– Yo era la profiler . Ahora mismo me ocupo de los delitos en las reservas de las Dakotas.
El tráfico estaba empezando a despejarse al pasar por el centro, las torres del distrito financiero desaparecían entre la niebla alta de la tormenta. La ciudad siempre me parecía inquietante cuando llovía. Había una sensación premonitoria en todo ello que siempre me deprimía, que siempre me hacía sentir como si algo se hubiera desprendido en el mundo.
– Sólo hay un problema con todo eso, Bosch.
– ¿Cuál?
– El director va a dar una conferencia de prensa hoy, pero no va a anunciar que hemos acabado con el Poeta. Igual que tú, no creemos que fuera Backus el que estaba en ese remolque.
– Bueno, Backus no lo sabe. Lo verá en la CNN como todos los demás. Pero no cambiará su plan. De una forma o de otra, matará a Ed Thomas hoy. De una forma o de otra querrá dejar claro su mensaje: «Soy mejor y más listo que vosotros.»
Rachel asintió con la cabeza y lo pensó durante un largo momento.
– Muy bien -dijo ella finalmente-. ¿Y si me lo creo? ¿Cuál es nuestro plan? ¿Has llamado a Ed Thomas?
– No sé todavía cuál es nuestro plan y no he llamado a Ed Thomas. Vamos a su librería ahora. Está en Orange y abre a las once. He llamado y decía el horario en el contestador.
– ¿Por qué a su librería? Todos los otros polis que Backus mató estaban en sus casas o en el coche.
– Porque en este momento no sé dónde vive Ed Thomas y por el libro. Mi hipótesis es que Backus actuará en la librería. Si me equivoco y Ed no aparece en la tienda, entonces averiguaremos dónde vive e iremos allí.
Rachel asintió con la cabeza, de acuerdo con el plan.
– Se publicaron tres libros diferentes sobre el caso del Poeta. Los leí todos y todos tenían epílogos sobre los protagonistas. Decían que Thomas se había retirado y había abierto una librería. Creo que uno incluso nombraba la tienda.
– Ahí lo tienes.
Ella miró su reloj.
– ¿Vamos a llegar antes de que abra?
– Llegaremos. ¿Han puesto una hora para la conferencia de prensa del director?
– Tres en punto, hora de Washington.
Miré el reloj del salpicadero. Eran las diez de la mañana. Teníamos una hora antes de que Ed Thomas abriera su librería y dos horas antes de la conferencia de prensa. Si mi teoría y mi corazonada eran correctas muy pronto estaríamos en presencia del Poeta. Estaba preparado y excitado. Sentía un combustible de alto octanaje en la sangre. Por un viejo hábito, bajé la mano del volante y comprobé mi cadera. Tenía una Glock 27 enfundada ahí. Era ilegal que llevara un arma y si terminaba usándola podría causarme problemas, el tipo de problemas que podían impedir mi reingreso en el departamento de policía.
Sin embargo, en ocasiones los riesgos que afrontas dictan otros riesgos que debes correr, y suponía que ésa iba a ser una de esas ocasiones.
La lluvia dificultaba la vigilancia de la librería. Dejar el limpiaparabrisas en marcha nos habría delatado. De manera que al principio observamos a través de la oscuridad del agua sobre el cristal.
Habíamos aparcado en el estacionamiento de un centro comercial en Tustin Boulevard, en la ciudad de Orange. Book Carnival era una pequeña librería encajada entre una tienda de rock y lo que parecía un almacén vacío. Tres puertas más allá había una armería.
La librería tenía una única puerta para los clientes. Antes de ocupar nuestra posición en el aparcamiento delantero habíamos inspeccionado la parte de atrás del centro comercial y habíamos visto una puerta trasera con el nombre de la tienda. Había un timbre y un cartel que decía: «Entregas. Llamen al timbre.»
En una situación ideal nos habríamos desplegado en la parte delantera y en la trasera del establecimiento con un mínimo de cuatro pares de ojos. Backus podía entrar por ambos lados, haciéndose pasar por un cliente por la puerta de delante o por un transportista por la de detrás. Pero la situación no tenía nada de ideal ese día. Estaba lloviendo y estábamos solos Rachel y yo. Aparcamos el Mercedes a cierta distancia de la fachada de la librería, pero todavía lo bastante cerca para ver y actuar en caso de necesidad.
El mostrador principal y la caja registradora estaban justo detrás del escaparate de Book Carnival: un punto a nuestro favor. Poco después de que abriera la librería vimos que Ed Thomas ocupaba su lugar detrás del mostrador. Puso un cajón con efectivo en la caja registradora e hizo algunas llamadas. Pese a que la lluvia dificultaba la visión a través del parabrisas, podíamos mantenerlo en nuestro campo de visión siempre que permaneciera en la caja registradora. Era la parte de atrás de la tienda lo que desaparecía en la penumbra. En las ocasiones en que abandonaba su puesto y caminaba hacia los estantes y expositores de la parte trasera lo perdíamos de vista y nos atenazaba un hormigueo de pánico.
En el camino, Rachel me había hablado del descubrimiento del GPS en su coche, la confirmación de que había sido utilizada por sus compañeros como un cebo para Backus. Y ahora estábamos allí, vigilando a un antiguo colega mío, en cierto modo usándolo como el nuevo cebo. No me sentía a gusto con eso. Quería entrar y decirle a Ed que estaba en el punto de mira, que debería tomarse unas vacaciones y marcharse de la ciudad. Pero no lo hice porque sabía que si Backus estaba vigilando a Thomas y veía cualquier desviación en la norma, podríamos perder nuestra única oportunidad con él. Así que Rachel y yo actuamos de manera egoísta con la vida de Ed Thomas, y sabía que en el futuro tendría que enfrentarme al sentimiento de culpa por mi actuación. En función de cómo resultaran las cosas mi culpa sería mayor o menor.
Los primeros dos clientes del día eran mujeres. Llegaron poco después de que Thomas hubiera abierto la puerta de la calle. Y mientras ellas estaban hojeando libros, un hombre aparcó enfrente y también entró. Era demasiado joven para ser Backus, así que no nos pusimos plenamente alerta. Salió a toda prisa y sin comprar nada. Más tarde, cuando se fueron las otras dos mujeres, cargadas con bolsas de libros, yo salí del Mercedes y atravesé corriendo el aparcamiento hasta colocarme debajo de la cornisa de la armería.
Rachel y yo habíamos decidido no involucrar a Thomas en nuestra investigación, pero eso no iba a impedirme acceder a la librería en misión de reconocimiento. Decidimos que entraría en Book Carnival con una historia de tapadera, trabaría conversación con Thomas y comprobaría si ya sospechaba que estaba siendo vigilado. Así que una vez que los primeros clientes del día se hubieron marchado, hice el movimiento.
Primero me metí en la armería puesto que era la tienda más cercana al lugar donde habíamos estacionado, y habría resultado extraño para alguien que estuviera vigilando el centro comercial que aparcara en un lado y fuera directamente a la librería que estaba en el otro. Eché un vistazo somero a las brillantes armas de fuego exhibidas en el escaparate y después a las dianas de cartón de la pared del fondo. Tenían las siluetas habituales, pero también había versiones con las caras de Osama Bin Laden y Saddam Hussein. Supuse que ésas eran las que más se vendían.
Cuando un hombre que estaba al otro lado del mostrador me preguntó si necesitaba ayuda le dije que sólo estaba mirando y salí de la tienda. Caminé hacia Book Carnival, deteniéndome primero a comprobar el escaparate vacío de la puerta de al lado. A través del cristal empapado vi cajas marcadas con lo que supuse que eran títulos de libros. Me di cuenta de que Thomas estaba usando el local para almacenar libros. Había un cartel de «Se alquila» y un número de teléfono, que memoricé por si acaso me servía en un plan que podíamos desarrollar después.
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