– Puede ser -convino Yu-.Tengo que hacerle otra pregunta. ¿Gana mucho dinero con estas fotos? Con las de su mujer, no, desde luego.
– Como HCS, es probable que sepa cómo conseguir el dinero que necesita. Hay gente que le pagaría bastante bien, por ejemplo, para que su foto se publicase en Estrella roja. No ha de ganarse la vida tomando fotos. Por lo que sé, no tiene problemas de dinero para moverse, y no se porta mal con sus amigos. -»
– ¿Qué tipo de amigos?
– Gente de clase similar a la suya. Lobos de una misma carnada, por así decirlo.
– Una carnada de HCS -gruñó Yu-. ¿Y qué tipo de cosas hacen juntos?
– Montan fiestas en su casa, fiestas locas. "Es una pena no organizar fiestas en una mansión como esa", solían decir.
– ¿Puede darme los nombres de sus amigos?
– Sólo de los que me dieron sus tarjetas en esas fiestas – se volvió hacia una caja de plástico en la estantería-.
– Eso estaría muy bien.
– Aquí las tiene -las desplegó sobre la mesa-.
Yu les echó una ojeada. Una de las tarjetas era de Guo Qiang, el hombre que había confirmado la coartada de Wu para la noche del 10 de mayo. Varias tarjetas tenían títulos impresionantes por debajo del nombre.
– ¿Me las puede prestar?
– Claro. No creo que las necesite.
Yu sacó un paquete de cigarrillos y encendió uno cuando ella le indicó que podía con un cabeceo.
– Otra pregunta, señorita Jiang. ¿Sabía usted algo acerca de Guan Hongying mientras estuvo con Wu? Por ejemplo, ¿alguna vez la vio en su casa, o Wu la mencionó?
– No, que yo recuerde, no, pero sabía que había otras chicas.
– ¿Por eso rompió con él?
– Puede que usted crea eso, pero no -cogió un cigarrillo del paquete de Yu-. Yo, en realidad, no esperaba nada de esa relación. Él tenía su vida y yo, la mía. Los dos lo habíamos dejado bastante claro. En un par de ocasiones me enfrenté con él por lo de sus otras amigas, si bien él me juró que sólo les tomaba fotos.
– ¿Y usted le creía?
– No, no le creía…, pero… aunque parezca una contradicción, nos separamos por sus fotos.
– ¿Fotos de esas chicas?
– Sí, pero no de ésas…, no eran esos trabajos artísticos que usted ha visto en las revistas.
– Ya le entiendo -dijo Yu-. ¿Cómo las descubrió?
– Fue sin quererlo. Durante una de esas fiestas, yo estaba con él en su habitación cuando tuvo que contestar una llamada en el teléfono de su estudio. La conversación duró un buen rato, y yo, mirando en el cajón de su mesilla, descubrí un álbum de fotos. Eran fotos de chicas desnudas, algo previsible, pero eran mucho más… Eran fotos muy obscenas…, y todas en una variedad de posiciones asquerosas… ¡ Incluso en medio del coito! Reconocí a una de las modelos, una actriz muy conocida que ahora vive en Estados Unidos con un millonario, según me han contado. En esa foto se la ve amordazada, tendida de espaldas con las manos esposadas, y Wu tiene la cabeza metida entre sus pechos. Había varias fotos como esa, horribles, y no tuve tiempo de mirarlas todas. Las había copiado con el formato de las fotos profesionales de moda, pero de nada sirvió que me dijera que eran fotos artísticas.
– ¡Es indignante!
– Aún eran más indignantes las referencias que había escrito en el reverso.
– ¿Qué tipo de referencias?
– Pues… En un episodio de Sherlock Holmes hay un criminal sexual que guarda fotos de las mujeres que ha conquistado junto con las descripciones de sus posiciones, sus secretos y preferencias en la cama, todos los detalles íntimos de las relaciones sexuales que ha tenido con ellas. ¡Vamos, inspector Yu!, seguro que usted conoce bien la historia.
– El inspector jefe Chen ha traducido unas cuantas novelas policíacas occidentales -precisó el inspector Yu un tanto ambiguamente, ya que él mismo nunca había leído la historia-. Puede hablar de eso con él.
– ¿Ah, sí? Creía que sólo escribía poemas.
– ¿Y qué habría querido hacer Wu con esas fotos?
– No lo sé, pero no es un simple don Juan que satisfaga su vanidad mirando las fotos de esos desnudos que ha conquistado.
– ¡Qué hijo de puta! -masculló él, que ni siquiera sabía quién era don Juan-.
– Yo podría vivir con un don Juan, pero esa especie de cinismo, esa sangre fría… me quitó todas las ganas, así que decidí separarme de él.
– Fue una sabia decisión.
– Yo tengo mi trabajo -dijo ella con mirada sombría-. No quería verme envuelta en un escándalo. Ya le he dicho todo lo que sé.
– Es una información muy valiosa. Nos ha sido de gran ayuda, camarada Jiang. Puedo asegurarle que su nombre no saldrá en los archivos oficiales de la investigación.
– Se lo agradezco.
Jiang se levantó y acompañó a Yu hasta la puerta.
– ¿Camarada inspector Yu? -¿Sí?
– Creo que quizá hay algo más que les puede servir, pero tengo que pedirle un favor.
– Si es que puedo.
– Wu y yo nos hemos separado. Aunque le guarde rencor, no debería tirar piedras en el pozo donde se está ahogando, y jamás le diré nada que no haya visto u oído por mí misma, pero conocí a una de las chicas que estaban con Wu cuando nos separamos.
– ¿Quién es?
– Se llama Ning Jing. Cómo la encontró Wu o qué vio en ella, no tengo ni idea. Quizá era sólo un objeto más para el ojo de su cámara, para encuadrar, disparar y luego guardarla en su álbum. Se lo comento porque puede que ella sepa algo de Wu y Guan. Diría que Guan podría ser la chica que la reemplazó.
– Sí, quizá sea una pista importante, camarada Jiang. Lo averiguaré, sin duda. ¿En qué puedo ayudarle yo?
– Si es posible, intente no darle ninguna publicidad. Ése es el favor que le pido. Yo ya he vivido mi dosis de escándalos y alguna que otra columna en la prensa sensacionalista no me haría mucho daño, pero ella es diferente. He sabido que pronto se va a casar.
– De acuerdo, haré todo lo posible. ¿Tiene su dirección?
– Su nombre está en la guía telefónica -cogió un listín-. Deje que se lo mire.
Yu anotó el nombre, dirección y teléfono.
– Gracias, le contaré al inspector Chen lo mucho que nos ha ayudado.
– Salúdelo de mi parte.
– Eso haré. Adiós.
A los pies de la escalera, Yu se giró y la vio todavía descalza y esperando en el rellano, pero no lo miraba a él sino al horizonte, lejos, por encima de los tejados de colores. Una mujer agradable, aunque su filosofía de la vida lo superaba. "Ser diferente como el inspector jefe Chen. Quizá es el precio que uno paga por ser artista", sospechaba el inspector Yu, y a pesar de todo, Chen era un policía competente. Sin embargo, en el caso de Wu Xiaoming, la cuestión tenía que ver con algo más que ser diferente. Yu decidió ir a ver a Ning Jing enseguida.
Jiang Weihe había colaborado, pero sólo después de que él interpretara a la vez los papeles de "poli bueno" y "poli malo" mediante la amenaza de revelar su identidad en el desnudo de la revista y con la nota de saludo de Chen. En el caso de Ning, el inspector Yu no tenía nada de qué valerse. Nada más que la escasa información de Jiang que, pese a lo que había dicho, podía guardarle algún rencor a Ning. La única carta que podía jugar era un farol, una de las tácticas más eficaces cuando se trataba de conseguir que hablara un testigo potencial, sobre todo ante la posibilidad de un escándalo que saltara a la prensa sensacionalista. Una sola llamada a su unidad laboral de parte de la policía de Shanghai bastaría para desatar un mar de rumores, de dedos acusadores, de sacudidas de cabeza, hasta de escupitajos por la espalda y quién sabe qué más. No haría falta abrir una investigación formal para que se convirtiera en sospechosa.
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