– Mary Whitbread.
Fortuno dio un chasquido con la lengua.
– ¿Qué es lo que le resulta gracioso? -dijo Petra.
– Cómo ha conseguido que todos la conozcan por ese nombre.
– La conoce.
– Eso -admitió Fortuno- es toda una historia.
– Tenemos tiempo.
– Cuarenta y un minutos, para ser exactos -intervino Wanamaker.
Fortuno se quitó un mocasín, metió un dedo entre los dedos del pie, lo hundió y se rascó, había algo que parecía preocuparle.
– Mary Whitbread -repitió Petra.
– Su nombre de cuna es Maria Baker. Su ciudad natal es Chicago.
– Crecimos en diferentes vecindarios. Conocí a Maria cuando yo trabajaba como agente de la ley.
– ¿Era policía?
– Pretendía llegar a serlo. Pero en poco tiempo toda la perfidia y corrupción me… No se ofendan, señores gendarmes, pero Chicago era apenas una ciudad en aquellos tiempos y a veces era difícil distinguir a los malos de los buenos.
– ¿Qué tipo de colaboración tenía con la Policía?
– Hice algún trabajillo de asesoramiento en temas de seguridad para varios políticos. De forma ocasional tuve que colaborar con sus homólogos de la Ciudad del Viento, debido a mi familiaridad con ciertos individuos de ascendencia italiana…
– No, no -dijo Wanamaker.
– Wesley -protestó Fortuno-, llega un punto en el que deben aprender a confiar un poco en los demás. No tengo ninguna intención de romper nuestro trato por la simple razón de que lo que más me conviene es no hacerlo. Los hechos que interesan a la detective Connor son anteriores a cualquiera de los asuntos que le conciernen y solo estoy dándole información del contexto.
– Désela de algún otro modo.
Fortuno cerró los labios, masticó un chicle rosa pálido.
– Conocí a Maria Baker hará unos treinta años.
– ¿Dónde?
– Si mal no recuerdo la primera vez fue en el club llamado The Hi Hat. Maria bailaba allí, así como en otros locales nocturnos. -Sonrisa de cocodrilo-. Sin ropa. The Hat y algunos otros pertenecían a varios tipos de… cierta ascendencia mediterránea. De vez en cuando, Maria tenía un lío romanticón con algunos de ellos, así como con otros individuos.
– ¿Otros?
– Cómicos, músicos y gentuza variada. -Fortuno sonrió-. Maria era más bien… una chica fácil. Por desgracia, llegó un día en el que uno de esos individuos de una cierta ascendencia falleció en circunstancias poco naturales y Maria Baker estaba preocupada por su propia seguridad. Yo acababa de mudarme a Los Ángeles y dada mi asociación con las fuerzas de la ley en ambas ciudades no me era difícil facilitarle su traslado a la ciudad. Maria se adaptó bien al clima. Desde el punto de vista meteorológico y profesional.
– Su profesión era el estriptis.
– Así como otros aspectos que abarcan los espectáculos.
– Se hizo profesional de selección de artistas -apuntó Milo.
Fortuno comenzó a desternillarse de risa.
– ¿Qué le resulta tan gracioso? -preguntó Petra.
– ¿Quién le dijo eso?
– Ella.
– María, María -ironizó Fortuno y tarareó unos compases de la melodía de West Side Story -. Eso sí que era música, Leonard Bernstein… Detectives, lo más parecido a la selección de artistas que ha hecho alguna vez Maria Baker es quitarse la ropa para caballeros en Canoga Park.
– ¿Actriz porno?
– Estoy seguro de que ninguno de nosotros es un devoto del género -respondió Fortuno-. Sin embargo, todos sabemos que el Hollywood auténtico está en Canoga Park.
– ¿Mary Whitbread era su nombre artístico? No suena muy sexi.
– Ese género se basa en los clichés, detective. O antes lo hacía, cuando los productos que se exhibían en los teatros y cines eran considerados esenciales. Uno de los elementos habituales es el de la inocente sirvienta viciosilla. Uno de sus más que conocidos éxitos fue un largometraje llamado Losing her Innocence. El argumento de la historia estaba trillado, pero seguía dando resultado. Una camarera de la época victoriana viaja a Londres y es seducida por caballeros, duques y demás nobleza.
– La camarera era Mary Whitbread.
– Hace treinta años -apuntó Fortuno-, tenía el aspecto de una «vecinita alegre». El director pensó que era tan perfecta que utilizó su nombre real como base para su nombre artístico.
– Baker se convirtió en Whitbread.
Fortuno cerró los ojos.
– La esencia de una pureza victoriana de grandes ojos. Aunque sus orificios estaban más que explorados.
– ¿Quién era el director?
– Un caballero llamado Salvatore Grasso. Fallecido.
– ¿En circunstancias poco naturales?
– Si considera poco natural un derrame cerebral…
– Una pureza victoriana de grandes ojos -repitió Milo-. Es usted un admirador de su trabajo.
– Al contrario, teniente Sturgis. Me aburre -contestó, entrecerrando los párpados-. Como creo que también le aburre a usted.
– ¿Su relación con Mary se convirtió alguna vez en algo personal?
– Conmigo -contestó- todo es personal. -Le dio la espalda a Milo y miró de frente a Petra de forma lasciva-. ¿Que si me la follé?
Petra no tuvo la menor reacción.
– La respuesta es sí. Me la follé. Me la follé como me dio la gana, por todos los lados y en numerosas ocasiones. Eso no me convierte en miembro de un selecto club. Tampoco era una relación sentimental.
– Sexo casual.
– Querida, su generación no lo inventó.
– Hablemos de esa relación.
– Lo acabo de hacer.
– La ayudó a mudarse a Los Ángeles, la ayudó a entrar en el cine porno y probó usted mismo la mercancía.
– Yo no la ayudé a entrar en el porno. La presenté a varios individuos. Y que yo probara la mercancía fue con mutuo consentimiento.
– Blaise de Paine tiene veintiocho años. Lo conoce desde que nació.
– Lo conozco.
– ¿Qué puede contarnos de él?
– Nada más de lo que les he contado.
– ¿Cómo es la relación entre De Paine y su madre?
– Como es cualquier relación.
– ¿No se llevan bien?
– Puede que Mary se considere una madre maravillosa.
– ¿No lo es?
– Las actrices -respondió Fortuno-, creen que son el centro del mundo.
– ¿Quién es su padre?
Fortuno levantó las palmas de las manos.
– ¿Hay algo más que no sepa? -argumentó Petra.
– Hay muchas, muchas cosas que no sé, detective Connor. En este caso, la paternidad sería difícil de determinar. Como les he dicho, Mary era ecléctica.
– ¿Era?
– Hace tiempo que no mantengo contacto con ella.
– ¿Por qué?
– Perdió el interés por sus relaciones como cortesana y encontró una pasión sustitutiva.
– ¿Cuál?
– El sector inmobiliario. Ahora es propietaria de varios edificios, recauda el alquiler, cree que le da un aire de nobleza.
– ¿Cómo consiguió el dinero para comprar los edificios?
– Con la profesión más antigua del mundo -contestó Fortuno-, follando.
– ¿Con alguna persona en particular?
– Justo lo contrario.
– ¿Qué tal algunos nombres de sus benefactores?
– ¿Qué tal no? -interfirió Wanamaker.
– No nos importa ninguno de los desgraciados a los que va a delatar, a menos que hayan estado involucrados en el asesinato -dijo Petra.
– ¿Qué asesinato? -preguntó Fortuno.
– Un hombre llamado Lester Jordan.
Fortuno no reaccionó, pero parecía que le costaba no alterarse.
– No lo conozco -añadió.
– ¿Está seguro de eso?
– No puedo estar seguro.
– ¡Hombre! -exclamó Petra-. Aquí nos tiene, pensando que era usted la enciclopedia personalizada y mire cuántas lagunas en su base de datos.
Читать дальше