– Me-sien-to-muy-mal-por-él.
Dimonte se limitó a sacudir la cabeza.
– ¿Puedo irme ya? -dijo Myron.
– ¿Vas a tu casa en el Dakota?
– Sí.
– Tenemos a un hombre allí esperando a Win. Cuando llegue, quiero tener una pequeña charla con él.
– Buenas noches, señor Bolitar.
– Buenas noches, Vladimir -respondió Myron mientras pasaba junto al portero del Dakota y la famosa puerta de hierro forjado.
Había un coche de la poli aparcado delante, enviado por Dimonte. Cuando Myron llegó al apartamento de Win, las luces estaban a media luz.
Win estaba sentado en su sillón de cuero con una copa de coñac. Myron no se sorprendió al verle. Como la mayoría de los viejos edificios con un pasado histórico, el Dakota tenía varios pasajes secretos subterráneos. Win le había mostrado uno que comenzaba en el sótano de un edificio cerca de Columbus Avenue y otro que lo hacía una calle más arriba, junto a Central Park. Myron estaba seguro de que Vladimir ya sabía que Win estaba allí, pero no diría nada. Los polis no le daban a Vladimir su gratificación de Navidad.
– Y yo que creía que anoche habías salido a la búsqueda de sexo de pago -dijo Myron-. Ahora descubro que fue para darle una paliza a Kyle.
Win sonrió.
– ¿Quién ha dicho que no podía hacer las dos cosas?
– No era necesario.
– ¿El sexo? Bueno, nunca lo es, pero nunca detiene a un hombre, ¿verdad?
– Gracioso.
Win juntó las manos formando una pirámide.
– ¿Crees que eres el primer tipo al que Kyle ha arrastrado a aquella habitación granate, o sólo el primero que se ha librado de una visita al hospital?
– Es un mal tipo, ¿y qué?
– Es un mal tipo. Tres denuncias por agresión el año pasado; en todos los casos los testigos del club le dejaron libre.
– ¿Entonces tú te ocupaste de él?
– Es lo que suelo hacer.
– No es tu trabajo.
– Pero disfruto mucho haciéndolo.
No tenía ningún sentido entrar ahora en esa cuestión.
– Dimonte quiere hablar contigo.
– Ya lo sé. Pero yo no quiero hablar con él. Por lo tanto, mi abogado le llamará dentro de una media hora y le dirá que, a menos que tenga una orden de arresto, no hablaremos. Fin de la historia.
– ¿Serviría de algo que te dijese que no deberías haberlo hecho?
– Espera -le pidió Win, y comenzó con su número de mímica-. Antes de que empieces, permíteme que afine mi violín de aire.
– De todas maneras, ¿qué le hiciste?
– ¿Encontraron el Taser? -preguntó Win.
– Sí.
– ¿Dónde?
– ¿Qué quieres decir con dónde? Junto a su cuerpo.
– ¿Junto a su cuerpo? Oh, bien. Por lo menos tuvo que ser capaz de disfrutar un poco por su cuenta.
Silencio. Myron abrió la nevera y sacó un Yoo-Hoo. En la pantalla del televisor se movía el logo del DVD Blu-Ray.
– ¿Qué fue lo que dijo Kyle? -añadió Win, y agitó el coñac en su copa, con las mejillas rojas-. Meará sangre durante un tiempo. Quizá tendrá un par de huesos rotos. Pero al final se recuperará.
– Pero no hablará.
– Oh, no. Nunca hablará.
Myron se sentó.
– Eres un tipo aterrador.
– Bueno, no me gusta presumir -dijo Win.
– De todas maneras, ésa no fue una acción prudente.
– Te equivocas. Fue una acción muy prudente.
– ¿Por qué?
– Hay tres cosas que debes recordar. Una -Win levantó un dedo-, nunca he lastimado a inocentes, sólo a quienes se lo merecen. Kyle entraba en esa categoría. Dos -otro dedo-, lo hice para protegernos. Cuanto más miedo les meto a ciertas personas, más seguros estamos.
Myron casi sonrió.
– Por eso dejaste que te filmase aquella cámara de vídeo en la calle. Querías que supiesen que eras tú.
– Te repito que no me gusta presumir, pero sí. Tres -dijo Win, y levantó un tercer dedo-, siempre lo hago por otros motivos distintos que vengarme.
– ¿Como hacer justicia?
– Para conseguir información. -Win cogió el mando a distancia y apuntó al televisor-. Kyle tuvo la bondad de facilitarme todos los vídeos de vigilancia de esa noche. He pasado la mayor parte del día mirándolos en busca de Kitty y Brad Bolitar.
Caramba. Myron se volvió hacia la pantalla.
– ¿Y?
– Todavía los estoy mirando -respondió Win-, pero lo que he visto por ahora no es bueno.
– Explícate.
– ¿Por qué explicártelo cuando te lo puedo mostrar? -Win se sirvió una segunda copa de coñac y se la mostró a Myron. Myron sacudió la cabeza. Win se encogió de hombros, dejó la copa a su lado y pulsó la tecla de Play en el mando a distancia. El logo saltarín desapareció de la pantalla. Apareció una mujer. Win pulsó Pausa-. Ésta es la mejor toma de su cara.
Myron se inclinó hacia delante. Una de las cosas fascinantes de los vídeos de vigilancia era que se rodaban desde cámaras colocadas en alto, y por lo tanto casi nunca se podía ver bien el rostro. Eso parecía una contradicción, pero quizá no había una alternativa mejor. Esa toma en particular era un poco borrosa, un primer plano, y Myron supuso que alguien había intervenido para enfocar su rostro. En cualquier caso, despejaba cualquier duda sobre su identidad.
– Vale, ahora ya sabemos que era Kitty -dijo Myron-. ¿Qué pasa con Brad?
– No hay ni rastro de él.
– Entonces, para utilizar tu expresión, ¿qué es lo que no es bueno?
Win pensó en eso.
– Quizá «no es bueno» fue una manera inapropiada de decirlo.
– ¿Cómo deberías haberlo dicho?
Win se tocó la barbilla con el dedo índice.
– En realidad muy, muy malo.
Myron sintió un escalofrío y se volvió hacia la pantalla. Win apretó otra tecla en el mando a distancia. La cámara se alejó.
– Kitty entró en el club a las diez y treinta y tres de la noche con un grupo de unas diez personas. Si quieres, la comitiva de Lex.
Allí estaba ella. Con una blusa turquesa y la cara pálida. El vídeo era uno de esos que filman cada dos o tres segundos, y por lo tanto parecía como si avanzase a trompicones, como un libro de pasar imágenes o un viejo noticiario de Babe Ruth corriendo las bases.
– Esta filmación fue tomada en una pequeña habitación cerca de la sala VIP a las diez cuarenta y siete.
No mucho antes de que llegasen él y Esperanza, pensó Myron. Win apretó la tecla de avance rápido y llegó a una imagen congelada. De nuevo el ángulo de la cámara era desde arriba. Resultaba difícil ver el rostro de Kitty. Estaba con otra mujer y un tipo con el pelo largo recogido en una cola de caballo. Myron no les identificó. El tipo de la coleta tenía algo en la mano. Quizás una cuerda. Win apretó la tecla de Play y los actores de este pequeño drama cobraron vida. Kitty extendió el brazo. Coleta se acercó a ella y envolvió la… No, no era una cuerda… alrededor del bíceps y la ató. Luego le tocó el brazo con dos dedos y sacó una jeringuilla. Myron sintió que el corazón se le caía a los pies cuando Coleta clavó la jeringuilla en el brazo de Kitty con una habilidad que demostraba mucha práctica, apretaba el émbolo y desataba la goma alrededor del bíceps.
– ¡Caray! -exclamó Myron-. Esto es nuevo, incluso para ella.
– Sí -asintió Win-. Ha pasado de esnifar a volverse adicta a la heroína. Impresionante.
Myron sacudió la cabeza. Tendría que haberse quedado pasmado, pero lamentablemente no era así. Pensó en las fotos de Facebook, en aquellas grandes sonrisas, en los viajes de familia. Se había equivocado antes. Aquello no era una vida. Era una mentira. Una enorme mentira. Clásico de Kitty.
– ¿Myron?
– Sí.
– Ésta no es la peor parte -dijo Win.
Myron observó a su viejo amigo.
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