José Somoza - El Cebo

Здесь есть возможность читать онлайн «José Somoza - El Cebo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Cebo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Cebo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Madrid. Un brutal atentado terrorista. Un futuro desolador.
El Espectador, el mayor y más salvaje homicida de todos los tiempos, anda suelto. La policía va en su búsqueda. Los métodos policiales han cambiado. La tecnología no funciona. Tiene que buscar dentro, en la mente, en los deseos del asesino. Para ello utilizan cebos, expertos en conductas humanas, entrenados para conocer las filias de los delincuentes y manipularlas a través de máscaras. Diana Blanco es la mejor, la más prepaparada, la única que puede atrapar al Espectador.
Cuando la protagonista descubra que su hermana ha sido secuestrada por el asesino, iniciará una carrera contrarreloj para salvarla que la conducirá a la guarida del monstruo.
A partir de este momento se desencadena un trepidante juego de sospechas que llevará a la protagonista a un sorprendente final lleno de acción y erotismo.

El Cebo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Cebo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Casi sentí cómo aquel disparo de mi voz daba en el centro justo de su Holocausto. El psinoma es una fruta frágil y jugosa encerrada en la cascara más gruesa de todas. En aquel momento la cascara de Leo se quebró.

– ¿«Lo… siento»? ¿¿«Lo siento»?? -Sus ojos, en el retrovisor, iban de la carretera a mi rostro en un zigzagueo constante, y el coche, en armonía, empezó a perder velocidad, todo lo contrario que su verborrea, que se aceleraba-. ¿Sabes lo que voy a hacerte por ese «lo siento»? ¿Sabes lo que le hago a las chicas, perra rusa? ¿Lo sabes, perra en celo…? ¡Ah, caramba!

Lo único que supe en ese instante fue que el psinoma de alguien que torturaba, o veía torturar, a sus víctimas no clamaba con la desesperación del de Leo al quedar en libertad. Aquel deseo vociferante revelaba a un pobre diablo viviendo un pobre infierno.

El capullo del señor Caramba no era mi amor secreto, mi Gran Hijo de Puta, mi objetivo. Menos aún su compañero. Ni siquiera estaban relacionados con el Espectador. Eran otro falso positivo.

De súbito ya no teníamos la carretera delante, sino árboles y matorrales. El guardabarros chocó contra la barrera del arcén, y mientras derrapábamos tuve tiempo de pensar que un accidente grave me importaba mucho menos que aquel nuevo fracaso. Al fin todo cesó junto a un pequeño árbol de ramas tan torcidas como mis planes.

– ¡Cristo! -barbotó Leo y apagó el motor-. ¡Joder, me cago en…!

Miré a su compañero. Seguía disrupcionado, pero aquel estado cesaría en cuanto yo me marchase. Igual le ocurriría a Leo, pero mientras que el primero expresaba su disrupción con parpadeos y rigidez, Leo bufaba, elevaba la voz, se envalentonaba.

– ¡Anda, lárgate! ¡Mueve el culo, zorra! ¡Te vas a ir a Madrid a patita, caramba! ¡Ah, caramba: te vas a ir a follarte a tu puto papá…!

Comprobé que había desactivado el bloqueo de puertas. Saqué el dinero que me habían entregado y lo dejé en el regazo de Pedro.

– ¡Eso es, puta cabrona! ¡Vete! ¡A follarte a papá! ¡Lárgate!

Iba a irme. Juro que iba a hacerlo.

Ya había salido del coche, incluso. Pero entonces giré y lo vi, abotargado por sus propios gritos y un notable exceso de grasa, embutido en su traje a medida. Noventa kilos de dinero y frustraciones con los que atormentar a chicas abnegadas. Una masa calva con un orificio central que eructaba injurias. Un montón de mierda de ejecutivo del siglo XXI bajo los efectos de la neococa. Me pregunté vagamente qué les habría hecho a las chicas que había llevado a sus fiestas privadas en compañía del sumiso Pedro. Tal pensamiento bastó para que, aún de pie junto al coche, abriese la portezuela del copiloto, me agarrase al techo, apoyase una bota en el asiento y lanzase la otra hacia su rostro. Oí el crujido en mitad de su último «fóllate a papá». Luego vino un saludable silencio. En el asiento de atrás, Pedro gimió y se encogió sobre sí mismo.

Miré a Leo, deformado, sangrante, y pensé que, como mínimo, le había roto la nariz a otro falso positivo. Quizá incluso lo había matado, lo cual, decidí, sería una verdadera pena.

– Ah, caramba -dije, y cerré de un portazo.

Luego me alejé por el campo nocturno mientras revisaba la cobertura de mi móvil para llamar a un taxi.

13

Era lunes, ocho y cuarto de la tarde. Me encontraba en casa, de pie frente al receptor de voz de mi teléfono. El parpadeo del LED del receptor me indicaba que podía pronunciar un número de teléfono cualquiera, y la comunicación se establecería.

Miraba aquel receptor sabiendo que jamás me atrevería.

Tomaría la decisión más lógica, más fácil. Optaría por la vida. Regresaría con Miguel, esta vez para siempre. Intentaría convencer a Vera de que abandonase aquella locura. Yo misma abandonaría también, conseguiría otro empleo. El Espectador caería, tarde o temprano, y Vera y yo estaríamos a salvo.

Tenía un espejo colgado en la pared, sobre el receptor. Alcé la vista y me observé reflejada. Una mujer de cabello pajizo, rostro ojeroso y ropa descuidada me devolvía la mirada. Aquella mujer me decía otras cosas. «Sucia cobarde», por ejemplo. También decía: «La dejarás sola, como cuando mataron a papá y mamá. No intentes excusarte. ¿Sabes lo que vas a hacer? Vas a poner a resguardo tu culito, para que no te hagan daño. Y ella se quedará sola, y no abandonará. Porque, en el fondo, Diana Blanco, super-woman, en el fondo, ¿sabes qué te pasa? Que tienes un miedo atroz al Espectador, a que te deje idiota para siempre como le ocurrió a Claudia, y eso en el mejor de los casos. Tu miedo te obliga a ser egoísta. Eso te pasa. A mí no puedes mentirme».

Pero no era cierto. No del todo. Siempre he tratado de ser muy injusta conmigo misma, y eso me ha ayudado a mejorar. Sin embargo, pese a los abucheos de mi conciencia, sabía que lo había dado todo. Había pasado tres noches entregándome por completo, sin reservas. La suerte había estado en mi contra, tan solo. El Espectador no había salido a cazar, pese a las probabilidades que indicaban lo opuesto. O sí, pero uno de sus «empleados» había optado por nuevas e inesperadas áreas de caza. O quizá habían recorrido las áreas probables, incluso me habían visto, por no me habían elegido por cualquier motivo. O puede que fuese su truco, esa artimaña desconocida que le hacía eludir a los cebos. «Pero yo, óyeme bien, espejo, espejito, he hecho todo lo que he podido.»

«No -contestó mi reflejo con absoluta calma-, no lo has hecho todo.»

Eso me llevó de nuevo a mirar el teléfono.

Era lunes, casi las ocho y media ya. Llevaba una hora allí de pie, frente al receptor. Recordé entonces lo que habíamos hablado Valle y yo aquella misma tarde.

Había decidido visitar por sorpresa al doctor Valle. No supe bien por qué, fue un impulso. Su secretaria me anunció, pero cuando entré en el despacho Valle mantenía la expresión de sorpresa.

– Elena… ¿Cómo estás? No esperaba verte… Siéntate, por favor.

– No me llamo Elena -dije, sin sentarme-. Mi nombre es Diana Blanco. Usted tenía razón: le he mentido.

Me dedicó una mirada evaluadora, como si quisiera adquirirme y no estuviese seguro de que yo pudiera valer el precio que iba a pagar.

– No hay problema -dijo-. No vengas a la defensiva. El principio básico de cualquier terapia es que el paciente nunca dice toda la verdad. Pero debemos asumirla, y tú has dado un paso positivo decidiendo regresar. No te culpes por haberla ocultado.

– No he sido yo quien la ha ocultado -repliqué.

– No entiendo.

– La han ocultado aquellos para quienes trabajo.

Valle se ajustó las gafas en el puente de la nariz.

– Ya que has venido, ¿por qué no te sientas un rato?

Lo hice. Había percibido un cambio sustancial en su tono, más frío, más profesional. La sorpresa se había convertido en sospecha. Imaginé que, hasta entonces, había estado intentando clasificarme sin éxito. Yo no era la muchachita tímida y acomplejada. Yo no era la mujer casada y frustrada. Yo no era buceadora en la piscina de las drogas. Pero la implicación de «otros» en mi existencia le hacía pensar, sin duda, que, después de todo, yo sí era clasificable, aunque quizá necesitaría algo más que un psicólogo. A esas alturas yo ya había conocido muchos locos, y sabía que no pocos se delataban con frases como la mía.

No sonreí, aunque sentí la tentación de hacerlo. No había venido a frivolizar, sino a despojarme de todo. Así que comencé, con mucha calma, antes de que él pudiese preguntarme nada. La consulta, como siempre, se hallaba en penumbra, solo el ordenador iluminando su rostro y algunas luces indirectas en rincones revelando arte indígena, diplomas, un tablero de ajedrez.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Cebo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Cebo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


José Somoza - Clara y la penumbra
José Somoza
Jose Somoza - Art of Murder
Jose Somoza
Clifford Simak - Il cubo azzurro
Clifford Simak
Jaspreet Singh - Chef
Jaspreet Singh
José Somoza - La Caja De Marfil
José Somoza
José Somoza - Dafne desvanecida
José Somoza
José Somoza - Silencio De Blanca
José Somoza
José Somoza - Zigzag
José Somoza
Отзывы о книге «El Cebo»

Обсуждение, отзывы о книге «El Cebo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x