– Estoy tomando una segunda taza de café -cogió un tazón de la mesa-¿Desea acompañarme?
– No, gracias.
Ella le acercó una silla, cogió otra para sí misma y la colocó frente a él.
– ¿Preguntas acerca de quién?
– Wu Xiaoming.
– ¿Y por qué yo?
– Él le ha sacado fotos.
– Vaya, se las ha hecho a mucha gente.
– En este caso hablamos de las fotos en… La ciudad de las flores.
– Así que pretende hablar conmigo sobre el arte de la fotografía -se irguió en la silla-.
– Soy un policía normal y corriente, de modo que no tengo interés en hablar de estas fotos en un sentido artístico.
– Eso ya lo entiendo -sonrió irónica-. Como policía, supongo que habrá investigado ciertas cosas.
La sombra debajo de los ojos le daba cierto aire de libertina.
– En realidad, debo decir que ese trabajo lo ha hecho el inspector jefe Chen -dijo él-.
Yu no conseguía entender cómo Chen la había reconocido en la foto.
– ¿Ah, sí?
– Sí, así que supongo que querrá colaborar con nosotros.
– ¿Qué es lo que desea saber de Wu?
– Lo que sepa de él.
– Eso es mucho pedir, pero ¿por qué?
– Creemos que Wu está implicado en un asesinato. Se trata de Guan Hongying, la trabajadora modelo de rango nacional. Trabajamos en una investigación especial.
– Ya entiendo -aunque no se mostraba demasiado sorprendida-. ¿Y por qué no ha venido a interrogarme el inspector jefe Chen en persona?
– Está en Guangzhou. Ha ido a interrogar a una testigo.
– ¿De modo que habla en serio?
– Sí, así es.
– ¿Se habrá informado sobre las relaciones familiares de Wu?
– Por eso necesitamos su ayuda.
El inspector Yu creyó detectar un cambio en el tono de voz de la artista, además de una señal sutil en su lenguaje corporal. Mientras Jiang revolvía lentamente la cuchara en el tazón de café, parecía que estuviera haciendo cálculos.
– ¿Están completamente seguros?
– El inspector jefe Chen ha pedido de manera especial que su nombre no aparezca en el expediente oficial. Dice que usted, que es una mujer comprensiva, sabrá responder.
– ¿ Eso es un cumplido? -Preguntó Jiang y tomó un trago largo de café, que le dejó una línea de crema blanca sobre el labio superior-. Por cierto, ¿cómo está su inspector jefe? ¿Sigue soltero?
– Creo que está demasiado ocupado.
– Tuvo una aventura en Beijing, por lo que he oído. Le destrozó el corazón.
– Yo de eso no sé nada -repuso Yu-. Nunca me ha hablado de ello.
– Yo tampoco sé demasiado. Sucedió hace tanto tiempo… -su sonrisa era enigmática-. ¿Por dónde quiere que empecemos?
– Por el principio, si le parece bien.
– Antes que nada, deje que le aclare algo: todo lo que le pueda contar pertenece al pasado. Conocí a Wu hace unos dos años y nos separamos un año después. Quiero que eso quede bien claro, y no es porque Wu ahora esté implicado en un asesinato.
– De acuerdo -convino Yu-. ¿Cómo lo conoció?
– Vino a verme. Me dijo que le gustaría hacerme unas fotos… para su revista y su periódico, desde luego.
– Supongo que serán pocas las que renuncian a esa oferta.
– ¿Quién diría que no si le ofrecen hacerle fotos? Gratis, y además, para ser publicadas.
– ¿Entonces se publicaron?
– Sí, eran de muy buena calidad. Para ser justos, Wu es un fotógrafo de mucho talento. Tiene un ojo especial y también instinto. Sabe cuándo y dónde disparar. Hay varias revistas que lo persiguen para hacerle encargos.
– ¿Y qué pasó después?
– En realidad, por lo que supe después, su objetivo conmigo no era profesional sino personal. Eso fue lo que me dijo un día mientras comíamos. Y, créalo o no, él también posó para mí. Una cosa llevó a la otra, ya sabe usted qué sucede en estos casos.
– ¿Una relación amorosa?
– ¿Eso qué es? ¿Un eufemismo?
– ¿ Lo es?
– ¿Intenta preguntarme si nos acostamos?
– ¿Fue una relación seria?
– ¿Qué quiere decir con relación seria: si Wu Xiaoming me propuso matrimonio? -Preguntó Jiang-. Entonces no, no era seria, aunque pasamos unos buenos ratos juntos.
– Cada cual tiene sus definiciones, pero digamos que la pregunta es si se veían a menudo.
– A menudo, no. Como editor de Estrella roja, de vez en cuando le asignaban ciertas tareas para ir a Beijing o a otras ciudades, incluso para viajar al extranjero en un par de ocasiones. Yo también estoy muy ocupada con mi trabajo, si bien cuando teníamos tiempo, estábamos juntos. Durante los primeros meses, venía a verme con bastante frecuencia, dos o tres veces por semana.
– ¿De día o de noche?
– Los dos. Rara vez se quedaba a pasar la noche. Tenía coche, el coche de su padre, ya sabe. Le resultaba muy conveniente.
– ¿Alguna vez fue usted a su casa?
– Sólo un par de veces. Es una mansión. Usted habrá estado, ya sabe cómo es -después de una pausa, siguió-. Sin embargo, cuando estábamos juntos, a mí me gustaba hacerlo, de modo que no tenía sentido estar en lugares donde no hubiera intimidad. Aunque pudiéramos encerrarnos en una de las habitaciones, yo no me sentía a gusto con la gente de su casa pasando a cada rato.
– ¿Se refiere a su mujer?
– No, en realidad ella siempre estaba en su habitación, pues está enferma. De todas formas, es la casa de su padre. El viejo estaba en el hospital, pero su madre y su hermana vivían con él.
– ¿De modo que usted sabía desde el principio que era un hombre casado?
– Él no pretendía que fuera un secreto, y me dijo que había sido un error. Creo que era verdad… hasta cierto punto.
– Un error -repitió Yu-. ¿Alguna vez se lo explicó?
– Para empezar, su mujer lleva varios años enferma, demasiado enferma para tener relaciones sexuales con él.
– ¿Alguna otra cosa?
– En aquellos años, puede que el matrimonio fuera una cuestión de conveniencia. Los jóvenes instruidos se sentían solos y la vida en el campo era sumamente dura. Ellos estaban lejos, muy lejos de casa.
– Eso no lo sé -pensaba en los años vividos con Peiqin en Yunnan-, pero ¿usted no tuvo ningún reparo en establecer una relación extramatrimonial?
– ¡Vamos, inspector Yu! Vivimos en una década nueva, una nueva época. ¿Conoce a alguien que siga viviendo como en los libros de Confucio? Cuando una pareja es feliz, nada del exterior puede destruirla -se rascó el tobillo-. Además, yo jamás tuve la ilusión de que Wu se casara conmigo.
Yu pensó que quizá él era demasiado anticuado. Desde luego, así se sentía si se comparaba con la artista Jiang, para quien una aventura podía ser como cambiarse de ropa. Pero también se sentía tentado de imaginársela sin aquel mono que llevaba puesto. ¿Tal vez era porque la había visto en la foto? También se fijó en el lunar oscuro que tenía en la nuca.
– Pero si era tan infeliz en su matrimonio, ¿por qué seguía casado?
– No lo sé -negó con la cabeza-. No creo que un divorcio le conviniera… en términos políticos, quiero decir. He oído que alguien de la familia de su mujer tiene mucha influencia.
– Es verdad.
– También tuve la impresión de que ella todavía le importaba algo, a su manera.
– ¿Qué le hacía pensar eso?
– Me hablaba de ella. Le había ayudado en sus años más duros, como joven instruido de una familia de lacayos del capitalismo. Tuvo lástima de él y lo cuidó mucho, aunque en una ocasión me dijo que podría haberse matado por ella.
– Quizá en su día hubiese sido muy atractiva -comentó Yu-. Tenemos fotos de ella cuando joven.
– Puede que no me crea, pero una de las razones por las que le cobré afecto es que mostraba cierta fidelidad hacia su esposa. No era un hombre que rehuyera sus responsabilidades.
Читать дальше