– Os tiene por completo bajo control -observó Jack con admiración renuente-. No llegarán muy lejos con «intento de retrasar la ejecución del testamento» como móvil convincente de asesinato. Aunque el fiscal esté dispuesto a ir con eso a los tribunales, no puedo imaginarme que un jurado vaya a aceptarlo. ¿No tiene realmente ninguna idea del motivo por el que quiso matarla? Seguro que Violet tiene que saber algo.
– De momento está muy trastornada. El detective inspector jefe tiene la esperanza de que un poco de cuidados tiernos por parte de un policía compasivo ayuden a despertar su memoria pero, si quiere mi opinión, es sincera de verdad cuando dice que no sabe. Es una personilla rara, parece vivir en un mundo propio durante la mayor parte del tiempo, habla por los codos pero no escucha. Sospecho que la mayor parte de lo que sucedió dentro de Cedar House no fue más que ruido de fondo para ella. -Los miró a uno y otro-. Todo lo cual es el motivo de que yo me encuentre aquí. Necesito hablar con Ruth. Ella mencionó que su abuela le escribió una carta poco antes de morir, y se me ha ocurrido que en la carta podría haber algo que tal vez nos ayude.
– Si es la misma de la que me habló a mí, la rompió -dijo Sarah.
– Aun así, recordará lo que decía. De verdad que tengo que hablar con ella.
Sarah negó firmemente con la cabeza.
– Ahora no, Cooper. En este momento está paranoica con la policía, por lo que sucedió la pasada noche y después de que se llevaran a Jack esposado a la hora del almuerzo. De acuerdo, ya sé que nada de eso es culpa suya, pero tiene que ser un poco compasivo con la muchacha.
– No me haga insistir -le imploró él-. Le aseguro que no tengo elección en este caso. No podemos retener a Duncan de forma indefinida sin ninguna prueba concreta y, una vez que salga, tendrá libertad para ordenar todo lo que se nos haya pasado por alto.
Ella suspiró y cogió una de las grandes manos de él entre las suyas propias.
– Mire, voy a contarle una cosa que, estrictamente hablando, no debería porque es un secreto de Ruth, y no mío, pero yo le confiaría mi propia vida, Cooper, así que creo que puedo confiarle la de Ruth. -Le dio un rápido apretón a la mano antes de soltarla y coger la de Jack mientras sus ojos lo acariciaban con afecto-. ¿Por qué cree que este tipo ha estado cargando por ahí como un toro en una tienda de porcelana? Él dice que lo que ha hecho es racional y sensato. Usted y yo sabemos que no lo es. Bastante tarde, ha descubierto que tiene unos muy poderosos sentimientos paternales que, debido a que es el alma generosa que es, no intenta limitar a su propia descendencia. Está actuando en el lugar del difunto padre de ella porque quiere que ella sepa que hay alguien en esta mierda de mundo que la quiere.
Jack se llevó los dedos de ella a los labios.
– Dos personas -la corrigió.
Sarah le sostuvo la mirada durante un momento.
– Dos personas -convino. Retiró la mano y volvió a centrar su atención en Cooper-. Ruth está tan vulnerable en este momento que si se la somete a una presión más, puedo garantizarle que se retirará de la realidad de la forma en que está claro que lo ha hecho Joanna y que probablemente también lo hizo Mathilda. Es casi como si en la familia hubiera un gen autodestructivo que provocara ese retraimiento. -Sacudió la cabeza-. Cualquier cosa que sea, Ruth no va a ir por el mismo camino, si Jack y yo podemos evitarlo. Está embarazada, Cooper. Ya sé que no lo parece, pero se encuentra casi en el límite de la interrupción legal, y si no se decide muy rápido a poner fin al embarazo, tendrá que llegar hasta el final. Jack estaba intentando conseguirle la paz y tranquilidad que necesita para tomar una decisión, porque hasta el momento no ha tenido oportunidad de hacerlo.
Cooper absorbió todo esto en un silencio de tumba.
– ¿Está ayudándola usted a llegar a una decisión? -preguntó por último.
– Le he proporcionado toda la información que puedo, pero no me gusta decir haz esto o haz lo otro. Le corresponde a su madre el dar consejos, pero Joanna no está siquiera enterada de la violación, mucho menos del embarazo.
– Hmmm -gruñó Cooper al tiempo que fruncía los labios sumido en sus pensamientos-. Bueno, puede estar segura de que no tengo intención de aumentar los problemas de la pobre chica -dijo al fin-. Tengo la seguridad de que la abuela no exigiría que la justicia para sí misma se antepusiera a la consideración para con su nieta. Si ésa fuera su inclinación, habría denunciado a Ruth por robo cuando estaba aún viva. -Se puso de pie y se abotonó el abrigo, preparándose para marcharse-. Pero, si perdona mi impertinencia, doctora Blakeney, usted debe aceptar sus responsabilidades como madre adoptiva, momentánea o no, con muchísima más seriedad. No está bien darle la información y dejarla sola para que decida, sin dejarle bien claro que usted cree que lo mejor para ella sería abortar. Es probable que grite y chille, diga que usted no la quiere y que le importan un comino sus sentimientos, pero el papel de padre y madre no tiene nada que ver con darse palmaditas a uno mismo en el hombro por ser comprensivo y liberal, tiene que ver con la guía, la educación y el entrenamiento para ayudar al hijo que uno quiere a convertirse en un hombre o una mujer que uno pueda respetar. -Hizo un amistoso gesto de asentimiento con la cabeza y se encaminó hacia la puerta, deteniéndose sólo al ver a Ruth en las sombras del vestíbulo.
– He estado escuchando -dijo, con sus desdichados ojos llenos de lágrimas-. Lo lamento. No tenía intención de hacerlo.
– Vamos, vamos -dijo Cooper, ronco de azoramiento, mientras sacaba un pañuelo blanco del bolsillo y se lo ofrecía-. Soy yo quien debería de disculparse. No tengo derecho a interferir.
Los ojos de ella volvieron a llenarse de lágrimas.
– No me importa lo que dijo. Estaba pensando… si al menos… usted dijo que deseaba que sus hijos hubieran tenido mis oportunidades… ¿lo recuerda?
Él asintió con la cabeza. En verdad había dicho eso, pensó con pesadumbre.
– Bueno, pues sólo estaba pensando… que ojalá… -le dedicó una sonrisa llorosa-, que ojalá yo hubiese tenido las de ellos. Espero que aprecien el padre que tienen, sargento Cooper. -Sacó una carta del bolsillo y se la entregó-. Es de la abuela -dijo-. No la tiré, pero no podía dársela porque habla de mis robos. -Una lágrima le cayó sobre la mano-. Yo la quería de verdad, ¿sabe?, pero ella murió pensando que no era así, y eso es casi peor que todo lo demás.
– Sí -dijo él con dulzura-. Seguro que lo es, porque no puede hacer nada para repararlo.
– Jamás.
– Bueno, tanto como jamás… eso no podría decírselo. En esta vida, lo mejor que podemos hacer todos es aprender de nuestros errores e intentar no volver a cometerlos. Ninguno de nosotros es infalible, Ruth, pero nos debemos a nosotros mismos, y se lo debemos a quienes nos rodean, el actuar con toda la sabiduría que poseamos. De otro modo, ¿cómo conseguirá mejorar la humanidad?
Ella apretó los labios para contener las lágrimas.
– ¿Y usted cree que sería prudente que yo abortara?
– Sí -replicó él con una sinceridad absoluta-. Lo creo. -Posó su mano ancha sobre el vientre de ella-. De momento, usted no es ni lo bastante mayor ni lo bastante dura como para ser madre y padre de otro ser humano, y se siente demasiado llena de culpabilidad por su abuela, y por lo que usted ve como su traición hacia ella, como para entregarle este bebé a otra persona. -Sonrió con cierta timidez-. No quiero decir que espere que usted esté de acuerdo conmigo ni que vaya a volverle la espalda si decide tener su bebé. La doctora Blakeney tiene bastante razón cuando dice que la elección es suya. Pero yo preferiría verla embarazada cuando haya vivido un poco más y encontrado un hombre al que pueda querer y que también la quiera. Entonces sus bebés serán deseados y usted estará en libertad de ser el tipo de madre que quiera ser.
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