Michael Palmer - Tratamiento criminal

Здесь есть возможность читать онлайн «Michael Palmer - Tratamiento criminal» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Tratamiento criminal: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Tratamiento criminal»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La víspera del día en que Evie va a ser operada, su esposo, el doctor Harry Corbett, va al hospital con la esperanza de reconciliarse con ella tras una época de indiferencia y mutismo. Pero cuando llega a la habitación de Evie ya es demasiado tarde. Sin nada que hubiese podido hacer temer por su vida, Harry se la encuentra muerta y se convierte así en el único sospechoso del asesinato. Unos días más tarde, sin embargo, la mano asesina vuelve a actuar de modo tan audaz como desafiante, pero sólo el doctor Corbett sospecha que las muertes no se están produciendo por causas naturales. Empieza aquí una lucha desesperada para desenmascarar al monstruo homicida que tiene en jaque a todos los pacientes del hospital.
Michael Palmer ha conseguido una sobrecogedora novela de intriga médica, un impresionante thriller protagonizado por el médico más siniestro aparecido en la literatura de terror desde los tiempos de Hannibal Lecter.

Tratamiento criminal — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Tratamiento criminal», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Estás seguro de que no te han seguido?

– Completamente. ¿Quién te preocupa?

– Cualquiera de ellos: Lancelot, Kay, Galahad, Merlín. O alguien que hayan contratado. No sé qué hacer, Loomis. Se me hace cuesta arriba creer lo que sucede.

El temor de Stallings era contagioso. Pese a no saber qué ocurría, a Loomis se le aceleró el pulso.

– Cálmate, hombre -dijo Loomis-. ¿Quieres que demos un paseo?

– No. Éste es un buen sitio. Sentémonos aquí mismo, de espaldas al árbol y atentos a cualquiera que notemos que se fija demasiado en nosotros.

Stallings estaba ojeroso y tenía el rostro bañado en sudor. Parecía un animal acosado.

– Lancelot fue a verme hace un par de días -empezó a explicar Stallings cuando se hubieron sentado en la hierba, recostados en el tronco del arce-. Su verdadero nombre es Pat Harper. ¿Sabes algo de él, al margen de la Tabla Redonda?

– Es de la compañía Northeast Life. Jugué al golf con él en una ocasión.

– Pues bien: pasó a recogerme después del trabajo y me llevó a dar un paseo por Connecticut. Tiene un Rolls.

– Encaja. En realidad, no sé nada de él, salvo que sus puros me marean y que es mucho mejor jugador de golf que yo, aunque tampoco sé nada de los demás miembros del grupo.

– Ni yo. Les gusta el secreto. De hecho, les da igual que averigüemos quiénes son, pero quieren que parezca algo trascendente. A ellos les gusta mucho el misterio.

– ¿Ellos? ¿A quiénes te refieres?

– A todos ellos; Perceval incluido, me temo. Están todos del mismo lado. Y nosotros… en el lado contrario. Al principió, incluso después de que te incorporases, pensé que yo era el único outsider. Parecías muy seguro de ti mismo, tan en sintonía con todo lo que se trataba, pero al ver de qué modo te ponían la proa acerca del asunto de Désirée, empecé a pensar que tú también eras un outsider. Luego, al oírte anoche ya no me cupo prácticamente duda alguna.

– Sólo puedo decirte que el único contacto que he tenido con la Tabla Redonda y con los caballeros ha sido en las reuniones. Con mi jefe sí hablo, claro está. Es él quien me eligió para que lo sustituyese, pero eso es todo. Y nunca hablamos de la Tabla Redonda en el trabajo; solamente en el barco.

Stallings miró hacia el río y respiró hondo, como si se aprestase a zambullirse desde un acantilado.

– ¿Te ha contado tu jefe que liquidan a quienes les estorban?

Kevin echó el cuerpo ligeramente hacia atrás y miró con fijeza a Stallings, como si esperase verlo sonreír y decirle ¿Has picado, eh? ¿No ves que bromeo?

– No hablarás en serio, ¿verdad, Jim? -dijo Kevin con tanto aplomo como pudo-. Estoy seguro de que no llegan a ese extremo.

– Ya lo creo que sí -le aseguró Stallings, visiblemente entristecido-. Lancelot empezó a decirme lo contentos que estaban con el trabajo que hacía, especialmente con el borrado para un proyecto de ley sobre enfermos terminales. Me lo dijo porque los métodos de la Tabla Redonda son tan poco ortodoxos. Lo expresó exactamente así: tan poco ortodoxos que cada nuevo miembro debe pasar por un período de prueba. Añadió que el mío había terminado, que ya estaba en condiciones de hacerme un gran bien a mí mismo y de hacérselo a la compañía.

Stallings volvió a dirigir una furtiva mirada en derredor. Luego abrió el maletín, sacó unas hojas impresas y se las pasó a Kevin. Era una lista de «requisitos», muy similares a los que Merlín presentó en la reunión (los datos que sirvieron para que un ordenador decidiese que Elizabeth DeSenza debía cesar en su empleo). Sólo que esta lista de criterios empezaba con «Actualmente hospitalizados».

– ¿Estás al corriente sobre análisis de proyección de costes? -preguntó Stallings.

– Es de lo que habló Merlín, ¿no? El cálculo de lo que puede costarle al sector todo el curso de una enfermedad.

– Exacto. Pues bien: este programa parte de un coste mínimo de medio millón de dólares. Lancelot quiere que introduzca el programa en el ordenador, conectado a nuestras bases de datos, y que cada semana le dé dos o tres nombres: enfermos de sida, de cáncer, de cardiopatías crónicas; personas aquejadas de enfermedades mentales, traumas múltiples, enfermedades de la sangre, fibrosis cística; incluso de neonatos por debajo de un determinado peso.

– Desde luego, no faltan enfermos cuyo tratamiento pueda llegar a costar medio millón de dólares.

– Mucho más, en realidad. Hay tratamientos que pueden dispararse hasta los dos millones de dólares: los trasplantes de hígado y de médula ósea, por ejemplo. Un enfermo mental de veinticinco años que no pueda valerse fuera de un hospital puede llegar a costar un millón de dólares antes de cumplir los treinta y cinco. Y su esperanza de vida no es muy distinta de la de cualquier otro mortal.

– ¿Y qué ocurre con las personas cuyos nombres facilitas?

– Debo entregar los nombres en mano a cada uno de los miembros del grupo, salvo a ti. Por lo visto, te consideran aún en período de prueba. Luego, debo transferir a un banco suizo una cantidad, equivalente al veinticinco por ciento del total que un tratamiento puede costarle a mi compañía. Lancelot me explicó que los fondos que yo transfiera procederán de pagos realizados a un determinado número de inexistentes pacientes. Parecía muy orgulloso de su sistema, que, según él, está debidamente ensayado, es seguro e infalible.

– ¿Y qué ocurre con los pacientes?

– Pues… que mueren -contestó Gauvain, que se encogió de hombros y lo miró con expresión de impotencia.

– ¿Quieres decir que… los asesinan en el hospital?

– Lancelot no lo expresó así. Se limitó a asegurarme que mi compañía se ahorraría una importante cantidad, del orden de millón y medio o dos millones… al mes.

– No puedo creer algo así. Tiene que haber otras razones.

– Pues, anda, piensa a ver si das con alguna. Yo lo he intentado. ¿Cómo, si no, van a ahorrarse semejantes sumas?

– ¿Y todos los demás actúan del mismo modo?

– En efecto, a juzgar por lo que yo sé.

– Pero eso es una barbaridad. ¿Cómo pueden hacer algo semejante? ¿Cómo pueden actuar así, una y otra vez, impunemente?

Stallings volvió a guardar el informe en el maletín, seleccionó la combinación del cierre de seguridad y cerró el maletín.

– No lo sé, pero no dejo de pensar en la tal DellaRosa. Creo que quienquiera que le inyectase la sustancia que la mató debe de ser el que…

Stallings dejó la frase inacabada y dirigió la mirada hacia un carguero que se veía a pocas millas de la costa. Cerca de donde ellos estaban sentados, vieron pasar a una adolescente con shorts muy ceñidos de la mano de un chico que llevaba un skating board y a un muchacho con pinta de pandillero. Todo muy normal.

– ¿Le hablaste a Lancelot de DellaRosa?

– Saqué el tema, pero me aseguró que si ella y Désirée eran la misma persona, él lo hubiese sabido. También le pregunté quiénes estaban al cargo de todo en el hospital y cómo actuaban. Me contestó que eso no correspondía a su departamento.

– Tiene que haber un malentendido en todo este asunto. No puede ser de otro modo.

– Mira, Kevin, ¿te prometieron el uno por ciento de lo que tu compañía ahorre a través de tu trabajo en la Tabla Redonda?

– Sí.

– A mí también. Lancelot subrayó lo que suponía el uno por ciento de dos millones de dólares al mes. Incluso comentó cosas que todos sabemos: que el coste de los tratamientos de los enfermos graves y de los terminales se ha disparado, que las compañías de seguros tienen que afrontar una situación sin precedentes y que la reforma de la sanidad, pese a todas sus cautelas, no ha hecho más que empeorar las cosas. Me aseguró que el dinero que ahorramos con nuestro trabajo significa creación de empleo y mejora de la atención en todo el sector. Se refirió también a una serie de enfermedades como el sida, el cáncer con metástasis y la distrofia muscular. Me dijo literalmente: «Si somos sinceros, pese a las mejores intenciones, y si consideramos que los médicos no pueden curar ninguna de estas enfermedades, una vez que se concreta el diagnóstico, tales enfermos están prácticamente muertos. ¿Entiende?». Y ¿quieres saber lo peor, Loomis? Lo peor es que me di cuenta de que yo… tragaba. Dólares, centavos; beneficios y pérdidas; reducción de costes… ¡por el amor de Dios! Me olvidé de la calidad de vida de estas personas. Empecé a estar de acuerdo con lo que él me exponía: diagnósticos, pronósticos. Eso era lo único importante. Incluso empecé a pensar en cómo materializar el aumento del nivel de vida que nos supondría; en cómo gastar nuestros quince mil dólares al mes adicionales. Sólo en el último momento, justo antes de aceptar, recordé que hablábamos de personas. Y creo que en eso mismo pensabas tú anoche cuando expresaste reservas acerca del proyecto de Merlín.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Tratamiento criminal»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Tratamiento criminal» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Michael Palmer - Natural Causes
Michael Palmer
Michael Palmer - The Society
Michael Palmer
Michael Palmer - The fifth vial
Michael Palmer
Michael Palmer - Silent Treatment
Michael Palmer
Michael Palmer - Side Effects
Michael Palmer
Michael Palmer - Oath of Office
Michael Palmer
Michael Palmer - Flashback
Michael Palmer
Michael Palmer - Fatal
Michael Palmer
Michael Palmer - Extreme Measures
Michael Palmer
Michael Palmer - A Heartbeat Away
Michael Palmer
Michael Palmer - Sindrome atipica
Michael Palmer
Michael Palmer - The Last Surgeon
Michael Palmer
Отзывы о книге «Tratamiento criminal»

Обсуждение, отзывы о книге «Tratamiento criminal» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x