Barry Eisler - Sicario

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John Rain, de profesión asesino, está especializado en hacer trabajitos finos en los que sus víctimas parecen morir de forma natural. Aquel que le contrata sabe que es un hombre fiel a sus principios: trabaja en exclusiva; liquida únicamente al protagonista del juego, no a sus familiares, y no asesina a mujeres. Por eso, cuando tras finalizar un trabajo le piden wque se encargue de la hija del objetivo, empieza a sospechar que hay gato encerrado y decide investigar por qué quieren matar a Midori. La investigación le hará descubrir peligrosas conexiones entre el gobierno nipón y la yakuza, que comprometerán su anonimato y complicarán su vida.

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Me planteé qué habría sucedido si nos hubiéramos conocido en otras circunstancias. «Podría haber estado bien», pensé otra vez.

Casi me reí ante lo absurdo de la idea. En mi vida no había lugar para nada de eso y era plenamente consciente de ello.

El Loco Genial otra vez: «Para nosotros no hay hogar, John. No después de lo que hemos hecho».

Nunca me habían dado un consejo tan sabio.

«Olvídala -pensé-. Sabes que no tienes otra opción.» Me sonó el busca. Encontré una cabina y marqué el número.

Era Benny. Tras el intercambio habitual de referencias, me dijo:

– Tengo otro trabajo para usted, si le interesa.

– ¿Por qué se pone en contacto conmigo de esta manera? -pregunté, refiriéndome a que no había recurrido al BBS.

– Es un asunto en el que vamos cortos de tiempo. ¿Le interesa?

– No suelo rechazar trabajos.

– Tendrá que incumplir una de sus normas. Si acepta, tendrá un extra.

– Le escucho.

– Estamos hablando de una mujer. Toca jazz.

Pausa larga.

– ¿Sigue ahí? -preguntó.

– Sigo escuchando.

– Si quiere detalles, ya sabe dónde encontrarlos.

– ¿Cómo se llama?

– No se lo diré por teléfono.

Otra pausa.

Carraspeó.

– Bueno. El mismo nombre que en su último trabajo. Un asunto relacionado. ¿Tan importante es?

– No mucho.

– ¿Acepta?

– Probablemente no.

– El extra será generoso si acepta.

– ¿Cuán generoso?

– Ya sabe dónde encontrar los detalles.

– Echaré un vistazo.

– Necesito una respuesta en cuarenta y ocho horas, ¿de acuerdo? Hay que solucionar este asunto.

– Como todos, ¿no? -dije antes de colgar.

Me quedé ahí parado unos instantes, echando un vistazo a la estación, observando a la gente entrando y saliendo.

El cabrón de Benny diciéndome «Hay que solucionar este asunto», informándome de que si yo no aceptaba, lo haría otra persona.

¿Por qué Midori? La relación con Bulfinch, el periodista. Él había ido a buscarla, lo vi en Alfie, junto con el Hombre del Teléfono. Así pues, independientemente de para quién trabajara el Hombre del Teléfono, tal persona daría por supuesto que Midori se había enterado de algo que no debía, o quizá que su padre le había dado algo, algo que Bulfinch quería. Algo por lo que era mejor no arriesgarse.

«Podrías hacerlo -pensé-. Si no lo haces tú, lo hará otro. Por lo menos tú lo harás bien, rápido. Ella no sentiría nada.»

Pero no eran más que palabras. Quería sentir de ese modo pero no podía. Lo que sentía era que su mundo nunca debería haberse cruzado con el mío.

Entró el tren de Mita-sen, el que iba en dirección a Otemachi, la estación para hacer el trasbordo a Omotesando y el Blue Note. «Un presagio», pensé mientras subía.

Diez

Si se quiere sobrevivir tanto como yo en el mundo que habito, es imprescindible pensar como la oposición. Lo aprendí de las bandas que me perseguían cuando era joven y perfeccioné la lección con el GOE en Camboya. Hay que preguntarse: si yo intentara pillarme, ¿cómo lo haría?

La clave está en la predictibilidad, geográfica y cronológica. Hay que saber dónde estará una persona y a qué hora. Esto se aprende mediante la vigilancia, analizando el camino al trabajo, las horas en las que el objetivo viene y va, hasta que se identifica un patrón, y los puntos de congestión por los que es prácticamente predecible que el objetivo pase en un momento determinado. Se elige el más vulnerable de ellos y ahí es donde se tiende la emboscada.

Además, si uno se dedica a esto, es mejor no olvidar que constantemente hay alguien realizando la misma operación con uno mismo. Pensar así es lo que diferencia los objetivos difíciles de los fáciles.

El mismo principio funciona para evitar actos delictivos. Si alguien quisiera conseguir dinero rápido, ¿dónde esperaría? Probablemente cerca de un cajero automático y, probablemente, por la noche. Haría un reconocimiento para encontrar el lugar adecuado, algún punto con suficiente tráfico de peatones para ahorrarse una espera larga, pero no con tal cantidad de gente que le impidiera actuar cuando identificara un buen objetivo. Buscaría un lugar oscuro suficientemente alejado del cajero para que el objetivo no le viera, pero lo suficientemente cerca como para aparecer de inmediato en cuanto la persona efectuara el reintegro. Las comisarías de policía cercanas le pondrían nervioso y es probable que buscara otro sitio. Etcétera. Si uno piensa así, sabrá exactamente dónde buscar para ver si alguien le acecha, y sabrá dónde es vulnerable y dónde hay que estar más alerta.

Con Midori ni siquiera era necesaria mucha vigilancia. Su horario era del dominio público. Supuestamente así es como Bulfinch supo que la encontraría en el Alfie. Y para la gente de Benny ésa también sería la forma más sencilla.

Desde Otemachi tomé el metro de Chiyoda-sen siete paradas hasta Omotesando, donde me bajé y salí a la calle por las escaleras. Recorrí la corta distancia que me separaba del Yahoo Café, una cafetería con terminales de internet. Entré, pagué la cuota y me conecté a un terminal. Gracias a la línea de alta velocidad del café, sólo tardé unos segundos en acceder al archivo que Benny había cargado en el servidor. Incluía unas cuantas fotos publicitarias escaneadas, la dirección de la casa de Midori, la programación de conciertos, incluida la de ese mismo día en el Blue Note, y los parámetros que indicaban que el trabajo tenía que parecer natural. Ofrecían el equivalente en yenes a 150.000 dólares, un extra considerable con respecto al precio habitual.

La referencia al concierto de esa misma noche en el Blue Note, primera tanda a las 19.00, resultaba un mal presagio. Predictibilidad, lugar y hora. Si querían eliminarla rápido, esa noche sería casi demasiado buena como para dejarla pasar. Por otro lado, Benny me había dicho que tenía cuarenta y ocho horas para responderle, lo cual implicaba que estaría a salvo por lo menos durante ese tiempo.

Pero aunque tuviera ese tiempo, no veía la forma de convertirla en una vida útil y razonable. ¿Advertirla de que alguien había puesto precio a su cabeza? Podía probar, pero no tenía ningún motivo para creerme. Y aunque me creyera, ¿qué podía hacer? ¿Enseñarle a mejorar su seguridad personal? ¿Convencerla de las ventajas de una vida anónima en la sombra?

Ridículo. En realidad sólo podía hacer una cosa. Emplear las cuarenta y ocho horas para averiguar por qué la gente de Benny había decidido que Midori era un lastre y eliminar las razones que cimentaban esa creencia.

Podría haber recorrido a pie el kilómetro aproximado hasta el Blue Note, pero antes quería pasar por allí en coche. Paré un taxi y le dije al conductor que me llevara por Koto-dori y luego que girara a la izquierda hacia el Blue Note. Contaba con que habría tráfico suficiente para que el recorrido fuera lento y me permitiera hacer un repaso rápido de algunos lugares en los que podría esperar si me dedicara a vigilar el exterior.

El tráfico era intenso, como esperaba, y tuve una buena oportunidad para observar la zona al pasar lentamente. De hecho, el Blue Note no es un lugar en el que resulte demasiado fácil esperar de forma discreta. Está rodeado de tiendas que a esa hora estaban cerradas. El restaurante Caffe Idee del otro lado de la calle, con el balcón exterior, ofrecería una vista bastante buena, pero el Idee cuenta con una escalera exterior estrecha y larga que exigiría un acceso lo suficientemente lento como para que el restaurante no fuera un lugar adecuado para la espera.

Por otro lado, no habría que esperar demasiado. El final de una actuación en el Blue Note se puede calcular con una variación de cinco minutos. La segunda tanda no había empezado todavía por lo que, si alguien tenía pensado visitar a Midori tras el concierto, probablemente no hubiera llegado.

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