– Bueno, estabas conmigo en el equipo de investigación. Eso basta para involucrarte.
– Bueno, vamos…
Sonó el teléfono y Mora lo cogió. Acto seguido se lo pasó a Bosch.
– ¿Pasa, Harry?
– Estoy aquí con Mora. Me ha puesto al corriente. ¿Algo sobre las huellas?
– Todavía no. Se me escapó mi contacto en el SID. Debe de haber salido a comer. Así que dejé las huellas allí. Más tarde tendremos la confirmación, pero no voy a quedarme esperando.
– ¿Dónde estás?
– En personas desaparecidas. Ahora que tenemos el nombre trataré de averiguar si alguien denunció la desaparición.
– ¿Vas a quedarte un rato?
– Acabo de empezar. Estamos buscando en papel. En el ordenador sólo tienen las de hace dieciocho meses.
– Me pasaré.
– Tú tienes el juicio, tío.
– Tengo un rato.
Bosch sentía que tenía que continuar moviéndose, era la única forma de mantener a raya el horror que crecía en su mente por la posibilidad de que hubiera matado a un hombre inocente. Condujo hasta el Parker Center y bajó por la escalera hasta el primer sótano. El Departamento de Personas Desaparecidas era una pequeña oficina dentro de la sección de fugitivos. Edgar estaba sentado ante un escritorio, revisando una pila de informes. Bosch advirtió que los casos ni siquiera se habían investigado después de que se hubieran hecho los informes. Estarían en archivadores si se hubiera hecho algún seguimiento.
– De momento nada, Harry -dijo Edgar.
Edgar le presentó al detective Morgan Randolph, que estaba sentado ante un escritorio vecino. Randolph le pasó a Bosch una pila de informes y Harry pasó los siguientes quince minutos buscando entre las páginas, cada una con una historia personal del dolor de alguien que había caído en los oídos sordos del departamento.
– Harry, en la descripción, busca un tatuaje encima del culo -dijo Edgar.
– ¿Cómo lo sabes?
– Mora tenía algunas fotos de Magna Cum Loudly. En acción, como dice Mora. Y hay un tatuaje de Sam Bigotes, el de los dibujos animados. Está en la nalga izquierda.
– Bueno, ¿lo visteis en el cadáver?
– No nos fijamos por la fuerte decoloración de la piel. Pero la verdad es que tampoco le miré el trasero.
– ¿Qué pasa con eso? Habías dicho que la abrirían ayer.
– Sí, eso dijeron, pero llamé y siguen con retraso por el fin de semana. Ni siquiera lo han preparado. Llamé a Sakai hace un rato y va a echar un vistazo en la nevera después de comer. Se fijará en el tatuaje.
Bosch volvió a mirar su pila. El tema recurrente era la juventud de las personas desaparecidas. Los Ángeles era una alcantarilla que recogía un flujo constante de fugados de todo el país. Pero también había mucha gente que desaparecía en Los Ángeles.
Bosch terminó con su pila sin haber visto el nombre de Rebecca Kaminski, su alias ni a nadie que concordara con su descripción. Miró su reloj y supo que tenía que volver al tribunal. De todos modos cogió otra pila del escritorio y empezó a leer. Mientras buscaba, escuchaba la charla entre Edgar y Randolph. Estaba claro que ambos se conocían de antes del encuentro de ese día. Edgar lo llamaba Morg. Bosch supuso que se conocerían de la Asociación de Agentes de Policía Negros.
No encontró nada en la segunda pila.
– Tengo que irme. Voy a llegar tarde.
– Vale, tío. Ya te diremos lo que encontremos.
– Y las huellas también, ¿vale?
– Descuida.
La sesión ya se había iniciado cuando Bosch llegó a la sala 4. Abrió la puerta en silencio, recorrió el pasillo y se sentó en su lugar, junto a Belk. El juez lo miró con desdén, pero no dijo nada. Bosch vio que el subdirector Irvin estaba en el estrado de los testigos. Money Chandler lo estaba interrogando.
– Muy bueno -le susurró Belk-. Llega tarde a su propio juicio.
Bosch no le hizo caso y observó que Chandler empezaba a plantear a Irving preguntas generales acerca de su historial y del número de años que llevaba en el cuerpo. Eran preguntas preliminares; Bosch supo que no se había perdido gran cosa.
– Mire -susurró Belk a continuación-, si a usted no le importa, al menos disimule de cara al jurado. Ya sé que sólo estamos hablando del dinero de los contribuyentes, pero actúe como si fuera su dinero el que van a decidir darle.
– Estaba ocupado, no volverá a pasar. ¿Sabe?, estoy tratando de solucionar este caso. Tal vez a usted eso no le importa porque ya ha decidido.
Se recostó en su silla para alejarse de Belk. Su estómago protestó para recordarle que no había comido. Trató de concentrarse en el testimonio.
– Como subdirector, ¿cuáles son sus funciones? -preguntó Chandler a Irving.
– Soy actualmente el jefe operativo de todos los servicios de detectives.
– En el momento de la investigación del Fabricante de Muñecas estaba usted en el rango inmediatamente inferior.Ayudante del jefe, ¿correcto?.-Como tal estaba usted al frente de la División de Asuntos Internos, ¿correcto?
– Sí, asuntos internos y oficina de operaciones, lo cual básicamente significa que estaba encargado de controlar y asignar al personal del departamento.
– ¿Cuál es la misión de asuntos internos?
– Vigilar a los que vigilan. Investigamos todas las quejas de ciudadanos y todas las quejas internas de conductas erradas de los policías.
– ¿Investigan los disparos que efectúan los agentes?
– No de por sí. Hay un equipo de agentes involucrados en tiroteos que lleva a cabo la investigación inicial. Después de eso, si hay una acusación de conducta indebida o de cualquier impropiedad el caso pasa a asuntos internos.
– Sí, y ¿qué recuerda de la investigación de asuntos internos sobre la muerte de Norman Church a causa de un disparo efectuado por Harry Bosch?
– Lo recuerdo todo.
– ¿Por qué pasó el caso a asuntos internos?
– El equipo encargado de investigar los disparos determinó que el detective Bosch no había seguido el procedimiento establecido. El disparo en sí fue correcto según la normativa del departamento, pero algunas de sus acciones previas al disparo no.
– ¿Puede ser más concreto?
– Sí. Básicamente que fue al lugar solo. Acudió al apartamento de ese hombre sin refuerzos, situándose en peligro. Ello acabó en un disparo.
– Lo llaman hacerse el héroe, ¿no?
– He oído esa expresión, pero yo no la utilizo.
– ¿Pero es adecuada?
– No lo sé.
– No lo sabe. Inspector, sabe usted si el señor Church estaría vivo hoy si el detective Bosch no hubiera creado esa situación haciéndose el…
– ¡Protesto! -gritó Belk.
Antes de que el abogado pudiera acercarse al estrado a argumentar el juez Keyes aceptó la protesta y le pidió a Chandler que evitara las preguntas especulativas.
– Sí, señoría -dijo con simpatía-. Inspector, básicamente lo que ha declarado es que el detective Bosch puso en marcha una serie de acontecimientos que en última instancia acabaron con la muerte de un hombre desarmado, ¿tengo razón?
– No tiene razón. La investigación no encontró indicios sustanciales ni pruebas de que el detective Bosch pusiera en marcha ese escenario deliberadamente. Fue sin pensarlo. Estaba siguiendo una pista. Cuando creyó que era una pista buena tendría que haber pedido refuerzos. Pero no lo hizo. Entró. Se identificó y el señor Church hizo ese movimiento furtivo. Y aquí estamos. Eso no significa que el resultado hubiera sido distinto si hubiera pedido refuerzos. Quiero decir que alguien que desobedece una orden de un policía armado probablemente haría lo mismo ante dos policías armados.
Chandler consiguió que se eliminara del acta la última frase de la respuesta.
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