– Son letras del alfabeto enoquiano, o adámico, transmitidas supuestamente al mago inglés John Dee y sus compañeros a lo largo de varias décadas del siglo XVI.
– ¿Transmitidas?
– Mediante mecanismos ocultos, aunque puede ser una lengua artificial. Sean cuales sean sus orígenes, este primer símbolo es la letra enoquiana «Und», equivalente a nuestra «A». En este caso representa un nombre: Anmael.
Jimmy Gallagher, esforz á ndose por recordar: « Animal… No, no es eso… » .
– ¿Y qué es Anmael?
– Anmael es un demonio, uno de los Grigori, o los «Hijos de Dios» -contestó Epstein-. También se conoce a los Grigori como los «Vigilantes» o «los que nunca duermen». Según ciertos textos apócrifos, y el Libro de Enoc en particular, son seres gigantescos que, en una de las versiones, precipitaron la gran Caída de los ángeles por el pecado de la lujuria.
Levantó las dos manos ante él, pero mantuvo el pulgar de la mano derecha escondido tras la palma.
– Nueve órdenes de ángeles -prosiguió-. Todos asexuados, de conducta irreprochable. -Desplegó el pulgar, añadiéndolo al resto-. La décima orden son los Grigori, diferentes en esencia a los demás, afines al hombre en su forma y apetito sexual, y ésta es la orden que cayó. En el Génesis, son los Grigori quienes ansiaban la carne y «tomaban esposas» de entre las hijas de los hombres. Dichas teorías siempre han sido motivo de disputas. El gran rabino Simeon ben Yohai, alabado sea su nombre, prohibió a sus discípulos hablar de estos asuntos, pero yo, como puede usted ver, no tengo esa clase de escrúpulos.
»Así pues, Anmael era un Grigori. Y está enlazado, a su vez, a Semjaza, uno de los cabecillas de la orden. Hay quien sostiene que el ángel Semjaza se arrepintió de sus actos, pero eso, sospecho, tiene que ver, más que otra cosa, con cierto deseo en los orígenes de la Iglesia de ofrecer una figura de arrepentimiento.
«Tenemos por tanto a dos ángeles idénticos, Anmael y Semjaza, pero aquí las concepciones cristiana y judía discrepan. Conforme a la ortodoxia cristiana, derivada en gran parte de fuentes judías, a los ángeles se los considera tradicionalmente asexuados o, en el caso de las órdenes superiores, exclusivamente varones. La posterior concepción judía, en cambio, admite la posibilidad de la existencia de ángeles de ambos sexos. El exegeta Hayyim Azulal escribió en su Milbar Kedemot de 1792 que "los ángeles se llaman mujeres, como consta en Zacarías, versículo nueve: 'Alcé los ojos y tuve una visión, dos mujeres aparecieron' ". El Yalkut Hadash dice: "De ángeles podemos hablar tanto en masculino como en femenino: los ángeles de un grado superior se llaman hombres, y los ángeles de un grado inferior se llaman mujeres". Al menos, pues, el judaísmo presenta un concepto más fluido de la sexualidad de esos seres.
»El cuerpo de Ackerman y el del chico al que mató su padre en Pearl River llevaban ambos la letra enoquiana "A" o "Und" marcada a fuego en su carne. Las mujeres, en cambio, presentaban la letra "Uam" o "S", por Semjaza.
Guardó silencio por un momento, como si reflexionase.
– A menudo he pensado -continuó- que los hijos de los hombres deben de haber defraudado enormemente a esos seres. Era nuestra carne y nuestros cuerpos lo que deseaban, y sin embargo nuestra mente, en nuestro tiempo de vida, debía de ser, en comparación, como la de los insectos. Pero ¿y si dos ángeles, uno de sexo masculino y el otro femenino, pudieran habitar los cuerpos de un hombre y una mujer, y disfrutar de esa unión como iguales? ¿Y si cuando esos cuerpos se consumiesen, pudieran marcharse pasando a habitar otros cuerpos y empezaran a buscarse mutuamente de nuevo? A veces tardan años en encontrarse. En alguna ocasión puede ocurrir incluso que no consigan reunirse y la búsqueda continúe en otro cuerpo, pero nunca dejan de buscar, porque no pueden sentirse satisfechos sin su mutua compañía. Anmael y Semjaza: almas gemelas, si es que puede decirse eso de seres sin alma; o amantes, si es que puede decirse eso de seres incapaces de amar.
»Y el precio que pagan por su unión es, creo, someterse a la voluntad de otro: en este caso, esa voluntad ajena les exige acabar con la vida de usted.
– ¿La voluntad de otro?
– Una conciencia controladora. Es posible que también se hayan visto sometidos a su voluntad, sin saberlo siquiera, algunos de los individuos con quienes usted se ha cruzado en el pasado: Pudd, Brightwell, nuestro amigo Kittim, quizás incluso el Viajante, entre aquellos cuya naturaleza humana no está en duda, porque ¿acaso el Viajante no hizo alusión al Libro de Enoc? Piense en el cuerpo humano: parte de sus procesos son involuntarios. El corazón late, el hígado purifica, los riñones procesan. El cerebro no tiene que ordenarles que cumplan con su cometido, pero llevan a cabo la función de sostener el organismo. En cambio, levantar un libro, conducir un coche, disparar un arma a fin de acabar con una vida…, ésas no son funciones involuntarias. Así que quizás haya algunos que lleven a cabo servicios para otro sin ser conscientes de ello, simplemente porque sus propios actos de maldad forman parte de una finalidad más amplia. Pero hay otros a quienes se asignan ciertas tareas y, por tanto, su nivel de conciencia es en último extremo mayor.
– ¿Y esa conciencia controladora qué es?
– Eso aún no lo sabemos.
– ¿Quiénes no lo saben? -pregunté-. Deduzco que no se refiere sólo a usted y a mí.
– No sólo.
– El Coleccionista me habló de mis «amigos secretos». ¿Es usted uno de ellos?
– Sería para mí un honor considerarme como tal.
– Y hay más.
– Sí, aunque puede que algunos no estén muy dispuestos a vestirse el manto de la amistad en el sentido común de la palabra -respondió Epstein, eligiendo las palabras con consumada diplomacia.
– Nada de felicitaciones navideñas.
– Ni navideñas ni de ningún tipo.
– ¿Y no va a decirme usted quiénes son?
– De momento, es mejor que no lo sepa.
– ¿Teme que haga llamadas inoportunas?
– No, pero si usted no conoce sus nombres, no podrá revelar sus identidades a otros.
– Como a Anmael, si decide usar su navaja conmigo.
– Usted no está solo en este asunto, señor Parker. Admito que es un hombre poco corriente, y aún no sé por qué ha sido siempre objeto de semejante odio y, me atrevería a decir, de atracción para criaturas tan malévolas, pero también hay otras personas en quienes debo pensar.
– ¿Eso es la Unidad Cinco? ¿El nombre en clave de lo que usted llama mis amigos secretos?
Por un momento Epstein pareció desconcertado, pero enseguida recobró la compostura.
– Unidad Cinco sólo es un nombre.
– ¿De qué?
– Inicialmente, de la investigación en torno al Viajante. Desde entonces sus atribuciones se han ampliado un tanto, creo. Usted entra dentro de esas atribuciones.
Empezó a llover. Miré por encima del hombro y vi cómo el agua oscurecía la acera y goteaba desde el toldo rojo más allá de la puerta.
– ¿Qué hago, pues?
– ¿En cuanto a qué?
– En cuanto a Anmael, o quien cree ser Anmael.
– Está esperando.
– ¿Qué espera?
– Reunirse con su otra mitad. Debe de pensar que ella está cerca, o de lo contrario no se habría manifestado. Ella, a su vez, está dejándole señales, quizás incluso sin darse cuenta. Cuando llegue, actuarán. No tardará en suceder, no si Anmael estuvo dispuesto a matar a Wallace y a dejar su nombre en la pared. Presiente que ella se acerca y que pronto estarán juntos. Podríamos esconderlo a usted en algún sitio, supongo, pero eso sólo serviría para retrasar, lo inevitable. Por diversión y para obligarlo a salir del escondrijo podrían hacer daño a personas próximas a usted.
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