Tim Green - Ambición

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Thane Coder lleva una existencia que muchos envidiarían: un buen trabajo en la poderosa compañía King Corp, una mujer hermosa, un generoso salario… Un sueño hecho realidad pero que, como él mismo confiesa, no es suficiente. Cuando el dueño de la compañía anuncia que cederá el mando de la empresa a su hijo Scott, Thane decide que el puesto ha de ser suyo al coste que sea. Espoleado por la ambición de su esposa y cómplice, recurre al asesinato, al engaño, a los contactos con criminales… Matar le resulta cada vez más fácil, incluso tanto como engañar al FBI y a la mafia, pero pronto queda claro que Thane ha entrado en una espiral de locura para la que sólo hay un final.

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» As í son las cosas. Para m í . Para ella. Para usted. Para todos. Cinco a ñ os antes de toda esta mierda yo ten í a acciones en otros cuatro proyectos de King Corp adem á s del Garden State, por un valor de tres o cuatro millones de d ó lares. El problema fue que cuando la bolsa empez ó su ca í da libre en 2000, yo me lanc é a comprar.

» Hab í a ganado a finales de los noventa, s í , pero luego empec é a perder. Mucho. Cuanto peor iba todo, m á s compraba. Despu é s empec é a comprar con el margen de beneficios.

– Como quien dobla jugando al blackjack -dice é l, asintiendo con la cabeza.

– S í .

– Y su suerte cambi ó .

– No. Toqu é fondo y me echaron un cable.

¿ Qui é n?

– James.

Espero a que sus ojos demuestren sorpresa. No es as í .

– No parece sorprendido -le digo.

– En muchas ocasiones los tipos con quienes nos llevamos peor son los que en un momento dado nos salvaron el pellejo. ¿É l te dio el dinero?

– Con condiciones. Me anticip ó los pagos. B á sicamente recompr ó mis acciones en los proyectos. Al final le sali ó un negocio redondo: triplic ó su inversi ó n. Como si le hiciera falta. Cuando todo qued ó arreglado, mi capital era cero. Deb í a tres coches, ten í a una casa de tres millones de d ó lares con una hipoteca monstruosa, una cuenta de seis cifras en American Express y una mujer que se mor í a por construir un castillo.

» El Garden State Center era la luz al final del t ú nel. El mayor centro comercial del mundo. Cincuenta cines. Doce grandes almacenes. Setecientas tiendas. Dos hoteles. M á s grande que el Mall de Am é rica. Ben y yo é ramos los socios constructores. Ten í amos un dos por ciento para cada uno. Los beneficios sobre la financiaci ó n alcanzar í an f á cilmente los doscientos millones. Cuatro millones en el bolsillo. Libres de impuestos.

» Eso no era tanto comparado con lo que muchos otros ganaron con James. Como Milo. Su parte del beneficio rondaba los veinte millones.

– Pero todo tiene un precio -dice é l.

– S í . James chasqueaba los dedos y nosotros salt á bamos. Si haces un trato as í , no te preocupas por cenas de aniversario, o por partidos de rugby, o por la Navidad, o por no hacer vacaciones.

» Ni siquiera llevo la cuenta de los partidos que me perd í . De los conciertos. De las fiestas de cumplea ñ os. Pero aun as í , lo ten í a mejor que Ben. Es lo bueno de tener una esposa que quiere cosas bonitas.

» La suya no paraba de agobiarlo, llevaba Birkenstocks y tejanos acampanados. Una pedante naturista, licenciada en Filosof í a. Al final se larg ó con sus dos hijos a Palo Alto con un catedr á tico de ingl é s. Ben siempre quedaba en segundo plano.

» Incluso en el modo en que todo el mundo me adjudicaba la idea de transportar el acero por aire, salt á ndonos el piquete y asestando un golpe al sindicato. La verdad es que hab í a sido idea de Ben. Creo que la gente me recordaba porque mi foto apareci ó en la prensa, junto a esos enormes helic ó pteros Sikorsky, y fui yo quien le plant ó cara a Johnny G cuando, echando espuma por la boca, lleg ó ante la puerta donde almacen á bamos el acero. Quiz á por eso Ben cogi ó aquella tarjeta de la agente del FBI, porque ya estaba harto de que su mejor amigo se llevara siempre todo el m é rito.

¿ As í que t ú te llevaste el m é rito de tirar adelante el proyecto?

– Mucha gente me lo atribuy ó . Pero nadie que tuviera importancia de verdad.

¿ Te refieres a James?

– El mundo es como un tanque lleno de tiburones. Acci ó n-reacci ó n. Comes o te comen. Eso me ense ñó y eso es lo que hice.

¿ Aunque ello implicara acabar con una vida?

– En cierto sentido.

– Sin embargo. James nunca lo hizo -dice é l-. Nunca us ó esas t á cticas. Asesinato.

– No le peg ó un tiro en la cabeza a nadie -le digo-, pero destruy ó a gente. Con é l ganabas o perd í as. Nos mov í amos en t é rminos absolutos.

¿É l no ganaba siempre?

– Exactamente. Con James no hab í a forma de ganar. Eso es lo que aprend í .

¿ Ni siquiera t ú ?

– Nadie. Las apuestas eran altas, el riesgo, tambi é n. Como el d í a despu é s de que nos salt á ramos el piquete del sindicato.

– Vuelve a eso -dice é l-. Nos hab í amos quedado cuando te dirig í as a casa, despu é s de que os sacaran de la carretera.

9

Cuando llegué a casa, en Skaneateles, Jessica y Tommy ya dormían. Revisé todas las puertas para asegurarme de que estaban bien cerradas, después programé la alarma, saqué la escopeta del armario y la deslicé bajo la cama, con una caja de municiones. Me acosté. Jessica suspiró y rodó hacia el otro lado. Permanecí un buen rato así, alerta. No sé cuándo logré dormirme.

Sé que empezaba a amanecer cuando me despertó.

– ¿Qué es esto? -preguntó ella-. ¿Qué ha pasado?

Me incorporé y miré la almohada, manchada de sangre.

– Me he hecho un corte en el cuello -expliqué, tocándome la herida.

Le conté la historia sobre el piquete y el accidente en la carretera. Le hablé de Milo.

– Dios mío -dijo ella.

Bajamos en silencio, sin hacer ruido, para no despertar a Tommy, y ella preparó café. Nos sentamos a la mesa de la cocina, desde la que se disfrutaba de una vista del lago. Por el este, las llamas del amanecer empezaban a llenar el cielo.

– El FBI estaba allí -le expliqué-. Según ellos, él sindicato sólo trata de asustarnos.

Jessica asintió.

– Tienes que contratar a agentes de seguridad para las obras.

– Ya tenemos un par de tipos.

– No hablo de polis de alquiler -repuso ella-, sino de guardaespaldas. Habla con James.

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