Steve Martini - El abogado

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Uno de los primeros clientes del abogado Paul Madriani es Jonah Hale, un anciano que se encuentra en un grave aprieto cuando Jessica, su hija, sale de la cárcel: Jonah y su esposa se han encargado de la educación de Amanda, su nieta de ocho años, debido a la drogadicción de la madre de la niña, pero, a raíz del importante premio que ha ganado el matrimonio en la lotería, Jessica decide secuestrar a la pequeña y pedir a su padre una gran suma de dinero si desea recuperarla. Jonah, que tiene la custodia legal, se niega, por lo que Jessica recurre a los servicios de Zolanda, una activista radical de los derechos de la mujer, que acusa a Jonah de haber abusado sexualmente de Amanda. El caso se complicará con un asesinato del cual Jonah será el principal sospechoso.

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– Bob.

Él lo anota y luego alza la mirada.

– El amigo de Bob se llama Jack.

– Esa gente se ahorra mucho espacio en las tarjetas de visita, ¿no?

– Eso fue todo lo que me dijeron. Pero yo en su lugar consultaría a la DEA.

Avery levanta una ceja.

– ¿Su cliente se dedica al narcotráfico?

– No. Pero no me sería posible decir lo mismo de su hija.

– Ya sé que ella tiene antecedentes -dice Avery-. Los investigué. Pero aunque todo lo que me está diciendo sea cierto, tiene usted un problema. ¿Qué tiene que ver todo esto con el asesinato de Suade?

– Esos tipos buscan a la hija de Jonah desesperadamente. Quizá le hicieron una visita a Suade.

– Tal vez -dice Avery-. Es posible. Puede ser. Interesante teoría, pero… ¿dónde están las pruebas? A ver si lo adivino. El hombre, el tal Ontaveroz, quiere liquidar a la chica porque ella sabe todo lo relacionado con sus negocios.

– ¿Y de eso cómo se ha enterado usted? -pregunta Harry.

– Lo vi por televisión. En una reposición de «Ironside». Lo que no alcanzo a entender es por qué esa gente vino a esta oficina a buscar a la hija de Hale.

– Yo tampoco lo entiendo. Tal vez los mexicanos pensaron que nosotros conocíamos su paradero.

– Quizá Ontaveroz no está al corriente de que la chica y el padre no se llevan nada bien -dice Harry-. Tal vez piensa que Jonah sabe dónde está su hija y que haya compartido esta información con su abogado.

– ¿Y es así? ¿Saben ustedes dónde está la chica?

– Para eso nos contrató Hale -contesto-. Para que la encontráramos.

– ¿Y cómo es que recurrió a un abogado para eso?

– Nosotros le hicimos esa misma pregunta. Hale quería apretarle las tuercas a Suade en el terreno legal.

– Parece que las tuercas que le apretó fueron las del ataúd -comenta Avery.

– ¿Por qué iba a matarla si lo que deseaba era encontrar a su hija? -dice Harry-. Es absurdo matar a tu única fuente de información. El fiscal Ryan es un poco obtuso si no se da cuenta de eso.

– Quizá Hale fue a verla y durante la visita perdió los estribos -dice Avery-. O quizá lo de encontrar a su hija le interesara menos que silenciar a Suade. Esa mujer estaba metiendo mucha bulla con lo del incesto.

– Él no tenía ninguna razón para hablar con Suade. Por eso me contrató.

– Ya. Pero usted tampoco tuvo demasiada suerte con ella -dice Avery-. Por cierto: dejó usted sus huellas en la oficina de Suade.

– Ya comenzaba a preguntarme cuándo se decidiría usted a tocar ese tema.

– Al día siguiente del asesinato supimos que usted había estado allí -anuncia Avery-. Brower nos lo dijo. ¿Por qué no nos lo mencionó?

– Sabía que, tarde o temprano, o Brower lo diría, o ustedes lo deducirían.

– ¿De qué hablaron Suade y usted?

– ¿Usted qué cree?

– ¿Sabía Suade dónde estaban la hija y la nieta del señor Hale?

– Si lo sabía, no me lo dijo.

– Supongo que fue entonces cuando usted se enteró de lo del comunicado de prensa de Suade. ¿Se lo dio ella o lo robó usted?

Yo no contesto y él insiste:

– Sabemos que usted lo tenía. Sabemos que usted le habló de él a Hale en su bufete. Brower nos lo dijo. La próxima vez que celebre una reunión con uno de sus clientes, asegúrese de que no hay policías presentes.

– Eso fue antes de que alguien liquidase a Suade.

– ¿Alguien? -pregunta Avery-. Parto de la base de que Suade le entregó a usted el comunicado. Supongo que lo hizo para mortificar a Hale. Que lo viera y que se cociese en su propio jugo durante un día entero, consciente de que no podía hacer nada por evitar que ella lo hiciera público. Naturalmente, en retrospectiva está claro que ése fue un error que algunos podrían llamar mortal. Sin embargo, no debe usted culparse, y tendría que estarle agradecido a Brower. Podría usted ser sospechoso de asesinato si no fuera porque él ha testificado que usted estuvo con Suade a una hora más temprana del día. Después de su entrevista con ella, otras personas la vieron con vida.

– El tipo es un auténtico sol -le digo.

– Y lo que me ha contado usted es realmente interesante -dice Avery, que ahora se dirige hacia la puerta-. Lo de ese narcotraficante mexicano. Sólo hay un pequeño problema.

– ¿Cuál?

– ¿Cómo va usted a demostrar que Ontaveroz conocía siquiera la existencia de Suade?

DIECISÉIS

Es el mayor problema que se nos presenta, y la única defensa posible, aparte de la simple negación de que Jonah lo hizo: la información de fuentes aparentemente fidedignas de que el narcotraficante Ontaveroz había estado buscando a Jessica.

Esta mañana, Harry y yo nos hallamos en el tribunal. Pese a nuestras objeciones, Jonah ha renunciado a una audiencia preliminar. Esto permite al estado ir a juicio por medio de una acta inculpatoria de un gran jurado.

Sin embargo, Jonah no da su brazo a torcer. Insiste en que tiene derecho a un juicio rápido, a asumir los riesgos que sean.

Le hemos advertido que tal vez no le guste el resultado. Lo que lo impulsa es la obsesión de salir de la cárcel, de modo que le sea posible buscar a Amanda. No tiene ni idea de por dónde comenzaría pero, por alguna razón, considera que las cuatro paredes de su celda son lo que le impide recuperar a Mandy. Para más inri, el juez se ha negado a conceder una nueva audiencia para la cuestión de la fianza. Harry y yo comenzamos a sentirnos como dos naranjas en un exprimidor.

El asunto del que debemos ocuparnos es una moción previa al juicio. Jonah no está aquí. Tales mociones no requieren la presencia del acusado.

Murphy es ahora nuestro detective oficial en el caso. Ha conseguido tres artículos aparecidos en periódicos mexicanos, todos ellos en español, que al menos aluden explícitamente a la existencia de Ontaveroz. No hay fotografías, pero los artículos, traducidos al inglés por un especialista y unidos a nuestro expediente, dan detalles acerca de un hombre al que uno no quisiera enfrentarse ni con un océano de por medio en un sueño de dos minutos.

La mayor parte de los textos se refieren a los intentos de la Policía Judicial mexicana de encontrar a Ontaveroz. Hasta el momento se le atribuye la muerte de, como mínimo, tres agentes de tal fuerza policial.

Se cree que Ontaveroz ha participado en el asesinato de varios de sus competidores comerciales. También se supone que ha participado en no menos de dos asesinatos políticos, aunque, según Harry, estos crímenes también fueron asuntos de negocios.

Harry ha preparado cédulas de citación para la DEA, el FBI, y el Departamento de Justicia, exigiendo que tales departamentos faciliten información, notas, archivos y cuanto tengan por escrito acerca de la sentencia acordada de Jessica que hizo que la muchacha fuera a parar a una prisión estatal. Albergamos la esperanza de que tales documentos nos conduzcan a Ontaveroz, o al menos a alguna referencia nominal al narcotraficante mexicano. Parto de la base de que si Ontaveroz sabía de mi existencia, también sabía de la existencia de Suade. El problema es cómo lo demostramos.

– Bueno, ¿trajo usted los donuts, señor Madriani? -Frank Peltro me mira desde el estrado. Su rostro es como el de un barman irlandés. Sonrisa prefabricada, el mejor amigo de todo el mundo. Lo único que lo delata son los ojos de halcón bajo los gruesos y caídos párpados.

– Yo, no, señoría.

– Pues se suponía que iba a traerlos usted -dice-. Tengo un montón de gente furiosa esperando la vista incoatoria. Tendré que enfrentarme a ella dentro de diez minutos. Sin donuts, me va a costar Dios y ayuda. -Todo esto, con una sonrisa en el rostro-. ¿Qué me aconseja que haga?

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