George Pelecanos - Sin Retorno

Здесь есть возможность читать онлайн «George Pelecanos - Sin Retorno» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Sin Retorno: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Sin Retorno»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En 1972, tres adolescentes blancos -Alex, Billy y Pete- decidieron meterse en un barrio marginal de Washington. Esa incursión cambió la vida de seis personas: a causa del enfrentamiento con tres chicos negros, Billy resultó muerto y Alex seriamente herido.
En 2007, Alex llora la muerte de su hijo caído en Iraq. De pronto, uno de los chicos negros que sobrevivieron al incidente del 72 contacta con él, abriendo la puerta a la reconciliación al tiempo que otro superviviente sale de prisión con intención de extorsionarle…

Sin Retorno — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Sin Retorno», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Y yo qué sé. No tenía ningún plan. Nada más ver a ese tipo aquí fuera contigo, la he agarrado y he echado a correr.

Vicki los estaba aguardando a los dos en la puerta de la casa.

Era muy tarde cuando Raymond recibió la llamada en su móvil. Se encontraba en casa de su madre, sentado en el antiguo sillón reclinable de su padre, viendo la televisión sin verla, como les ocurre a las personas cuando están pensando con intensidad. El teléfono le sonó dentro del bolsillo, y al contestar oyó la voz de Alex Pappas. Había desaparecido aquel tono afable que había llegado a resultarle tan agradable y tan cómodo en los dos días anteriores.

Alex describió la visita de Charles Baker, el intento de extorsión y la conversación que había tenido con John.

– Ha estado hablando con mi hijo, delante mismo de mi casa-dijo-. Donde duerme mi mujer. ¿Entiendes, Ray? Ha venido a mi casa y ha amenazado a mi hijo.

– Entiendo -respondió Raymond-. ¿Has…?

– No. No he llamado a la policía. Pero la próxima vez la llamaré. Te lo digo para que quede bien claro.

– Me queda claro -dijo Raymond-. Gracias, Alex. Gracias por pensar en mi hermano.

– Tienes que hacer algo -dijo Alex, ya sin la furia de antes.

– Y voy a hacerlo -aseguró Raymond.

A continuación llamó a James, esta vez al apartamento de Fairmont.

– ¿Dónde para Charles Baker? -le preguntó.

– ¿Por qué?

– Tú dímelo.

– No lo sé exactamente. Duerme en una casa compartida situada en Delafield. Una de esas viviendas para gente que está con la condicional. Dijo que estaba ubicada en el bloque 1300, en el distrito Noroeste.

Raymond cortó la llamada con brusquedad. Se levantó del sillón y fue al sótano, sin hacer ruido para no despertar a su madre. Allí, sobre un banco de trabajo, encontró las herramientas de su padre guardadas en una caja de acero. Ernest Monroe, el mecánico de autobuses, las conservaba ordenadas y limpias. Desde que falleció, Raymond las había utilizado muy pocas veces y las había dejado cada una en su sitio, tal como hubiera querido su padre.

Ernest nunca había tenido una pistola en casa. Decía que era peligroso e innecesario, que habiendo críos no sería más que una tentación que daría lugar a una tragedia. Pero en cambio había modificado algunas herramientas y se las había señalado a sus hijos, por si acaso la familia tuviera necesidad de protegerse. Una de ellas era un destornillador de mango fuerte y cabeza plana cuyo extremo Ernest había fresado en el banco de trabajo hasta darle una forma en punta.

Raymond sacó el destornillador de la caja.

Capítulo 23

De camino al trabajo, muchas veces Alex Pappas se detenía a llenar el depósito de gasolina de su Cherokee en la estación autoservicio de Piney Branch Road. Y tenía dos razones para ello: en aquella estación en particular la gasolina era relativamente barata, y, si quería, mientras estaba allí podía echar un vistazo a su inversión inmobiliaria, que se hallaba situada justo detrás.

No era inteligente tener una propiedad sin alquilar, ya que la ausencia de inquilinos dejaba al dueño a merced de los vándalos y posiblemente hasta de los okupas. Pero Alex no tenía muchos motivos para preocuparse, puesto que su propiedad se encontraba en un vecindario decente y era visible desde una calle muy transitada. Además, estaba bien fortificada por su diseño de ladrillo liso y sin ventanas. La compañía eléctrica había construido la subestación con la intención de confundirla, en la medida de lo posible, con las demás viviendas de aquel barrio.

Así y todo, por más seguro que fuera el edificio, necesitaba encontrar una persona que lo alquilase, aunque sólo fuera para que Vicki dejara de darle la lata. Vicki llevaba razón, por supuesto; casi siempre llevaba razón cuando se trataba de dinero.

Alex estaba sopesando estas cosas, contemplando su edificio, mientras tenía la boquilla del surtidor dentro de la toma de gasolina de su vehículo. Veía el portón ancho y de chapa corrugada que tenía el edificio en la fachada y el pequeño aparcamiento que se extendía delante, el cual el iraní, el último inquilino, había ampliado pagando él el gasto, a fin de alojar a los clientes a quienes vendía alfombras y moquetas.

Cuando el depósito ya estuvo lleno, Alex fue con el coche hasta la fachada del edificio y aparcó. Sacó de la guantera su cinta métrica Craftsman y un juego de llaves que incluía una que abría el portón.

Un poco más tarde bajaba conduciendo por Piney Branch Road, tamborileando con los dedos sobre el volante. Piney Branch Road se convirtió en la calle Trece, y un poco más adelante giró para tomar New Hampshire Avenue y dirigirse hacia Dupont Circle. Era la misma ruta que llevaba tomando desde hacía más de treinta y cinco años. La mayoría de los días, llevaba el pensamiento puesto en las minucias cotidianas y en cosas sin importancia. Pero hoy, no.

Raymond Monroe encontró a su madre en el cuarto de estar, viendo un telediario matutino en la televisión. Llevaba en la mano la bolsa de fin de semana.

– Me voy, mamá.

– ¿A trabajar?

– Sí.

– Te he oído hablar por teléfono con esas personas del hospital. Decías no se qué de un compromiso.

– Sí, tengo que ocuparme de un asunto. Estaba diciéndoles que iba a llegar un poco más tarde.

– Y, por lo que veo, esta noche no piensas venir a casa.

– Voy a quedarme con Kendall y su hijo.

– No me pasará nada.

– Ya lo sé. Eres como el conejito de Duracell.

– A ése también se le agotarán las pilas alguna vez. -Almeda Monroe miró a su hijo de arriba abajo con sus hermosos ojos hundidos en un rostro que el tiempo había surcado de arrugas-. ¿Le va bien a tu hermano?

– Está bien. Bebe demasiada cerveza, pero bueno.

– Tu padre también. Si eso es lo peor que se puede decir de un hombre…

– Exacto.

– Yo me casé con un hombre bueno. Y crie a dos buenos hijos. Yo diría que mi vida ha sido un éxito, ¿tú no?

– Sí, señora -respondió Raymond. Se inclinó y la besó-. Te llamo esta noche, ¿vale?

– Que tengas un día lleno de bendiciones, Raymond.

Yendo calle abajo en su Pontiac, pasó por delante de la casa de Rodney Draper. Se acordó de que tenía que hacerle una llamada, y la hizo mientras conducía en dirección noroeste, a una calle que se llamaba Delafield.

– Pappas e Hijos.

– Quisiera hablar con Alex Pappas, por favor.

Alex, de pie ante la caja registradora, se volvió para mirar a su espalda. John, Darlene, Blanca, Juana y Tito estaban empezando a movilizarse para la hora punta del almuerzo, sin que hiciera falta decirle a ninguno que lo hiciera, llevando a cabo las tareas propias de sus respectivos puestos.

– Al habla.

– Soy Rodney Draper. Le estoy devolviendo la llamada.

– Me alegra que me llame.

– En fin, para serle franco, no le habría llamado, dadas las circunstancias. Ha sido Ray Monroe el que me ha rogado que lo ayudase. Me ha dicho que usted ha cumplido su parte del trato, que yo desconozco a qué se refiere. Me ha dicho que le proporcione toda la información que necesite.

– Ya tengo lápiz.

La mujer se llamaba Elaine Patterson. Los críos de Heathrow la llamaban siempre señorita Elaine. Actualmente tendría ochenta y tantos años y mala salud. Había sufrido un ictus y vivía en una residencia de ancianos situada en Layhill Road, pasada la estación de metro Glenmont de Wheaton.

– Es uno de nuestros ciudadanos más preciados. La señorita Elaine estudió en la escuela unificada, antes de que los tribunales introdujeran a nuestros hijos en el sistema público. El ictus le mermó varias funciones cerebrales y le agudizó otras. Tiene recuerdos muy vividos del pasado lejano, pero es muy frecuente que no se acuerde de lo que hizo ayer. Habla de forma entrecortada y no puede leer ni escribir. Cuando tengo un rato, yo hago con ella ejercicios orales de historia.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Sin Retorno»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Sin Retorno» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


George Pelecanos - DC Noir
George Pelecanos
George Pelecanos - Nick's trip
George Pelecanos
George Pelecanos - Firing offence
George Pelecanos
George Pelecanos - El Jardinero Nocturno
George Pelecanos
George Pelecanos - The Way Home
George Pelecanos
George Pelecanos - Drama City
George Pelecanos
George Pelecanos - Shame the Devil
George Pelecanos
George Pelecanos - Right as Rain
George Pelecanos
George Pelecanos - The Night Gardener
George Pelecanos
Eduardo Fernández Jurado - Madrugada sin retorno
Eduardo Fernández Jurado
Отзывы о книге «Sin Retorno»

Обсуждение, отзывы о книге «Sin Retorno» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x