John Connolly - El camino blanco

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En Carolina del Sur, un joven negro se enfrenta a la pena de muerte acusado de haber violado y asesinado a Marianne Larousse, hija de uno de los hombres más ricos del estado. El caso, que nadie quiere investigar, hunde sus raíces en un mal que se remonta a un pasado remoto, el tipo de misterio que se ha convertido en la especialidad del detective Charlie Parker. Éste ignora que está a punto de sumergirse en una auténtica pesadilla y de introducirse en un escenario teñido de sangre en el que se mezclan el espectro asesino de una mujer encapuchada, un coche negro que espera a un pasajero que nunca llega, y la complicidad tanto de amigos como de enemigos en los sucesos que rodean la muerte de Marianne Larousse. Más que una investigación, es un descenso a los abismos, un enfrentamiento con las fuerzas oscuras que amenazan todo aquello que Parker ama.
Paralelamente, en la celda de una prisión, el fanático predicador Faulkner trama una venganza contra Charlie Parker, y para ello utilizará a los mismos hombres a los que el detective está siguiendo, y a una extraña y contrahecha criatura que guarda sus secretos enterrados en la orilla de un río: Cyrus Nairn.
Todas estas figuras deberán enfrentarse a su cruento destino final en los pantanos del sur y los bosques del norte, escenarios muy alejados entre sí pero unidos por un frágil hilo: el lugar donde convergen los caminos de los muertos y de los vivos.

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– No sé por qué lo recorté. Sabía que tarde o temprano lo verías -dijo -. Por un lado, no quería que tuvieses que volver a leer nada sobre él. Estoy cansada de ver su nombre.

Desplegué el recorte.

«THOMASTON – El reverendo Aaron Faulkner permanecerá en la prisión estatal de Thomaston hasta que tenga lugar su juicio, según declaró ayer un portavoz del Departamento de Prisiones. Faulkner, acusado a principios de este año de los cargos de conspiración y asesinato, fue trasladado a Thomaston desde la prisión estatal de máxima seguridad hace un mes, después de un presunto intento fallido de suicidio.

»Faulkner fue arrestado en Lubec en mayo del presente año, después de tener un enfrentamiento con Charlie Parker, detective privado de Scarborough, durante el cual murieron dos personas, un varón que se hacía llamar Elias Pudd y una mujer no identificada. Los análisis de ADN revelaron después que el muerto era, de hecho, el hijo de Faulkner, Leonard, y la mujer fue identificada como Muriel Faulkner, la hija del predicador.

»A Faulkner se le acusó oficialmente en mayo de los asesinatos de los baptistas de Aroostook, el grupo religioso encabezado por el propio predicador y que desapareció de la congregación en Eagle Lake en enero de 1964, y de conspirar para llevar a cabo el asesinato de al menos otras cuatro personas conocidas, entre ellas el industrial Jack Mercier.

»Los restos de los baptistas de Aroostook se encontraron en las cercanías de Eagle Lake el pasado abril. Funcionarios de Minnesota, Nueva York y Massachusetts también están investigando casos sin resolver en que Faulkner y su familia estuvieron presuntamente implicados, aunque aún no se han presentado cargos contra Faulkner fuera de Maine.

»Según fuentes del despacho del fiscal general de Maine, tanto la Oficina de Alcohol, Tabaco y Armas como el FBI están examinando el caso de Faulkner con el propósito de inculparle en cargos federales.

»E1 abogado de Faulkner, James Grimes, declaró ayer a los periodistas que seguía preocupado por la salud y el bienestar de su cliente y que estaba considerando la opción de apelar al Tribunal Supremo del Estado tras conocer la decisión del Tribunal Superior de Primera Estancia de Washington de negarle la fianza. Faulkner se ha declarado inocente de todos los cargos que se le imputan y alega que, en realidad, su familia le tuvo prisionero durante casi cuarenta años.

»Mientras tanto, el entomólogo especialista que se halla al servicio de los investigadores para catalogar la colección de insectos y de arañas encontradas en Lubec, en el recinto ocupado por el reverendo Aaron Faulkner y su familia, declaró ayer al Press Herald que su trabajo estaba casi concluido. Según un portavoz de la policía, se cree que la colección había sido reunida por Leonard Faulkner, alias Elias Pudd, a lo largo de muchos años.

»"Hasta ahora hemos identificado casi doscientas especies diferentes de arañas, así como otras cincuenta especies de insectos", declaró el doctor Martin Lee Howard. Quien además dijo que la colección constaba de algunas especies muy raras y que incluía un número de ellas que, hasta la fecha, su equipo no había podido identificar.

»"Una de ellas parece ser una subespecie de la extremadamente repugnante araña de la cueva del diente", declaró el doctor Howard. "Con toda certeza, no es autóctona de Estados Unidos." Preguntado si había alguna pauta derivada de su investigación, el doctor Howard declaró que el único factor que unía a las distintas especies era que "todas eran muy repugnantes. Lo que pretendo sugerir es que aun siendo los insectos y las arañas mi materia de trabajo, debo admitir que hay un montón de esos chicos y chicas a los que no me gustaría encontrarme en mi cama por la noche".

»El doctor Howard añadió: "Pero sí que hemos descubierto muchas arañas reclusas marrones y, cuando digo muchas quiero decir muchas. Quienquiera que reuniese esta colección sentía un cariño indudable por las reclusas, y eso es algo de veras infrecuente. Cariño es lo último que una persona normal sentiría por una araña reclusa".»

Volví a doblar el recorte del periódico y lo tiré a la papelera. La posibilidad de que apelaran la denegación de fianza resultaba inquietante. El despacho del fiscal general había recurrido directamente a un gran jurado tras la detención de Faulkner, una práctica común en un caso que parecía estar relacionado con asuntos que llevaban mucho tiempo sin resolver. Veinticuatro horas después de que detuviesen a Faulkner, un gran jurado compuesto por veintitrés miembros se había reunido en Calais, en Washington County, y había hecho pública una orden de detención bajo las acusaciones de asesinato, de conspiración para asesinar y de complicidad con asesinos. A continuación, el Estado solicitó una vista para tomar una decisión relativa a la fianza. Tiempo atrás, cuando en Maine estaba vigente la pena de muerte, los acusados de delito capital no tenían derecho a fianza. Tras la abolición de la pena de muerte, se modificó la constitución para denegar la fianza a los acusados de delitos capitales siempre y cuando hubiese «una prueba evidente y una presunción clara» de la culpabilidad del acusado. A fin de determinar esa prueba y esa presunción, el Estado podía solicitar una vista con las partes implicadas, bajo la supervisión de un juez, para que ambas expusieran sus argumentos.

Rachel y yo habíamos prestado declaración antes de la vista, así como el principal detective de la Policía Estatal encargado de la investigación de la muerte de la congregación baptista de Faulkner y del asesinato de cuatro personas en Scarborough, presuntamente ordenado por Faulkner. Bobby Andrus, el ayudante del fiscal general, había alegado el riesgo de que Faulkner se diese a la fuga, así como que constituía una amenaza potencial para los testigos. Jim Grimes hizo todo lo posible para encontrar algún tipo de fisura en las conclusiones del fiscal, pero habían pasado seis días desde el arresto de Faulkner y Grimes seguía sin contar con nada. Aquello le bastó al juez para denegar la fianza, pero por los pelos. Había pocas pruebas irrefutables que implicaran a Faulkner en los crímenes de los que se le acusaba y el desarrollo de la vista había obligado al estado a reconocer la relativa inconsistencia del caso. El hecho de que Jim Grimes hiciese pública la posibilidad de una apelación indicaba que estaba convencido de que un juez del Tribunal Supremo del estado llegaría a una conclusión diferente en el asunto relativo a la fianza. Yo no quería pensar siquiera qué podía ocurrir si dejaban en libertad a Faulkner.

– Podemos mirarlo con perspectiva y considerarlo publicidad gratuita -dije, pero la broma sonó falsa-. No nos lo quitaremos totalmente de encima hasta que lo metan en la cárcel para siempre, y puede que ni siquiera entonces.

– Supongo que para ti es un momento decisivo -susurró.

Puse mi mejor y más sincera mirada romántica y le apreté la mano.

– No -le dije, de la manera más teatral que pude-. Lo único decisivo para mí eres tú.

Hizo como si se metiera un dedo en la garganta para vomitar y sonrió. La sombra de Faulkner se disipó durante un rato. Alargué mi mano hacia la suya y se llevó mis dedos a la boca para chupar los restos de helado que había en ellos.

– Venga -dijo, y los ojos le brillaron a causa de un apetito diferente-. Vamos a casa.

Pero cuando llegamos a casa había un coche aparcado en la entrada. Lo reconocí nada más verlo a través de los árboles: el Lincoln de Irving Blythe. En cuanto detuvimos el coche, él abrió la puerta del suyo y salió, dejando que sonara la música clásica de la emisora de la radio pública, una música que flotaba melosa en el aire quedo de la noche. Rachel le saludó y entró en la casa. Vi que encendía las luces de nuestro dormitorio y que bajaba las persianas. Irv Blythe había elegido el momento idóneo si lo que pretendía era interponerse entre mi persona y una vida amorosa activa.

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