– Y aquél -dijo Hal, recordando el incidente- fue realmente el único momento en el que dejó entrever algún tipo de emoción. Se le veía algo trastornado; lo que no sé si era porque yo le había negado la comunicación con Olive o porque le había dicho que tenía que declarar. -Reflexionó un momento-. Seguro que fue por la negativa. Repasamos minuto a minuto la jornada de aquel hombre y salió limpio como una patena. Trabajaba en un despacho en el que no había cubículos con otras cinco personas y, aparte del típico momento en que fue al lavabo, durante toda la mañana estuvo a la vista de alguno de los empleados. No hubo ningún hueco durante el cual pudiera haberse acercado a su casa.
– ¿Pero usted sospechó de él?
– Sí.
Roz le miró con interés.
– ¿A pesar de la confesión de Olive?
Hal asintió.
– Demostró tanta sangre fría en general… Ni siquiera le desconcertó identificar los cadáveres.
Roz pensó durante un momento.
– Existen otros intereses encontrados que por lo visto usted no ha tenido en cuenta -dijo, mordiendo el lápiz-. Suponiendo que Robert Martin fuera el asesino, podía haber utilizado al abogado para convencer a Olive de que confesara. La verdad es que Peter Crew no oculta su aversión respecto a ella. Creo que lamenta que se haya abolido la pena capital.
Hal cruzó los brazos y luego sonrió con expresión divertida.
– Tiene que andar con mucho cuidado si piensa afirmar este tipo de cosas en su libro, señorita Leigh. Los abogados no están obligados a tener simpatía por sus clientes, únicamente tienen que representarlos. Sea como fuere, Robert Martin se libró de todo rápidamente. Nos planteamos la conjetura de que pudo haber matado a Gwen y a Amber antes de ir a trabajar y que luego Olive manipulara los cadáveres para protegerle, pero aquello no cuadraba. Incluso para esto tenía una coartada. Una vecina salió a despedir a su marido unos minutos antes de que saliera Martin. En aquel momento Amber y Gwen estaban vivas, pues habló con ellas en la puerta. Recuerda que preguntó a Amber qué tal le iba en Glitzy y que luego despidieron a Martin.
– Podía haber ido hasta la esquina y volver.
– Abandonó su casa a las ocho y media y llegó al trabajo a las nueve. Hemos comprobado el trayecto y es de media hora. -Encogió los hombros-. Tal como le he dicho, limpio como una patena.
– ¿Y la hora de la comida? ¿No pudo ir entonces?
– Tomó una cerveza y un bocadillo en un bar de por allí con dos compañeros del despacho.
– Muy bien, siga.
Había poco más que contar. A pesar del consejo de Crew de que permaneciera en silencio, Olive quiso responder a las preguntas de la policía, y a las nueve y media, con una sensación de alivio al haberse quitado el peso de encima, firmó la declaración y se le acusó formalmente del asesinato de su madre y de su hermana.
Tras permanecer bajo custodia, a la mañana siguiente se asignó a Hal y a Geoff Wyatt la tarea de redactar la acusación policial contra ella. Un claro análisis de pruebas patológicas, forenses y policiales, todas las cuales, tras la comprobación, confirmaban los datos que constaban en la declaración de Olive. Es decir: que ella, actuando por su cuenta, en la mañana del nueve de septiembre de 1987 había asesinado a su madre y a su hermana cortándoles el cuello con un cuchillo de cocina.
Se hizo un largo silencio. Hal extendió las manos sobre la mesa y se levantó.
– ¿Y si tomáramos un poco más de café? -Observó a Roz mientras ésta escribía a toda prisa unas notas en su bloc-. ¿Más café? -repitió.
– Hum… solo, sin azúcar -dijo ella sin levantar la vista ni parar de escribir.
– Sí, bwana. No quería molestar, bwana, yo no ser más que sirviente…
Roz soltó una carcajada.
– Perdón. Muchas gracias, un poco de café me sentará estupendamente. Oiga, si no le importa, quisiera hacerle unas pocas preguntas más, pues me gustaría anotarlo todo ahora que lo tengo fresco.
Hal la contempló mientras escribía. La Venus de Botticelli, había pensado la primera vez que la vio, pero era demasiado delgada para su gusto, apenas cincuenta kilos y metro sesenta y dos. Claro que se ajustaba totalmente a la moda, pero le faltaba algo de chicha que abrazar, un poco de muelle en aquel cuerpo tan tenso como un alambre. Se preguntaba si era tan delgada porque se lo había propuesto o porque los nervios no le dejaban engordar. Se decidió por lo último. Evidentemente era una mujer con ideas fijas y su cruzada a favor de Olive lo demostraba. Colocó una taza de café recién hecho ante ella y se quedó de pie acariciando la taza que había preparado para él.
– Listos -dijo ella ordenando las hojas-. Empecemos por la cocina. Ha dicho que las pruebas del forense apoyaban la declaración de Olive de que actuó por su cuenta. ¿Cómo?
Él reflexionó.
– Tiene que imaginarse el lugar. Era un matadero, y cada vez que se movió dejó huellas sobre la sangre coagulada. Las fotografiamos una por una y todas eran de ella, incluyendo las que dejó sobre la moqueta del vestíbulo. -Encogió los hombros-. También había huellas de las palmas de las manos y dedos en la mayor parte de superficies en las que había apoyado las manos. También todas de ella. El caso es que aparecieron otras huellas, unas tres, me parece, que no pudimos adjudicar a nadie de la familia Martin ni a sus vecinos, aunque son cosas normales en una cocina. Podían ser del electricista o del fontanero. En éstas no había sangre, por lo que pensamos que eran de días anteriores al asesinato.
Roz movió el lápiz.
– ¿Y el hacha y el cuchillo? Supongo que en ellos tan sólo se encontraron sus huellas.
– Pues no. Los dos instrumentos cortantes estaban tan empapados que no pudo sacarse ninguna huella. -Sonrió irónicamente al comprobar el interés de Roz-. Está siguiendo pistas falsas. La sangre húmeda es muy resbaladiza. ¡Sería una sorpresa haber encontrado allí unas huellas perfectas! En el rodillo había tres extraordinariamente perfiladas, todas de ella.
Roz tomó nota.
– No sabía que pudieran sacarse de la madera sin barnizar.
– Era de cristal macizo, unos setenta centímetros. Creo que lo que más nos sorprendió fue que los golpes dados con esta herramienta no mataran a Gwen y a Amber. Las dos eran muy delgaditas. Realmente podía haberles aplastado el cráneo con eso. -Tomó un poco de café-. Otorgó cierta credibilidad a su historia el hecho de que en un primer momento las golpeó ligeramente con el rodillo para hacerlas callar. Nos temíamos que pudiera haberlo utilizado en defensa propia para que le redujeran la acusación a homicidio involuntario, al defender ella que les cortó el cuello porque estaba convencida de que ya estaban muertas y, presa de pánico, pretendía descuartizarlas. Si hubiera podido seguir con ello y demostrar que los primeros golpes con el rodillo los atizó con muy poca fuerza… evidentemente podía haber convencido al jurado de que aquello era el resultado de un macabro accidente. Una buena razón, por cierto, por la que nunca mencionó la pelea con su madre. Nosotros insistimos en ello, pero ella mantuvo que al ver que no se empañaba el cristal decidió que estaban muertas. -Hal hizo una mueca-. De forma que pasé dos días de lo más desagradables trabajando con el forense y los cadáveres, revisando paso a paso lo que había sucedido en realidad. Terminamos con pruebas suficientes sobre la lucha que mantuvo Gwen para salvar su vida y determinar la acusación de asesinato. ¡Pobre mujer! Tenía las manos y los brazos prácticamente hechos trizas en los puntos en que intentó desviar los golpes.
Roz permaneció unos minutos con la mirada fija en la taza.
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