Giorgio Faletti - Yo soy Dios

Здесь есть возможность читать онлайн «Giorgio Faletti - Yo soy Dios» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Yo soy Dios: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Yo soy Dios»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un asesino en serie tiene en vilo a la ciudad de Nueva York. Sus acciones no entran en los esquemas conocidos por los criminalistas. No elige a sus víctimas. No las mira a los ojos mientras mueren… No elimina a una persona en cada asesinato. Golpea masivamente. La explosión de un edificio de veinte plantas, seguida del descubrimiento casual de una vieja carta, conduce a la policía a enfrentar una realidad espantosa… Y las pocas pistas sobre las que los detectives trabajan terminan en callejones sin salida: el criminal desaparece como un fantasma.
Vivien Light, una joven detective que esconde sus dramas personales detrás de una apariencia dura, y un antiguo reportero gráfico, con un pasado que prefiere olvidar, son la única esperanza para detener a este homicida. Un viejo veterano de guerra llevado por el odio. Un hombre que se cree Dios.

Yo soy Dios — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Yo soy Dios», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Volvió a beber con avidez, como si el recuerdo de las lágrimas de entonces lo hubiese deshidratado a fondo.

– Cuando logré revelar las fotos de la cámara de Robert, cuando pude verlas, fui fulminado por una de ellas, una en especial. Enseguida comprendí que era una fotografía extraordinaria, una imagen de las que un fotógrafo persigue toda la vida.

Vivien recordaba esa imagen con claridad. La conocía todo el mundo. Se había convertido en una de las fotos más famosas del planeta.

Aparecía un hombre en el momento que un proyectil le daba en el corazón. Llevaba pantalones oscuros e iba descalzo y con el torso desnudo. El impacto de la bala lo había levantado del suelo esparciendo una rociadura de sangre. Por una de esas casualidades que son la fortuna del reportero de guerra, había sido fotografiado con los brazos extendidos mientras se elevaba del suelo, con el cuerpo en una pose que recordaba la representación de Jesús en la cruz. El rostro del hombre, descarnado, con el pelo largo y algo de barba, coincidía con el de la iconografía tradicional de Cristo. El título de la foto, La segunda Pasión, había surgido casi solo.

– Me invadió algo que no sé explicar. Envidia, rabia por esa capacidad de captar el momento, ambición. Quizás avidez. La presenté en el New York Times y dije que la había hecho yo. Lo que sigue ya lo conoces. Con esa foto gané un Pulitzer. Por desgracia, un pariente del hombre muerto por la bala había visto a Robert sacar la foto y reveló la verdad a los periódicos. Y así todos supieron que no era obra mía.

Hizo una pausa antes de llegar a una conclusión que le había costado años de vida.

– Y, si te soy sincero, no estoy del todo seguro de que no me gustara.

Con espontaneidad, Vivien había apoyado una mano en el brazo de Russell. Cuando se dio cuenta la retiró, esperando que él no lo advirtiera.

– ¿Qué hiciste después?

– Sobreviví aceptando cualquier trabajo. Retratos de moda, fotos técnicas, hasta de bodas. Pero sobre todo recurrí, quizá más de lo que debía, al dinero de mi familia.

Vivien estaba buscando las palabras apropiadas para aligerar el peso de la confidencia, pero el sonido del teléfono le cortó la intención. En la pantallita aparecía el nombre de Bellew.

Atendió.

– Sí, Alan…

– Un verdadero golpe de la fortuna. He llamado al responsable del Distrito 70 y le solicité que ordenase una búsqueda. Cuando le pedí que utilizara a todos los hombres de que dispusiera me tomó por chiflado.

– Te creo. ¿Encontraron algo?

– La mujer se llama Carmen Montesa. Cuando se mudó tuvo el escrúpulo de dirigirse a la policía y comunicar el cambio de domicilio. He mandado a verificarlo y todavía tiene el mismo número de teléfono en la misma dirección, en Queens. Enseguida te lo envío con un mensaje.

– Alan, eres de los grandes.

– Muchacha, eres la primera mujer que me lo dice después de la comadrona que me trajo al mundo. Ponte en la cola. Buen trabajo y mantenme al corriente.

Vivien se levantó y Russell la imitó. Había comprendido que la pausa terminaba y que había que ponerse en marcha.

– ¿Novedades?

– Esperemos que sí. De momento hemos encontrado a la mujer, después veremos qué pasa.

La detective se limpió la boca, tiró la servilleta de papel sobre la mesa y enfiló hacia el coche. Russell dedicó una mirada melancólica a la comida que apenas había probado. Después siguió a Vivien, llevando consigo la carga de una historia que, hiciese lo que hiciese, sospechaba que no terminaría nunca.

22

A Carmen Montesa le gustaban los números.

Siempre le habían gustado, desde que era una niña. En la escuela primaria era la mejor de la clase. Trabajar con números le daba una sensación de orden, de paz. Le gustaba encerrarlos en los cuadritos de las hojas del cuaderno, cada uno con su significado cuantitativo enunciado en un signo gráfico, colocados uno junto a otro y en columnas, todos expresados con una caligrafía infantil pero precisa. Y, al contrario que muchos de sus compañeros de colegio, encontraba muy divertidas esas operaciones. Su mente infantil había llegado a atribuir a cada número un color. El cuatro era amarillo y el cinco, azul. El tres era verde y el nueve, marrón. El cero era de un blanco diáfano, no contaminado.

Incluso ahora, sentada en su viejo sillón de piel, tenía una revista de sudokus en el regazo. Lamentablemente, de aquellas fantasías infantiles había quedado poco. Los números se habían convertido en signos negros sobre el papel blanco de una revista, nada más. Los colores se habían esfumado con el tiempo y había descubierto que el cero, aplicado a la vida de las personas, no tenía una bella tonalidad.

Le hubiera gustado para sí un camino diferente, poder estudiar, asistir a un college , escoger una universidad relacionada con los números, una carrera que le habría permitido crear su propia esfera de trabajo. Las circunstancias habían indicado otro camino.

En una película que había visto, uno de los protagonistas decía que en Nueva York la vida es muy difícil si eres pobre e hispano. Cuando escuchó esa frase, no pudo dejar de confirmarla para sí. Comparada con las otras muchachas en su situación, Carmen había tenido la ventaja de ser guapa. Y eso la había ayudado mucho. No había aceptado compromisos serios, aun cuando había tenido que soportar toqueteos e insinuaciones de toda clase. Sólo una vez, para asegurarse la entrada en la escuela de enfermería, le había hecho una mamada al director. Cuando vio las caras de sus compañeras de curso, entre las que había una buena proporción de chicas agraciadas, se dio cuenta de que ese examen de ingreso era algo que tenía en común con muchas otras.

Después llegó Mitch…

Apartó la revista cuando se dio cuenta de que una lágrima caída sobre la tinta de boli había manchado el esquema del sudoku. El número que acababa de escribir, el cinco, había ensanchado su panza y ahora estaba rodeado por una aureola azulina, redonda y demasiado parecida a un cero.

«No es posible que después de tantos años siga llorando.»

Se dijo que era una estúpida y puso la revista sobre la mesita auxiliar. Pero dejó vía libre a las lágrimas y los recuerdos. Era todo lo que le quedaba de una época feliz, quizás el único terreno fértil en toda su existencia. Desde el momento en que lo conoció, Mitch cambió su vida en todos los sentidos.

Antes y después.

Con él había descubierto la pasión y lo que podía ser y hacer el amor. Él le había hecho el regalo más grande del mundo, lograr que se sintiera amada y deseada, como mujer y como madre. Cosas que le había vuelto a pedir, inútilmente, cuando de un día para el otro desapareció dejándola sola en la crianza de un hijo pequeño. La madre de Carmen siempre había detestado a Mitch. Cuando ya estaba claro que su marido no volvería, aun sin comentarlo abiertamente, la madre se presentó y en la cara tenía escritas las palabras «te lo dije». Carmen soportó las alusiones de su madre porque tenía necesidad de ella para el cuidado del niño en las horas de trabajo, pero nunca aceptó volver a casa de los suyos. Por la noche estaba en su apartamento, en el de ellos, con Nick leyendo cuentos, mirando dibujos animados u hojeando revistas de motos. Nick era el vivo retrato de su padre.

Después, un día conoció a Elías. Como ella, era hispano, un muchacho serio que trabajaba como cocinero en un restaurante del East Village. Durante un tiempo se vieron, sólo como amigos. Elías estaba al tanto de su situación, era un hombre amable y respetuoso y se veía claramente que estaba enamorado de ella. No le había pedido nada ni había tratado de tocarla, ni siquiera con un dedo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Yo soy Dios»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Yo soy Dios» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Giorgio Faletti - Io sono Dio
Giorgio Faletti
libcat.ru: книга без обложки
Giorgio Faletti
Giorgio Faletti - I'm God
Giorgio Faletti
Giorgio Faletti - I Kill
Giorgio Faletti
Georgius Anastolsky - Sie haben Zahnarztangst
Georgius Anastolsky
Viviana Endelman Zapata - Estoy en el mundo, soy de Dios
Viviana Endelman Zapata
Georgia Hill - Say it with Sequins
Georgia Hill
Отзывы о книге «Yo soy Dios»

Обсуждение, отзывы о книге «Yo soy Dios» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x