Harlan Coben - Alta tensión

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Myron Bolitar siempre ha soñado con la voluptuosa mujer fatal que acaba de entrar en su despacho para pedirle ayuda. Tiene unas curvas de locura, pero está embarazada de ocho meses, y eso pone fin a todas las posibles fantasías de Bolitar. La antigua estrella del tenis Suzze T y su marido, Lex, una estrella del rock, son clientes, y a lo largo de los años Myron ha negociado multitud de contratos para la preciosa pareja. Pero ahora Lex ha desaparecido y la muy embarazada Suzze llora, convencida de que los rumores colgados en la red poniendo en duda la paternidad del bebé hayan alejado al hombre que ella jura es el padre de su hijo.
“Harlan Coben es el maestro moderno del “agárrate y no te menees” desde la primera página, para dejarte completamente noqueado en la última.” Dan Brown

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– Déjalo en el suelo, Brian -dijo Kyle.

Brian lo hizo con una gentileza sorprendente. Tendido en el suelo de cemento, con los ojos todavía cerrados, Myron pensó con rapidez para saber cuáles serían los siguientes pasos: mantener los ojos cerrados, fingir que estaba desvanecido, y mover poco a poco la mano hacia la Blackberry del bolsillo.

En la década de 1990, cuando apenas empezaba a extenderse el uso de los móviles, Myron y Win habían aprendido a desarrollar un truco técnico que podía llegar a ser un sistema de comunicación que te salvara la vida: cuando alguno de los dos estaba en apuros (o sea, Myron), apretaba la tecla de marcado rápido en su móvil y el otro (o sea, Win) contestaba, conectaba el teléfono sin sonido, y podía escuchar o correr y acudir en su ayuda. En aquellos tiempos, quince años atrás, este truco había sido el no va más; ahora estaba tan anticuado como el Betamax.

Eso significaba, por supuesto, pasar al siguiente nivel. Con los últimos avances de la técnica, Myron y Win podían protegerse de una manera más eficaz. Uno de los expertos técnicos de Win había mejorado las Blackberry, y ahora disponían de un emisor de radio vía satélite de dos bandas que funcionaba incluso en lugares donde no hubiera cobertura, junto con sistemas de grabación de audio y vídeo, y un rastreador GPS, de manera que sabías con exactitud dónde estaba el otro, en cualquier momento, con una aproximación de un metro, y todo eso se podía activar con sólo apretar una tecla.

Por lo tanto, hizo reptar la mano hacia la Blackberry del bolsillo. Con los ojos cerrados, fingió un gemido mientras se movía lo suficiente para acercar la mano a su bolsillo…

– ¿Buscas esto?

Era Músculos Kyle. Myron parpadeó y abrió los ojos. El suelo de la habitación era de formica granate. Las paredes también eran de color granate. Había una mesa con lo que parecía una caja de pañuelos de papel encima. No había más muebles. Myron miraba a Kyle. Sonreía.

Sostenía en alto la Blackberry de Myron.

– Gracias -dijo Myron-. La estaba buscando. ¿Puedes pasármela?

– Oh, no creo.

Había otros tres gorilas en la habitación, todos ellos con las cabezas afeitadas, todos enormes, con tanto esteroides y tantas máquinas de pesas. Myron vio al que parecía un poco asustado y dedujo que había sido su transportista, por decirlo de alguna manera.

– Será mejor que vuelva a la sala para asegurarme de que está todo en orden -sugirió el tipo asustado.

– Sí, hazlo, Brian -dijo Kyle.

– Su amiga, la luchadora que está como un tren, sabe que está aquí.

– Yo no me preocuparía por ella -afirmó Kyle.

– Yo sí -intervino Myron.

– ¿Perdona?

Myron intentó sentarse.

– Tú no ves mucho la tele, ¿verdad, Kyle? ¿Sabes aquella parte de la serie donde triangulan la señal del móvil y encuentran al tipo? Bueno, es lo que está pasando aquí. No sé cuánto tardarán pero…

Con la Blackberry en alto y una expresión más allá de la autosuficiencia, Kyle apretó el botón de desconexión y miró cómo se apagaba el artefacto.

– ¿Decías?

Myron no respondió. Gigante Asustado se marchó.

– En primer lugar -dijo Kyle, arrojándole a Myron su billetero-, por favor, escolten al señor Bolitar fuera del local. Le solicitamos que no vuelva nunca más por aquí.

– ¿Incluso si prometo no llevar camisa?

– Dos de mis hombres le escoltarán hasta la puerta de atrás.

Era un desarrollo curioso: lo dejaban ir. Myron decidió seguir el juego, para ver si resultaba así de fácil. Se sentía, por decir algo, escéptico. Los dos hombres le ayudaron a levantarse.

– ¿Qué pasa con mi Blackberry?

– Se la devolveremos cuando salga del local -contestó Kyle.

Un hombre sujetó a Myron por el brazo derecho, y el otro por el izquierdo. Lo llevaron por un pasillo. Kyle se ocupó de cerrar la puerta. Cuando estuvieron fuera de la habitación, Kyle dijo:

– Vale, ya está bien. Traedlo de nuevo.

Myron frunció el entrecejo. Kyle volvió a abrir la misma puerta. Los dos hombres sujetaron a Myron con más fuerza y comenzaron a arrastrarlo de vuelta a la habitación. Cuando Myron trató de resistirse, Kyle le mostró el arma paralizante.

– ¿Quieres otros dos millones de voltios?

Myron no quería. Volvió a la habitación granate.

– ¿De qué va esto?

– Esa parte ha sido una actuación -respondió Kyle-. Por favor, ve al rincón.

Al ver que no obedecía de inmediato, le mostró la pistola paralizante. Myron retrocedió, sin darle la espalda a Kyle. Había una mesa pequeña junto a la puerta. Kyle y los dos matones fueron hacia ella. Metieron la mano en lo que parecía la caja de pañuelos de papel y sacaron guantes quirúrgicos. Myron les observó ponerse los guantes en las manos.

– Sólo para que figure en el registro -dijo Myron-, los guantes de goma me ponen cachondo. ¿Significa que me tengo que agachar?

– Un mecanismo de defensa -comentó Kyle, que se calzaba los guantes con demasiado celo.

– ¿Qué?

– Utilizas el humor como un mecanismo de defensa. Cuanto más asustado estás, más mueves la boca.

«Un matón terapeuta», pensó Myron.

– Deja que te explique la situación, para que incluso tú la entiendas -añadió Kyle con un sonsonete-. A ésta la llamamos la habitación de las palizas. De ahí el color granate. La sangre no se nota, como no tardarás en ver.

Kyle se detuvo y sonrió. Myron permaneció quieto.

– Acabamos de grabarte en un vídeo saliendo de esta habitación por tu propia voluntad. Como ya habrás adivinado, la cámara ahora está apagada. Por lo tanto, para el registro oficial estás saliendo por tu propia voluntad, relativamente ileso. También tenemos testigos que declararán que tú les atacaste, que nuestra respuesta fue proporcionada a la amenaza que representabas y que tú iniciaste la refriega. Tenemos antiguos clientes y empleados dispuestos a firmar cualquier declaración que les pongamos delante. Nadie respaldará cualquier denuncia que hagas. ¿Alguna pregunta?

– Sólo una. ¿De verdad acabas de usar la palabra refriega?

Kyle mantuvo la sonrisa.

– Mecanismo de defensa -repitió.

Los tres hombres se desplegaron en torno a él con los puños apretados, los músculos preparados. Myron se movió un poco más hacia el rincón.

– ¿Entonces cuál es tu plan? -preguntó Myron.

– Es muy sencillo, Myron. Vamos a hacerte daño. Hasta qué punto, depende de cuánto resistas. En el mejor de los casos, acabarás hospitalizado. Estarás meando sangre durante un tiempo. Quizá te rompamos un hueso o dos. Pero vivirás, y probablemente te curarás. Si te resistes, utilizaré la pistola para paralizarte. Será muy doloroso. Y entonces la paliza será más larga y salvaje. ¿Estoy siendo lo suficientemente claro?

Se acercaron un poco más. Flexionaron las manos. Uno movió el cuello. Músculos Kyle se quitó la chaqueta.

– No quiero que se ensucie -dijo-. Con las manchas de sangre y todo eso.

Myron señaló hacia abajo.

– ¿Qué me dices de tus pantalones?

Kyle tenía ahora el torso desnudo. Hizo esas flexiones que hacen bailar los pectorales.

– No te preocupes por ellos.

– Pues me preocupo -dijo Myron.

Entonces, mientras los hombres se aproximaban, Myron sonrió y se cruzó de brazos. El movimiento hizo que los hombres se detuviesen.

– ¿Te he hablado de mi nueva Blackberry? -preguntó Myron-. ¿Del GPS? ¿De la radio satélite de dos bandas? Se pone en marcha cuando aprietas un botón.

– Tu Blackberry está apagada -contestó Kyle.

Myron sacudió la cabeza e imitó un zumbido como si hubiese oído la respuesta equivocada en un programa de preguntas y respuestas. La voz de Win sonó en el diminuto altavoz de la Blackberry.

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