Minette Walters - Crimen en la granja

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Crimen en la granja: краткое содержание, описание и аннотация

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La historia está inspirada en un suceso real que ocurrió en Inglaterra en el año 1924.
El título del libro puede explicarse por el nombre con el cual la prensa llamó al caso: "El asesinato de la granja avícola".
Y sin querer explicar mucho, podemos decir que se trata de un triángulo amoroso.
Chica seduce a chico, chico se deja pero se ve cada vez más y más atrapado en la relación, chico conoce a otra chica y planea dejar a la primera, y hasta aquí puedo leer.

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– ¿Dirección?

Norman se la dio.

– Me quedé en su casa unos quince minutos y volvía a estar aquí a las once y media. No había señales de Elsie… Pero de hecho no la esperaba hasta el sábado.

– ¿De qué conoce a los Coldicott?

– De lo mismo que a todos por aquí… La señora Coldicott me compra una gallina de vez en cuando.

– ¿Y qué hizo el sábado, señor Thorne?

– Di de comer y beber a los pollos y después fui a la estación a buscar a Elsie. Me había dicho que llegaba en el tren de las diez y cuarto. Esperé alrededor de una hora y después tomé el tren hasta Tunbridge Wells.

– ¿Era algo habitual?

– ¿El qué?

– Que le dejara plantado.

Norman le miró fijamente durante un momento.

– No me lo tomé como un plantón. Deduje que habría tenido que quedarse en casa por algún motivo. ¿Se refiere a si estaba preocupado?

– Si quiere decido así…

– ¿Por qué debería haberlo estado?

El detective Beck se encogió de hombros.

– Por nada. ¿Qué hizo el sábado en Tunbridge Wells?

– Nada especial. Di una vuelta y luego volví a casa. Pasé por la estación para ver si Elsie había llegado en algún otro tren, pero nadie la había visto. De manera que me detuve en casa de los Cosham a comprar leche y les pregunté si Elsie había hecho alguna reserva. Pero me dijeron que no.

– ¿Era allí donde solía alojarse?

Norman asintió.

– Había una fiesta prevista para el sábado por la noche. Pensaba llevar a Elsie.

– ¿Fue de todos modos?

– N o. Los Cosham la cancelaron por falta de gente. El policía anotó algo.

– ¿Y qué hizo?

– Fui a casa de los Coldicott. En el cine daban una película que me apetecía ver. Le pregunté a la señorita Coldicott si quería acompañarme.

El detective Beck lanzó otra mirada al retrato de Elsie.

– ¿Qué edad tiene la señorita Coldicott?

– Veinte años.

– ¿Se trata de una amiga especial, señor Thorne?

– No. Simplemente le gusta el cine.

– ¿Y, según usted, al día siguiente escribió una carta a la señorita Cameron preguntándole qué le había pasado? -Exactamente.

– ¿Conserva la carta en la que ella le anunciaba su intención de venir el sábado?

– No lo acordamos por carta. Elsie estuvo aquí el fin de semana anterior. Fue entonces cuando fijamos el día y la hora.

El detective Beck cogió la taza de té que Norman le tendía.

– ¿Tiene alguna idea de lo que puede haberle sucedido?

N orman volvió a negar con la cabeza.

– Pensé que igual se había quedado dormida en el tren y no se había despertado hasta llegar a Brighton. Toma pastillas para los nervios, y a veces se duerme en los lugares más insospechados.

– Pero no se habría quedado en Brighton, ¿verdad? Norman hizo una mueca.

– No lo sé. Tal vez intente llamar la atención dándonos un susto. A veces actúa de manera muy extraña.

El detective Beck informó de esta conversación a su inspector.

– ¿Qué le has sacado? -preguntó el hombre.

– Es un chico joven. Da la sensación de que se esfuerza por salir adelante. Ese sitio tiene más aspecto de porqueriza que de granja avícola. Pero es bastante agradable y te mira a los ojos cuando contesta a las preguntas.

– ¿Crees que dice la verdad?

– Contrasté su declaración con el señor y la señora Cosham y éstos confirmaron 10 que decía. También visité a los Coldicott e hicieron lo mismo. Pero no acabo de creerme que Bessie Coldicott sea una conocida tan casual como él afirma. Es muy guapa y hablaba de la granja de Thorne como si la conociera bien.

– Interesante. -El inspector se rascó la nariz-. Según el señor Cameron, su hija estaba embarazada de Thorne. ¿Bessie es lo bastante atractiva para hacer que el chico deseara haber tomado más precauciones?

– Desde luego que sí -dijo secamente Beck-. Si hablamos de aspecto físico, no hay comparación.

La foto de Elsie apareció en los periódicos aquel fin de semana, bajo la frase: «¿Alguien ha visto a esta mujer?».

Dicho anuncio provocó que dos cultivadores de flores de Crowborough se acercaran a la comisaría. Dijeron a la policía que habían visto a alguien que respondía a la descripción de Elsie a las cinco y diez del día de su desaparición. Caminaba en dirección a la granja avícola Wesley.

En esta ocasión un equipo de detectives se presentó en la granja de Norman. Le preguntaron si tenía alguna objeción a que efectuaran un registro de los gallineros.

– Por supuesto que no -les respondió éste-. Quiero hacer lo que esté en mi mano por ayudarles.

El inspector envió a sus hombres a registrar los gallineros mientras él entraba en la cabaña con Norman. Rehusó sentarse y tampoco aceptó una taza de té. En su lugar, se movió por la estancia, abriendo cajones y examinando la ropa de Norman.

Hizo a Norman las mismas preguntas que le había formulado el detective Beck y recibió idénticas respuestas.

– Tiene usted buena memoria, señor Thorne.

– Llevo una vida bastante aburrida. No hay mucho que recordar.

– De manera que la última vez que vino Elsie fue el domingo, 30 de noviembre.

– No he vuelto a veda desde ese día -dijo Norman. El inspector le observó durante un instante.

– ¿Y cuántas veces ha visto a la señorita Coldicott en ese tiempo?

– Sólo una -respondió Norman con sinceridad. Bessie se hallaba en la cabaña un día en que un periodista se acercó a la puerta. Norman ocultó su presencia saliendo a la calle a recibido, pero Bessie se había asustado.

– No quiero salir en los periódicos -dijo ella después de que el periodista se hubo marchado. Temblaba.

Norman intentó consolarla.

– No -dijo ella, apartándole-. No puedo volver a verte hasta que todo esto haya pasado. No voy a dejar que el escándalo salpique a mi familia, Norm -dijo, antes de desaparecer en la oscuridad sin decir adiós.

El inspector parecía estar leyendo lo que pasaba por la mente de Norman.

– Me han dicho que ha recibido la visita de varios periodistas, señor Thorne.

– Yo no los invité. No paran de acudir.

– Pero les mostró los alrededores y dejó que le sacaran fotos con los pollos.

Norman se encogió de hombros con un gesto de resignación.

– ¿Qué otra cosa puedo hacer? Si me niego, dirán que tengo algo que ocultar. Están apostados en la puerta, esperando a que salga.

El inspector sintió lástima por el muchacho, tampoco a él le gustaba la prensa.

– No es una situación fácil. ¿Qué son esas manchas? -dijo, señalando la mesa.

– Sangre y vísceras -dijo Norman-. Es aquí donde mato y desplumo a las gallinas. A veces las despedazo y les arranco la cabeza. Depende de lo que quiera el cliente. Cuando me ocupo de todo un lote, se ensucia mucho.

– ¿Dónde cuelga las aves?

– De una viga, en uno de los cobertizos vacíos. -Levantó la vista-. A veces de ésta.

El inspector siguió la dirección de su mirada.

– ¿La viga donde guarda los sombreros?

– Sí. Los aparto un poco para que haya espacio.

– ¿Cómo llega hasta allí?

– Me subo en una silla.

– ¿Me permite?

Norman empujó una silla en dirección a él.

– Como guste.

El inspector se encaramó y miró la viga.

– Está muy limpia. La de arriba está cubierta de polvo… pero ésta no.

– Me cuesta más llegar arriba. Si guardara algo allí, no podría bajado.

– Pero no hay ni una pluma, señor Thorne. Parece haber realizado un espléndido trabajo de limpieza.

– Hago lo que puedo. Un hombre no debería dejar que se lo coma la mugre sólo porque vive solo.

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