Bosch supuso que Edgar se había pasado a su vuelta de la autopsia.
– ¿El trauma infantil que se encuentra en la raíz de las actividades criminales de una persona adulta ha de ser tan manifiesto como el abuso sexual?
– No necesariamente. Puede estar arraigado en una tensión emocional más tradicional cargada sobre un niño. La tremenda presión de tener éxito a ojos de los padres, unida con otras cosas. Es difícil debatirlo en un contexto hipotético, porque la sexualidad humana tiene múltiples dimensiones.
Belk continuó con unas cuantas preguntas generales acerca de los trabajos de Locke antes de terminar. Chandler planteó un par de preguntas más en la réplica, pero Bosch había perdido el interés. Sabía que Edgar no se habría pasado por la sala del tribunal a no ser que tuviera algo importante. Dos veces miró atrás al reloj que había en la pared y dos veces miró al suyo. Finalmente, cuando Belk dijo que no tenía más preguntas, el juez Keyes levantó la sesión.
Bosch observó a Locke cuando éste bajaba del estrado y abría la verja para dirigirse a la puerta seguido por un par de periodistas. Entonces el jurado se levantó y abandonó la sala.
Belk se volvió hacia Bosch y dijo:
– Mejor que se prepare mañana, tengo la impresión de que va a ser su turno bajo el sol.
– ¿Qué habéis descubierto, Jerry? -preguntó Bosch cuando alcanzó a Edgar en el pasillo que conducía a la escalera mecánica.
– ¿Tu coche está en el Parker Center?
– Sí.
– El mío también. Vamos hacia allá.
Subieron a la escalera mecánica, pero no dijeron nada porque estaba llena de espectadores del juicio. En la acera, cuando estuvieron solos, Edgar sacó un formulario blanco doblado del bolsillo de su americana y se lo pasó a Bosch.
– Lo hemos confirmado. Las huellas que Mora sacó de Rebecca Kaminski coincidían con el molde de la mano de la rubia de hormigón. También acabo de llegar de la autopsia y el tatuaje estaba allí, encima del culo. Sam Bigotes.
Bosch desdobló el papel. Era una fotocopia de un informe de personas desaparecidas.
– Es una copia del informe sobre Rebecca Kaminski, también conocida como Magna Cum Loudly. Desaparecida veintidós meses y tres días.
Bosch estaba mirando la denuncia.
– No parece que haya ninguna duda -dijo.
– No, ninguna duda. Era ella. La autopsia también confirmó que la causa de la muerte fue la estrangulación manual. El nudo se apretó fuerte en el lado izquierdo. Probablemente fue un zurdo.
Caminaron sin intercambiar palabra durante media manzana. Bosch estaba sorprendido de que hiciera calor tan tarde. Al final Edgar habló.
– Así que, obviamente, lo hemos confirmado; esto puede parecer una de las muñecas de Church, pero no hay forma de que lo hiciera él, a no ser que volviera de entre los muertos… Así que he comprobado algunas cosas en la librería de Union Station. El libro de Bremmer El Fabricante de Muñecas, con todos los detalles que un imitador necesitaba, se publicó en tapa dura diecisiete meses después de que hicieras morder el polvo a Church. Becky Kaminski desapareció unos cuatro meses después de la publicación del libro. Así que nuestro asesino podría haberlo comprado y después haberlo usado como una especie de manual para que pareciera una obra del Fabricante de Muñecas. -Edgar miró a Bosch y sonrió-. Estás a salvo, Harry.
Bosch asintió, pero no sonrió. Edgar no sabía nada de la cinta de vídeo de Wieczorek.
Caminaron por Temple hasta Los Angeles Street. Bosch no se fijó en la gente que tenía al lado, en los vagabundos que agitaban sus tazas en las esquinas. Estuvo a punto de cruzar Los Angeles entre el tráfico cuando Edgar le puso la mano en el brazo para alertarlo. Mientras esperaban a que cambiara el semáforo, examinó otra vez el informe. Era lo básico. Rebecca Kaminski simplemente había salido a una «cita» y no había regresado. Iba a encontrarse con el hombre sin nombre en el Hyatt de Sunset. Eso era todo. Ningún seguimiento, ninguna información adicional. La denuncia la había presentado un tipo llamado Tom Cerrone, que se identificaba en el informe como compañero de piso de Kaminski en Studio City. El semáforo cambió y los dos detectives cruzaron Los Angeles Street y luego giraron a la derecha hacia el Parker Center.
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