– ¿Tío Bao no viene hoy? -preguntó-.
– Usted debe de ser el camarada inspector jefe -dijo la chica al fijarse en su uniforme-. El camarada Bao lo está esperando. Me dijo que lo avisara en cuanto llegara.
En menos de tres minutos apareció tío Bao andando a paso rápido, y traía un sobre grande.
– Tengo algo para usted, camarada inspector jefe.
– Gracias, tío Bao.
– Lo he llamado un par de veces, pero comunicaban.
– Lo siento, tendría que haberle dado el número de mi casa.
– Tenemos que hablar. Mi casa está cerca, aunque como verá, es un poco pequeña.
– Entonces hablemos tomando una taza de té en el restaurante de enfrente.
– Es una buena idea.
El restaurante no estaba lleno el sábado por la mañana. Se sentaron en una mesa situada en el interior. Al parecer, el camarero conocía bien a tío Bao, y les trajo de inmediato una tetera de Fuente del Dragón. El anciano sacó varios talonarios que abarcaban el periodo de febrero a principios de mayo. En total, había más de treinta talones que mostraban las llamadas que Guan había recibido desde el número 867-831, muchas de ellas después de las nueve de la noche. El que llamaba había dado su nombre: Wu.
– ¿Todos son del mismo número? -dijo Chen-.
– Y del mismo hombre -dijo tío Bao-. Estoy seguro.
– ¿Sabe usted algo acerca del número o del hombre?
– No, no sé nada del número. Respecto al hombre, me parece que ya le he dicho que es de edad mediana, con un marcado acento de Beijing, si bien no es de allí. Es probable que sea de Shanghai, aunque está acostumbrado a hablar el dialecto de la capital. También es bastante educado, y solía llamarme querido tío. Por eso recuerdo que la mayoría de las llamadas son de él, y los registros lo confirman.
– Ha hecho un excelente trabajo, tío Bao. Hoy mismo comprobaremos el número.
– Hay otra cosa, y es que no sé a quién llamaba Guan, pero esa persona no usaba el teléfono público. Es más probable que haya sido un teléfono privado, porque cada vez que Guan llamaba, le respondían de inmediato, y también telefoneaba a menudo después de las nueve o las diez de la noche.
– Sí, ése es otro punto importante -afirmó Chen-. ¿Y qué hay de la noche del 10 de mayo?
– He encontrado algo -sacó un sobre pequeño que contenía un solo talón-. Un mensaje breve: «Nos encontraremos según lo previsto», y el que llamaba era un tal Wu, aunque no se indicaba ningún número de teléfono. Puede que éstas no sean las palabras exactas -aseguró tío Bao-, pero ése era el sentido.
Por lo tanto, unas pocas horas antes de salir de viaje, Guan había recibido una llamada de un hombre llamado Wu, el mismo que se había comunicado con ella más de treinta veces entre febrero y mayo.
– ¿Por qué no hay ningún número anotado en el talón del 10 de mayo?
– Porque la persona que llamó no pidió que le devolvieran la llamada -explicó tío Bao-. En esos casos, sólo anotamos el mensaje para el destinatario.
– ¿Recuerda si esa noche dijo alguna otra cosa?
– No, lo siento.
– En cualquier caso, nos ha sido de gran ayuda -comentó Chen-. Sin duda es una pista importante para nuestra investigación. No sé cómo podremos agradecérselo.
– Cuando hayan resuelto el caso -dijo tío Bao, llámeme.
– Eso haré, y le aseguro que será una llamada larga.
– Y tomaremos otra taza de té en el Salón de Té en Medio del Lago. Invito yo.
– Eso haremos. Hasta pronto -se incorporó-, en el Salón en Medio del Lago.
El inspector jefe Chen volvió deprisa a su despacho. Empezó por llamar a la Compañía Telefónica de Shanghai. Le indicó a la operadora que quería averiguar el nombre del abonado del número 867-831.
– Este número no figura en el listín -dijo la operadora-. No estoy autorizada a darle el nombre del abonado.
– Es un dato decisivo para nuestra investigación.
– Lo siento. Deberá traer una solicitud oficial del Departamento demostrando que se trata de una investigación policial. En caso contrario, no podremos darle esa información.
– Ningún problema. Iré con una solicitud oficial.
Sin embargo, había un problema. Pan Huizhen, el funcionario encargado del sello oficial, no trabajaba los sábados. Chen tendría que esperar hasta el lunes. Entonces pensó en la foto de la mujer canosa oculta en el álbum de Guan. ¿Sería tal vez Wei Hong? Al menos, podía ocuparse de eso.
Chen tenía una copia de la lista detallada que el inspector Yu había elaborado de las agencias de viaje, con sus números de teléfono y direcciones. Sólo tenía que ir descartándolas. Llamó a la Oficina de Turismo de Shanghai. Tuvo que esperar unos diez minutos antes de que le contestaran, pero consiguió la información: eran cinco las agencias de viajes que organizaban excursiones a las Montañas Amarillas.
Comenzó a telefonear a las agencias. Todo el personal estaba ocupado, por lo que era imposible proporcionarle en el acto la información que pedía. Algunas prometieron devolverle la llamada, pero Chen sospechó que se tomarían su tiempo. Sin embargo, la directora de Viajes Vientos de Oriente se puso en contacto con él al cabo de veinte minutos. Había encontrado el nombre de Wei Hong en su ordenador.
– No estoy segura de si es la mujer que busca -le advirtió-, pero puede venir a echar una ojeada.
– Gracias -dijo Chen-. Ahora mismo voy.
La agencia Vientos de Oriente ocupaba una suite de oficinas en la segunda planta de un edificio de estilo colonial en la calle Chengdu. Frente a la mesa de recepción había un grupo de personas con distintos tipos de equipaje, razón suficiente para que el despacho pareciera aún más abarrotado. Todos llevaban tarjetas de plástico con sus nombres. Tal vez se tratase de un grupo que acababa de llegar y esperaba a un guía. Varias personas estaban fumando. El aire en el despacho se había enrarecido. La directora alzó los brazos en un gesto de excusa, aunque no tardó en entregarle un listado impreso.
– Aquí vienen el nombre, la fecha y la dirección. No guardamos fotografías en nuestra base de datos, así que no podemos decirle si esta Wei Hong es la persona que busca.
– Le agradezco mucho su información. Además, busco a una segunda persona -le enseñó a la directora una foto-: Guan Hongying.
– Hace unas semanas, otra persona de su oficina preguntó por ella, pero no tenemos su nombre en nuestros registros -afirmó mientras sacudía la cabeza-. Habríamos reconocido a la trabajadora modelo de rango nacional. ¿Cree usted que viajaba con Wei Hong?
– Es posible.
– Xiao Xie acompañaba al grupo. Ella le podría decir si Guan era una de ellos, pero ya no trabaja con nosotros.
– ¿Y qué hay de Zhaodi? -preguntó-. ¿Había alguien del grupo que se llamase Zhaodi?
– Me temo que habrá de averiguarlo usted mismo -pulsó varias veces el teclado y le indicó que se sentara-. Verá, tengo a mucha gente esperando.
– No importa, ya entiendo.
La agencia había hecho un buen trabajo con la base de datos. Chen empezó su búsqueda localizando la fecha. En la fila de octubre, encontró el nombre de Zheng Zhaodi en la lista de la excursión a las Montañas Amarillas. Sin embargo, la información no estaba completa, pues faltaban su dirección y su profesión, aunque pasaba lo mismo con otros clientes. Introducir todos esos datos en caracteres chinos requería mucho tiempo. Wei Hong figuraba en la misma excursión.
Antes de despedirse, Chen pidió la dirección de Xiao Xie. Era el número 36 de la calle Jianguo, 303. Su nombre completo era Xie Rong. Como no vivía demasiado lejos, Chen decidió que iría a verla.
Llegó al fondo de un pequeño bloque de pisos de mediados de los años cincuenta. La escalera era oscura, húmeda y dura, que hasta incluso de día, debía tener una luz encendida. Chen no pudo encontrar el interruptor. Llamó a la puerta, que estaba entreabierta, aunque protegida por una cadena en el interior. Asomó la cabeza una mujer de pelo canoso con unas gafas de marco dorado. Chen se presentó y le enseñó su placa por la puerta. Ella la cogió y la examinó detenidamente antes de dejarlo entrar. Era una mujer de unos sesenta y pocos años. Llevaba una blusa color perla de cuello alto y plisado, un vestido largo, medias y zapatos sin tacón. Sostenía en la mano un libro de lengua extranjera. En la habitación había escasos muebles, pero a Chen le impresionaron las altas estanterías en las paredes, que no tenían otro adorno.
Читать дальше