John Connolly - Los atormentados

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Daniel Clay, en otro tiempo un respetado psiquiatra infantil, desapareció al salir a la luz los abusos sufridos por varios niños que él atendía. Ahora, cinco años después, y cuando ya se le ha declarado muerto, su hija, Rebecca Clay, es acosada por un desconocido que pregunta por su padre. Ese desconocido, llamado Merrick, está obsesionado con descubrir la verdad sobre la desaparición de su propia hija, y Rebecca contrata al detective Charlie Parker para deshacerse de Merrick a toda costa. Parker no tarda en verse atrapado entre aquellos que quieren conocer la verdad sobre Daniel Clay y aquellos que quieren permanecer ocultos a toda costa, pues quizá no estaban del todo al margen de los abusos. Pero intervienen otras fuerzas. Alguien, un fantasma del pasado de Parker, financia la cacería de Merrick. Y las acciones de Merrick han inducido a otros a salir de las sombras: figuras semivislumbradas decididas a vengarse a su manera, pálidos espectros que vagan sin reposo. Han llegado los seres atormentados… Así arranca este nuevo y esperado caso del detective Charlie Parker, alias «Bird», en la que es la sexta novela de la serie policiaca escrita por John Connolly.

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Merrick exhaló el último aliento. Una mujer se detuvo junto a él, la camarera del bar. Habló, pero Merrick no la oyó.

¿ papi?

ya estoy aqu í

Porque Merrick se había ido.

33

Mientras Frank Merrick moría con el nombre de su hija en los labios, Ángel, Louis y yo acordamos una línea de actuación para ocuparnos de Caswell. Nos encontrábamos en el bar, con los restos de la comida aún alrededor, pero sin beber.

Coincidimos en que Caswell parecía a punto de venirse abajo, aunque no sabíamos si eso se debía a la incipiente culpabilidad o a alguna otra causa. Como solía ocurrir, fue Ángel quien mejor lo expresó.

– Si lo devora la culpabilidad, ¿cuál es el motivo? Lucy Merrick desapareció hace años. A menos que la hayan retenido allí todo este tiempo, cosa que parece poco probable, ¿por qué le remuerde tanto la conciencia ahora, así de pronto?

– Por Merrick, quizá -apunté.

– Lo que significa que alguien le ha dicho que Merrick ha estado haciendo preguntas.

– No necesariamente. No puede decirse que Merrick haya actuado de manera muy discreta. La policía está al corriente de sus andanzas y, gracias al asesinato de Demarcian, también los rusos. Demarcian estaba implicado de algún modo. Merrick no se sacó el nombre de la manga, así sin más.

– ¿Crees que quizás esos tipos repartían imágenes de los abusos sexuales, y que ése es el vínculo con Demarcian? -preguntó Ángel.

– El doctor Christian no conocía la existencia de fotos o vídeos de hombres con máscaras, pero eso no significa que no los haya.

– Vender una cosa así habría supuesto un riesgo -señaló Ángel-. Se habrían expuesto a atraer la atención.

– A lo mejor necesitaban dinero -intervino Louis.

– Caswell tuvo suficiente para comprar las tierras de Galaad a toca teja -contesté-. Por lo que se ve, el dinero no era problema.

– Pero ¿de dónde sacaron la pasta? -preguntó Ángel-. De algún sitio tuvo que salir, así que es posible que vendieran el material.

– ¿Y eso cuánto puede valer? -dije-. ¿Suficiente para comprar un pedazo de tierra que no quiere nadie en medio de un bosque? Según el camarero, la tierra no se vendió precisamente a precio de saldo, pero tampoco costó una fortuna. Puede que le saliera por cuatro cuartos.

Ángel se encogió de hombros.

– El valor del material dependería de lo que vendieran. Dependería de lo malo que fuera. Malo para los niños, quiero decir.

Ninguno de nosotros hizo ningún comentario más durante un rato. Intenté establecer unas pautas en mi cabeza, formar una secuencia de acontecimientos con sentido, pero me perdía una y otra vez en declaraciones contradictorias y pistas falsas. Estaba cada vez más convencido de que Clay había participado en los hechos, pero cómo combinar eso con la imagen que Christian tenía de él, la de un hombre casi obsesionado con encontrar pruebas de abusos sexuales, incluso en detrimento de su propia carrera, o con la descripción de Rebecca Clay, que lo veía como un padre afectuoso, enteramente dedicado a los niños que tenía a su cargo. Por otro lado, estaban los rusos. Louis había hecho algunas averiguaciones y descubierto la identidad del pelirrojo que había ido a mi casa. Se llamaba Utarov y era uno de los capitanes de mayor confianza en el grupo que operaba en Nueva Inglaterra. Según Louis, tenían a Merrick en la lista negra por un asunto sin resolver relacionado con ciertos encargos que había llevado a cabo contra los rusos en el pasado, pero también corrían rumores de malestar en Nueva Inglaterra. Habían sacado de Massachusetts y Providence a prostitutas, principalmente de origen asiático, africano y de Europa del Este, con órdenes de pasar inadvertidas; o los hombres que las controlaban las habían obligado a marcharse. También se habían reducido otros servicios más especializados, sobre todo los relativos a pornografía y prostitución infantiles.

– Tráfico -había concluido Louis-. Eso explica por qué sacaron de las calles a las asiáticas y las demás y dejaron allí a las americanas de pura cepa para llenar el vacío. Les preocupa algo, y tiene que ver con Demarcian.

Los apetitos de aquellos hombres habrían seguido siendo los mismos, ¿no era eso lo que me había dicho Christian? Esos hombres no habían dejado de cometer abusos sexuales a menores, pero puede que hubieran encontrado otra salida a sus impulsos: ¿niños obtenidos a través de Boston, quizá, con Demarcian como punto de contacto? ¿Y después qué? ¿Filmaban los abusos y luego se lo vendían a Demarcian y otros como él, de modo que una operación se financiaba con la otra? ¿Era ésa la esencia de su «Proyecto» en particular?

Caswell formaba parte de él, y era débil y vulnerable. Yo estaba seguro de que había hecho una llamada justo después de su encuentro con nosotros, una súplica de ayuda a aquellos con quienes había colaborado tiempo atrás. Eso aumentaba la presión que todos ellos padecían, obligándolos a reaccionar, y estaríamos esperándolos cuando vinieran.

Ángel y Louis fueron en su coche a la casa de Caswell y aparcaron en un lugar que no se veía desde la carretera ni desde la casa para hacer la primera guardia. Me los imaginaba allí mientras me dirigía a mi habitación para dormir un rato antes de mi turno: el coche a oscuras y en silencio, seguramente con algo de música sonando a bajo volumen en la radio, Ángel adormilado, Louis inmóvil y alerta, parte de su atención fija en la carretera mientras otra parte oculta de él vagaba por mundos desconocidos en su mente.

En sueños, recorría Galaad y oía el llanto de unos niños. Me volvía hacia la iglesia y veía a niños y niñas envueltos en hiedra urticante, y cómo las enredaderas se estrechaban en torno a sus cuerpos desnudos a la vez que los absorbía aquel mundo verde. Vi sangre en el suelo, y los restos de un recién nacido en pañales, con manchas rojas filtrándose a través de la tela.

Y un hombre delgado salió a rastras de un hoyo en la tierra, su rostro desgarrado y deforme a causa de la descomposición, los dientes visibles a través de los agujeros de sus mejillas. -El viejo Galaad -dijo Daniel Clay-. Se te mete en el alma…

Sonó el teléfono de mi habitación mientras dormía. Era O'Rourke. Como en Jackman los móviles no tenían cobertura, me había parecido buena idea informar a alguien de mi paradero por si ocurría algo en el este, así que tanto O'Rourke como Jackie Garner tenían el número del hotel. Al fin y al cabo, mi pistola seguía rondando por ahí, y yo sería en parte responsable de todo lo que hiciese Merrick.

– Merrick ha muerto -anunció.

Me incorporé. Aún tenía el regusto de la comida en la boca, pero sabía a tierra, y el recuerdo de mi sueño era nítido.

– ¿Cómo?

– Lo han matado en el aparcamiento del Refugio de Old Moose. Por lo visto el último día de su vida ha sido bastante accidentado. Ha estado ocupadísimo justo hasta el final. Mason Dubus murió ayer abatido por una bala de diez milímetros. Aún no tenemos el informe de balística, pero ahí no muere gente a tiros todos los días, y menos víctima de una diez milímetros. Hace un par de horas, un ayudante del sheriff del condado de Somerset ha encontrado dos cadáveres en un camino en las afueras de Bingham. Rusos, parece. Luego se ha recibido una llamada de una mujer que ha encontrado a su anciano padre encerrado en el sótano a unos tres kilómetros al norte del lugar de los hechos. Según parece, el viejo era veterinario, y un hombre que coincide con la descripción de Merrick lo obligó a atenderlo de una herida y le pidió indicaciones para llegar a casa de Dubus antes de encerrarlo. Por lo que ha dicho el veterinario, la herida era bastante grave. Pero se la cosió y vendó lo mejor que pudo. Según parece, Merrick siguió hacia el noroeste, mató a Dubus y luego tuvo que hacer un alto en el Refugio. Para entonces la hemorragia era considerable. Según los testigos, se sentó en un rincón, bebió un poco de whisky, habló solo y salió. Lo estaban esperando fuera.

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