Paul Doherty - Alejandro Magno En La Casa DeLa Muerte
Здесь есть возможность читать онлайн «Paul Doherty - Alejandro Magno En La Casa DeLa Muerte» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Alejandro Magno En La Casa DeLa Muerte
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Alejandro Magno En La Casa DeLa Muerte: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Alejandro Magno En La Casa DeLa Muerte»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Alejandro Magno En La Casa DeLa Muerte — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Alejandro Magno En La Casa DeLa Muerte», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
– Un remedio de mujer -murmuró Leontés.
– Ni mucho menos -replicó Telamón quitando el tapón y oliéndolo cuidadosamente-. En realidad, es un remedio de soldados. Mi señor -dijo a Alejando-, tú has conocido a soldados cuyas mentes se habían trastornado con el horror de la batalla.
– Lunáticos -afirmó el rey-. Incapaces para todo.
– Están perdidos en el laberinto de sus terrores -explicó Telamón-. Dan vueltas y más vueltas en la inútil búsqueda de una salida. El sueño les rehuye y, cuanto más rápido van, más desesperados se vuelven y todo es cada vez peor.
– He escuchado hablar de esos casos -intervino Perdicles-. Lo llaman el sueño de Esculapio, el sueño del olvido.
– He visto a hombres dormir durante semanas, en ocasiones meses; eso es todo lo que hacen: duermen, comen y beben.
– ¿Se curan? -preguntó Leontés, que ya no se mostraba tan arrogante.
– En la mayoría de los casos sí, aunque debo admitir que uno o dos…
– El sueño es hermano de la muerte -señaló Antígona-. Nunca recuperaron la conciencia.
– Precisamente, mi señora. Ahora, ¿puedo conseguir un poco de vino?
Antígona fue al fondo de la tienda. Trajo una copa con el escudo de la lechuza de Atenea y la llenó de vino. Lo probó y, con un guiño a Telamón, se la entregó como si fuera la copa de un amante El físico cató el vino y lo olió: era muy oscuro y fuerte.
– De los viñedos de Chios -le explicó Antígona.
Telamón volvió a probar el vino. Decidió que, si tenía que verse involucrado en las enloquecidas campañas de Alejandro y había muertos y heridos, habría que guardar este vino para aliviar el dolor y limpiar las heridas. Mientras los demás le observaban, vertió el polvo en el vino y lo removió con un bastoncillo de marfil que sacó de la alforja. Cogió la copa e intentó que la muchacha bebiera. Ella se negó.
– Déjame intentarlo -le pidió Antígona. Cogió la copa de la mano del físico.
Telamón se apartó. Antígona probó el vino una vez más para infundirle confianza a la muchacha. Lo intentó de nuevo pero la paciente se echó hacia atrás sacudiendo la cabeza. Otros lo intentaron sin tener éxito. Telamón se inclinó sobre la joven y le hizo volver el rostro suavemente.
– Cierra los ojos -le rogó-. Piensa que vuelves a tu hogar.
Una débil sonrisa apareció en el rostro de la joven.
– Este vino te llevará a casa. Es un vino mágico; hará que te sientas mejor.
Telamón cogió la copa de manos de Antígona y esta vez la muchacha bebió un trago. El físico dejó la copa sobre la mesa.
– No podemos hacer nada más -afirmó.
Alejandro estaba impaciente por marcharse. Antígona murmuró algo sobre un funeral. Telamón guardó el frasco en la alforja y abrochó las hebillas. Todos se dirigieron hacia la salida.
En la entrada, Telamón miró hacia atrás. La muchacha sostenía la copa entre las manos y miraba el vino como si fuera el agua de Leteo, el río del olvido.
– ¿Lo beberá? -preguntó Alejandro.
– Lo beberá -manifestó Telamón-. Se quedará dormida con la cabeza apoyada en las manos, o quizá se vaya a la cama.
Echó una ojeada a la tienda y sonrió para sus adentros. Incluso aquí, en este campamento militar, resultaba obvio que éste era un lugar de mujeres: más limpio, más pulcro, los pequeños detalles aquí y allá, el orden… Recordó la soleada cámara de Analu en el templo de Isis y la sonrisa desapareció de su rostro.
– ¿Estará segura?
– Estará segura -aseveró Alejandro-. Los cueros de la tienda están estirados al máximo, ni siquiera una lombriz podría pasar. La entrada está vigilada.
Se reunieron con los demás. Perdicles y los otros físicos charlaban entre ellos. Levantaron las manos y se despidieron con grandes voces. Alejandro se volvió para hablar con Antígona. Ahora les rodeaban los guardias reales, fieros y siniestros con sus yelmos corintios de penachos trenzados con crines de caballo que colgaban de la punta de los yelmos hasta más abajo de los omoplatos. En la oscuridad, parecían criaturas de la noche, con los rostros casi ocultos por los anchos protectores de la nariz y las mejillas. Permanecían en silencio; sólo el ocasional tintineo de los metales delataba su presencia.
– ¡Quiero que vengas con nosotros, Telamón! -le gritó Alejandro-. Debo presentar mis respetos en el funeral.
– ¿Qué es toda esta historia del funeral? -preguntó Telamón, que se arrebujó en la capa para protegerse del frío aire nocturno.
– Mi señora Antígona -dijo Alejandro, mientras caminaba hundiendo los talones de las sandalias en la tierra empapada por la lluvia-, me trajo exploradores del otro lado del Helesponto. Cuando lleguemos a Troya, marcharemos a lo largo de la costa, para mantener el contacto con nuestras naves. ¿Has cruzado el Helesponto?
Telamón asintió. Recordó las llanuras azotadas por el viento, los sombríos bosques de abetos y robles, los caudalosos ríos, la tierra surcada por profundas cañadas…
– Un lugar propicio para las emboscadas -señaló.
– Mi padre decía lo mismo -afirmó Alejandro mirando al cielo-. Iremos por la costa, Telamón, y después atacaremos tierra adentro. No quiero que me tiendan una emboscada.
Cogió la mano de la sacerdotisa. Detrás de Antígona, sus dos acolitas eran como dos estatuas cubiertas con velos.
– Mi señora me trajo a unos exploradores liderados por Critias, un antiguo soldado del ejército persa. Él conoce la disposición del terreno, la ubicación de los pozos de agua, dónde se pueden vadear los ríos, las gargantas y cañadas que pueden ocultar al enemigo… Critias dibujará los mapas y sus hombres nos guiarán. Serán nuestros ojos y oídos.
– ¿Qué pasa con el funeral? -insistió Telamón.
– La señora Antígona llegó con los exploradores hace unos días. Ayer, a última hora de la tarde, el cadáver de uno de ellos fue encontrado entre las rocas al pie del acantilado empapado por las olas.
– ¿Un accidente? -preguntó Telamón, que no alcanzaba a ver el rostro de Alejandro en la oscuridad, pero intuía su incertidumbre.
– No, una daga le atravesó las costillas y llegó hasta su corazón. Estaba muerto antes de caer sobre las rocas.
Alejandro se alejó bruscamente. Antígona se acercó a Telamón cuando éste comenzaba a seguir al rey.
– El rey tiene gran confianza en ti, físico -afirmó la sacerdotisa, que caminaba con elegancia y la mano apoyada en el brazo del hombre.
A Telamón le agradaba el contacto. Antígona le recordaba a Analu: la serenidad, la risa en los ojos, el lenguaje directo y la franqueza.
– ¿Te conozco? -le preguntó.
– Quizá sí, Telamón. En una ocasión, llegó a nuestro templo un viajero que venía de tierras muy lejanas del este, más allá del Hindú Kush. Era un brahmán, uno de sus hombres santos. Afirmaba que todos estábamos atrapados en la rueda de la vida y que renacíamos una y otra vez.
– ¿Las enseñanzas de Pitágoras?
– Algo parecido -asintió Antígona clavándole suavemente las uñas en la muñeca-. Quizá nos conocimos antes, Telamón. Ellos dicen que, cuando regresamos, las almas son las mismas, aunque las relaciones sean diferentes. ¡Quizá, la última vez, fui tu hermana! -exclamó echándose a reír suavemente-. ¿Tu madre? ¿Tal vez incluso tu amante? -le sugirió susurrándole al oído.
Por primera vez desde su llegada a Sestos, Telamón se echó a reír. Alejandro le miró por encima del hombro, pero siguió caminando. En el cercado real, reinaba la tranquilidad. Cuando lo dejaron atrás, se encontraron con los olores del campamento: el humo de las hogueras, de la turba que ardía, el hedor del cuero mojado y la bosta de los caballos. La noticia de la llegada del rey se propagó rápidamente. Los soldados se apartaron de las hogueras para brindar por él con sus tazas, pero el cerco de guardaespaldas los mantuvieron apartados. Caminaron entre las hileras de tiendas y se detuvieron ante una. Telamón advirtió que era una donde habitualmente dormía un destacamento de ocho soldados. Un brasero improvisado ardía frente a la entrada. A cada lado, las teas chisporroteaban al viento. De una cuerda sujeta encima de la entrada, colgaba un odre de agua, el símbolo del duelo, para que los visitantes que venían a presentar sus respetos al difunto pudieran, al salir, limpiarse de la polución.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Alejandro Magno En La Casa DeLa Muerte»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Alejandro Magno En La Casa DeLa Muerte» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Alejandro Magno En La Casa DeLa Muerte» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.