– Por motivos obvios, la bombona en la que me fijé fue la que se llevaron con la etiqueta FM-200.
– No sé a qué te refieres -repuso Reuben.
– La biblioteca planea retirar el sistema basado en halón. Si estoy en lo cierto y trajeron una bombona repleta de CO 2mortal con una etiqueta falsa para ocultar esa información, entonces no trajeron el halón de vuelta a la biblioteca; eso habría despertado sospechas.
– Exacto, tenían que traer el gas con el que sustituirían el halón. El FM-200 -añadió Caleb-. Y se lo han llevado esta noche con varias bombonas de halón. Si no hubiéramos estado allí, nadie se habría dado cuenta.
Stone asintió.
– Y estoy seguro de que la bombona que estaba conectada a la tubería estaba llena de halón. La bombona vacía que había tenido C0 2seguramente se desconectó de la tubería en cuanto se hubo vaciado. Así, en caso de que la policía hiciera una comprobación, no encontraría nada raro. Desde luego, no comprobarían todas las bombonas. Y, aunque lo hicieran, tendrían que haber enviado las bombonas a Fire Control, Inc. Dudo mucho que hubiesen obtenido una respuesta veraz, porque quienquiera que orquestara todo esto trabaja para esa empresa.
– El crimen perfecto -comentó Annabelle con expresión sombría mientras volvía a sentarse-. La cuestión es por qué. ¿Por qué esa necesidad imperiosa de matar a Jonathan?
– Eso nos lleva a Cornelius Behan -respondió Stone-. Ahora sabemos que la bombona de CO 2letal que mató a DeHaven se cambió por la de halón. También sabemos que Fire Control es propiedad de Behan. Está claro que ordenó que mataran a DeHaven. Behan se presentó en la sala de lectura para ver a Caleb el mismo día que las bombonas desaparecieron de la biblioteca. Estoy seguro de que quería saber si se había investigado la boquilla. Y tiene que existir alguna relación entre Behan y Bob Bradley.
– Quizá Bradley y Behan formaran parte de la red de espionaje que creemos que actúa aquí -conjeturó Reuben-. Bradley fue a ver a Behan a su casa y Jonathan vio u oyó algo que no debería haber visto u oído. O tal vez viera algo que inculpara a Behan del asesinato de Bradley. Behan lo averiguó y ordenó que lo matasen antes de que DeHaven lo contase y se abriese una investigación.
– Es posible -repuso Stone-. Tenemos que ocuparnos de muchas cosas, así que nos dividiremos. Caleb, mañana a primera hora baja a la cámara y busca pruebas de que alguien colocara una cámara detrás de la rejilla del conducto de ventilación. Luego observa con atención las cintas de vigilancia para ver quién ha entrado en la cámara.
– ¿Qué? -exclamó Caleb-. ¿Por qué?
– Dijiste que quienquiera que matara a Jonathan debía tener acceso a la biblioteca y a la cámara. Quiero saber quién entró en la cámara los días previos y posteriores al asesinato de DeHaven.
– Pero no puedo ir al Departamento de Seguridad y pedirles que me dejen ver las cintas. ¿Qué motivo les doy? -preguntó Caleb.
– Te ayudaré a encontrar uno, Caleb -dijo Annabelle.
– Oh, perfecto -farfulló Reuben-. Primero Milton se va con la chica, y ahora, Caleb. ¿Y moi? Noooo.
– Reuben, quiero que hagas una llamada anónima a la policía de Washington y les cuentes lo de la bombona de CO 2-prosiguió Stone-. Hazla desde una cabina para que no puedan rastrearla. No sé si se lo tomarán en serio o no, y para cuando lleguen al almacén seguramente ya será demasiado tarde, pero vale la pena intentarlo.
– Pero entonces algunas personas sospecharán que las estamos investigando, ¿no? -dijo Caleb.
– Es posible -repuso Stone-; pero, ahora mismo, ésa es laúnica prueba que tenemos de que DeHaven fue asesinado. Reuben, después de la llamada, quiero que esta misma noche empieces a vigilar Good Fellow Street.
– No es el mejor lugar del mundo para vigilar, Oliver. ¿Dónde me escondo?
– Caleb te dará la llave y la combinación para entrar en casa de DeHaven. Si entras por la puerta trasera, no te verá nadie.
– ¿Qué quieres que haga yo? -preguntó Milton.
– Averigua cuanto puedas sobre la posible relación entre Bob Bradley y Cornelius Behan. Investiga hasta el más mínimo detalle.
– ¿Y tú qué harás, Oliver? -quiso saber Annabelle.
– Pensar.
Mientras los demás se marchaban, Annabelle se dirigió a Caleb.
– ¿Cuánto confías en tu colega, Oliver?
Caleb empalideció.
– Pondría mi vida en sus manos. De hecho, he puesto mi vida en sus manos.
– Admito que parece que sabe lo que hace.
– Sin duda -dijo Caleb-. Has dicho que me ayudarías a conseguir las cintas de vídeo. ¿Cómo?
– Serás el primero en saberlo en cuanto se me ocurra algo.
A las diez y cuarto de la mañana, hora local, en el estado de Nueva Jersey se produjo el primer terremoto de la historia reciente. El epicentro tuvo lugar en Atlantic City, justo donde se elevaba el Pompeii Casino. Al principio, Jerry Bagger había entrado en erupción lentamente. El ambiente comenzó a caldearse cuando los cuarenta y ocho millones de dólares no aparecieron en su cuenta a las diez en punto. A las diez y diez, cuando le comunicaron que había cierta confusión sobre el paradero del dinero, incluso sus gorilas comenzaron a retirarse. Al cabo de cinco minutos, el rey de los casinos supo de boca de su asesor financiero, tras ponerse en contacto con El Banco, que no sólo no recibiría los ocho millones de intereses, sino que los cuarenta millones no regresarían a su cuenta porque El Banco no los había recibido.
Lo primero que hizo Bagger fue tratar de matar al asesor. Tal era su furia, que lo habría matado a golpes si los de seguridad no se lo hubieran impedido diciéndole que no sería fácil encubrir esa muerte. A continuación, Bagger llamó a El Banco y amenazó con ir en avión hasta allí para arrancarles el corazón uno a uno. El presidente del banco le retó a que lo hiciese ya que, según le dijo, un ejército con tanques y artillería custodiaba el edificio.
Le enviaron una copia de la contabilidad que indicaba que sí habían recibido las tres primeras transferencias, y que desde otra cuenta se había ordenado la transferencia de fondos que supusiesen un diez por ciento del total en un plazo de dos días. Luego esas sumas se habían enviado a la cuenta de Bagger, pero El Banco nunca había recibido una cuarta transferencia. Al examinar con atención el recibo electrónico que había recibido el Departamento de Transferencias de Bagger, se percataron de que no figuraba el código de autorización completo del banco, aunque era necesario realizar un análisis minucioso para hallar tan sutil discrepancia.
Nada más oír eso, Bagger atacó al desafortunado director del Departamento de Transferencias con una de las sillas de la oficina. Al cabo de dos horas, tras una meticulosa inspección, averiguaron que alguien había instalado un sofisticado programa espía en el sistema informático del casino, permitiendo así que un tercero controlase las transferencias del Pompeii. Al saber eso, Bagger pidió una pistola esterilizada y ordenó al director del Departamento de Informática que se presentase en su oficina. Sin embargo, el pobre hombre tuvo la brillante idea de huir de allí. Los hombres de Bagger le dieron alcance en Trenton. Tras un interrogatorio del que la CIA se habría enorgullecido, averiguaron que aquel hombre no había tenido nada que ver con la estafa y que lo habían engañado. Lo único que consiguió a cambio fue una bala en la cabeza, cortesía del mismísimo rey de los casinos. Esa misma noche, el cadáver acabó en un vertedero. Sin embargo, pese a aquel asesinato, el terremoto seguía rugiendo con furia.
– ¡Mataré a esa puta! -Bagger estaba junto a la ventana de la oficina, gritando esa amenaza una y otra vez a los transeúntes. Regresó al escritorio a toda prisa y sacó su tarjeta de visita. Pamela Young, International Management, Inc. Hizo trizas la tarjeta y, como un poseso, miró al jefe de seguridad.
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