La pulcritud de la cabaña fue lo primero en que reparó Elsie.
– ¿Lo has hecho por mí? -preguntó. Parecía complacida.
– Quería que la vieras en buen estado, Elsie. La última vez que viniste estaba mugrienta.
– No me importó. Sé cuánto tienes que trabajar, amorcito. Cuando viva aquí la tendré como los chorros del oro.
. Él cambió de tema con brusquedad.
– ¿Cómo están tus padres?
– Igual. -Ella frunció el ceño-. La señora Cosham dijo que la sorprendía verme. Es un poco raro, ¿no crees? Reservé la habitación hace varias semanas.
Norman se giró para poner la tetera al fuego.
– Me preguntó si seguíamos prometidos. ¿Por qué iba a decir algo así, cielito?
Él hizo un esfuerzo por encogerse de hombros.
– No lo sé. Tal vez se pregunta por qué no has venido tanto este año.
– ¿Le has hablado de mis nervios? ¿Sabe que tomo pastillas?
– No.
Elsie se sentó en la cama.
– Mejor. No pienso volver a tomarlas. Detesto estar atontada a todas horas.
– Pero si te sientan bien…
– Eres tú quien me hace sentir bien, Norman. ¿Te acuerdas del verano pasado? Fue tan perfecto… Solos tú y yo en nuestra casita.
– Eso fue el año anterior -dijo él-. El año pasado fue cuando te despidieron… y cuando tus hermanos se casaron.
– Hacíamos el amor a todas horas, cielito. No puedes haberlo olvidado.
– Nos limitamos a cuatro besos y cuatro caricias. No es lo mismo que hacer el amor.
Ella le miró fijamente.
– Nos acostamos juntos, Norman. Estuviste a punto de dejarme embarazada.
Norman la miró con el ceño fruncido.
. -Es imposible estar a punto de dejar embarazada a una chica, Else. O 10 está o no. En cualquier caso, nunca corrimos el riesgo de tener un bebé. Te negaste a hacerlo hasta después de la boda.
– Eso no es cierto.
Él se encogió de hombros.
– Creías que estaba tan desesperado por acostarme contigo que me casaría sólo por conseguirlo.
De repente los ojos de Elsie adoptaron una expresión de perplejidad.
– Mientes.
– Sabes que no miento -le dijo él-. No te niego que me hubiera gustado, pero… -Volvió a encogerse de hombros mientras caminaba hacia la puerta-. El mejor verano fue el de antes de prometemos. Entonces fuiste muy feliz. ¿Te importa ocuparte del té? Tengo cosas que hacer fuera.
Elsie malinterpretó todos los esfuerzos de Norman por mantenerla oculta. Creyó que el hecho de que fuera a recogerla a casa de los Cosham antes de que amaneciera obedecía a su ansiedad por verla, y que era ese mismo ardor la causa de que la retuviera en la cabaña hasta bien entrada la noche. Ni siquiera el súbito uso por parte de Norman de apelativos como «cielito», «amor» o «cariño» despertó sus sospechas.
«Hoy no podemos ir a la ciudad, amor…» «Quédate en casa, cielo. No soporto ver cómo te ensucias las manos…» «Es una fiesta que cocines para mí, cariño…»
Norman era consciente de que se estaba comportando con crueldad, pero culpaba a Elsie.de ello. Si ella hubiera sido medianamente normal, él no habría dejado de quererla. Debería haber captado sus indirectas y haberle abandonado hacía ya tiempo. ¿Cómo se suponía que debía comportarse un chico sujeto a una promesa que no quería mantener?
A cualquier otra chica podría haberle dicho: «Esto no funciona… Sin resentimientos… Vayamos cada uno por nuestro lado…».
Con Elsie se convertiría en una tragedia épica. «Me has partido el corazón… Me suicidaré… Quiero morir…»
Se le había metido en la cabeza que la forma más expeditiva de librarse de Elsie era casarse con Bessie. Una vez casado, Elsie tendría que dejarle en paz. Su plan era escribirle una carta el día después del enlace.
Querida Elsie:
Ayer me casé con una chica llamada Bessie Coldicott. Ahora es la señora Thome. Lamento decírtelo así, pero sabía que montarías una escena si te 10 contaba antes.
Siempre tuyo,
Norman
Era una salida cobarde, pero también resultaba la más segura. Si la carta la disgustaba, sus padres se ocuparían de ella. Y, en el peor de los casos, si éstos fracasaban en su empeño, Norman prefería que Elsie se matara en Londres que en su granja de Blackness Road.
– Me amas, cielito, ¿verdad que sí? -preguntó Elsie en tono suplicante durante su último día en la granja. -Por supuesto.
– Entonces demuéstramelo.
Norman contempló horrorizado cómo ella se desabrochaba el vestido y se lo quitaba con una sacudida de hombros. Estaba tan delgada que se le marcaban todas las costillas. En un intento patético de resultar más atractiva, se quitó las gafas y le miró con unos ojos incapaces de ver.
– Tócame los senos, cielito. -Usó sus manos para aumentar el tamaño de sus escuálidos pechos-. ¿A que son bonitos? ¿Te gustan? -Dejó caer la mano derecha hacia su ingle-. ¿Te gusta, Norman? ¿Te parece bonito?
«¡Oh, Dios!»
Las lágrimas humedecieron las pestañas de Elsie. -Ámame, cielito. Por favor. No puedo vivir sin ti. Estoy tan… sola.
Embargado por la vergüenza, Norman la atrajo hacia sí. Pero sólo podía pensar en Bessie…
Clifford Gardens, 86 Kensal Rise Londres
16 de noviembre de 1924
Amadísimo prometido:
¡Ha sucedido 10 más maravilloso del mundo! Tu pequeña Elsie está embarazada. Este mes no _e vino la regla y el médico dice que estoy encinta. Sucedió cuando me hiciste el amor el último día de mi estancia en la cabaña.
Sé que no querías tener un bebé ahora, cielito, pero te prometo que saldremos adelante. Claro que tendremos que casamos lo antes posible. Papá quiere que sea antes de Navidad. Preferiría acompañarme al altar sin que se me note.
Oh, querido, soy tan feliz. Por favor di que tú también lo eres y comunicame cuándo podemos empezar los preparativos para la boda.
Tu devota y amante esposa, Elsie
Blackness Road
Crowborough
Sussex
18 de noviembre de 1924
Querida Elsie:
Me has dejado asombrado. ¿Cómo puedes estar embarazada si nunca hemos hecho el amor? No mantuvimos relaciones sexuales en la cabaña. Te abracé cuando me dijiste que te sentías sola, pero ni siquiera llegué a quitarme la ropa. No puedes estar esperando un hijo. El médico se equivoca.
Dile a tu padre que te has inventado esta historia para forzar la boda. Si de verdad estás embarazada, el niño debe de ser de otro.
Tuyo, Norman
Clifford Gardens, 86
Kensal Rise
Londres
20 de noviembre de 1924
Queridísimo Norman:
Sé que estás disgustado y lamento ocasionarte tantos problemas. Pero la solución no es enterrar la cabeza en la arena. El médico dice que una chica puede quedarse embarazada a base de fuertes caricias, y sabes que eso es algo que hemos hecho repetidas veces. Debemos verlo por el lado bueno, cielito, en lugar de enfadamos y recriminamos cosas mutuamente.
Papá quiere que nos veamos para que pueda demostrarte que no te miento. Dice que el encuentro debería ser en un lugar público para que no te atrevas a gritarme. ¿Recuerdas la tetería de Groombridge? Te esperaré allí el próximo lunes -día 24- a las tres de la tarde. Si no vienes, papá dice que irá a hablar con tu padre esa misma tarde. El niño me provoca náuseas todas las mañanas, cielito, y mi estado pronto será evidente para todo el mundo. Espero que ames a tu pequeña Elsie lo bastante como para cumplir con tu obligación.
Tu amorcito, Elsie
Groombridge. Lunes, 24 de noviembre de 1924
El establecimiento era un lugar lúgubre. Gruesas cortinas de encaje colgaban de las ventanas y las paredes estaban forradas de paneles de madera oscura. Norman había llevado allí a Elsie durante el primer verano que pasó en la granja. La había montado sobre el travesaño de la bicicleta y habían recorrido los ocho kilómetros que los separaban de Groombridge. Se habían besado mientras cruzaban los campos de Sussex. A Elsie le había encantado, aunque el culo le había dolido durante días después de la excursión.
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