– Demuéstrale quién manda -dijo el señor Thorne con sensatez-. Sé tú quién da las órdenes. Imponte y devuélvela al tren.
Norman se frotó los nudillos.
– No la has visto nunca enfadada. Es como una loca… la emprende a gritos..
– Creí que tomaba pastillas para los nervios.
– No, el domingo no había tomado nada. No paraba de pegarme.
– Estás metido en un buen lío, hijo -suspiró el señor Thorne-. Pero no digas que no te lo advertí.
Un nudo de lágrimas atenazó la garganta de Norman_
– ¿Qué puedo hacer? -preguntó con la voz rota-. Ni siquiera me gusta… Y estoy totalmente seguro de que no quiero casarme con ella.
– Entonces sigue posponiendo la boda. Es lo único que está en tu mano hacer. Aparte de rezar para que tengas razón y no esté encinta.
– De eso estoy seguro, papá. No me hace falta rezar.
– Entonces lo haré yo -dijo el señor Thorne, poniéndose de pie-. No soy tan arrogante como tú, Norman. Es Dios quien decide cuándo y cómo nace un niño.
– Supongamos que Elsie está esperando -le decía Norman a Bessie aquella misma noche-. Nadie se creerá que no es mío. Tendré que casarme con ella lo quiera o no.
– No lo está.
– ¿Cómo lo sabes?
– Ni siquiera consiguió que te acostaras con ella. Él apoyó la frente en sus manos.
– No es tan fea, Bess.
– Muy bien. Digamos que algún otro hombre ha mostrado cierto interés por ella. ¿Por qué iba a querer casarse contigo y no con él?
– Quizá ya esté casado.
Bessie soltó una risa sofocada.
– ¡Venga, Norman! ¿Dónde iban a hacerlo? ¿En la cama de sus padres? ¿En la de su mujer?
– Es asqueroso.
– Bien, pues entonces la única posibilidad habría sido un polvo rápido en un callejón. ¿Acaso es una prostituta?
– No seas tonta.
– Tú eres el tonto, Norman. Elsie no puede estar embarazada. Tu padre tiene razón. Debes mostrarte firme y probar que es un farol… Aunque te haga la vida imposible mientras tanto…
Blackness Road
Crowborough
Sussex
3 de diciembre de 1924
Querida Elsie:
Hoy he tenido visita de mi padre. No desea una boda precipitada y dice que debemos esperar a que pase Navidad. Espero que lo entiendas.
Tuyo, Norman
Kensal Rise, norte de Londres.
Viernes, 5 de diciembre de 1924
La peluquera le hizo un recogido en la nuca en forma de espiral. Después dispuso el resto de la melena en rizos suaves que acariciaban el rostro de la chica.
– ¿Vas a algún sitio especial? -le preguntó, señalando la maleta de fin de semana que había a los pies de Elsie.
Elsie se miró en el espejo. Había pedido un corte nuevo que desviara la atención de sus gafas. ¿Había funcionado? ¿Estaba guapa?
– A Sussex -respondió.
– Yo fui a Brighton una vez.
– Me voy a casar allí.
– ¡Qué bien! -dijo la mujer-. Supongo que resulta más barato en temporada baja. ¿Cuándo es el gran día?
– Mañana.
– ¡Vaya por Dios! ¿Y quién es el afortunado?
– Norman Thorne -dijo Elsie-. Es granjero… Con casa propia y todo.
La mujer sonrió.
– Lo único que tenía yo eran dos habitaciones y un barrendero. ¿En qué me equivoqué, eh? -Apoyó las manos en el rostro de Elsie-. ¿Cómo te ves, querida? ¿Te gusta?
– Oh, sí. Norman no me reconocerá. -Elsie subió la maleta hasta su regazo y apartó el neceser en busca del monedero-. ¿Cuánto es?
– Seis peniques será suficiente.
La peluquera no pudo evitar reparar en lo pequeña que era la maleta. Un vestidito de bebé, dos pares de zapatos y el neceser. Se preguntó qué clase de chica se dirigiría a su nuevo hogar sin bragas de repuesto.
En el monedero había aún menos. Una vez Elsie hubo pagado el corte de pelo, sólo quedaban un par de peniques y un billete de tren. Aun así… una peluquera no tenía ningún derecho a cuestionar la palabra de una clienta.
¡Pero, por Dios! Cómo habría deseado decide a aquella chica delgaducha que el vestido de punto verde le sentaba fatal. Y que las uñas mordidas y la desesperación que mostraba tras las gafas de carey eran lo mejor para apagar el ardor de cualquier amante.
Blackness Road
Crowborough
Sussex
Domingo, 7 de diciembre de 1924
Queridísima y dulce Elsie:
¿Dónde te metiste ayer? Dijiste que venías el sábado así que fui a recogerte a la estación. ¿Sufriste algún contratiempo? Comunícate conmigo en cuanto puedas.
Siempre tuyo,
Norman
Telegrama, fechado 10 de la mañana.
Miércoles, 10 de diciembre de 1924
De: Donald Cameron, Clifford Road 86, Kensal Rise, Londres
A: Norman Thorne, Granja avícola Wesley, Crowborough
ELSIE SALIÓ VIERNES. NO TENEMOS NOTICIAS. ¿HA LLEGADO? CONTESTA.
Telegrama, fechado 3 de la tarde.
Miércoles, 10 de diciembre de 1924
De: Norman Thorne, Granja avícola Wesley, Crowborough
A: Donald Cameron, Clifford Road 86, Kensal Rise, Londres
NO AQUí. NO ENTIENDO. ENVIÉ CARTA DOMINGO.
Blackness Road, Crowborough. Viernes, 12 de diciembre de 1924
Era en momentos como éste cuando el detective Beck deseaba estar más delgado. Le costaba hacer avanzar su pesada bicicleta por Blackness Road. Al llegar a la granja avícola Wesley y ver el lodo que impregnaba el camino, renunció a la bicicleta y siguió a pie en busca del señor Thorne.
Le encontró en uno de los gallineros. -¿El señor Thorne? ¿Norman Thorne?
– Yo mismo. -Norman se secó las manos en los pantalones y extendió una hacia el recién llegado-. Disculpe el desorden. La lluvia lo ha embarrado todo. ¿En quépuedo ayudarle?
El policía le devolvió el saludo.
– Estoy aquí para hablarle de Elsie Cameron, señor. Tengo entendido que están prometidos.
– Así es. ¿Ha sufrido un accidente o algo así?
– Eso es lo que intento averiguar. Su padre denunció su desaparición ayer. Dice que salió de Londres hace una semana para venir aquí.
Norman negó con la cabeza.
– No la he visto. Me dijo que llegaría el sábado… pero no apareció. Le escribí al día siguiente para preguntar qué pasaba, pero no obtuve respuesta. Lo único que he recibido es un telegrama de su padre.
– ¿Le importa decirme qué hizo el viernes pasado, señor Thorne?
– En absoluto. -Norman señaló la cabaña-. ¿Le apetece una taza de té? Dentro se está mejor. Puedo darle una fotografía de Elsie por si le sirve de ayuda. Estoy muy preocupado por ella, la verdad.
«Pero no lo bastante como para acudir a la comisaría de policía», pensó con malicia el detective Beck mientras caminaba sobre el lodo. Observó la foto de Elsie mientras Norman ponía la tetera al fuego.
– El señor Cameron afirma que ella salió de casa el viernes por la tarde -dijo, sacando su cuaderno-. ¿Quiere explicarme sus movimientos desde la hora de comer en adelante?
Norman disfrutaba de una memoria sorprendente. Recordaba con todo detalle lo que había hecho el viernes, 5 de diciembre. Poco después de comer había ido en bicicleta hasta Tunbridge Wells a comprarse unos zapatos. A su vuelta, sobre las cuatro, había dado de comer a los pollos y recogido la leche en casa de los Cosham.
– Luego me tomé una taza de té y eché una siesta. -prosiguió-. Estaba destrozado. Ir a Tunbridge Wells y volver te mata.
– Pero ¿la señorita Cameron no llegó?
– No. Volví a salir más tarde… debían de ser las diez menos cuarto. Había prometido recoger a dos señoras amigas mías en la estación y acompañadas a casa. La señora Coldicott y su hija. Habían pasado el día en Brighton y regresaban en el tren de las diez.
Читать дальше