Ursula Le Guin - Tehanu

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Tehanu: краткое содержание, описание и аннотация

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El mal medra, y la magia se ha pervertido. En todas partes hay miedo e incertidumbre, y magos y reyes quieren que una mujer de Gont les muestre el camino. Tenar, sacerdotisa de Atuan, cuida de Therru, una muchacha que ha conocido el horror, y dedica toda su fuerza y sabiduría a proteger a la niña de sus perseguidores y llegar a entender un mundo que está cambiando de una manera misteriosa. A Tenar se le une Ged, en otro tiempo archimago de Terramar, y el hombre, la mujer y la niña descubren que se enfrentan a un enemigo que sólo podrá ser dominado con una nueva especie de poder…
Ganó el Premio Nébula como mejor novela en 1990, Premio Locus como mejor novela de fantasía en 1991.

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El mago hizo un sincero esfuerzo por enmendar su afrenta. —Lo siento, señora —dijo—. Hablé como si me dirigiera a cualquier mujer.

Ella casi rió. Podría haberlo sacudido. Sólo dijo con indiferencia: —Mis temores son los temores de cualquiera. —No tenía sentido; él no podía oírla.

Pero el joven rey estaba silencioso, escuchaba con atención.

Desde el mundo tambaleante y oscilante de mástiles y velas y cordajes que había sobre sus cabezas, un joven marino gritó clara y dulcemente: —¡Un pueblo, detrás del cabo! —Y un minuto después los que estaban en la cubierta vieron el pequeño racimo de azoteas tejadas, las espirales de humo azul, unas cuantas ventanas cubiertas de vidrio que reflejaban el sol poniente, y los malecones y los desembarcaderos de Valmouth sobre su bahía de satinadas aguas azules.

—¿Deseáis que lo haga tomar puerto o lo haréis vos, señor? —preguntó el sereno capitán y el Maestro de Vientos respondió—: Hacedlo vos, maestro. No quiero tener que ocuparme de ese pecio —dijo apuntando a las docenas de barcas de pesca esparcidas en la bahía. Así fue como el barco del rey, como un cisne entre anadejas, entró lentamente en la bahía, aclamado desde todas las barcas a cuyo lado iba pasando.

Tenar recorrió con la vista los malecones, pero no había ningún otro barco de alta mar.

—Tengo un hijo marino —le dijo a Lebannen—. Pensé que su barco podría estar aquí.

—¿Cuál es su barco?

—Era tercer maestre del Gaviota de Eskel , pero eso fue hace más de dos años. Tal vez haya cambiado de barco. Es un hombre inquieto. —Sonrió.— Cuando os vi por primera vez, pensé que erais mi hijo. No os parecéis a él en absoluto, sólo porque sois alto y delgado, y joven. Y estaba confusa, tenía miedo… Temores que puede sentir cualquiera.

El mago había subido al puesto del maestre en la proa, y Tenar y Lebannen estaban solos.

—Hay demasiados temores de ese tipo —dijo él.

Era la única oportunidad que tenía Tenar para hablar con él a solas, y las palabras surgieron presurosas e inseguras: —Quería decir… pero no servía de nada… pero ¿es posible que en Gont haya una mujer, no sé quién, no me imagino, pero es posible que haya o exista en el futuro o pueda haber una mujer… y que la busquen, la necesiten? ¿Es imposible acaso?

Él la escuchó. No era sordo. Pero frunció el entrecejo, atento, como si tratase de comprender una lengua que no fuese la suya. Y sólo dijo en un susurro: —Es posible.

Desde un bote diminuto una pescadora gritó: —¿De dónde venís? —Y desde el cordaje el joven marino le respondió con un grito que parecía el canto de un gallo:— ¡De la Ciudad del Rey!

—¿Cómo se llama este barco? —preguntó Tenar—. Mi hijo me preguntará en qué barco navegué.

Delfín —respondió Lebannen, sonriéndole.

«Mi hijo, mi rey, mi querido muchacho —pensó ella—. ¡Me gustaría tanto tenerte siempre cerca!»

—Tengo que ir a buscar a la pequeña —dijo.

—¿Cómo llegaréis a vuestra casa?

—Caminando. Sólo está a una cuantas millas valle arriba. —Señaló más allá del pueblo, hacia el interior, donde se extendía el Valle Central, amplio y bañado por el sol entre dos brazos de la montaña, como un regazo.— La aldea está junto al río y mi granja está a media milla de la aldea. Es un hermoso rincón de vuestro reino.

—Pero ¿no correréis peligro?

—¡Oh, no! Esta noche me quedaré con mi hija aquí en Valmouth. Y todos los de la aldea son de confianza. No estaré sola.

Sus miradas se cruzaron por un momento, pero ninguno de los dos pronunció el nombre que los dos pensaban.

—¿Vendrán nuevamente, de Roke? —preguntó ella—. ¿Buscando a la «mujer de Gont»… o buscándolo a él?

—Al menos, no a él. Si lo proponen nuevamente, les prohibiré hacerlo —dijo Lebannen, sin darse cuenta de cuánto le había dicho con esas tres palabras—. Pero en cuanto a la búsqueda de un nuevo archimago o de la mujer de la visión del Maestro de las Formas… Sí, es posible que eso los traiga aquí. Y tal vez los lleve a buscaros.

—Serán bienvenidos en la Granja de los Robles —dijo Tenar—. Aunque no tanto como seríais vos.

—Vendré cuando pueda —dijo él, con un dejo severo; y con un dejo de melancolía—: si puedo.

11. En casa

La mayoría de los habitantes de Valmouth bajaron a los malecones a ver el barco de Havnor cuando se enteraron de que el rey estaba a bordo, el nuevo rey, el joven rey del que hablaban las nuevas canciones. Aún no conocían las nuevas canciones, pero conocían las antiguas, y el viejo Relli llegó con su arpa y cantó un fragmento de la Gesta de Morred , porque sin duda un rey de Terramar sería el heredero de Morred. Poco después el mismo rey subió a la cubierta, incomparablemente joven y alto y apuesto, y con él un mago de Roke, y una mujer y una niña pequeña cubiertas con viejas capas y que casi parecían mendigos, pero él las trataba como si fuesen una reina y una princesa, de modo que quizá lo fueran. —Tal vez sea su madre —dijo Shinny, tratando de ver algo por sobre las cabezas de los hombres que estaban delante de ella, y entonces su amiga Manzana le apretó el brazo y dijo con una especie de chillido susurrante—. ¡Es…, es madre!

—¿La madre de quién? —dijo Shinny, y Manzana le respondió—: Mi madre. Y ésa es Therru. —Pero no se abrió paso entre la multitud, ni siquiera cuando un oficial del barco bajó a tierra para invitar al viejo Relli a subir a bordo a tocar para el rey. Se quedó esperando con los demás. Vio al rey recibir a los notables de Valmouth y escuchó a Relli cantar para él. Lo vio despedirse de sus huéspedes, porque el barco se haría nuevamente a la mar, decía la gente, antes de que cayera la noche, y regresaría a Havnor. Tenar y Therru fueron las últimas en cruzar la pasarela. El rey las abrazó con formalidad, apoyando la mejilla en las mejillas de ellas, arrodillándose para abrazar a Therru. —¡ Ah! —dijo el gentío en el malecón. Cuando las dos bajaron por la pasarela flanqueada por barandillas, el sol se iba ocultando en medio de una bruma dorada, dejando un largo rastro dorado en la bahía. Tenar cargaba un pesado morral y un bolso; Therru llevaba la cara inclinada y cubierta por los cabellos. Levantaron la pasarela y los marineros saltaron al cordaje y los oficiales gritaron y Delfín enfiló hacia su puerto. Entonces Manzana se abrió paso entre la multitud finalmente.

—¿Cómo estás, madre? —le dijo y Tenar respondió—: ¿Cómo estás, hija? —Se besaron, y Manzana tomó a Therru en brazos y le dijo:— ¡Cómo has crecido! Estás mucho más grande que antes. Ven, ven a casa conmigo.

Pero Manzana se mostró algo reservada con su madre esa noche, en la hermosa casa de su joven esposo, el mercader. La miró varias veces con una expresión reflexiva, casi cautelosa. —Nunca le di ninguna importancia, madre, tú sabes —le dijo en la puerta del cuarto de Tenar—, a todo eso…, a la Runa de la Paz…, a que tú hubieses llevado el Anillo a Havnor. No era más que una de esas canciones. ¡Hace mil años! Pero de veras fuiste tú, ¿verdad?

—Fue una muchacha de Atuan —dijo Tenar—. Hace mil años. Creo que podría dormir por mil años ahora.

—Ve a dormir, entonces. —Manzana se volvió, luego se dio vuelta nuevamente, con la lámpara en la mano.— ¡Besarreyes! —le dijo.

—Vete, vete —dijo Tenar.

Manzana y su joven esposo consiguieron que Tenar se quedara con ellos por un par de días, pero después de eso se mostró decidida a marcharse a la granja. De modo que Manzana subió con ella y Therru a lo largo del plácido y plateado Kaheda. El verano iba dando paso al otoño. El sol aún era cálido, pero el viento era frío. Las hojas de los árboles estaban ajadas, polvorientas, y los campos estaban segados o en plena cosecha.

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